Hay fotografías capaces de contar en una sola imagen la historia de toda una vida. Corre el año 1964 y Jimmy Nicol, un músico de escasa trascendencia, espera en el aeropuerto de Australia y en total soledad, el vuelo que lo regresará a Londres. No hay fans descontrolados por un souvenir. Nadie le pide autógrafos. Nadie lo abraza con ansias desesperadas. Jimmy está solo. Es la soledad que precede su regreso al anonimato. Solo un fotógrafo repara en la tristeza del Beatle que fue.
Para Jimmy aquel viaje había resultado tan alucinante como breve. Unos pocos días antes su vida transcurría predecible y sencilla como músico de sesión. Pero llegó una mañana única. Del otro lado de la línea telefónica, Brian Epstein, el manager de los Beatles, le hacía una oferta imposible de rechazar. Cuando el grupo se aprestaba a comenzar su primera gira mundial, Ringo Starr debió ser hospitalizado de urgencia con un cuadro severo de amigdalitis y Nicol, de solo 23 años, era convocado para ocupar la batería más famosa del mundo. ¿Quién se hubiera negado?
Fue George Martin, el histórico ingeniero y productor de los Beatles, quien sugirió su nombre. Lo había conocido durante una sesión con Tommy Quickly, un cantante londinense patrocinado por Epstein, de poca trascendencia en aquellos años. Pero además Nicol había participado también en la grabación del álbum Beatlemanía, del grupo The Koppy Kats, lo que le daba un valioso conocimiento previo del repertorio.
Y todo ocurrió muy rápido. Primero lo invitaron a un ensayo en los estudios de Abbey Road junto a John Lennon, Paul McCartney y George Harrison. Tras la prueba (porque en realidad eso era) le pidieron que hiciera las valijas. Sólo 27 horas después Nicol estaba sentado detrás del icónico tambor que llevaba la leyenda The Beatles, con aquella tipografía que prolongaba el bastón de la T, rodeado por tres de los músicos más famosos e innovadores del siglo XX y frente a 3.500 personas navegando en un océano de euforia y gritos.
El tiempo transcurrido solo engrandece la magnitud del desafío. Con solo un ensayo, Nicol ocupó el escenario del Tivoli Garden de Copenhague, con el flequillo recién inaugurado y el traje de Ringo, cuyas botamangas no le tapaban los tobillos. Y así, el tranquilo Jimmy se sumergió en un viaje frenético al ojo del huracán, ocupando el sillón beatle en ocho conciertos. Tras su debut, 4 de junio en Dinamarca, la gira continuó el 5 en el Treslong de Holanda con un show grabado para la televisión; el 6 en el Auction Hall de Blokker, en el noroeste de los Países Bajos y el 9 en el Princess Theatre de Hong Kong. El cierre fue el 12 y el 13 en el Centennial Hall de Adelaida, en Australia.
Lo cierto es que durante esos días que debieron parecerle un año, Nicol no solo compartió shows junto con John, Paul y George, sino también cientos de entrevistas, los más variados homenajes, hoteles, alcohol, drogas y mujeres como miembro pleno de los Fab Four. En aquellas ruedas de prensa, Jimmy no ocultaba sus impresiones del momento. “Un día antes de ser un Beatle, las chicas no se interesaban en mí para nada. Un día después, con el traje y el corte de pelo, subiendo a la limousina, todas morían por tocarme. Era muy extraño y un poco aterrador”.
El viaje alucinante terminó 13 días después de haber comenzado. Fue el 14 de junio cuando Ringo aterrizó en Australia y recuperó su lugar, su batería y su traje para los últimos shows de la gira. La historia cuenta que Jimmy fue incapaz de decirle adiós a los Beatles. Se marchó del hotel mientras dormían y sin molestarlos.
La historia cuenta que Jimmy fue incapaz de decirle adiós a los Beatles. Se marchó del hotel mientras dormían y sin molestarlos
En el Aeropuerto de Melbourne, donde un fotógrafo registró su soledad, Brian Epstein lo despidió con un cheque por 500 libras y un reloj de pulsera de oro macizo con una inscripción que decía: “De Los Beatles y Brian Epstein para Jimmy, con aprecio y gratitud”. Los biógrafos no coinciden en señalar si esa suma fue una prima o sus honorarios totales. La duda persiste, porque años después, Nicol aseguró que había cobrado 2.500 libras por actuación y un bono de 2.500 por firmar.
