En un tiempo que es más apto para los festejos modestos y calmos que para la estridencia, que vuelva el BAFICI (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires), y que lo haga de manera presencial y virtual al mismo tiempo, no deja de ser una fiesta para los cinéfilos argentinos.
Este año el Festival tendrá 25 sedes en la ciudad, entre cines tradicionales, centros culturales y comunitarios y espacios públicos, pero también la mayoría de las películas podrán verse de manera online a través de la plataforma pública Vivamos Cultura.
Las localidades para las funciones presenciales, que cumplirán con todos los protocolos sanitarios correspondientes, se pueden reservar a partir de las 48 horas previas al comienzo de las mismas ingresando en la sección Programación, de la mencionada plataforma.
Luego del comienzo de la pandemia, el BAFICI es el primero de los festivales de importancia de la región en realizarse en manera presencial. En 2020 se canceló, debía llevarse adelante pocos días después de dispuesto el aislamiento social preventivo y obligatorio, y no hubo manera de reformularlo de manera virtual.
El cierre de las salas produjo que gran cantidad de cineastas de Argentina y del resto del mundo no estrenaran sus películas, por lo que el festival cuenta con una gran oferta de producciones para sumar a su programación. Así que tras un año sin esas pantallas, el BAFICI se convierte en un espacio ideal para aquellas producciones que aún vieron la luz de los proyectores.
El BAFICI busca su identidad original
La programación incluye 270 títulos entre largos y cortos. Casi la mitad de las películas se verán por primera vez en el mundo, y la gran mayoría serán vistas por primera vez en Argentina. De esta manera el festival recupera algo de su espíritu original: ser el espacio para que los espectadores se encuentren con un cine nuevo, diferente al que circulan en el circuito internacional de festivales o, como ocurren en estos tiempos, en plataformas y diferentes formas virtuales de ver películas.
“Nos proponemos hacer un BAFICI que no sea un compendio de lo que se vio en festivales anteriores. Buscamos recuperar su identidad original”, afirmó su director artístico, Javier Porta Fouz.
A medida que fue evolucionando la situación sanitaria, Porta Fouz y los productores y programadores tuvieron que ir adaptando el formato imaginado para esta edición. De una edición solamente virtual a una fundamentalmente presencial hubo muchas ideas sobre las que trabajaron. En ese camino también repensaron los contenidos y los formatos que serían parte de este vigésimo segundo BAFICI.
Entre las novedades que trae este año está la incorporación de los cortometrajes, en igualdad con los largos, dentro de las secciones competitivas. “Yo estoy convencido que la estructura de los festivales de cine en los últimos años no está acorde a los tiempos”, explicó Porta Fouz. “Y los organizadores se preguntan: ¿Qué hacemos? ¿Ponemos series? ¿Ponemos funciones online? ¿Qué hacemos con los festivales? Porque el consumo de cine es distinto”. Eso explica parte de los cambios en esta edición. “La grandísima novedad está en las competencias: por primera vez todas las competencias del festival, y esto no sé si ha pasado en el mundo, tienen largometrajes y cortometrajes que conviven. Eso es lo que está pasando en el cine, la duración para el cine independiente dejó de ser relevante”.
Entre los cambios en las secciones competitivas, la tradicional Competencia Latinoamericana se convierte en Americana, con la incorporación de películas de Estados Unidos y Canadá. Además de esta sección y las competencias Internacional y Argentina, habrá 16 secciones que organizarán la grilla: Trayectorias, Noches especiales, Baficito, Festival PDFF (dedicada a los falsos documentales), Música, Discos, Comedias, Romances, Artistas en acción, Pasiones, Retratos, Familias, Lugares, Superhéroes, Nocturna y Películas sobre películas.
Además, habrá dos retrospectivas y corresponden a dos mujeres realizadoras: Penelope Spheeris, directora de clásicos como El mundo según Wayne, quien además participará de manera virtual del festival con una charla; el otro foco corresponde a Cecilia Mangini, considerada madre del documentalismo italiano y fallecida en enero de este año.
La apertura se realizará el miércoles 17 de marzo con la proyección de Teoría social numérica corto de Paola Michaels que combina el fílmico con el digital, junto con el largometraje Bandido, ficción del director cordobés Luciano Juncos, en la que Osvaldo Laport encarna a un cantante de música popular en plena decadencia. Esta película no solo presenta una actuación sobresaliente del conocido actor televisivo, sino que propone un giro sobre el tradicional relato del viejo artista venido a menos que recorre las rutas para poder ganar el sustento.
Estas películas podrán verse en el día de apertura en el cine Multiplex Belgrano a las 19 y, una hora después, en el anfiteatro del Parque Centenario. Como las demás proyecciones, también se podrán ver online desde la plataforma “Vivamos Cultura”.
Lo nuevo, lo extraño, lo diverso
Una marca de esta edición es la dialéctica entre lo novedoso y lo conocido. El cine argentino tendrá una presencia dominante en la programación, como puede verse en el catálogo. Tal vez allí el espectador habitual encuentre la continuidad de la estética dominante en la última década en el festival. Sin embargo, la gran cantidad de obras nunca vistas en el país, ni en otros festivales internacionales, ofrecen un menú donde lo previsible se hace pedazos, donde los nombres no son los ya conocidos y donde los encuentros de narrativas y búsquedas obligan al espectador a hacer una selección más arriesgada, más abierta a conocer nuevas propuestas y no solamente asentarse con lo ya conocido.
Un menú donde lo previsible se hace pedazos, donde los nombres no son los ya conocidos y donde los encuentros de narrativas y búsquedas obligan al espectador a hacer una selección más arriesgada
En este sentido toda recomendación es una forma de dar cuenta de las búsquedas personales, y de abrir puertas sin clausurar cualquier otra forma de entrar a la programación, vasta y diversa.
