En su libro hay una foto hermosa en la que se la ve bailar al ritmo de “El patriarcado se va a caer, se va a caer”. Y es hermosa porque siempre es hermoso ver bailar a una mujer que está feliz pero, sobre todo, porque Martha Rosenberg no es una persona que regale públicamente gestos de júbilo. Lo suyo, más que por una imposición de su figura o de su figura como centro de atención, pasa por la mirada y la escucha, y a partir de ahí, por su propio uso de la palabra. Médica y psicoanalista de larga trayectoria -estudió en la UBA y se recibió en 1963-, Martha Rosenberg es, además de una conocida figura del feminismo pionero local, una de las integrantes de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, la organización que desde hace años impuso el lema de “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, posiblemente una de las piezas más claras y contundentes en la historia retórica del reclamo por los derechos de las mujeres.
Quienes siguen de cerca el espacio feminista local la conocen bien: no hay foro, marcha, evento o encuentro de mujeres en donde ella no esté. Rosenberg también pasó como profesional y desde su condición de militante por los debates de comisiones que llevaron finalmente y después de varios años a la reglamentación de la Ley de aborto seguro y gratuito y este 8 de marzo la encuentra a ella, como al resto de las integrantes de la Campaña, por primera vez con el propósito cumplido.
Mientras se discutía la ley, la editorial Milena Caserola publicó el primer libro de Rosenberg, Del aborto y otras interrupciones. Mujeres, psicoanálisis, política, que reúne la mayoría de sus textos (desde el primero, escrito para el periódico de la CGT de los argentinos en 1969 a un prólogo de 2019, escrito a propósito de la salida del libro Martes Verdes Federal) y en donde es posible leer una compilación de su pensamiento, sus opiniones y propuestas a lo largo de los años. El libro es, en definitiva y como ella misma lo llama, una “autobiografía intelectual”, el retrato por escrito de una de las voces del feminismo argentino, una mujer a quien la historia familiar, la profesión y la militancia la llevaron a prestar especial atención a algunos conceptos clave como la palabra, el exilio y el silencio.
Lo que sigue es la transcripción de una entrevista en la que Rosenberg habló de los temas pendientes del feminismo, del modo en que se construye un feminismo masivo y popular, en realidad, del modo en que se construye una cultura feminista, y también de temas más personales como la elección de su carrera y la centralidad familiar de una figura, la de Vicente Rosenberg, su padre, protagonista de la premiada novela El gueto interior, de Santiago Amigorena (su sobrino) y traducida del francés por Martín Caparrós (su hijo). Se trata de un libro que cuenta la historia de un hombre que abandonó su Polonia natal antes de la Segunda Guerra y consigue instalarse en la Argentina mientras intercambia cartas con su madre y su hermano, quienes terminan confinados en el gueto de Varsovia. El silencio y la culpa marcarán la vida del sobreviviente, junto con las preguntas existenciales sobre la vida, la muerte y la identidad.
Esta charla con tuvo lugar una semana atrás, se hizo vía zoom y hubo espacio para la reflexión pero también para las risas cómplices. Martha, ya se dijo, es psicoanalista y siempre está pendiente de las palabras de los otros, pero en una entrevista también se muestra atenta a las suyas, por lo que la risa llega, necesariamente, cada vez que “descubre” en su propio discurso algunas perlitas: palabras o conceptos que cualquier discípulo de Freud podría tomar como objeto de análisis.
Ya conectadas, la primera sorpresa -o no tanto- puede advertirse alrededor del cuello de la entrevistada.
— Ahí te veo con el pañuelo verde.
