De Netflix sabemos muchas cosas, pero de nosotros Netflix sabe más. Sabe, por ejemplo, qué tipo de series y películas miramos y cuánto tiempo pasamos abducidos en la pantalla. Un nutrido equipo de especialistas analiza las estadísticas mientras, en simultáneo, se producen contenidos. La plataforma amontona y el algoritmo distribuye. Y cuando estás adentro, en la interfaz, pasando títulos e imágenes, deteniéndote en las previsualizaciones, repasando el ranking de lo más visto del día, buscando algo que te saque del consumo estandarizado de productos que van desde lo irremediablemente olvidable a lo mínimamente interesante, recordás una recomendación de alguien, un amigo, un conocido o quien sea que te dijo: “esto me gustó mucho”. El título en inglés es Behind her eyes. En español: Detrás de sus ojos. La descripción es genérica: “Una madre soltera se adentra en un mundo de manipulaciones perversas al iniciar un amorío con su jefe y una amistad secreta con su enigmática esposa”. El creador es Steve Lightfoot y el director Erik Richter Strand. Sólo seis capítulos. No lo pensás demasiado, apretás play y te dejás llevar.
En la Londres prepandémica, la secretaria de un consultorio de psiquiatras, Louise (interpretada por Simona Brown), divorciada, un hijo, comienza un romance con su nuevo jefe, el Dr. Ferguson (Tom Bateman). Una tarde se cruza con la esposa del doctor, Adele (Eve Hewson, hija del cantante Bono), quien la invita con un café. Adele vive sola en una mansión mientras su esposo le da pastillas y controla que se las tome. Es un personaje oscuro, pero Louise siente pena. Se hacen amigas, pero nunca le dice que es la amante de su marido. Este es el triángulo de la serie. Louise tiene un sueño recurrente: recorre un pasillo buscando a su hijo y despierta en medio de la noche, siempre asustada, en cualquier lugar de la casa, como en el balcón, cerca de la baranda. Adele le ofrece la posibilidad de controlar los sueños. Aquí comienzan los elementos fantásticos. Hay un cuaderno que escribió un compañero de Adele, cuando ella estaba internada en una clínica psiquiátrica. Este compañero es Rob (Robert Aramayo), un adicto a la heroína, aparentemente muerto, donde explica el método para controlar tu sueño como si estuvieras dirigiendo una película.
El método es sencillo. Tiene dos pasos. El primero, comprobar que sea un sueño, para calmarte: si tenés más de diez dedos, estás soñando. El segundo, visualizar una puerta, abrirla y entrar. Entonces Louise entra y es un campo verde en un día de sol, su hijo juega en una laguna y el Dr. Ferguson hace un asado. Con el correr de la historia y las noches, Louise se da cuenta de que luego de atravesar la puerta e ingresar al sueño que ella misma controla, hay una nueva puerta. ¿Por qué debería abrirla si está en el lugar ideal, el que ella desea estar? Abre la puerta y se produce la proyección astral, también llamada desdoblamiento astral o experiencia extracorporal. El alma o la esencia de Louise sale de su cuerpo —es una luz en forma gaseosa— y puede ver y observar cosas que ocurren allí o en otro lugar. Aquí el primer spoiler: Louise se da cuenta que Adele sabe que tiene un romance con su marido porque al dominar mejor la proyección astral ha estado en su departamento viéndolos a ambos. El Dr. Ferguson no tiene idea de nada, entonces corre a avisarle. Para entonces sólo queda un capítulo más: el desenlace.
Detrás de sus ojos está basada en la novela de la escritora inglesa Sarah Pinborough publicada en 2017 y muy celebrada por la crítica literaria. Alison Flood escribió en The Guardian que, “cuando los giros son revelados, la trama se vuelve fantásticamente espeluznante e inesperada”. La serie, al ser corta —seis capítulos que nunca superan la hora de duración—, apuesta a mantener la tensión durante los primeros episodios sin develar demasiado el quid de la historia, para luego hilvanar unos cuantos giros narrativos que aceleran el ingreso al terreno del terror. Para los lectores y espectadores habituales del género, la experiencia puede ser interesante, pero para los ajenos, los que ahora están viendo la serie creyendo que se trata de un simple triángulo amoroso que concluirá, a lo sumo, con un asesinato... ahí la cuestión se vuelve gratamente sorpresiva. Aquí el segundo y último spoiler: Rob, que también sabía hacer la proyección astral, intercambia el cuerpo con Adele, y Adele, la que hoy está casada con el Dr. Ferguson, la que es amiga de Louise, en realidad es Rob.
