La vida de Joey Ramone fue como una canción punk: inadaptada, cruda, llena de energía, pero también corta. Tras varios años de luchar contra el cáncer, falleció el 15 de abril de 2001 a los 49 años. Con The Ramones llevó al rock de regreso a sus raíces y propició su renacimiento. Es que desafiar al establishment musical en la segunda mitad de los ’70 parecía una tarea imposible. El rock se había convertido en una corporación llena de artistas pretenciosos que dominaban el mundo llenando estadios y ostentando su virtuosismo con tediosos solos y canciones interminables que podían durar el lado completo de un LP . Al mismo tiempo, la música disco empezaba a mostrar su potencial para fagocitar al pop, cosa que hizo en 1977 cuando estalló Fiebre de sábado por la noche. En ese contexto, el cuarteto liderado por Joey sentó las bases para la siguiente revolución musical y, aunque nunca alcanzó el éxito comercial, hoy, a punto de cumplirse 45 años de su álbum debut, la historia lo puso en el lugar que merecía.
De vuelta a lo básico
Jeffrey Ross Hyman nació el 19 de mayo de 1951 en el seno de una familia judía del barrio Forest Hills en Queens, Nueva York. Su salud siempre fue frágil. Llegó al mundo con un teratoma, un feto que nunca se desarrolló y que quedó anexado a su columna vertebral en forma de un tumor del tamaño de una pelota de baseball. Si bien la operación fue un éxito, las secuelas se manifestaron en su juventud. No sólo debía ser hospitalizado por sus constantes infecciones, sino que tras una posible mala experiencia con LSD, fue internado en un neuropsiquiátrico, donde le diagnosticaron trastorno obsesivo-compulsivo, paranoia, esquizofrenia y un daño cerebral mínimo. Como explicó el bajista CJ Ramones a Gerardo Barberán Aquino en el libro Ramones en Argentina (Gourmet Musical, 2018): “Joey se enfermaba muy seguido. No era una persona físicamente fuerte y muchas, muchísimas veces tenía recaídas mientras estábamos de gira”. Su temprana muerte a causa de un linfoma probablemente haya sido producto del tumor que le extirparon al nacer.
Su personalidad introvertida no le impidió formar una banda de rock. De hecho, su hermano Mickey Leigh afirma en la biografía que escribió del cantante (I slept with Joey Ramone, Touchstone, 2009), que la música lo ayudó a salir adelante. Jeff tenía un gusto musical amplio. Escuchaba The Beatles, The Who, rock psicodélico, los grupos vocales femeninos que producía Phil Spector, Jethro Tull, bandas de rock de garage -precursoras del punk- como The Stooges y MC5, y el rock oscuro de Alice Cooper. “El rock and roll fue mi salvación”, le dijo a Rolling Stone en 1999, dos años antes de su fallecimiento.
Primero formó Sniper, que hacía glam rock y que compartió escenario con artistas de culto como New York Dolls y Suicide. A pesar de que nunca llegó a grabar, Sniper quedó en la historia por haber tenido en sus filas a Joey y a Frank Infante, guitarrista de Blondie.
En 1974 fundó The Ramones junto a dos amigos del barrio, el bajista Douglas Colvin, que había tenido una infancia disfuncional en Alemania, y el guitarrista John Cummings, el chico duro de Forest Hills. Al principio, Hyman tocaba la batería y Colvin cantaba y tocaba el bajo. Como el primero dejaba mucho que desear y el segundo no podía hacer las dos cosas al mismo tiempo, el manager Thomas Erdelyi -hijo de sobrevivientes del Holocausto que escaparon de Hungría durante la revolución de 1956- sugirió que Jeffrey se hiciera cargo de las voces. Erdelyi eventualmente se convirtió en el baterista, tras varios intentos infructuosos de encontrar al indicado.
Colvin fue el primero en cambiar su nombre a Dee Dee Ramone tomando el seudónimo que usó Paul McCartney durante una gira por Escocia entre 1960 y 1961 cuando The Beatles se llamaban The Silver Beetles. Durante su estadía en el norte del Reino Unido, Macca se registraba en los hoteles como Paul Ramon, un nombre que volvió a usar más adelante y por única vez en los créditos del álbum Brave New World de Steve Miller (1969), en donde tocó la batería en una canción llamada My Dark Hour. Los otros miembros del grupo siguieron a Dee Dee y se rebautizaron con el nuevo apellido. Así nacieron The Ramones.
