Qué es el neo-operaísmo, la corriente de izquierda que dejó la fábrica y se reinventa en una nueva etapa del capitalismo

Inspirados en la tradición originada en la Italia de posguerra, un grupo de intelectuales reactualizan sus tesis sobre las nuevas formas de explotación. Un libro publicado por la editorial Caja Negra reúne veinte textos clásicos y contemporáneos sobre este debate

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La propuesta de un "ingreso básico universal" e incondicional, o un ingreso de cuidados, una de las apuestas políticas de los autores neo-operaístas.
La propuesta de un "ingreso básico universal" e incondicional, o un ingreso de cuidados, una de las apuestas políticas de los autores neo-operaístas.

Sergio Bolonia, una de las figuras destacadas de la izquierda italiana, lo definió de la siguiente manera: “Son los únicos que han tenido éxito en seguir la evolución del capitalismo desde Henry Ford hasta Steve Jobs”. La arriesgada conclusión refiere al operaísmo (obrerismo), un subproducto de las ideas de Carlos Marx que supo inspirar, desde las fábricas, formas alternativas de combate en el movimiento obrero durante la posguerra de Italia, cuando tuvo su “milagrosa” recuperación tras la devastación bélica. Desde entonces, sus tesis centrales cuestionan los paradigmas de la ortodoxia que divulgaban los viejos partidos comunistas y del socialismo, y hoy vuelven a la carga para hacerse un lugar en el imaginario de los sectores sociales y políticos que buscan una alternativa al capitalismo.

Neo-operaísmo (2020, Caja Negra) reúne los debates actuales y un conjunto de autores que abrevan en la “corriente de pensamiento y activismo anticapitalista que tiene su origen histórico en las luchas obreras en la Italia de los años 50 y 60 del siglo pasado y que toma cuerpo en publicaciones de la época como Quaderni Rossi y Clase Operaia”, resume a Infobae Mauro Reis, el compilador del libro de ensayos. “El neo-operaísmo recoge, prolonga y renueva la tradición teórica y militante que se genera en el interior de esas luchas”, completa.

A diferencia de lo que indica la ortodoxia marxista, intelectuales y economistas, esta tradición sostiene que el capital -y por lo tanto, la economía, el mercado y la producción- es determinado por su antagonista, la clase trabajadora, y no al revés. La composición técnica del trabajo, como las fábricas de antaño que organizaban toda la vida social o las actuales nuevas tecnologías algorítmicas y de aprendizaje entre las que se inscriben el “biocapitalismo” o el “capitalismo cognitivo”, no pueden explicarse sin involucrar sus resistencias, sus crisis y las reacciones de las contrapartes. Así lo sostienen autores operaístas como Andrea Fumagalli, Franco Bifo Berardi y Paolo Virno, entre otros.

“El neo-operaísmo considera fundamental que la tesis de que la fábrica no es ya, como lo era en la época fordista, el lugar privilegiado de explotación y extracción por parte del capital, por un lado, ni, por el otro, el lugar privilegiado para la formación de la subjetividad antagonista, representada anteriormente por el obrero”, subraya Reis. Esa idea, agrega Reis, comienza a gestarse desde los años sesenta con la obra de Antonio Negri, autor del best seller Imperio y Multitud, que tuvo una importante influencia en la izquierda latinoamericana de los años noventa y dos mil. En esa etapa, según esta perspectiva, la explotación pasó a las grandes ciudades, y luego hacia todos los territorios.

“Al abandonar la fábrica como lugar privilegiado de explotación y extracción, el nuevo modo de producción provoca que el tiempo de producción (de trabajo) y el tiempo de vida (el tiempo libre, digamos) dejen de ser claramente distinguibles. Como resultado, el obrero deja de ser el sujeto central en el análisis”, aclara Reis.