— Sabés que tuve que pensar si me lo ponía o no porque yo todo este tiempo, años, he hecho las entrevistas y mis apariciones en público con el pañuelo en el cuello. En general no lo uso en otro lado, me resulta incómodo, no me lo sé poner en la muñeca. Qué sé yo, no me gusta, mi pañuelo lo uso en el cuello. Pero pensaba, ¿todavía tengo que salir con el pañuelo en el cuello? Lo tuve que pensar, pero sí, decidí que sí porque tengo muy fuerte la sensación de que es un rasgo mío y que en este momento tendría que elaborar algún tipo de otra relación que la que tuve durante todo este tiempo hasta que se sancionó la ley. Pero lo que pasa es que la campaña tiene un sentido que es bastante más amplio que el logro de la legislación del aborto voluntario porque nuestro lema es más integral, es educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Entonces dije sí, ponerme el pañuelo es un indicador o es un mensaje de que bueno, estamos muy contentas y satisfechas, yo, hablo en mi nombre, no hablo en nombre de nadie más que mío. Muy contenta, muy gratificada porque haya salido la votación positiva de la ley. Pero me parece que la campaña tiene que reorientar seguramente sus énfasis y prioridades, cosa que va a ocurrir en una plenaria próxima, la plenaria que es una asamblea de Campaña digamos, y bueno, y ahí veremos cómo sigue. Pero tengo mucho la convicción de que más allá de lo que yo pueda participar o no la Campaña va a seguir. Tiene que seguir.
— La vez pasada, en una entrevista María Moreno me decía “sí, tenemos ley pero lo que ahora es muy importante es que estemos muy cerca viendo que la ley se cumpla”.
— Sí, claro. Tuvimos la ley durante un siglo, tuvimos las excepciones legales durante un siglo y hasta que la Campaña no empezó con toda su fuerza a exigir que se cumplieran los abortos legales, que eran los abortos de embarazos causados por violación y embarazos con riesgo para la vida de la mujer y para la salud de la mujer, no se cumplían. La ley la teníamos pero no se cumplía. Y es el riesgo con todas las políticas y las estrategias legales, parlamentarias. Es decir, la ley la necesitamos, pero evidentemente no es una garantía del cumplimiento. Ni bien se sancionó ya hubo intentos de declararla inconstitucional, y de condicionar la asistencia en los servicios públicos, y de pedir un amparo para establecer la objeción de conciencia colectiva institucional. Es decir, evidentemente la ley es una herramienta muy importante, fundamental, pero debe haber hay movimientos, personas, agrupaciones, todo tipo de organizaciones e instituciones y personas que estén ejerciendo lo que llamamos el monitoreo social del cumplimiento de la ley. Es importante también que el Ministerio de Salud tenga su monitoreo propio institucional, porque es el agente de la implementación de la ley. Pero desde la sociedad de a pie, desde las y les que somos beneficiarias de este derecho, tiene que haber un monitoreo que vigile que se cumpla la práctica del aborto como una práctica legal y legítima.
— Martha, ¿por qué elegiste ser médica?
— No sé (risas). No sé, la verdad. Había ido a un estudio de orientación vocacional. Yo salí del bachillerato con 15 años.
— Ah, muy chica.
— Sí. Y la verdad es que me gustaban tantas cosas. Me gustaban mucho muchas cosas y no tenía claro. Y bueno, y tampoco me aclaró la orientación vocacional porque me dijeron podés seguir esto, podés seguir lo otro. Me devolvieron el problema. Y es que a nivel anécdota yo estudiaba en un instituto, había ingreso a las Facultades en la UBA, y estudiaba para preparar el ingreso a Medicina pero no había perdido de vista Arquitectura, Filosofía, cualquier cosa. Yo quería todo. Pero la primera fecha que salió fue la de los exámenes de Medicina. Y bueno, tenía un par de amigas, amigos en el curso de Biología que cursaban en este instituto, y fui y dije: bueno, lo voy a dar y después decido. Era el más difícil, además. Y me fue muy bien. Tenía un grupo de compañeres que entramos juntos. Y bueno, y me metí, me convenció ese hecho de que sí, de que era ahí donde tenía que meterme.