El cuarteto fue uno de los números fuertes del CBGB, el club del East Village de Manhattan donde se gestó la escena punk neoyorquina. Allí fue el lugar donde nacieron las corrientes del rock moderno. Mientras que artistas como Talking Heads, Television, Patti Smith y Blondie llevaron desde el margen una bocanada de aire fresco a un género que ya sonaba estancado, The Ramones llamaron la atención por reivindicar la simpleza del rock primitivo de Elvis Presley y Gene Vincent y la época de The Beatles en Hamburgo.
A veces, menos es más. La revolución que planteaban The Ramones era despojar al rock de todos los elementos que ellos consideraban “innecesarios”. En su autobiografía (Commando, Malpaso, 2012), Johnny Ramone definió el sonido que desarrollaron como “rock and roll depurado”. “Lo que hicimos fue quitarle al rock todo lo que no nos gustaba y usar el resto, de manera que no quedaran influencias del blues, ni largos solos de guitarra, o sea, nada que pudiera interponerse en el desarrollo de las canciones”, explicó. Su música era rápida, cruda y muy melódica, como si The Beach Boys, en vez de cantar inspirados en un viaje en Cadillac descapotable con vista al mar, lo hicieran sobre una pista de Fórmula 1.
El atractivo de su estilo era que, en contraposición al rock grandilocuente de estadios y al progresivo, parecía sencillo de tocar -la mayor parte de las canciones eran de tres acordes-, aunque a su vez nadie lo hacía tan bien como The Ramones. Exudaban una rabia pura canalizada a través de la velocidad y la distorsión con composiciones que no llegaban a los dos minutos y contaban con melodías muy pegadizas historias sobre inadaptados, nazis, matones, asesinos y jóvenes que mataban su aburrimiento aspirando pegamento. Para Dee Dee, su música “no era una forma de arte civilizada” y, como bien dice en sus memorias (Lobotomy: surviving The Ramones, Hachette, 2016), “el punk rock proviene de chicos enojados que tienen ganas de ser creativos”.
El álbum que encendió la mecha del punk
Llamaron la atención de Seymour Stein, presidente de Sire, una subsidiaria de Warner dedicada al rock progresivo europeo, que editó su álbum debut, Ramones, el 23 de abril de 1976. La crítica se deshizo en elogios y en Inglaterra fue una granada que explotó en la cara de una generación descontenta con su realidad y que sentía que no había futuro. Las catorce canciones de ese primer disco, un brote de energía concentrada en menos de media hora, inspiró a grupos como The Clash y Sex Pistols y generaron un movimiento que, aunque fugaz, marcó un punto de inflexión en los jóvenes de todo el mundo.
Sin embargo, su impacto no se tradujo en ventas y recién fue Disco de Oro en en su país en 2014, 38 años después de su edición, lo que demuestra su verdadero valor histórico y su influencia. Para el crítico y ensayista Joe Harrington, que analiza el auge y la caída del rock en su libro Sonic Cool (Hal Leonard, 2002), se trata de una obra que dividió la historia en dos y que “sirvió de prototipo de casi todas bandas que vinieron después, que pusieron el énfasis en las canciones en contraposición a las zapadas” que predominaban en los grandes recitales del género. Ver a los músicos ostentar sus habilidades con los instrumentos se había vuelto moneda corriente en los shows en vivo, algo que a esa altura muchos ya consideraban una soporífera muestra de vanidad.
En sus poco más de dos décadas de carrera, The Ramones no tuvieron ni un hit y, con excepción de la Argentina y Brasil, donde tuvieron un éxito sin precedentes, apenas lograron cierta trascendencia. Sus canciones no sonaban en la radio (la prensa gráfica los amaba, pero a los DJs no les gustaba y uno llegó a calificar su debut como “el sonido de diez mil inodoros descargándose al mismo tiempo”) y algunos de sus discos apenas se colaron tímidamente en el fondo de los rankings. Sin embargo, en todos los lugares donde tocaban luego proliferaban bandas nuevas. La Argentina no fue la excepción y, como recuerda Ernesto Acuña, ex manager de Cadena Perpetua y Fun People en Ramones en Argentina, sus siete visitas al país -un total de 26 shows entre 1987 y 1996- “le daban vida a la escena punk local”.
