Terror, locura y deseo: “Terapia”, la muestra que desnuda los refugios de la mente

El Malba presenta una exhibición con alrededor de 200 obras de más de 50 artistas, que recorre la relación entre la salud mental y el arte. Infobae Cultura propone un recorrido con las piezas imperdibles

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Terror, locura y deseo: “Terapia”,
Terror, locura y deseo: “Terapia”, la muestra que desnuda los refugios de la mente

Pase. Tome asiento y tome aliento para ingresar a Terapia, la nueva muestra del Malba que se interna en los recovecos de los temores, las pesadillas y los sueños, el deseo y el yo, el psicoanálisis y el surrealismo, a través del arte.

En su recorrido laberíntico Terapia, como el de los sueños, como el de la mente, propone un viaje que pone en tensión la representaciones del inconsciente y sus múltiples expresiones a partir de diferentes abordajes que revelan el estado mental de los artistas. No es solo una exhibición para disfrutar de obras y conocer sus contextos, sino que muchas veces son esos contextos los que posibilitan apreciar la obra más allá de lo estético.

Todo comienza en una Sala de espera de múltiples sillas, una instalación de Marisa Rubio que como una suerte de limbo colectivo nos prepara para pasar de lo formal a lo delirante, un transbordador hacia una alucinación fantástica que reúne a alrededor de doscientas obras de más de cincuenta artistas, entre los que se encuentran nombres reconocidos y obligados como Juan Batlle Planas, Berni, Aída Carballo, Roberto Aizenberg o Grete Stern, sino también recupera la memoria de olvidados como Zdravko Ducmelic -admirado por de Borges- o Casimiro Domingo, un artista importante en su tiempo y hoy casi borrado historiográficamente, o Emilia Gutiérrez, conocida como “La flamenca”, que posee todo un espacio destacado.

La artista Marisa Rubio en
La artista Marisa Rubio en su instalación que da la bienvenida a la exposición

Gabriela Rangel, directora del Malba y una de las curadoras de la exhibición, explica a Infobae Cultura que se trabajó alrededor de un año y medio para realizar la muestra, para la que también se convocó a Verónica Rossi y Santiago Villanueva.

“El precedente más próximo es en los ’70 y fue realizado por Enrique Pichon-Rivière en una muestra más pequeña en una galería. Terapia es más amplia y no se ancla solo en lo psicoanalítico. Va desde los años 20 a la actualidad, y conforma otra historia del arte argentino. No es una muestra exhaustiva, pero sí abarca una temporalidad muy diversa”, explica Villanueva. Y Rossi agrega: “El vaso comunicante es Pichon-Rivière, que está en los inicios en la revista Nervio, donde publica su primer artículo sobre psicoanálisis y al lado está el grabado de Pompeyo Audivert sobre Freud hasta nuestros días”.

Detalle de "La madre", de
Detalle de "La madre", de Libero Badíi; obra de Zdravko Ducmelic y aida Carballo

En sus 11 núcleos temáticos Terapia no busca ser una lección lineal de la historia, aunque los relatos que dan continuidad están allí, no solo en obras, sino también en publicaciones de época, dando el marco necesario para comprender un fenómeno que fue -y es- no solo porteño, sino que atraviesa a todas las grandes urbes del país.

Por ejemplo, distribuidos según el área correspondiente, hay libros de Franco Di Segni, “pintor, amigo de Pichon-Rivière, nexo entre el arte y psicoanálisis, que dio cursos en el Bellas Artes”. En la sección Lo siniestro se encuentra su análisis sobre la obra pictórica de Sameer Makarius, quien además de ser un reconocido fotógrafo realizó una serie de “piezas muy raras” que también están en exposición.

En ese mundo se destaca Libero Badíi, uno de los líderes del movimiento del siniestrismo, que “parte del concepto de Freud pero se amplía a conceptos más amplios, como arte y vida, la relación del arte con la magia”, dice Villanueva.

De hecho, cuando se traspasa la sala de espera de Rubio, lo primero que se aprecia es la obra La madre, quizá un guiño inconsciente al complejo Electra, como también las piezas Testamento artístico y El sacrificio del creador nacido en Italia, obras que no se veían desde los ´90.