— Pero cuando elegiste el psicoanálisis ya eras más grande. ¿Por qué elegiste el psicoanálisis?
— Bueno, porque el curso de mi carrera fue bastante prolongado. Entré muy chica y tuve dos hijos mientras estaba en el medio de la carrera. En tercer año venía cursando regularmente. Pero me casé, tuve mi primer hijo y dejé de estudiar un par de años. Y la verdad es que mi orientación se fue apartando del tema científico, entre comillas, y me fui orientando hacia eso. Tal vez por influencia de mi hermana mayor, que siempre le seguí los pasos. Se dieron una serie de cosas, el tema de pensar mis conflictos personales. No sé, una mezcla de muchas cosas. Nunca nada está muy determinado en mi vida, siempre soy así, agarro para donde tiro.
— Tu libro Del aborto y otras interrupciones reúne todos tus trabajos, todos tus textos escritos y tus ponencias. Lo definís como una autobiografía intelectual y algo que me gustó es cuando señalás que en los últimos años muchas chicas jóvenes quieren sacarse una selfie con vos y este libro sería algo así como la foto de tu pensamiento, en algún sentido, ¿no? Como que es un libro pensado para las que vienen, hay algo así.
— Sí, para las que vienen y para las que están. Porque es como el intento de ponerle palabras a la imagen. A mí me impactó mucho la difusión de mi imagen como una imagen popular: iba por la calle y me reconocían, me saludaban, se querían sacar una selfie. Me pasaban cosas que jamás en mi vida me habían pasado. Eso fue durante todo el debate del 2018 y un poco antes también, pero realmente se perfiló muy claro en el primer debate parlamentario. Y dije bueno, ya que soy tan popular voy a acelerar: ya tenía la intención de publicar, pero bueno, aceleré. María (Moreno) me cargaba, me enojé una vez con ella porque me decía que mi libro no iba a salir nunca. Pero eso me decidió y compilé. Me dio mucho trabajo, el libro no reúne todo lo que tengo escrito, me quedó material. Me pareció que podía jugar un papel importante en el proceso de la discusión y del reconocimiento de cierta historia del movimiento de la que me siento parte y realmente me interesaba mucho transmitir. Transmitir porque la verdad es que la cantidad y la juventud de las chicas, chicos y chiques y la generación más joven participante me interpeló mucho en el sentido de que había pasado algo con lo que hicimos, algo que no estaba antes. Fue realmente muy impactante la masividad de las manifestaciones y la difusión de los reclamos de la legalización del aborto.
— Hay una frase de Freud que está al comienzo de tu libro pero que atraviesa algunos de los textos y que es como la gran pregunta, que es “qué quiere la mujer”. ¿Qué quiere la mujer, hoy, según Martha Rosenberg?
— Primero, ha desaparecido como significante singular. Hoy, la mujer que estaba en el centro de la pregunta de Freud somos las mujeres. Es decir, no es un significante que pueda totalizar ni un colectivo unívoco. Hay una enorme diversidad y hay una enorme cantidad de posiciones, de situaciones, de las personas que individualmente se asumen bajo la categoría mujer. Mujer es una categoría que está totalmente cristalizada y la verdad es que la práctica lo que hace es destotalizar. Aparecen las distintas posiciones, lo que ahora se llama el interseccionalismo: la cantidad de determinaciones concomitantes con la existencia de las personas que se auto perciben mujeres es enorme. Entonces la pregunta de Freud es una pregunta de un señor muy sensible e inteligente, burgués de la época victoriana, que trata de establecer algo que aparece para él como un enigma, que también es una cuestión muy repetida de los escritos freudianos. Es un enigma qué quiere una mujer y la pregunta de Freud abre un espacio en donde la voz de las mujeres tiene que ser escuchada para responderla. No se puede responder esa pregunta sin escuchar la voz de las mujeres, que es la operación fundadora del psicoanálisis que él hace. En la psiquiatría estaban las mujeres como cuerpos a mirar, a observar. Toda la clínica psiquiátrica charcotiana miraba, observaba, y Freud lo que hace es escuchar la palabra, es la escucha de la palabra de las mujeres.Para responder esa pregunta hay que trasladar a las mujeres a una posición de sujeto de la palabra, no de objeto de la mirada.