A pesar de que Ramones se grabó en un estudio profesional, el cuarteto encaró el proceso con una crudeza y una rapidez que recordaba a las primeras experiencias de The Beatles en Abbey Road. Solo les llevó una semana, tres días para grabar la base instrumental y cuatro para las voces, y costó solo $6.400 dólares, un número que incluso en esa época era irrisorio. Johnny Ramone, que manejaba las finanzas de la banda como una economía de guerra, quería gastar lo menos posible: “Íbamos a toda prisa porque teníamos que devolver el dinero con el que habíamos comprado los nuevos equipos, así que cuanto menos tardáramos, más barato salía”, justificó.
The Ramones, bajo la estricta disciplina de su guitarrista, se pusieron como objetivo llevar una composición nueva a cada ensayo. Cada vez que se juntaban, se sumaba una canción a su repertorio. En el estudio registraron catorce temas en el orden en el que los tocaban en vivo y dejaron el resto para sus siguientes discos, Leave Home y Rocket To Russia, ambos de 1977. Hoy, ese debut discográfico tiene clásicos que sentaron las bases del punk como Blitzkrieg Bop, Beat on the brat, Now I wanna sniff some glue y la balada I wanna be your boyfriend, que dejaba en evidencia el costado sensible de la banda.
No sólo la grabación del álbum tenía reminiscencias de los Fab Four. La idea inicial era que la portada sea un tributo a la de Meet The Beatles!, el primer LP que salió en los Estados Unidos del cuarteto de Liverpool, pero las sesiones de fotos no conformaron a nadie. Al final, la imagen perfecta fue una fotografía en blanco y negro que tomó Roberta Bayley para la revista Punk en donde Johnny, Tommy, Joey y Dee Dee miran desganados a la cámara apoyados contra una pared de ladrillos llena de graffitis, como una pandilla. Vestían camperas de cuero y jeans rotos, un look que se convirtió en el uniforme del movimiento punk, pero que en realidad era el aspecto normal que solían tener los chicos que pateaban las calles de Nueva York en esa época.
La contraportada mostraba una hebilla de cinturón con el águila que sirvió de base para el mítico logo de la banda, que con el tiempo se volvió un ícono pop tan popular como la lengua de The Rolling Stones. El águila en realidad era el sello del presidente de los Estados Unidos, al que el artista y colaborador del grupo Arturo Vega le hizo algunas alteraciones, como reemplazar las flechas del original por un bate de baseball.
The Ramones no pretendían mostrarse como unos marginales que luchaban contra el sistema. Nunca fueron del todo conscientes de su legado y de la influencia que ejercían en otros artistas. Ellos querían vivir de la música y buscaban tener éxito. Hasta se animaron a filmar una película (Rock ‘n’ Roll High School de 1979). Johnny lo dijo de forma explícita en su libro: su objetivo era ganar un millón de dólares y retirarse. Por eso los sencillos de sus siguientes álbumes fueron más melódicos. I remember you, Swallow my pride, Rockaway Beach, Sheena is a punk rocker, Don’t come close y Needles and pins muestran su gusto por el bubblegum de los ’60, ese pop pegadizo que tuvo como máximos exponentes a The Monkees y al grupo animado The Archies. Si esas canciones hubieran salido diez años antes, hoy serían clásicos. Pero a finales de los ’70, estando a punto de cumplirse una década sin The Beatles y con The Beach Boys en decadencia, no había lugar para esa música en las radios.
“...antes de que el rock sea parte del pasado”
En 1980 intentaron una jugada maestra y llamaron a Phil Spector para que produjera su quinto álbum. El excéntrico productor estaba un poco devaluado, pero hacía tiempo que quería trabajar con The Ramones. “¿Quieren hacer un buen disco o un gran disco? Yo los haré grandes”, les decía. Cuando se dio la oportunidad, logró insertar de lleno su pared de sonido en el punk, pero la banda luego se arrepintió del resultado, que estaba más cerca de los grupos vocales que había producido en el pasado que del rock crudo de los neoyorquinos.