“Cuando su temperatura descendió a treinta y cinco grados, se sintió lo suficientemente tranquila como para salir de su cuerpo”, escribió Mercedes Dellatorre en La levedad de los cuerpos, novela publicada por Qeja en 2019. Se inicia así, con la protagonista, Ana Cristina, en plena proyección astral: “Por un momento pensó que debía volver a su cuerpo; no tardarían en ir a buscarla. Sin embargo, se dirigió hacia la puerta y salió. Los rayos del día iluminaban la calle dándole una pátina color pastel. Ana Cristina se sintió parte de ese amanecer. Ascendió hasta la copa de los árboles y siguió elevándose hasta que el aire se volvió más espeso. Su cuerpo astral se meció entre las ráfagas frías y calientes. Viajaría hacia el Oeste. El Sol la seguiría de cerca, y la luz del día volvería visible su cuerpo etérico. Aceleró. De pronto, sintió que alguien tiraba del hilo dorado. Rufus la había agarrado de los hombros e intentaba despertarla. Su cuerpo se sacudía volviendo al punto de anclaje. Ana Cristina acomodó su sistema astral encima de su cuerpo y entró golpeando su pecho”.
La proyección astral es una idea que lleva mucho tiempo. Se la conoce, en inglés, por la sigla OBE (out-of-body experience, que se puede traducir como “experiencia fuera del cuerpo”). El primero en usarla fue un matemático, físico, ingeniero de radio y parapsicólogo llamado George N. M. Tyrrell. Su interés estaba puesto en la telepatía y en crear un puente entre la psicología y lo sobrenatural. Habló del tema en Apariciones, de 1943. Luego se publicaron varios libros que ahondaron en este asunto, como el de Robert Monroe de 1971, Viajes fuera del cuerpo. Allí Monroe sostiene y describe la experiencia metafísica, y en su último libro, El último viaje, no sólo relata toda las OBE que tuvo, también se refiere a como logró entender a su “verdadero gran yo”. Murió al año siguiente, en 1995. Antes de dedicarse a difundir y propiciar la proyección astral trabajaba como creativo publicitario. Otro libro es el del parapsicólogo brasileño Waldo Vieira de 1986, Projeciologia, que reúne testimonios de mucha gente —1900 casos provenientes de fuentes en 18 idiomas— que sostienen y describen la experiencia metafísica.
En determinado momento de la serie, los viajes astrales adquieren un reverso terrorífico: la posibilidad de que alguien se meta en tu cuerpo y se deshaga de vos en el cuerpo de él. ¿Quién notaría la diferencia? Ese tópico ha sido abordado muchas veces. “Usted no entiende –dijo mi madre–. Ese chico es otra persona. No es mi hijo”, se lee en el cuento de 2012 de Luciano Lamberti titulado La canción que cantábamos todos los días y publicado en el libro El loro que podía adivinar el futuro. Lo narra Tomás, el hermano del chico que se perdió en el bosque y al rato apareció pero ya no era él: “Mi hermano, el de las sierras, no es el original. Es algo en el cuerpo de mi hermano, algo que lo reemplazó. Hace muchos años desapareció en el ‘bosquecito‘ y y nunca volvió. Quiero decir: volvió, pero ya no era él. No es que estuviera distinto, o cambiado. Era otro, directamente”. La madre, que en su sueños ve a su “verdadero hijo” en un pozo gritando y pidiendo ayuda, intenta matar al “intruso”. Termina internada en una clínica psiquiátrica y el resto la familia, ya rota, aceptando la nueva realidad.
Un año después de El loro que podía adivinar el futuro, en 2013, se publicó Bloody House: la morada del mal, novela del español Javier Haro Herráiz, que cuenta con una línea prácticamente idéntica: “Esa cosa que hay en la habitación de Alan no es mi hijo. Sé que no es mi hijo, Selma”. Una casa embrujada, varios demonios dando vueltas, un muchacho poseído, una madre que comienza a desesperar. Volviendo a Netflix, este argumento ocurre en la serie Stranger Things. Winona Ryder es Joyce Byers, una mujer soltera de una pequeña ciudad estadounidense donde comienzan a suceder, justamente, cosas extrañas. Su hijo Will desaparece y, desde otra dimensión, le da confusas señales. En medio de la desesperación, el cuerpo del muchacho aparece flotando en el río. Ella lo ve y entiende que esa cosa pálida y fría que está en la morgue, y luego dentro de un cajón barnizado en el funeral, no es su hijo. Y efectivamente no lo es. En Detrás de sus ojos nadie sabe muy bien qué ocurre, quién es quién ni por qué hacen lo que hacen. Nadie se hace esas preguntas, hasta que en un momento aparecen. Entonces ya es tarde.
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