— Entiendo.
— Ese texto es de una época en la que yo estaba estudiando mucho psicoanálisis y esa pregunta me interpeló profundamente, yo lo digo en el libro, me interpeló en primera persona. Yo nunca me había planteado el “la mujer”. Era yo. Entonces sí, creo que tuvo ese efecto de largarme a pensar la pregunta y a ensayar distintas respuestas, en distintos momentos además.
— En un momento mencionás a la escritora Tununa Mercado como la persona que te preguntó por qué no eras feminista. ¿Me podés contar un poquito esa situación?
— Tununa ni se debe acordar de eso. Todos me preguntan: ¿cuándo te hiciste feminista? Yo no sé cuándo me hice feminista. Pero me acordé de esa vez que íbamos caminando... Yo era amiga de Tununa, habíamos estado creo que en un grupo que hubo antes del 75, un grupo muy grande de mujeres que después con la dictadura se disolvió. Se fueron un montón o se clandestinizaron. Y Tununa un día, hasta me acuerdo de dónde era -no me ocurre que tenga tanta memoria-, se ve que me pegó en un lugar en donde yo no me lo había formulado. Yo no tenía necesidad de decir que era feminista. Venía pensando, siempre me pasó que en todas las cosas políticas en que me metí desde chica trataba de ser una persona pensante. Acompañar lo que hacía con algún tipo de fundamentación conceptual. En esa época no estaba mal intentar un abordaje intelectual, ahora parece que hay que disculparse. Y entonces ella me dijo: vos, ¿por qué no sos feminista? Ella ya estaba en un planteo feminista franco. Y yo dije no sé. Me desencadenó la cuestión de pensar si necesitaba eso, esa definición. Eso fue muy cercano al golpe militar, a la dictadura, debe haber sido en el año 74, 75. Fue antes de que Tununa se fuera del país, a México. Y después todas las alternativas que yo tenía de agrupación política en determinados lugares se cortaron. Tenía mi casa con mi consultorio pero mis lugares de actuación se disolvieron, se dispersaron. Se clandestinizaron. Mucha gente desapareció. Mucha gente se fue. Y una de las formas en que pude transcurrir ese aislamiento, ese confinamiento que tuvimos, que antes llamábamos el exilio interno, fueron las lecturas y ubicar mi trabajo político sobre mi vida personal, sobre mi vida cotidiana. Mis relaciones. Transcurriendo además distintos momentos de mis maternidades, la relación de pareja, mucho a nivel profesional con el interés que ya tenía sobre el tema y muchas personas, muchas consultas de personas afectadas por la dictadura. Yo creo que el del estudio y el trabajo sobre el feminismo fue un espacio que me quedó abierto. Mi hijo más grande que se fue chico de aquí, se fue en el 76, y me empezó a mandar libros feministas. Una hermana también, yo tengo mucha familia en el exterior. Y bueno, además yo seguía en contacto con personas con las que mantuvimos un grupo de reflexión muy chico, en el inicial éramos como veinte y ahí quedaron, no sé, cuatro, cinco. Mantuvimos un grupo de reflexión que era como el instrumento más original de los grupos feministas, el grupo de conciencia, de reflexión, que era de estudio, de intercambio. De amistad. De lazos afectivos también.
— Justo mencionás a la familia, mencionaste el exilio interior y algo de tu familia trasciende por el lado de la literatura en los últimos meses, a partir de El gueto interior, el libro que escribió tu sobrino, Santiago Amigorena, que fue traducido por Martín Caparrós, tu hijo, y cuyo protagonista es tu padre, Vicente Rosenberg.