El proceso fue desgastante, en especial para Dee Dee y Johnny, que siguiendo la rigurosa metodología de Spector tuvieron grabar sus partes incontables veces. Además, el productor solo le dirigía la palabra a Joey e ignoraba al resto, lo que generaba aún más rispideces con sus compañeros. En una entrevista con la periodista Jaan Uhelszki, el cantante sostuvo que el deseo real del hombre detrás del éxito de grupos como The Crystals y The Righteous Brothers era que grabara un disco solista. “Él amaba mi voz y me decía: ‘voy a convertirte en el nuevo Buddy Holly’”, reveló.
End of the century apuntaba a ser el trabajo consagratorio de la banda, el que les abriera las puertas a la masividad, pero no alcanzó el éxito esperado. Las canciones están entre las mejores que compusieron en toda su historia (la maravillosa Danny says o Do you remember rock n’ roll radio?) , pero solo una llegó al top ten en Inglaterra y fue Baby I love you, un hit de The Ronettes de 1963 con la firma de Phil Spector. La versión de The Ramones, con base orquestal, solo cuenta con la participación de Joey. Spector ni siquiera le permitió tocar al baterista Marky Ramone, que había reemplazado a Tommy, y puso a un sesionista en su lugar.
A partir de ese momento la carrera de The Ramones se volvió errática y con resultados dispares. Probaron con otros managers y disqueras y de la mano de diferentes productores continuaron buscando el hit que los llevara al estrellato casi de forma desesperada, ya sea haciendo un pop todavía más chicloso, baladas acústicas y versiones de viejas canciones de los ’60 o virando hacia el otro extremo con un punk más duro. En uno de sus álbumes más flojos, Subterranean Jungle de 1983, coquetearon con la new wave, algo impensado para una banda que hizo de la vuelta a lo básico una bandera.
Una familia feliz
A pesar de los cambios de formación, ellos parecían funcionar en piloto automático. Marky Ramone fue reemplazado por sus problemas con el alcohol por Ritchie Ramone, que fue el único baterista que compuso y cantó en la historia del grupo. Estuvo cinco años y renunció porque los demás se negaban a darle un porcentaje de las ganancias que ingresaban por la venta de merchandising. Aún así, The Ramones siguió tocando en vivo algunas de las canciones que escribió para ellos. Su partida significó el regreso de Marky, luego de un intento fallido de incorporar a Clem Burke, histórico baterista de Blondie.
De todas maneras, el conflicto que marcó el destino del combo se dio cuando Linda Danielle, la novia de Joey, comenzó una relación en secreto con Johnny, quien terminó siendo el amor de su vida. En cualquier otra banda eso hubiera sido motivo de separación, pero para ellos The Ramones era un proyecto que ya había cosechado una buena base de seguidores que les permitía sostenerse económicamente. El golpe para el cantante fue duro y nunca se animó a enfrentar al guitarrista. Su debilidad emocional lo llevó a cargar su dolor en silencio, pero se manifestó en un agravamiento de su TOC, en una infección en el pie y en un mayor consumo de drogas y alcohol. En vez de renunciar, eligió no dirigirle más la palabra a Johnny, que optó por hacer lo mismo. Aunque parezca increíble, dos pilares fundamentales del punk sobrellevaron más de la mitad de su existencia ignorándose mutuamente. Joey dijo a la revista Mojo que Johnny “había cruzado una línea” y “destruyó una relación y a la banda”. Como represalia, el frontman exigió que cada integrante debía firmar la canción que escribía y no atribuírsela a todos, como hacían hasta ese momento. Al ser Johnny el que menos aportaba, era el más perjudicado con esta decisión.
En 1989 fue Dee Dee Ramone el que abandonó a sus compañeros, aunque siguió componiendo para ellos hasta su separación. Intentó perseguir una carrera como rapero -sacó un álbum como Dee Dee King que un crítico consideró uno de los peores de todos los tiempos- y regresó al punk con diferentes grupos. Sin embargo, el mejor material que producía lo cedía a su antiguo conjunto.
En 1994 a Joey le diagnosticaron un linfoma en la médula ósea, un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático. El hallazgo fue temprano, pero requería controles periódicos. Ahora sí, en coincidencia con Johnny, sentía que la banda tenía fecha de vencimiento.
¡Nos vamos de aquí!
