En 1981 apareció por primera vez mi nombre firmando el trabajo de escenografía de una película (más tarde este trabajo pasó a llamarse Dirección de arte). Como muchos hechos en mi vida esto fue fruto de la más pura casualidad. En realidad yo trabajaba como asistente de escenografía y quien era mi jefe se marchó para hacer otro trabajo y me ofreció que me quedara a cargo de la película. El film se llamó Mientras me dure la vida y fue junto con un comercial muy pequeño que me habían ofrecido un tiempo antes los primeros y lejanos orígenes de esta condición de autor de un trabajo escenográfico.
Yo soy egresado del Centro Experimental del Instituto Nacional de Cinematografía, hoy ENERC y había comenzado a trabajar como asistente de escenografía porque tenía afinidad con el trabajo. No figuraba, en un principio, la posibilidad de transformarme en escenógrafo.
Pero pasó y aquí estoy rememorando esos orígenes. Es cierto que al ver una película o asistir al teatro, la imagen y por ende lo escenográfico era muy importante para mi. También cuando estudiaba cine y como parte de la práctica debía escribir guiones, detallaba muy cuidadosamente el ambiente o cuando hacía un pequeño ejercicio de cámara era capaz de pintar un empapelado para que sirviera de fondo al ejercicio. Siempre fui un observador muy atento de la escenografía y tenía escenógrafos muy admirados, que considero que fueron mis maestros, aunque nunca haya tomado una clase con ellos. Porque un buen trabajo tiene la particularidad de enseñar, de ser ejemplo.
Así que primero fue el cine y la publicidad y particularmente Flop, de Eduardo Mignogna (1989), significó un gran espaldarazo para mi ubicación profesional. Curiosamente en el film se contaba la vida de Florencio Parravicini, un gran capocómico, y el lenguaje teatral estaba muy presente. Es más, muchas secuencias comenzaban en una representación teatral para terminar en un escenario real. Fue bastante complejo de hacer pero pude desplegarme de una forma inusual para nuestro cine.
Cuando decidí dedicarme al diseño de escenografía y vestuario supe que intentaría hacerlo en todos los medios donde estos existieran. Así que primero fue el cine, luego la danza, la música desde el rock and roll hasta la ópera y fundamentalmente el teatro. El teatro siempre significó para mí el lugar donde expresarme con mayor profundidad. Porque en el cine, la elección del punto de vista pertenece a un solo espectador y en teatro el trabajo esta presente sin ser mediatizado. Es más expuesto, más complejo y exige una conceptualización mayor.
Pude comprender la importancia del espacio y como este se imponía como primer condicionante de la escenografía, aún antes que el texto. Porque el espacio es material, es real y el texto adquiere una resonancia más del orden de la interpretación. Este fue un momento importante en mi camino.
Otro fue darme cuenta que siempre hay que tener una idea potente que sostenga todo el trabajo.
Con estas dos premisas construí este camino. Un camino donde tuve la suerte de encontrarme con artistas muy notables como Fito Paez, Rubén Szuchmacher, Ariel del Mastro, Oscar Araíz, Adolfo Aristarain, Adrián Caetano, Francis Ford Cóppola, Ana María Stekelman, Alejandro Cervera, Javier Daulte, Claudio Tolcachir, Ciro Zorzoli, Ricky Pashkus, y muchísimos más. Con todos aprendí, a todos creo haberles brindado mi saber sin retaceos. Pude también disfrutar de trabajar con actores, cantantes y bailarines que me aportaron la emoción necesaria para que mi trabajo tuviera inspiración.
Y aquí estoy recordando, pero sin nostalgia. Pensando en los próximos proyectos. También esperando la próxima edición de un libro de arte que recoge estos trabajos.
Este camino hoy desemboca en Expertiz, el curso on line de escenografía donde trato de decir qué me funciona a mi a la hora de crear una escenografía. Son una serie de relatos donde voy dando cuenta de mis reflexiones sobre la escenografía y el arte de crear espacios, dando ejemplos, hablando de puestas diferentes y sobre todo contando mis experiencias y generar una herramienta de ayuda para quienes estén interesados en las llamadas artes performáticas.
Creo que el camino todavía tiene muchos recodos para estudiar, para volver y para continuar. Para seguir desovillando esta madeja que es el quehacer artístico.
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