La belleza del día: “Timoclea matando al capitán de Alejandro Magno”, de Elisabetta Sirani

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“Timoclea matando al capitán de Alejandro Magno”, de Elisabetta Sirani, en el Museo Di Capodimonte, Nápoles, Italia
“Timoclea matando al capitán de Alejandro Magno”, de Elisabetta Sirani, en el Museo Di Capodimonte, Nápoles, Italia

Elisabetta Sirani (1637– 1665) fue una gran pintora del barroco que desafió las convenciones de su época y que se terminó ganando el respeto y la admiración del público. Solo su prematura muerte y la lectura patriarcal de la historia del arte la fueron sacando del lugar que hoy se le reconoce.

Como Lavinia Fontana, nació en Bologna y se convirtió en una referente de la exquisita escuela de esa ciudad del siglo XVII. Al principio debió mostrar su valía por ser mujer y por ser hija de otro artista renombrado del momento: Giovanni Sirani, principal ayudante de Guido Reni.

Como era habitual en aquel tiempo, no tuvo formación académica y aprendió en el taller de su padre, por lo que nunca tuvo acceso a modelos vivos para estudiar la anatomía humana in situ.

Realizaba grandes lienzos de composiciones religiosas, pero el hecho de ser mujer despertaba dudas sobre si realmente estas piezas eran de su factura o de su padre como también la velocidad que tenía para realizar tales trabajos.

Cansada de los comentarios peyorativos, Sirani abrió su atelier a todos, para que pudieran verla en acción y así terminar con las cuestionamientos. Y no solo eso, con el tiempo abriría una innovadora escuela para mujeres en la que educaba a estudiantes sin importar su procedencia, incluso a sus hermanas.

La obra Timoclea matando al capitán de Alejandro Magno, de 1659, recrea una escena de Vida de Alejandro Magno, de Plutarco. Allí relata como las tropas del conquistador tomaron Tebas, Grecia, en el 335 a. C. y que unos soldaron tricios se dirigieron a la casa de Timoclea, una de las mujeres más importantes de la ciudad para saquearla.

Mientras lo militares se llevaban todo lo que podían, el comandante violó a Timoclea, y luego le preguntó dónde tenía más bienes. Ella le dijo que guardaba plata y oro en un pozo de su jardín. Cuando el hombre se acercó para comprobarlo, ella lo empujó y luego le lanzó piedras hasta matarlo. Plutarco cambió esta versión en Virtudes de mujeres en la que asegura que el comandante no fue empujado sino que descendió por su cuenta y fue entonces fue cuando Timoclea y sus criadas lo lapidaron.

Timotea fue llevada hasta Alejandro y confesó su crímen. Le dijo que era hermana de Teágenes, que había combatido contra Filipo en la Batalla de Queronea por la libertad de los griegos para evitar que tuvieran que sufrir experiencias como la que ella había pasado aquel día, y que prefería morir antes de volver atravesar otra vez por ese martirio. El emperador le perdonó la vida y le dejó libre.

Timoclea matando al capitán de Alejandro Magno, que se encuentra en el Museo Di Capodimonte, Nápoles, no fue la primera obra en retratar esta historia, pero sí la que eligió el momento en que Timoclea llevababa a cabo su venganza, cuando lo más común era retratar el encuentro con Alejandro.

Tras la muerte de su padre, Elisabetta Sirani se convirtió en el sostén de la familia y ocupó el lugar de su progenitor en la sociedad. Su taller fue frecuentado por coleccionistas y entre sus clientes se encontraba el Gran Duque Cosme III de Médici. Su nombre era respetado en toda Europa.

Su muerte, a los 27 años, causó controversia. Se sospechaba que había sido envenenada por una criada, aunque no encontraron pruebas y la mujer fue absuelta. Una autopsia reveló que había sufrido varias úlceras de estómago.

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