Al año siguiente editaron su último álbum, titulado oportunamente Adios Amigos, en el que se notaba el desgaste. Estaba compuesto en su mayoría por canciones que Dee Dee Ramone ya había grabado con su banda I.C.L.C. y como solista en su disco de rap. También había covers, las dos únicas composiciones que aportó C.J. Ramone en la historia del grupo y una de Marky Ramone. Joey apenas contribuyó con un par de temas y uno de ellos, Life’s a gas, parecía un mensaje a los fanáticos: “La vida es genial, no estés triste porque estaré allí”.
A pesar de que no triunfaron en Europa y en los Estados Unidos, hubo un lugar en el mundo en el que The Ramones sí fueron súper estrellas. Muy lejos de su hogar, en el hemisferio sur, la Argentina los cobijó y el público les dio el reconocimiento que tanto habían añorado. Entre 1987 y 1996 vinieron al país siete veces. “Aquí somos como The Beatles”, recordó Johnny en Commando. Dee Dee Ramone incluso vivió un tiempo en Banfield con Bárbara Zampini, la mujer que lo conquistó en una de sus visitas y quien lo acompañó hasta el final.
Cuando anunciaron su gira despedida, en Nueva York, donde jugaban de locales, tocaron para no más de cuatro mil personas. En estas tierras, en cambio, dieron el recital más grande de toda su historia ante un estadio de River repleto.
Una productora local los tentó con un millón de dólares para que regresaran a dar el último concierto de su carrera en Buenos Aires, pero Joey declinó la oferta, probablemente cansado por la enfermedad. “Tengo que pensar en mí”, decía. En su lugar, The Ramones participaron del Lollapalooza por primera y única vez y dieron un show en Los Ángeles con invitados especiales -Dee Dee, Lemmy Kilmister de Motörhead, Eddie Vedder de Pearl Jam y miembros de Rancid y Soundgarden-, que registraron en CD y VHS bajo el título de We’re Outta Here! (1997).
Tras su último espectáculo, cada uno se fue por su lado sin despedirse. Solo volvieron a reunirse en contadas ocasiones por razones estrictamente protocolares, como el lanzamiento del compilado Anthology en 1999. Mientras que Marky y C.J. formaron sus propias bandas, Johnny se retiró convencido de que no podría hacer otra cosa: “sabía que jamás me uniría a otro grupo. Era imposible superar a The Ramones”.
Joey, por su parte, colaboró con algunos artistas, más que nada como invitado, y difundió a sus favoritos donde pudo. También produjo algunos discos, como She talks to rainbows, el EP que grabó Ronnie Spector con maravillosas versiones de The Ramones, Jonnhy Thunders, The Beach Boys y su antiguo grupo, The Ronettes.
Ese mismo año sufrió su primera recaída por la enfermedad y el cantante intensificó su tratamiento contra el cáncer. Sin embargo, tras resbalarse en el pavimento cubierto de nieve, se fracturó la cadera y fue internado en un hospital, donde su estado de salud se agravó. Falleció rodeado de sus seres queridos mientras escuchaba una canción de U2 llamada In a little while, en la que Bono canta “En poco tiempo esta herida no dolerá más”. Faltaba un mes para que cumpliera 50 años.
Con excepción de Marky Ramone, ninguno de sus ex compañeros se comunicó con el cantante en su lecho de muerte. Johnny repitió varias veces en su libro que no tenía ningún interés en seguir en contacto con él. Sin embargo, al referirse a su partida, se mostró conmovido porque sabía que ahora sí The Ramones había llegado a su final definitivo. “Para mí no acabó oficialmente hasta que Joey murió, en abril de 2001: ya no había Ramones sin Joey, era irremplazable a pesar de lo fastidioso que era. Y aunque era la persona más difícil que he tratado en mi vida, no quería que muriera y no quería tocar sin él al margen de cómo estuvieran nuestras relaciones: íbamos juntos en eso. Y él nunca se marchó. Rompimos y murió. Y ese era el fin de The Ramones porque yo no iba a tocar sin él”.