Poco después, y por esas jugadas irónicas del destino, Nicol fue llamado nuevamente a suplir a otro baterista en aquellos años de la beatlemanía. Esta vez el enfermo fue Dave Clark, líder de los Dave Clark Five, una de las agrupaciones que rivalizó con los Beatles en los comienzos de la década del 60.
Está claro que Nicol esperaba que tras su vertiginoso tour le llovieran las oportunidades y el dinero. Pero los 15 minutos de fama que a todos nos auguró Andy Warhol ya se habían agotado para Jimmy. Al regresar de Australia, fue recibido en el aeropuerto de Heathrow por la prensa y rápidamente firmó su primer contrato discográfico, con el que se compró un icónico Jaguar. Al frente de su propia banda, The Shubdubs, Nicol lanzó un primer sencillo con los temas Husky y Don’t Come Back y un segundo con Humpty Dumpty y Night Train. Pero ninguno tuvo éxito. Como tampoco los shows que financió de su propio bolsillo y que sólo cosecharon salas semi vacías.
En 1965 se declara en bancarrota con una deuda que superaba las 4000 Libras. Su esposa le pide el divorcio y lo aleja de su único hijo. Nicol termina viviendo en el sótano de la casa de su madre. En 1976 es convocado por la banda sueca The Spotnicks, con los que graba y recorre el mundo. Pero ya para entonces Nicol afrontaba otro problema grave: su adicción a las drogas duras. Durante una gira abandona el grupo sin aviso y se radica en México sin que se conozca su paradero. Sobrevive con un pequeño emprendimiento dedicado a la fabricación de botones y en 1975 regresa a Inglaterra y se dedica a la albañilería y la refacción de casas.
Durante los casi 40 años que siguieron, Jimmy Nicol se negó a dar notas, aunque en alguna ocasión aceptó una breve entrevista, como en 1984, durante una convención de fans de los Beatles en Ámsterdam. “Ocupar el lugar de Ringo fue la peor cosa que me haya sucedido’', dijo por entonces. “Yo estaba tranquilo y feliz ganando treinta o cuarenta libras a la semana. Cuando los titulares de los diarios murieron, comencé a morir yo también”.
No obstante y a pesar de vivir al límite durante años, Nicol se resistió a vender su fugaz historia con los Beatles, desestimando las tentadoras sumas que le ofrecían y que muy bien le hubiesen venido. “Después de que el dinero se acabó, pensé en hacer plata de alguna u otra forma. Pero nunca quise colgarme de la fama de Los Beatles. Ellos habían sido muy buenos conmigo”, reconoció en 1987.
Pasaron los 90 y nada se supo de Nicol. Algunos fans especularon sobre su muerte o su regreso definitivo a México. Pero en 2005 el diario británico The Daily Mail confirmó que estaba viviendo pobremente en Londres y lo testimonió con la última fotografía que se conoce hasta hoy del efímero Beatle; avejentado y descuidado en el vestir, deambulando por las calles de la ciudad.
Años después, en 2013 el abogado y periodista Jim Berkenstadt publicó The Beatle who Vanished (El Beatle que desapareció), el primer libro que indaga en la triste historia de Nicol. Berkenstadt era conocido por su obra anterior: Black Market Beatles una cuidada investigación sobre los discos “pirata” de la banda, registros tomados sin autorización ni derechos directamente de shows y ensayos. En 2017 el productor Alex Orbison, hijo del recordado cantante Roy Orbison, compró los derechos del libro para llevarlo al cine, asociado con la productora Roy’s Boys Films de Ashley Hamilton, pero hasta hoy el proyecto no se concretó.
Pocas huellas quedan hoy de Nicol en la historia Beatle. Quizás tan solo una frase que se hizo broma a medida que se sucedían aquellos shows de 1964. Cada vez que a John o Paul le preguntaban al joven baterista cómo se sentía en medio de esa vorágine, el bueno de Jimmy respondía convencido “It´s Gettin´ Better” (va mejorando). La frase, que generaba risas por lo reiterada, fue utilizada años después por Paul para titular una de las mejores canciones del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band lanzado el 1 de junio de 1967. Nada más que un pequeño recuerdo que quizás Jimmy, con sus 81 años, si es que aún vive, atesore junto con aquel reloj de oro firmado que marcó la hora final de su efímera fama.
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