— Sí, eso es increíble. Yo tengo dos hermanas, una mayor y una menor, que se fueron del país mucho antes de la represión, una a Francia y otra a Inglaterra. Se fueron, se establecieron en otro país. Y bueno, y después el exilio de Martin. Qué sé yo, el exilio es un tema que es de mi historia mucho antes de ser literario, porque mi abuelo materno era exiliado, bueno, lo que podía ser un judío corrido por los pogroms bastante antes… No sé en qué fecha habrá venido mi abuelo porque no tengo esa documentación pero debe haber sido por los años 1910, una cosa así. Y después bueno, mi papá, que vino bastante más tarde. No se hablaba de eso. No se decía nada. Y yo creo que Santiago trabaja con eso, con ese silencio. Mirá, mi hermana Vicky, mi hermana menor, también escribe y tiene un cuento sobre un viaje que hicimos las tres a Varsovia buscando las huellas de mi papá y su familia, mucho antes que saliera este libro…
— Se ve que es un tema que ronda la familia, incluso la figura de tu padre debe haber sido muy fuerte para todos, ¿no?
— Sí, fue muy fuerte pero armada alrededor de un silencio muy grande sobre su vida, su historia, la historia de su familia. De hecho mi hermana mayor, Nenuca, la que se ocupó en ese momento, que fue en el 2004 que fuimos a Varsovia creo, y estuvimos recabando alguna información que encontramos y ella después estuvo armando eso con las cartas de mi papá y de su madre, y de mi mamá también. Nenuca es la mamá de Santiago, hizo traducir esas cartas y fuimos reconstruyendo. Además ella se ocupó de buscar muchísima información sobre la historia no solo de mi padre sino de cómo era la historia en Europa central, en Polonia, en Varsovia, en esos años, etcétera.
— Que interesante lo de la traducción que decís porque, claro, había que traducir esas cartas, y cómo después Santiago, que vive en Francia, escribe en francés, y ese libro lo traduce Martín al castellano. Como si permanentemente hubiera un juego de traducción de esa historia y esas palabras, ¿no?
— Sí, sí, cómo ha circulado. A mí me parece muy interesante además la popularidad que adquirió ese libro también.
— Sí, es un libro muy interesante. Se lee realmente muy bien, la historia es muy atractiva. Y pensaba, por un lado estamos hablando de la importancia de la palabra y por otro lado, el silencio. Y vos, como psicoanalista, trabajás sobre los silencios también.
— Y sí, claro. Además lo del silencio en relación al aborto también es un componente muy, muy fuerte. No sé qué desplazamiento puedo haber hecho, pero es precisamente una de las ideas más importantes que traté de transmitir, que las mujeres puedan hablar de sus abortos. “Aborto, basta de silencio” era el nombre de una solicitada que sacamos con el Foro por los Derechos Reproductivos en el año 93, al principio. Que tuvo muchísimas firmas, como mil y pico de firmas. Y que era la forma de estar en los medios en ese momento: no estábamos si no pagábamos el espacio. Y una de las primeras herramientas que tuvimos para acceder al espacio público fueron las solicitadas pagas en los diarios.
— Claro.
— Así que el silencio, sí, parece que es una especie de aguijón importante para meterse a averiguar y a levantar. Porque una de las cosas más importantes que hemos logrado como Campaña y como movimiento amplio por los derechos de las mujeres y personas con capacidad de gestar es que se hable, que cada una, que cada quien pueda inscribir sus experiencias de aborto en su biografía personal, que formen parte de la historia personal, no del secreto y del silencio y la estigmatización y el crimen y la acusación, sino que sea una experiencia que pueda ser verbalizada, pueda ser significada, pueda ser declarada. Entonces, lo del silencio, sí, es un componente muy, muy importante.
— Martha, hay personas que desde la mejor buena voluntad a veces sostienen ese discurso en relación al aborto en el cual hablan de un ser humano matando a otro ser humano. ¿Qué les decís vos?