“No se preocupen por mí”
Jeffrey Hyman comenzó a trabajar en su primer álbum solista en 1997. Sabiendo que la enfermedad avanzaba, el músico buscó llevar algo de luz para sí mismo y al mismo tiempo tranquilizar a sus fans con una impresionante versión punk de What a wonderful world de Louis Armstrong y canciones como Don’t worry about me (No se preocupen por mí, como finalmente se llamó el LP), I got knocked down (but I’ll get up) (“Fui derribado, pero me levantaré”) y Stop thinking about it (”Deja de pensar en eso), que tiene una estrofa que produce escalofríos:
“Nada dura para siempre
Nada se mantiene igual
Me siento totalmente entumecido
Y estoy totalmente perturbado
Cuando finalmente te des cuenta
Estaré enterrado en mi tumba”
Como señaló el célebre editor de Rolling Stone David Fricke, “Joey nunca pareció tener una vida más allá de ser un Ramone, y tampoco parecía importarle”. Don’t worry about me, lanzado de forma póstuma en 2002, es la prueba de ello. En cuanto al sonido, podría haber sido el sucesor de Adios Amigos, pero las letras son las más personales que escribió en toda su carrera.
Ese mismo año, Dee Dee falleció a causa de una sobredosis. El bajista tuvo problemas con las drogas toda su vida y varias veces había predicho que podía terminar así. En 2004 fue el turno de Johnny Ramone, víctima de un cáncer de próstata y diez años después, en 2014, la misma enfermedad acabó con Tommy Ramone. En poco más de una década, los pioneros del punk ya se habían extinguido. Como escribió otro crítico de Rolling Stone, Mikal Gilmore, en el 40º aniversario del álbum debut del grupo, “The Ramones cambiaron el mundo, y luego murieron”.
Ignorados y ninguneados por el público masivo y los grandes medios, mientras estuvieron activos The Ramones tuvieron apenas dos distinciones. La primera ocurrió en 1988 cuando su primer compilado Ramones Mania llegó a ser Disco de Oro y la segunda fue en 1993 cuando aparecieron en un capítulo de The Simpsons. Para ellos, que eran fanáticos de los dibujos animados (su versión del tema de Spiderman es un clásico), haberle cantado el “Feliz cumpleaños” al señor Burns en la serie más importante de todos los tiempos fue el honor más grande que podrían haber recibido.
El nuevo milenio puso las cosas en su lugar y el legado de la banda adquirió la relevancia que debía haber tenido desde el principio. En 2002 fueron inducidos al Salón de la Fama del Rock and Roll y en 2011 la propia industria fonográfica de los Estados Unidos reconoció su aporte fundamental a la música popular al otorgarles un Grammy honorífico.
The Ramones le devolvieron al rock la vitalidad de sus orígenes y le recordaron al mundo que no se trataba ni de presumir virtuosismo ni de llenar estadios, y menos aún de vender millones de discos. El rock se trata de interpelar, provocar y exteriorizar la inconformidad de los jóvenes que se sienten reprimidos por el status quo. Es la irreverencia de mover la pelvis en televisión, considerarse más grande que Jesús, faltarle el respeto a la monarquía o, en el caso de Joey Ramone, que un baby boomer judío de Nueva York reivindique el nazismo en la cara de quienes habían sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial haciendo una canción sobre la sensibilidad de un antiguo integrante de las Juventudes Hitlerianas (a eso se refiere Today your love, tomorrow the world, que cierra su primer álbum, cuya letra original fue modificada tras ser rechazada por Seymour Stein, que como integrante de la comunidad judía le resultó ofensiva).
David Byrne, líder de Talking Heads, dijo que aunque en su momento The Velvet Underground vendió muy pocos discos, quienes los compraron formaron una banda. Con The Ramones sucedió algo parecido. En sus poco más de veinte años juntos, por más que la buscaron, la fama siempre les fue esquiva. Sin embargo, al simplificar las cosas le demostraron a sus contemporáneos y a las siguientes generaciones que no había que ser un erudito para hacer música, pero sí tener algo que decir. Si no fuera por ellos, miles de bandas como The Clash, Sex Pistols, Metallica, Green Day o Nirvana no hubieran existido.
Recordar a Joey Ramone a 20 años de su muerte es la excusa perfecta para redescubrir un montón de grandes canciones. Porque detrás de la velocidad y la crudeza de The Ramones se escondía una sensibilidad pop natural a la que pocos artistas podían aspirar. Hoy, cuando muchos se animan a afirmar que el rock ha muerto, se los extraña más que nunca.
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