La Competencia Internacional es la que convoca las principales miradas. Entre los largometrajes que participan de la misma se distingue sin dudas Orphea, de Alexander Kluge (Alemania), donde el director trabaja con artista filipino Khavn para reinterpretar el mito de Orfeo y Eurídice, repensándolo desde la perspectiva de género y trabajando con recursos formales que estallan en lo visual y sonoro, haciendo que el relato tenga una lectura desde el presente. Y hablando del amor como un deseo de lo eterno, la brasileña O amor dentro da camêra, de Jamille Fortunato y Lara Beck Belov, cuenta la historia de Orlando Senna y Conceição Senna, crítico, teórico, docente y funcionario del cine él, actriz, guionista y directora ella, y al contar ese deseo mutuo y el ser cotidiano, cuenta parte de la historia del cine brasileño de los últimos 50 años. Una bella y disruptiva pareja de hippies eternos.
En la competencia argentina lo variopinto del BAFICI se expresa claramente, y allí los documentales tienen un lugar destacado. Néstor Frenkel (Construcción de una ciudad, El gran simulador, Los ganadores, El amateur) presenta su última película Los visionadores, que puede verse como continuidad de sus últimas películas, donde el humor funciona de modo profundamente crítico. Aquí el ojo está puesto en el cine de los años ’80, congelado en el viejo formato VHS, pero que mirado desde el punto de vista de Frenkel se desnuda como un manual de mandatos morales.
Jonathan Perel, quien en el BAFICI de 2012 sorprendió con El predio, regresa con un dispositivo fílmico similar a aquella película con Responsabilidad empresarial. En esta nueva producción observa críticamente el rol de las empresas privadas durante la dictadura cívico militar. Con planos fijos sobre fachadas de edificios, sostiene la lectura en off de un informe oficial sobre esa colaboración. Perel interpela al espectador, que no puede evitar sostener la atención sobre una imagen que permanece en el tiempo casi hasta el agotamiento, y a la vez resignifica a través de la mirada el valor simbólico de esas construcciones, y lo que ellas ocultan.
Viajero del cine, Víctor Cruz trae Taranto, donde el cierre de la acería ILVA, después de disputas fuertes entre los pobladores de la localidad italiana, obliga a pensar de una manera profunda la relación entre vida, desarrollo industrial, presente y futuro.
En la oferta de la competencia americana dos películas traen a Buenos Aires algo de lo que se ve últimamente en el cine latinoamericano. Carmen Vidal mujer detective, de Eva Dans (Uruguay) es una muestra casi paradigmática del cine independiente actual. Realizada casi sin presupuesto, busca en las tradiciones del cine de género, policial negro, comedia, cine de divas, una manera de ser fiel aunque permitirse jugar con los clichés de un modo divertido, a la vez que rendir homenajes sin reiteran mecánicamente los gestos clásicos. A decir de su directora, es una comedia noir.
En otro registro, la ecuatoriana Vacío, de Paul Venegas, presenta un tema que mucho cine, especialmente centroamericano y caribeño, relata hace unos años. La inmigración ilegal de personas chinas en la región y el circuito de trata de personas en el que suelen caer atrapados.
Tres directores caros al público argentino presentarán sus últimas películas en la sección Trayectorias: Arturo Ripstein, Hong Sang-soo y Abel Ferrara. El primero, nuevamente trabajando con guion de su compañera Paz Alicia Garcíadiego, estrenará para el público local El diablo entre las piernas, donde ofrece una mirada cruda, casi salvaje, sobre la vejez, la pasión, el amor y la sexualidad. Si existe un cine de la crueldad, es el de Ripstein.
Del director surcoreano podremos disfrutar Introduction, una obra que mantiene los modos tradicionales del cine gentil e inteligente, pero aquí con una voz que gira entre ocho personajes, en una suerte de diálogo interior coral. Ferrara con Tomasso se toma como personaje para hacer de la película una suerte de batalla contra los excesos, la violencia personal y la necesidad de la reconstrucción. El personaje, protagonizado por el actor fetiche de sus películas, Willem Dafoe, le permite preguntarse por su obra, su tiempo y sus fantasmas.
Las comedias tendrán una sección propia, aun cuando muchas películas que están en otras secciones podrían caber allí. La estadounidense Dinner in America, de Adam Carter Rehmeier, es una de las que encuentran en el género un molde en el que abrevar sin encorsetarse. Comedia punk, ácida y acaso romántica, tiene en sus diálogos, personajes y actuaciones cierto aire de novedad, notable en el marco de la producción estandarizada de las comedias de este origen.
Una de las Noches especiales –así llamadas en el catálogo oficial- será la del 24 de marzo. Ese día se estrenará Se va a acabar de David “Coco” Blaustein y Andrés Cedrón, sobre la distintas prácticas de resistencia de trabajadores durante la dictadura. Ellos realizaron una larga investigación para poder reconstruir una difícil memoria de las micro luchas ejercidas durante ese período, la mayoría de las cuales no están incluidas en los relatos de las épicas de resistencia en ese período.
Finalmente, una de las recomendaciones principales es para padres y madres. El Baficito es una sección que acerca películas creativas, novedosas, bellas e inteligentes para públicos infantiles. Allí no hay riesgo en la elección porque la infancia es el lugar donde los cánones no están regulados e impuestos. Poder sumar a hijas e hijos al placer por la cinefilia es algo que el BAFICI viene facilitando hace algunos años.
Vale la pena aprovechar esta oportunidad.
SEGUIR LEYENDO: