Henry Ossawa Tanner (1859–1937) fue el primer artita afroamericano en ser reconocido de manera internacional, en exponer en el Salón de París e incluso en recibir la condecoración de la Legión de Honor por parte de la sociedad francesa. ¿Pero cómo hizo un artista de orígenes humildes para conquistar el escenario del arte?
Para empezar, Tanner no nació en cualquier hogar, eso ya le dio una ventaja. Su padre fue un escritor, activista político y obispo de la Iglesia Episcopal Metodista Africana, la primera denominación negra independiente en los Estados Unidos, y tuvo una relación de amistad con Frederick Douglass, reformador social, abolicionista, orador, escritor y estadista. Mientras que su madre nació esclava y huyó hacia la libertad en el ferrocarril subterráneo, una red clandestina.
De hecho, la cuestión política, el pensamiento, era tan importante en su hogar que el nombre Ossawa conmemoró a la batalla de Osawatomie, entre partidarios a favor y en contra de la esclavitud. Su hermana, Halle Tanner Dillon Johnson, también fue una figura destacada al convertirse en la primera mujer en obtener la licencia de médico en Alabama. Dicho esto, vamos al arte.
Desde los 13 supo que quería ser pintor, auque costó que una escuela lo aceptara. Recién a los 20 se convirtió en el único estudiante negro matriculado en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, donde estudió bajo el ala Thomas Eakins. Se destacó desde el principio, hizo buenas relaciones -como con Robert Henri, uno de los fundadores de la Escuela Ashcan-, aunque le costó vender obra debido al racismo.
Luego de trabajar en un estudio fotgráfico y como maestro de dibujo, juntó dinero para irse a París en 1891, para estudiar en la Académie Julian. También se unió al American Art Students Club y encontró en Atherton Curtis, su propio mecenas.
Se quedó para siempre en París, aunque realizó esporádicas visitas a su país. En una de ellas, en 1893, pintó su obra más famosa, La lección de banjo, en la que muestra a un anciano negro enseñando a un niño, que se supone que es su nieto. La pintura realiza una reintrepretación sobre cómo los negros habían sido pintados hasta el momento.
Artistas como Thomas Worth, William Miller, Walter M. Dunk, Eastman Johnson e incluso Eakins, habían abordado el tema de los negros tocando banjos, pero siempre de una manera estereotipada, más como una figura pintoresca, la del hombre del entretenimiento. Pero Tanner hace otra cosa: revela una escena de género sensible, íntima, donde la atención está puesta en la transmisión de conocimiento, en el contacto, en el afecto. Su obra es profundamente humana.
Como en otras obras, utiliza una paleta apagada para generar ese espíritu de paz, de modestia, en un cuadro que parece gritar silencio, y donde la luz -que ingresa desde una ventana y refulge detrás y también se produce en una chimenea que no se ve a la derecha- genera esa sensación de tranquilidad, de confianza.
En Francia, Tanner realiza obras religiosas, históricas, de costumbrismo e ingresa en la estética del realismo francés. El éxito de sus primeras obras místicas le permitirá ser patrocinado para viajar a Jerusalén y adquirir el realismo documental que deseaba aportar a sus pinturas bíblicas.
En ese sentido, es considerado uno de los pintores religiosos más destacados, en un estilo que reúne el simbolismo francés y al realismo norteamericano. Su obra Anunciación es también considerada una obra maestra, una pieza que lo coloca, según los especialistas, a la altura de la de Fra Angélico.
La lección de banjo, que se encuentra en el Museo de la Universidad de Hampton, en Virginia, EE.UU., tiene una pequeña hermana de la misma belleza y estilo, El pobre agradecido (1894), una obra que se consideró perdida durante años hasta que fue descubierta en un armario de almacenamiento de la Escuela para Sordos de Pensilvania en 1970 y adquirida luego por Camille y Bill Cosby en 1981. En 2020, la pintura fue vendida por los Cosby a la fundación Art Bridges y se exhibe en el Museo Nacional Smithsonian de Arte Africano.
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