“El mismo Freud definía en un texto de 1919 que para cualquier paciente el psicoanálisis puede convertirse en algo siniestro, que revela cuestiones del inconsciente que no conocía”. En ese contexto también se observan obras de Batlle Planas, contextualizarlos por Pichon-Rivière como de “linaje siniestro”.

El espacio dedicado al Surrealismo se encuentra tras subir unas escaleras, flota sobre el resto, y a la vez atraviesa a todas las demás secciones, una especie de panóptico donde la teoría, la práctica y aquello que libera la mente conviven. Es interesante ese detalle, una decisión que “rompe con el cubo blanco”, comenta Rangel, y que éste a su vez “tuviera una multiplicidad de dimensiones”.

El "Surrealismo" atraviesa a toda
El "Surrealismo" atraviesa a toda la muestra

Están allí Molino rojo de Jacobo Fijman, obra fundamental que da inicio al movimiento en el país. Fijman es otra figura clave de la muestra, no solo desde la poesía, sino también desde lo pictórico ya que se expone obra realizada antes y durante su internación en el neuropsiquiátrico Borda. Otro poeta-pintor con presencia es Enrique Molina.

La figura emblemática del poeta francés, nacido en Uruguay, Conde de Lautréamont, y Casimiro Domingo, ambos artistas que obsesionaron a Pichon-Rivière tienen su espacio, como también Gertrudis Chale, otra artista que el relato dejó en los márgenes y está siendo recuperada por el Malba.

El humor, el juego, la lujuria y lo erótico se presentan en Fermín Eguía y Aída Carballo, como la fantasía en Orlando Pierri, Dignora Pastorello y Armesto López, por normbrar algunos. Es que este espacio es, en un sentido no lineal, un caleidoscopio en el que las obras son los cristales que se cruzan y forman nuevos sentidos. El sitio se cierra con las fotografías de Grete Stern, con los collages que realizó para El hogar, testigo del paso del psicoanálisis de lo académico a lo masivo.

Visitante frente a la obra
Visitante frente a la obra de Guillermo Iuso

Cuando se desciende del firmamento surreal se aterriza al campo del Yo, a través de cuatro obras de Martha Peluffo, que rompen en estridencias inspiradas en la contracultura fluorescentes de los ’60, y un autorretrato de Minerva Daltoe. Este rincón no necesita explicaciones documentales, se evidencia el objetivo de su representación como también es un buen corte ante la gran cantidad de información estética-histórica que se acaba de dejar atrás. ¿Un respiro ante tanta locura? Podría ser, aunque el espacio dedicado a este tema en particular está aún por llegar.

Antes, un desvío direcciona hacia los trabajos inspirados en los test de Rorschach, muchos refulgen en colores del contemporáneo Tobías Dirty, también están los de Margarita Paksa, Eisenberg y un Batlle Planas que jamás había sido exhibido, una de las joyas de la muestra.

Y llega el momento del Happening, el movimiento rupturista que mira al psicoanálisis como un espacio de normalización, un artilugio burgués y caduco. Una de las piezas más destacadas allí es el original, fotografías y recortes de periódicos de Un arte de los medios de comunicación, ese encuentro mítico que ocurrió, pero nunca ocurrió, ideado por Eduardo Costa, Raúl Escari y Roberto Jacoby.

Un arte de los medios de comunicación reunió a figuras del momento para realizar una puesta en escena, una parodia, de la que se realizaron fotografías en acción. Pero todo era una impostura, se envió la información a los medios y estos la replicaron, revelando cómo se podía construir un evento de la nada misma.

Vitrina de "Un arte de
Vitrina de "Un arte de los medios de comunicación"

Aquí es central la figura de Oscar Masotta, psicoanalista e introductor de Jacques Lacan en la Argentina, que revolucionó la práctica terapéutica, que hasta ese momento sólo ejercían médicos, y uno de los animadores del Instituto Di Tella.

En este espacio aparece Manucho Mujica Lainez con El árbol de la vida, un tinta y lápiz sobre papel, y una videoinstalación de Narchisa Hirsch, que proyecta El mito de Narciso, mujeres que hablan con su propia imagen, y Marabunta.

