“La caída continúa. Venimos de un proceso regresivo de cuatro o cinco años que la pandemia lo terminó de acentuar”, dice Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), del otro lado del teléfono. Se refiere al informe que hoy dio a conocer la institución: un panorama detallado del sector editorial en 2020, el año que cambió los mapas del mundo. Y estamos en 2021, con la pandemia latiendo fuerte, entrando en la segunda ola, con picos de contagios y un futuro incierto. ¿Cómo sobrevive la industria editorial en este panorama de caída sostenido? ¿Qué dicen los números?
Pero primero, para analizar la edición argentina, hay que establecer criterios. En primer lugar, separar por “agentes editores”, que son los que componen la totalidad de lo que se edita y publica en el país, que son seis. El primero, el más importante porque es el que, en palabras de Gremmelspacher, “mueve a la industria del libro”, es lo que se conoce como Sector Industrial Comercial (SEC), que son las editoriales que editan los libros que se distribuyen por canales de venta exclusivos: librerías, distribuidoras, venta directa de la editorial. Representó en 2020 el 31% de los títulos, es decir, de la cantidad de las novedades, pero también el 31% de los ejemplares.
Hay cinco categorías más. Una es el Circuito Editorial de Kioskos (CEK) que en volumen representa el 31% pero en cantidad de títulos sólo el 3%. Con las Empresas de Servicios Editoriales (ESE), que hacen libros por encargo, pasa lo inverso: 16% en títulos, 3% en ejemplares. Le siguen el Microemprendimiento (obras editadas por entidades que aún no se consolidan como empresa editorial porque su principal actividad económica no es la edición), la Autoedición (publicaciones del propio autor) y un último casillero que engloba a empresas editoriales de distribución gratuita, entidades públicas, instituciones educativas, fundaciones, ONGs.
Abarcándolo todo, en 2020 se publicaron 26 millones de libros: nueve millones menos que en 2019. Y en cuanto a títulos —he aquí una novedad—, se produjeron más: de 27 mil en 2019 se imprimieron 28 mil en 2020.
Pero para analizar la industria editorial hay que centrarse en el Sector Industrial Comercial (SEC), que si bien los números son menores, no hay una diferencia tan grande en términos porcentuales. En 2019 se imprimieron 12,4 millones de ejemplares —siempre sin contar las reimpresiones— y en 2020 ocho millones. Los títulos nuevos de 2019 fueron de 8529 y en 2020 de 8579 —50 títulos más—, pero si nos referimos estrictamente al papel, esas novedades fueron 6814 y al año siguiente, en 2020, pasaron a ser 5128. Aquí hay una pista de cómo se transforma el mercado: se pensaron y se hicieron más libros que en 2019 pero la estructura económica tradicional afectada por la crisis no pudo llevarlos a cabo.
Entonces se decidió, por un lado, publicar e-books: el 76% de las empresas consultadas por la CAL introdujeron o reforzaron los canales de venta digital. Y por otro lado, bajaron la cantidad de ejemplares. La tirada promedio pasó de 1795 a a 1593, pero en pequeñas y medianas editoriales la situación es muy distinta a los grandes grupos. En las pymes sí bajó, de 1331 en 2019 a 1117 en 2020, pero en los grupos subió de 3216 a 3423. “Sí, se hicieron más libros. Eso raro. Pero también porque el sector editorial necesita sacar novedades. Y ayudó en eso la versión digital para que haya más de libros. Además hubo, te lo digo por datos informales, muchos editores sacando libros frenados, como me pasó a mí”, dice Gremmelspacher, que es director del sello Bonum.
“Este primer trimestre fue bastante parecido al primer trimestre al año año pasado, que fue pre pandemia. En ese sentido, estamos con una visión más optimista, seguramente por necesidad, que de a poco va a venir una recuperación. Ya algunos editores sacaron novedad. Y si bien es probable con en corto plazo venga una caída, lo importante es que hoy los comercios los tenemos abiertos así que hay que esperar”, agrega. Ese punto es clave en esta cadena: las librerías. Dos cosas ocurrieron en el último tiempo: el cierre de la Librería de las Luces develó un andamiaje cada vez más frágil y el debate por la venta sí o la venta del libro de Mauricio Macri, Primer tiempo, puso sobre la mesa el sistema de compra que tienen las librerías de barrio con los grandes grupos editoriales donde salen perjudicadas.
De una u otra manera, lo que la mayoría de los actores observa es que faltan políticas públicas que orden el desastre. “Hoy no hay ATP, lo cual es un problema, pero sí hay una gran compra desarrollándose por parte del Ministerio de Educación de 600 millones de pesos en la que participan unas setenta u ochenta editoriales. También hay un crédito muy, muy bueno del Banco Nación. Pero lo que necesitamos es que el poder adquisitivo que vuelva porque, por ejemplo, caímos en el mercado externo. La principal vidriera que teníamos era la Feria del Libro, y no se está haciendo de forma presencial”, concluye Gremmelspacher.
Cuando le pidieron a los editores que elijan una palabra que defina el estado de situación, la mayoría eligió: “incertidumbre”.
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