El corpus de la obra neo-operaísta apunta a los nuevos fenómenos políticos, sociales y económicos en los que la izquierda suele tener problemas para hacer pie y dar una respuesta eficaz, al menos en América Latina. El llamado “trabajo inmaterial” y cognitivo; el extractivismo de datos de las plataformas como Google, Facebook y Amazon; la financiarización de la economía o las profundas transformaciones que desencadenó la crisis sanitaria por el coronavirus son algunos de los temas que abordan los veinte textos clásicos y nuevos incluidos por la publicación de Caja Negra.

La compilación permite además reactualizar y contraponer conceptos clásicos del marxismo, como “composición de clase”, “autonomía”, “crítica del desarrollo” o “general intellect”. Pero también nuevas categorías, como el precariado, los comunes o feminización del trabajo que, según los intelectuales de esta corriente, revisten una importancia crucial a la hora de imaginar una alternativa política a lo existente. Por eso, aseguran, el legado de su tradición es una metodología de conocimiento.

“La capacidad de renovación de la tradición operaísta se debe no solamente a la revisión crítica continua que aplica sobre sí misma, sino también a que ha obedecido siempre al principio de que toda teoría, todo concepto, toda praxis, deben nacer de la investigación de la realidad más inmediata, y ser construidos a partir de procesos de lucha reales, concretos”, comenta Reis.

A diferencia de otras vertientes de izquierda y de partidos tradicionales que se lanzan a la conquista del poder del Estado, los neo-operaístas optan por otro tipo de estrategias. El campo del conflicto no ocurre ya en las urnas, en el poder político de la democracia representativa o las medidas de fuerza tradicionales en lo económico-sindical. Según las tesis compartidas por esta corriente, la valorización tiende a injertarse en diferentes formas de trabajo que desbordan las jornadas oficiales para “coincidir más y más con la totalidad de la vida”, afirma el Colectivo Commonware.

Los comuneros de Mondeggi, una organización autogestiva de la campiña italiana en la zona de Florencia que defienden a la tierra como un "bien común". La experiencia es destacada por los neo-operaístas.
Los comuneros de Mondeggi, una organización autogestiva de la campiña italiana en la zona de Florencia que defienden a la tierra como un "bien común". La experiencia es destacada por los neo-operaístas.

De ahí deviene la preocupación de estos activistas por discutir aspectos como la “subjetividad empresarial” o el emprendedorismo dominante, la proletarización de los trabajadores del conocimiento, junto a propuestas que van desde la implementación de un ingreso básico universal para garantizar el “derecho a elegir”, la creación de criptomonedas que favorezcan la cooperación social o acciones de sabotaje creativas adecuadas al mundo digital.

Habría que reactivar el uso de la fuerza, de un poder de bloqueo y suspensión del sometimiento que pueda desempeñar la misma función que la huelga en el capitalismo industrial. Sin esto, la oleada neoliberal aplicará integralmente su programa: reducir salarios al nivel de supervivencia, reducir los servicios del Estado de bienestar al mínimo, privatizar todo lo que todavía queda en el dominio “público”, arrastrando a la población al proceso regresivo del hombre endeudado”, dice Maurizio Lazzarato en uno de los artículos compilados.

Para Mauro Reis, la “lucha anticapitalista más urgente” y “más efectiva está en la generación, reapropiación y la defensa colectivas de los comunes, lo que llaman las “prácticas del común”, es decir, aquello que es “generado por todos y para todos”. “No solo los recursos naturales -entendidos como bienes comunes- sino también y sobre todo, las capacidades humanas de compartir relaciones, por ejemplo, el conocimiento colectivo, las habilidades colectivas, las experiencias, la atención, nuestras capacidades afectivas, nuestra capacidad de cuidado mutuo”, sostiene.

“Todo ello está en peligro de ser sometido por el capital a procesos de valorización, y la tares más urgente de la lucha anticapitalista es el diseño e implementación de estrategias para su defensa y la continuidad de su producción y aprovechamiento fuera del circuito de valorización capitalista”, concluyó Reis.

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