La siguiente sección es la más institucional de toda la muestra. En el espacio de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) se recrean retratos de personalidades de la institución realizadas por grandes fotógrafos como Annemarie Heinrich, Alicia D’amico o Ricardo Sanguinetti, lo que revela el espacio en la sociedad que tenía el organismo entonces. Desde los pictórico Yente y Del Prete comparten pared, como lo hicieron en la vida y se ingresa, por primera vez, a los efectos que la terapia pueden generar en una artista, con un Mis sesiones de análisis en la psicóloga, de Guillermo Iuiso, una especie de mapa de obsesiones y frustraciones del artista realizada en el ’63.

El espacio "APA"
El espacio "APA"

Hay otros momento donde la terapia entra de lleno en la obra o, más bien, el arte representa a lo que sucede en el diván. Una le pertenece a Luis Felipe “Yuyo” Noé, con una serie de dibujos que el artista realizó a inicios de los ’70, cuando se veía imposibilitado de llevar sus idea a los lienzos y que le sirvieron como motor para superar la muerte de su amigo, el artista pop, Jorge de la Vega.

Párrafo aparte merece la obra de Emilia Guitérrez, con una serie de tintas y sobre papel y óleos, dueña de un estilo personalísimo, burtoneano, que llegó a exponer en Lirolay y fue una artista pujante en los ’60, pero tuvo el “defecto” de no pertenecer a ningún movimiento, ni tendencia, y el tiempo la fue corriendo del relato. Una artista que quizá fue sinestésica, que decía que los colores le hablaban y que la medicación de su psiquiatra fue apagando.

A esta sala, llamada Locura, se la puede apreciar desde dos ángulos, la propia y la de Surrealismo, donde se produce una suerte de balcón para ponerla en diálogo con la pintura de Zdravko Ducmelic.

Visitante frente a un conjunto
Visitante frente a un conjunto de obras de Emilia Gutiérrez

También se destacan los trabajos de la contemporánea Claudia Del Río, quien a su vez realizó una curaduría especial, donde se reúnen obras realizadas por los internos de la Colonia Psiquiátrica Oliveros, en Santa Fe.

A través de un proyecto personal, el Club del Dibujo, Del Río realiza sesiones de dibujos colectivos con otros artistas y de sus encuentros con las personas de la Colonia surge esta colección que remite a la histórica -y olvidada- Colección Hans Prinzhorn, que reunió las obras de los enfermos mentales del hospital psiquiátrico de la Universidad de Heidelberg, allá por 1919, y que fue inspiración de surrealistas y luego propició el concepto de Art Brut del francés Jean Dubuffet, como también al trabajo de Nise da Silveira, fundadora del Museo de Imágenes del Inconsciente, en Río de Janeiro a mediados del siglo pasado.

Obras de pacientes de Colonia
Obras de pacientes de Colonia Oliveros en Rosario

Terapia cierra con Lenguaje, un puente entre los ’70 y la actualidad, con la figura de David Cooper, fundador de la antipsiquiatría, y su influencia en el arte e intelectuales, y como en los ’80 se realizó una marcha contra la doctrina creada por Freud en 1896. Como fin del camino se encuentran una potente pintura de Marcia Schwarz y una serie de esculturas de Nicolás Guagnini.

La muestra, que permancerá abierta hasta agosto en el primer piso del Malba, es una exhaustiva composición que se puede vivir como un psicodrama, una terapia grupal que es a su vez introspectiva y que explora un sin fin de mundos interiores para demostrar el poder de aquello que no podemos controlar y se nos escapa, esta vez, en arte. Un encuentro en lo que lo ideal y lo posible pueden confundirse, pero que sin dudas nos aleja del vacío mental. Hay algo allí, en lo pertubador, en lo onírico, en lo tenebroso, en el deseo o la lujuria del otro que necesita expresarse, que necesita salir, de nosotros mismos, que necesita terapia.

Al frente una serie de
Al frente una serie de esculturas de Nicolás Guagnini y detrás la pintura “Con rabia roía el cráneo por dentro y por fuera", de la serie psicoanálisis de Marcia Schwarz

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