— Hay distintos grados de integración, de desarrollo, de evolución biológica suficiente para decir humano. Humano quiere decir que está en el lenguaje, que está inmerso en el lenguaje, ser humano es ser parlante. Yo cambiaría la cuestión por persona humana, que es ser un cuerpo individual que pueda sobrevivir de manera separada del cuerpo que lo ha gestado. Entonces puede haber etapas del desarrollo en donde un organismo llegará a adquirir esa categoría de humano si va acompañado de la gestión, de la aceptación, de la adopción, del cuerpo en el que se está gestando, de la persona dentro de la cual se está gestando. Lo que suelo decir es que quien hace un humano a un embrión, a un feto, a un proceso de gestación, es la mujer que lo desea como ser humano. Lo desea como hijo. Dice “esto es un hijo”, no “esto es un desastre, una desgracia, algo que me va a impedir vivir de la manera que yo quiero vivir”. Si puede integrar ese proceso a su proyecto de vida y lo puede integrar además, no sé si siempre con facilidad, muchas veces no es fácil adoptar un embarazo cuando el embarazo no fue deseado, planeado o ha tenido una especie de precondición de ser admisible para esa persona, ser vivible, habitable. Y entonces es todo un proceso en el cual quien humaniza a ese organismo biológico es la persona que lo está gestando, la mujer que lo está gestando. Digo mujer porque yo pienso -hay ahí un punto donde tenemos algunas discusiones-, pienso que la experiencia de gestar es una experiencia femenina en cualquier persona de cualquier género que se autoasuma. Es decir, incluso las personas que tienen una identidad no femenina, si tienen órganos que les permiten gestar creo que es una experiencia que hacen de la femineidad. Independientemente de que no se digan mujeres. Es un componente de la femineidad que es importante. No es el que decide y el que define, eso es otra cosa.
— Entiendo perfectamente el punto. ¿Alguna vez pensaste que el feminismo podía llegar a tener la característica popular que tiene en estos momentos?
— Sí, debo haber estado un poco loca pero sí. Sí. Pero lo que es interesante además es que toma esta masividad en relación a la defensa de la vida de las mujeres.
— Así es.
— La Campaña, desde que surgió, ha crecido, nunca ha disminuido, siempre fue acumulando extensión, grupos distintos, variados, plurales, variedad de identidades, de posiciones políticas, sociales, de clases, etcétera. Siempre ha sido un movimiento que no es homogéneo. Y me parece que esto hace que pueda extenderse, yo creo que con bastante fuerza y bastante suerte, dentro de una estrategia que admita esta extensión. Es decir que el feminismo no puede extenderse cuando adopta un criterio de gueto. Aquí, tenés otra perlita (risas).
— Para analizarte (risas).
— Yo muchas veces he puesto en mis escritos, lo encontrarás en el libro en algún momento, que, hay que salir del gueto de las mujeres. Y esta masividad se dio así, de esta manera, con la infiltración intersticial en los hábitos, en las costumbres, en la vida cotidiana. Acompañada de un discurso y de una teoría, porque hay teoría feminista, que empieza a ser escuchada. Y a ser estudiada y leída y a ser actuada sobre todo y a ser vivida en la transmisión generacional. Ese es un rasgo muy, muy importante de la transmisión de la ideología que está utilizada de cualquier manera por las fuerzas más conservadoras, más de derecha, no sé cómo llamarla. Pero se transmite. Se transmite en los vínculos inmediatos, en la crianza, se transmite en la ficción, en las creaciones artísticas, en los discursos políticos. Se transmiten las luchas por los derechos que hemos conquistado en todos estos últimos años, que son muchos y que son, como decíamos al principio, lo que no abandonamos, no soltamos, ni un paso atrás. Hay que sostener y hay que vivir de acuerdo con esas formas de vida que estamos proponiendo y reivindicando, que las mujeres puedan decidir sobre su propia historia, sus propios proyectos, sus propios cuerpos, igual que cualquier otra variedad de la enorme variedad o diversidad de asunciones de género.
