Una gran artista argentina contemporánea es Elda Cerrato. “¿Elsa?”, diría un distraído. “No, ¡Elda!”. Ella, a sus noventa años, reiría. Nacida en Asti, Italia, en 1930, llegó muy temprano a la Argentina y, temprano también, se convirtió en una artista plástica de referencia que siempre, aún hoy, parece haber seguido la admonición de su compatriota Pier Paolo Pasolini: “Hay que ser más moderno que todos los modernos”. En su caso, una admonición atravesada por extraterrestres, espiritismo, política y una visión latinoamericana de las cosas, erigida entre Caracas, Tucumán y Buenos Aires. Una retrospectiva de Elda Cerrato, El día maravilloso de los pueblos, se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Plantea sumergirse en un mundo. Mientras Elda ríe, orgullosa, pero disimuladamente.
Comienza un recorrido por las salas del MAMBA, y Elda Cerrato le aclara a Infobae Cultura: “Aparte de mi trabajo individual que vos podés ver en el museo me gusta mucho trabajar con otra gente, por eso hay trabajos grupales.... En la segunda mitad del siglo pasado hicimos en Recoleta: “Once artistas pintan en público”; en Venezuela trabajé con ayudantes míos, donde además en la Universidad Central de Venezuela con Margarita Damico, una de las teóricas más importantes ahí en Caracas, intervinieron serigrafías mías en una muestra que hice de mis pinturas. Esto fue antes de mi accidente en 2019, en ese entonces me operaron, estuve hospitalizada... Bueno, antes de eso hice una performance en el Haroldo Conti. O sea que tengo varias cosas hechas en grupo. En el museo está mi trabajo individual.
–También le da mucha importancia a la docencia, ¿no?
–Sí, yo he ido llevando en mi vida varios aspectos que están entramados, mi vida cotidiana, que abarca desde mis intereses personales, mis lecturas, mis búsquedas, así como la parte académica digamos, las investigaciones que he hecho y la parte de la plástica en sí. Todo ha sido de alguna manera un trasfondo que me alimentó muchísimo en la parte de la producción artística.
–En cierto momento usted tenía algún tipo de búsqueda respecto a la vida extraterrestre.
–Ah, sí, bueno, mis búsquedas de tipo existencial: qué soy yo, qué hago, qué es ese universo enorme, todos esos planetas, todo eso, desde la actitud más ingenua a otra un poco más sofisticada, con una serie de lecturas desde la antigüedad hasta Foucault. Esas búsquedas me llevaron a trabajar a nivel, llamémoslo, de concientización de mí misma. Se suelen llamar esotéricas en distintos lugares, acá, en México, estuve incluso en la alta selva amazónica realizando danzas y una serie de cosas. Ya a los doce años me preguntaba qué es todo esto que me rodea, y bueno, empecé a buscar.
–A veces esas búsquedas han sido atribuidas al hippismo..
–Ahhh, al hippismo. Y capaz que en esa época éramos todos hippies.
–Pero usted lo llevaba con un ánimo científico, ¿no?
–No en el sentido, para mí, de lo científico. Tendría que ver más con un criterio de rigurosidad en las cosas. Mis investigaciones han ido desde la filosofía, lo social, la física teórica, lo histórico y las búsquedas de concientización existenciales.
–¿Y cómo surgen sus obras en las que pinta a extraterrestres?
–Eso surgió en Tucumán. Vivíamos en la Ciudad Universitaria en cuyas cumbres aparecían platos voladores. Yo me puse en contacto con una serie de libros del cuarto camino, el director del museo de Bellas Artes en Caracas me había enseñado a manejar el I Ching y además todavía ahí se mantienen una serie de tradiciones, por ejemplo, curan animales a distancia, es un ambiente muy mágico. Ahí surgió precisamente el Ser Beta, que fue el protagonista de mi película en 16 milímetros que hice en el setenta y que me financió Glusberg. Ahí también trabajé con un fotógrafo que hace videos, que era más joven que yo todavía, era estudiante en arquitectura que luego a lo largo de los años seguía haciendo trabajos con él, me ha hecho videos y una serie de cosas, se llama Ramiro Larrain.
–Muy bien, y luego a mí me parece muy notable también esa amalgama con el cuarto camino de Gurdjieff...
–Ha sido siempre un eje de referencia
–Pero no fue masivo, ¿no?
–¿Vos conocés la obra de Gurdjieff?
