Una mañana de sol en la calle Lacan

Se cumplen 120 años del nacimiento del gran psiquiatra francés, figura clave del psicoanálisis, quien desde 2014 tiene en París una calle. ¿Qué significa pasear por esa “rue”? ¿Qué sentidos emanan esas cuadras?

Rue Lacan

La calle de París que lleva el nombre de Lacan, la Rue Lacan, no queda cerca de su mítico consultorio (5 rue de Lille) sino en el 13ème arrondissement, muy cerca de donde vivo desde hace un par de años. Por eso cuando esas cifras, esos juegos simbólicos de la Cultura que Lacan estudió tanto y tan bien, me recordaron que se cumplían 120 años de su nacimiento, decidí dar un paseo por el barrio y volver a pasar por esa calle, que había descubierto por casualidad otro día, hace algunos meses. De algún modo era como ir al cementerio (Lacan está en el pueblo de Guitrancourt, cuarenta kilómetros al norte de París), pero menos solemne y más cómodo; otra forma de memoria, más cerca de su adagio ético: “yo no busco, encuentro”.

La calle fue bautizada así –Lacan se reiría y tal vez pensaría en su religioso hermano– en 2014. Porque toda esta zona del 13 está en construcción; todavía aparecen torres de departamentos sofisticadas, torcidas (pero de diseño) y jugando su apariencia cool (los franceses usan bastante esa expresión, c´est cool, dicen con una U más acentuada y cerrada que la de sus vecinos del otro lado de la Mancha); es una zona que de aporteñarla diríamos que tiene mucho de Puerto Madero en los ´90 o Colegiales en los 2000. La rue Lacan está en un área al sur de la ciudad, un proyecto urbanístico de los años ´90 cuando otro Jacques, Chirac, era maire (jefe de gobierno), llamado París Rive Gauche; una zona que antes pertenecía a los ferrocarriles, por ahí pasaban las vías que salían de las estación Austerlitz hacia Bordeaux St Jean. La zona abarca hasta el périphérique, el tram de la circunvalación, el edificio ruinoso y sucio de la estación abandonada Paris-Tolbiac, galerías de arte contemporáneo, Starbucks y otras cadenas bio cada vez más saludables.

Torres de departamentos sofisticadas, torcidas (pero de diseño)

Pero volviendo a Lacan. En verdad la calle no es una calle, la rue no es una rue sino un impasse (nosotros diríamos una cortada, una calle sin salida). Algo que Lacan justamente conceptualizó para orientar los impasses clínicos de cualquier análisis. En este caso sin embargo, el impasse Lacan entonces, cruza la rue Jeanne Chauvin (una abogada y feminista francesa) y de un lado tiene unos edificios en construcción y del otro el desnivel propio de esta zona que antes tuvo los terraplenes del ferrocarril. No sé si lo pondría contento el cruce con la abogada, encarnación de la ley, pero sí le divertiría que la continuación del impasse Lacan sea la rue Françoise Dolto, su amiga y psicoanalista (una notable psicoanalista de niños, además), con la que Lacan fundó primero la Asociación francesa de psicoanálisis y después la Escuela freudiana de París; y a la que siempre estimó y admiró. A diferencia de la rue Lacan y quizá acorde a los tiempos, la rue Françoise Dolto cruza varias calles y baja hasta el Sena. La relegada valoración se recompensa con espacio urbano: en cuestión de calles parisinas, Dolto es más grande que Lacan. Pero también está cerca de Lévi-Strauss que tiene un paseo, una promenade ya cerca de la Biblioteca Nacional, el edificio que en verdad inaugura y lidera esta nueva zona de París.

Rue Dolto

El libro de Roland Castro que estoy traduciendo, Le Corbusier n´a pas rencontré Freud, es un libro de un arquitecto de la generación del ´68 que fue analizante de Lacan. Es un libro breve y elocuente, y ataca a Le Corbusier con una mirada lacaniana de la arquitectura, topológica, seguramente, pero sin las pretensiones o hermetismos matemáticos. En un momento dice sobre Lacan: “Su discurso actuaba sobre nosotros como una moral provisoria, ahí donde veíamos que todavía había algo por pensar”. Está muy bien eso de la moral provisoria, me digo, el libro lo llevo en la mano, como talismán o compañía, es lo único que llevo en este paseo, aunque nunca me detengo a leerlo; pensaba que quizá podría ayudarme si había espera en la óptica. Jacques, querido, no voy a mentirte, fui hasta tu calle, después de encargar unos anteojos; es urgente, los otros los perdí y mi astigmatismo avanza con determinación. Tiene razón Roland Castro, en verdad dejó tanto para pensar Lacan, yo sospecho que todavía casi no hemos comenzado, un poco ahogados y adoctrinados los lacanianos con la herencia lacaniana legal. Lacan convirtió la pasión de saber en un extraordinario sistema de pensamiento, un sistema que también es parecido a un mensaje de espías: el mensaje debe autodestruirse. Hay que borrar las huellas de Lacan, hay que borrar el copyright lacaniano para que Lacan penetre definitivamente en la cultura, como lo hizo Freud. Leer bien es usar.

Departamentos parisinos

Pero todo eso es menos amable de pensar que los pensamientos que se hilvanan mientras el random de los auriculares me ha sugerido a Chloé Lacan (entonces yo recuerdo que la hija de Masotta, nuestro legendario primer agente lacaniano en Buenos Aires, se llama también Cloe) y la mañana de primavera, esta primavera parisina sin terrazas ni cafés, esta primavera con barbijos y miedo, pero primavera al fin, parece mostrarse sobre el puente del Péripherique a lo lejos, con un sol que da de lleno sobre el impasse Lacan y solo me deja un cono de sombra para sacar la foto a la placa de la calle, formalmente azul y con borde verde, con letras blancas que dice: Rue Jacques Lacan, y debajo, 1901-1981, Psychanalyste.

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