— Mencionabas el tema de la violencia sobre las mujeres y en el 2015 fue cuando surgió Ni Una Menos como una consigna transversal que sacó mucha gente a la calle por primera vez para pedir por derechos que tenían, que tienen, que ver con las mujeres. ¿Se acercaron más mujeres a partir de ese momento?
— Pienso que fue un acierto muy grande, tanto de la campaña de Ni Una Menos como de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, integrarse. No fue totalmente fácil pero se consumó una integración y una alianza con ése y otros movimientos sociales pero fundamentalmente con el Ni Una Menos. Es decir que ese es un ejemplo muy virtuoso. El trabajo político que hemos hecho desde el Movimiento de Mujeres, el movimiento feminista, es como un ejemplo para otros movimientos sociales que es el trabajo de alianzas y coaliciones. Lo mismo con movimientos territoriales. Y con movimientos de partidos políticos, en donde hemos hecho mucho hincapié en que declinaran sus intereses políticos partidarios y ha sido parte de la historia de la Campaña sostener una pluralidad política que no siempre fue fácil.
— Este es el primer 8 de marzo en donde el aborto seguro y gratuito es ley, me gustaría que me dijeras algo sobre esto.
— Sí. Me parece que este 8 de marzo tiene que ser de celebración de que es ley. Y también de desafío de hacer que la ley se convierta en una práctica accesible para todas las personas afectadas por el tema. Que la ley no sea papel mojado, digamos. Y que la ley sea acompañada además por todo lo que fue declamado durante el debate parlamentario, quiero decir, la existencia de la educación sexual integral con enfoque de género, con enfoque feminista diría yo, y que las prácticas de abortos sean hechas con los criterios de respeto de acceso universal. Universal quiere decir para todas las que quieran abortar, no quiere decir que todo el mundo tiene que abortar. Es realmente un argumento para idiotas que ha sido muy repetido, ¿no? Como si fuera obligatorio. No, no es obligatorio, es para las personas que lo quieren hacer. Y que muchas son personas que profesan distintas religiones.
— Claro.
— Hay que avanzar en la separación de la Iglesia y el Estado y en el acceso a los adelantos tecnológicos como las técnicas de aborto más seguras, como el aborto medicamentoso o una aspiración manual endouterina, que son técnicas que tienen la ventaja de que no son riesgosas y que son accesibles económicamente. En la producción de misoprostol en los laboratorios nacionales. Es decir, hay un montón de tareas que quedan, no solo oponerse a la judicialización, que ya está en marcha, -y perdida porque los pocos intentos que ha habido hasta ahora los perdieron-, pero tenemos mucho para hacer. Pero es muy distinto hacerlo desde la herramienta de la ley que conseguimos en las calles, en las escuelas, en las universidades, en los clubes, en las organizaciones territoriales, los conjuntos de teatro. Es decir, nuestra calle es muy grande, es muy amplia, no es solamente la manifestación en Avenida de Mayo; nuestra calle abarca todos los lugares del país porque es federal, y todos los lugares donde la gente se junta por intereses comunes y trabaja para lograr lo que hace real vivir con mayor placer, mayor bienestar, más acceso a las relaciones respetuosas entre las personas y no violentas, sobre todo en este momento, hay que decirlo. La Campaña por el Derecho al Aborto tiene una integralidad que no es para nada ficticia y por eso provoca las reacciones, que tampoco son ficticias, de un sector social muy apegado a las formas tradicionales de organización social, patriarcales, capitalistas, de explotación, de subordinación, de cosificación de las mujeres y las personas que son feminizadas en el sentido de que son subordinadas al dominio del colectivo androcéntrico patriarcal, machista. Es decir que hoy tiene que destacarse bien lo que hemos logrado, pero aún tenemos mucho que hacer.
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