–Conozco la obra de Gurdjieff por la madre de una amiga poeta que me pasaba sus libros.
–¿Y vos no practicaste ahí con los grupos? Porque hay grupos que practican.
–No, yo me incliné hacia el trotskismo, básicamente.
–Ah, bueno, yo también, no al trotskismo precisamente, pero a la izquierda. Mirá, cuando yo llegué, la primera vez en Venezuela me encontré con un grupo al que había ido por cuestiones esotéricas en el año 60, me encontré con el grupo El techo de la ballena, con artistas plásticos, con escritores, cineastas, había obras de teatro que estaban totalmente en la izquierda, eran bastante cercanos a lo que vos decís hippies, pero eran totalmente sofisticados, leíamos, se traducía, había una persona que en reuniones nos traducía los libros de Lukács del alemán que no estaban traducidos.
–Pero Gurdjieff fue justamente un antecesor de la vida en comunidad de los ejercicios espirituales, ¿usted sí practicaba ese camino?
–Bueno la primera vez que fuimos a Venezuela con mi pareja fue él quien me puso en contacto con esas ideas del cuarto camino de Gurdjieff. Habíamos ido por ese motivo, pero luego nos encontramos con el famoso grupo El techo de la ballena, del no fuimos parte porque era de venezolanos, pero nos hicimos muy amigos, tuvimos con muchos contactos y demás, incluso yo cuando estuve en la parte de la revista de la Facultad invité a una crítica de allá, Bélgica Rodríguez, para que escribiera sobre la historia de El techo de la ballena. Y cuando volvía a Buenos Aires, ellos estaban en conexión, a través de Julio Llinás yo establecí contacto con todo el grupo. Fui además muy amiga, entrañable amiga de Martha Peluffo, esto cuando llegué a Buenos Aires en el 68, más o menos.
–Hay que hacer una biografía de Julio Llinás (N.deR.: poeta surrealista, luego publicista; padre de la actriz Verónica Llinás y el cineasta Mariano Llinás), un personaje absoluto, ¿no?
–Sí, total, era genial Julio, pero mi pareja era más amigo de Julio y yo era más amiga de Martha.
–Y después su obra transitó hacia algo más político ¿no?
–Bueno, lo que pasa es que cuando uno recorre el país, íbamos en el Citroen 2CV, estuvimos cuatro años en Tucumán, las únicas escuelas que estaban levantadas eran las de la fundación Evita. Y en Venezuela el grupo que yo traté también estaba en la izquierda. En Caracas me dí cuenta que realmente cuando estábamos en Buenos Aires no éramos parte de Latinoamérica, teníamos una influencia mucho más europea. En cambio en Venezuela, y también cuando estuve en México, me dí cuenta que existía Latinoamérica, y a partir de ahí digamos, mi militancia, la militancia de pareja fue dentro de la renovación de la cultura en Latinoamérica. Ahí fue cuando yo hice aterrizar el Ser Beta y empezó otra etapa. En muchos de mis trabajos el pueblo, estaba la movilización, y además cada uno es un individuo, tiene su propia identidad. Esa es la idea.
–Déjeme decirle que a sus noventa años usted está espléndida.
–Yo estuve bastante averiada porque con el accidente estuve meses en cama ortopédica, pero con mucha rehabilitación digamos he vuelto casi a la normalidad. Ahora estoy con un proyecto de un núcleo, que es el núcleo familiar, en una reunión de familia, porque en realidad nosotros hicimos, entre mi pareja y yo, mi hijo, hemos trabajado en varias cosas juntos, por ejemplo yo tengo trabajos de digitalización de las imágenes de la película 16 milímetros que ahora está digitalizada y es la que está en la muestra del museo, que se usó en películas que hace mi hijo, que es cineasta, con música de mi pareja que era el compositor Luis Zubillaga, y mi hermana que es poeta, mi cuñado que era poeta, no sé si lo ubicás, Roberto Juarroz.
–¿En serio? Mire usted...
–¿En serio me decís? Ahí estaba él, ¿vos lo conocés?, ¿conoces la poesía de Roberto?
–La poesía vertical.
–Si, claro, exacto, yo lo conocí desde que era bibliotecario en el Colegio Nacional de Adrogué y él mismo dictaba ahí la poesía vertical.
–Mirá que lindo, bueno muy bien, ahí está la familia, está bueno.
–Es un lindo proyecto.
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