Entre la intimidad de la voz que teje un relato, entrevistas, poesía y música, los podcast llegaron para ensanchar los márgenes de la literatura y abrieron un nuevo espacio para que autores y lectores conozcan géneros, exploren trayectorias y se animen a descansar de la cultura visual para explorar la riqueza de la oralidad, desde registros disímiles como el proyecto autobiográfico del escritor francés Didier Eribon, los relatos que la realizadora Lucrecia Martel reunió en Audioteca o las apuestas poéticas de Inés Kreplak y Tomás Rosner.
Ya sea porque asistimos a la era de la audificación o porque la pandemia nos somete a un uso intensivo de pantallas que termina por hastiarnos de lo visual pero que nos retiene conectados, con distintos formatos, disparadores y presupuestos de producción los podcast apuestan a sumarle una arista más a la letra escrita y a generar reproducciones a fuerza de la lógica de la viralidad.
“La voz le suma a la literatura intimidad y contexto. El youtuber te mete en su habitación, los mejores podcasts te meten en el cerebro de su autor”, arriesga el escritor y ensayista español Jorge Carrión, crítico cultural del New York Times y autor de libros como Contra Amazon o Lo viral. Es, además, el creador del podcast Solaris, ensayos sonoros, una serie que va por su tercera temporada y que a él le gusta describir como un “objeto cultural no identificado”:.
“Son criaturas digitales que por lo general no son consideradas en el periodismo cultural y que, en cambio, están definiendo la cultura de nuestra época, como las stories, los hilos de Twitter, los memes, los relatos interactivos o las listas de reproducción”, explica.
Después de inaugurar Solaris, Carrión retomó el análisis de estas criaturas en su libro Lo viral, convencido de que su razón de ser, en acto o en potencia, es justamente la viralidad.
Con una edición cuidada, la voz de especialistas y un guión atrapante, Solaris aborda desde la posverdad y el porno hasta la terapia y las plataformas, grandes temas que permiten pensar la cultura contemporánea.
La estructura del podcast, que puede escucharse en Spotify, fue pensada como un texto. “Primero he escogido los temas; después he empezado a leer, escuchar, ver, sistemáticamente, para entenderlos; la propia escritura es más sencilla, porque ya tengo definida la estructura, la fórmula, con sus colaboradores y sus estrategias narrativas. Cada temporada tiene una curva emocional, que utiliza los mecanismos del diálogo platónico y de la ficción especulativa”, explica el escritor.
Hace tres meses, el escritor francés Didier Eribon lanzó en la cadena de radio pública France Culture, Escribiendo vidas desviadas, un podcast de cinco episodios en el que retoma aquello que planteó en su libro Regreso a Reims: su recorrido como intelectual por fuera de la academia, su condición de gay y cómo hizo para eludir las restricciones que le imponía su entorno social como hijo de un padre obrero homofóbico y xenófobo.
De a poco, algunos autores argentinos también se animan a explorar este formato. Desde la plataforma Infobae, el escritor Fabián Casas se convirtió en el protagonista de Taller nómade, un ciclo que funciona como un curso de escritura abierto a la comunidad bajo una consigna que entiende a la literatura como una práctica : “una técnica que te sirve para escribir, te tiene que servir también para vivir”, sostiene.
En el mismo espacio virtual, Santiago Llach lanzó Borges. Una introducción, un ciclo de entrevistas y clases virtuales que giran alrededor de la biografía y la obra del gran escritor y que, de alguna forma, retoman los talleres que dicta desde hace años. Por su parte Me lo llevo a la tumba fue ideado por Liliana Viola, Franco Torchia y Tomás Balmaceda y explora la temática del secreto desde diferentes ángulos. Los autores Mariana Enriquez, Camila Sosa Villada y Esther Díaz protagonizan los primeros episodios.
Amparados en la escucha más íntima y atenta que ofrece el formato y conscientes del poder seductor que supone conocer la voz del autor que está detrás de los textos, algunos podcast retoman la tradición de las entrevistas en profundidad. Abro hilo, el ciclo que la periodista Florencia Scarpatti hizo durante 2020 en Metro y en el que entrevistó, entre otros, a Enríquez, Leila Guerriero y Pedro Mairal, mutó este año a Abro libro. “Lo llamé así porque es la continuación de una idea. También está pensado, en principio, como una serie de 8 episodios a menos que lo pueda mantener económicamente en el futuro”, cuenta y acepta que invita a ciertos escritores porque le gusta lo que hacen o porque la interrogan.
