Roberto Ossaye murió muy joven pero dejó una huella profunda en el arte latinoamericano, al conseguir emparentar la modernidad europea con la tradición pictórica de Guatemala y el resto de la región.
Ossaye nació el 11 de Enero de 1927 en Guatemala y se desarrolló como pintor y grabador. Desde muy chico mostró talento para el dibujo y a los 14 años, ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes para estudiar. En ese entonces la enseñanza era muy tradicional dibujo lineal, perspectiva, copia de modelos de yeso, clases de paisaje al aire libre, dibujo y pintura de modelo en vivo, bodegones y también algo de historia del arte y anatomía artística, contó alguna vez Roberto González Goyri, gran amigo de Ossaye.
“Sensual y exuberante, posteriormente geométrico y abstracto. Con estas características podrían sintetizarse las dos grandes etapas que definieron la pintura del artista guatemalteco Roberto Ossaye”, escribió Ana Lucía González en El Periódico de Guatemala, cuando se cumplieron 65 años de la muerte del artista, que realizó estudios en Estados unidos y Francia en diferentes momentos de su corta vida.
En 1945 hizo su primera exposición personal en Bellas Artes y al año siguiente la segunda, en el mismo lugar. Alberto Aguilar Chacón, crítico de arte, señaló entonces que Ossaye tenía gran aliento para muralista y que el artista ha venido manifestando “un marcado sabor barroco en su pintura” tanto por el deformismo “como por el gusto táctil voluminoso de su genio constructivo”.
En Guatemala la pintura era un reflejo del ambiente político y social de la época. Paisajes locales, copias de estampas, personajes indígenas luciendo sus trajes, ramos de flores, bodegones. “En fin, un arte dulzón, conformista, apacible, de tipo postal para turistas; lejos, muy lejos de la renovación y vanguardia que se estaba operando en otros países”, describió González Goyri.
Mientras, en el Viejo Continente cobraban fuerza movimientos innovadores como el futurismo, cubismo, expresionismo o surrealismo. En México, el muralismo y sus tres grandes exponentes abrían brecha con expresiones que despertaban hacia la conciencia social, y la Segunda Guerra Mundial se encontraba en toda su magnitud. En 1948, Ossaye y González Goyri son becados por el gobierno guatemalteco y salen rumbo a Nueva York, donde se inscriben en la Art Student’s League. Pero Ossaye no asiste a las clases y prefiere, en cambio, pasar sus días tomando apuntes y haciendo retratos de estilo clásico dentro del Metropolitan Museum. Ahí comienza un gran viraje en su obra.
Nuestra belleza del día, El consejo de las tres tías (1948), es un óleo sobre tela, de 85 x 113 cm y se encuentra en el Museo Nacional de Arte Moderno “Carlos Mérida”, de Guatemala.
Picasso y Rufino Tamayo se convierten en dos de sus principales fuentes de inspiración, como también la obra de Rico Lebrum, Joaquín Torres García y más lejano, el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Hacia 1951 Ossaye comienza a tomar un estilo muy particular y a pintar más expresiones del cuerpo humano, fundamentalmente centrado en las figuras femeninas.
Roberto Ossaye regresó a Guatemala en 1952, casado con la dominicana Georgina Tejera, con quien tuvo una hija, María del Carmen. Se dedicó a la docencia en la Escuela de Artes Plásticas, participó en varias exposiciones colectivas y obtuvo varios premios por sus creaciones.
Enfermo de cáncer, murió el 8 de Junio de 1954, a los 27 años. No llegó a saber que su pintura se había consagrado internacionalmente ya que el Museo de Arte Moderno de Nueva York había adquirido para su colección su obra Dragon Fruit o Pitahayas, pero la carta del museo llegó días después de su fallecimiento.
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