María Estela Martínez de Perón, más conocida por todos los argentinos como Isabel Perón, cumplió recientemente 90 años. Radicada en Madrid desde hace cuatro décadas, su largo silencio -no da una entrevista desde 1996- y su retiro definitivo de la política han hecho crecer el enigma en torno a su figura. Primera mujer presidente de la Argentina y del continente, Isabel también fue la mandataria constitucional que más tiempo pasó detenida. Los militares que asaltaron el poder el 24 de marzo de 1976 la apresaron y recién fue liberada en 1981, año en el que partió a España, solo para volver en contadas ocasiones a la Argentina.
Varios historiadores indagaron en torno a su figura a lo largo de los años, pero hay cuestiones que siguen siendo foco de controversia, como las circunstancias en que conoció a Juan Domingo Perón. También ocurre lo mismo con la duda de cómo y quién le presentó a José López Rega, o su cuál fue su cabal conocimiento del accionar de la Triple A.
El estreno de Una casa sin cortinas, una obra de Julián Troksberg, busca echar un poco de luz para descifrar el enigma en torno a Isabel. “A pesar de haber integrado la fórmula más votada de la democracia argentina junto con Juan Perón, y de haber sobrevivido a la cárcel y el exilio, su figura fue olvidada”, remarca el documental, que se propone construir “una memoria coral sobre esa figura ausente de la historia argentina”.
Con más de 30 testimonios -uno de ellos incluso sostiene que Isabel conoció a Perón en el lejano 1954- e imágenes de archivos, muchas inéditas o poco conocidas, Una casa sin cortinas, indaga sobre una figura que sigue siendo un misterio e incluso una incomodidad para gran parte del movimiento creado por Perón. A continuación, el diálogo que Infobae mantuvo con Troksberg, artífice de la película, que es exhibida en el BAFICI.
-¿Cómo surgió la idea de hacer un documental sobre Isabel Perón?
-El proyecto parte de algunas cuestiones personales: nací bajo la presidencia de Isabel Perón y mi papá fue desaparecido por la dictadura militar once meses después de que yo naciera. La misma dictadura que había derrocado y encarcelado a Isabel Perón. Y sin embargo, crecí en mi casa con la idea de que hablar de Isabelita era como meter los dedos en el enchufe. Fruto, creo, del enojo, el malestar y la incomodidad de sentir que bajo su gobierno peronista, con agudización de la represión y el Rodrigazo, se había empezado a terminar el proyecto familiar. Pero la figura de Isabel no era solo molesta para mi madre, sino que era incómoda para buena parte del arco político argentino, y para el peronismo en particular. Y eso me llamaba la atención: dónde meter y qué hacer con un personaje como Isabel.
También veía que la política argentina está llena de figuras y personajes incómodos, y hasta los políticos más tenebrosos encuentran siempre alguien que los reivindique. Lo que no pasaba con Isabel, y eso me resultaba un enigma. Y por supuesto también era un enigma su elección por esconder su historia en las sombras: su cambio de nombre, su vida de bailarina, su encuentro con Perón y, posteriormente, incluso su prisión y su exilio.
Así que sobre ese silencio y esa incomodidad es que trabajé la película. Y quizás una clave más, menos personal: Isabel tiene una historia única. Y eso me llamaba la atención. Es la historia de una bailarina de pasado más o menos turbio -y lo digo en el sentido de que es desconocido y del que se tejen muchas versiones- que llegó a ser la primera presidenta mujer de la Argentina a comienzos de la década del 70.
-¿Y cómo fue la accesibilidad de los entrevistados, hubo gente que se negó a hablar del tema?
-El proceso de las entrevistas fue largo y en muchos casos trabajoso, porque efectivamente no toda la gente estaba dispuesta a hablar de Isabel. Algunos pocos se excusaban directamente, pero en general, y eso me alertaba de la incomodidad que generaba el personaje, me daban vueltas, me ponían excusas o me dilataban durante años. Y eso me pasó con dirigentes políticos peronistas, de izquierda y radicales, pero también con ex futbolistas en España o gente que trabajaba cotidianamente con Isabel.
Otros, por supuesto, y es lo que se ve en la película, accedieron gentilmente. Pero en general fue un proceso que me llevó varios años: estaban los que aceptaban de entrada, pero también aquellos con los que fui conversando en charlas y cafés hasta llegar a grabarlos; y a los que busqué -por temas de agenda, de deseo, de tiempos, de vueltas- por años. Y eso incluye, por supuesto, a la propia Isabel, a la que fui acercándome en círculos de relaciones, hasta tratar con gente de su cotidiano, para llegar a ella.
-¿Por qué cree que Isabel decidió llamarse a silencio y no volver a hablar?
-No tengo una respuesta única, y se mezclan con las opiniones que fui teniendo de los entrevistados. Creo que una propuesta sumamente aguda es la que da la artista plástica Marcia Schvartz en alguna de sus obras de la serie Tren Fantasma, especialmente en una llamada Martirologio. Porque es como si la vida de Isabel, que se mantuvo en las sombras hasta salir a la vida pública durante los años 60 y 70, hubiera tenido un retorno a esa zona oscura donde prefiere no mostrarse y en la que, en privado, carga su martirio.
-Queda la sensación de que para los peronistas era un personaje incómodo, pero la terminan reivindicando por su estoicismo para soportar la cárcel durante la dictadura y por su actual silencio, ¿cómo ve esto?
-Fue algo que me sorprendió, porque yo hasta empezar a investigar para la película no había pensado mucho en la prisión que sufrió Isabel -una prisión con ciertas comodidades, como me dijo un dirigente de la izquierda peronista-, pero una prisión al fin. Y, efectivamente, es cierto que podría haber elegido una salida personal más cómoda que pasar los años que pasó en el en el sur, en la base naval y en la quinta de San Vicente. Pero en ese sentido creo que siguió fiel a lo que ella creía que Perón hubiera esperado de ella.
*Una casa sin cortinas se proyectará de manera presencial en el BAFICI: el lunes 22 de marzo a las 18 en el Cine Gaumont. Entradas gratuitas en vivamoscultura.buenosaires.gob.ar. A partir del 19 de marzo, el documental también está disponible online en vivamoscultura.buenosaires.gob.ar
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