“Tengo mucho respeto por el tiempo del otro, por eso, trato de darle contenido. Me gusta volver a las conversaciones largas, que respetan el tiempo subjetivo del diálogo. En Abro hilo las entrevistas duraban como 50 minutos pero ahora voy a tratar de hacer episodios más cortos”, sostiene. Scarpatti defiende el tono intimista de las charlas y confiesa que la convoca “escuchar como hablan los que escriben”. “Me gusta ver el reflejo, cómo se parecen incluso en las pausas, en los tonos o en la forma en que arman las oraciones. Leila Guerriero dice que la escritura es un rastro del cuerpo, esto sería la voz como rastro de la escritura”, analiza.
Las instituciones también alojan este tipo de proyectos. Audioteca -que se grabó en 2015 y está ahora en Spotify y en el sitio del Centro Cultural Kirchner- reúne relatos de casi 30 autores argentinos, dirigidos por la guionista y directora Lucrecia Martel y curados por la crítica, narradora y guionista Gabriela Speranza. Algunas editoriales, por su parte, también están innovando con el formato y están atentas a un fenómeno que supera lo local: se estima que en el mundo hay 1.000 millones de oyentes de podcast, y los audiolibros son una parte considerable de este universo. Las editoriales locales Mar Dulce, Fiordo y Penguin Audio suben a las plataformas entrevistas con sus autores, charlas y pequeños tramos de lectura de los lanzamientos del mes.
“Son épocas de crisis de la experiencia: la vida se interrumpe constantemente y prima la ansiedad. En ese contexto, volver a reunirnos para escuchar una historia nos permite habitar y respirar lo real”, analiza Tomás Rosner, poeta y creador de Los Fatales, una cuenta en Instagram desde la que difunde poesía, organiza talleres, presentaciones y, ahora también, podcast de charlas con escritores.
La vida pandémica cansa mucho la vista y, entonces, para las actividades recreativas recurrimos más al ejercicio auditivo. “Por eso, los podcasts han crecido tanto. Uno puede escucharlos mientras cocina, limpia la casa o sale caminar. Es interesante alejarnos un poco de la cultura visual. Para estudiar un tema, se arman observatorios. ¡Nunca auditorios y escuchatorios! Hay algo de la escucha que nos pone en otro plan: más de recepción, de ser pasibles de, de dejarnos afectar”, plantea Rosner.
Ese espíritu influyó en el ciclo de conversaciones sobre poesía que Los Fatales hace crecer semanalmente en Spotify. “El poeta Valente decía que el poema `era conocimiento haciéndose´. Lo mismo corre para la conversación. Solemos ceñir los espacios de saber a las clases, los seminarios y los simposios, pero todos hemos sacado saldos cruciales para nuestra vida en conversaciones con amigos o con gente que admiramos”, reflexiona el autor.
A diferencia de lo que puede ocurrir con otros géneros, la poesía y la oralidad tienen una clara afinidad. A la poeta y docente Inés Kreplak se le ocurrió crear un podcast de poesía mientras dictaba clases en la Universidad de General Sarmiento: “En el programa, teníamos una o dos semanas de poesía. Me gustaba ver cómo se transformaba el entusiasmo de los estudiantes: al principio no querían saber nada y después terminaban muy enganchados. Se me ocurrió armar un podcast apto para todo público y quise sumarle una perspectiva feminista, algo que me interesa”. Así nació Mostras, el especial de diez capítulos que hizo con Patricio Foglia, en el que repasan la vida y la obra de poetas argentinas como Alfonsina Storni, Irene Gruss, Juana Bignozzi y Diana Bellessi. Para construir el relato, se basaron en los testimonios y las lecturas de los invitados.
“Convocamos a personas que saben de la obra de cada una de las poetas o que fueron discípulas o amigas. Y, por otro lado, a poetas jóvenes que pensamos que se vinculaban con ellas o por algunas conexiones que trazamos nosotros pero que resultaron muy productivas. Construimos entre voces consagradas y emergentes”, concluye Kreplak.
Fuente: Télam
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