Una imponente muestra que da cuenta de la potencia de la gráfica en el impulso de los cambios visuales desde lo social y cultural se expone en el Museo Nacional del Grabado, donde dialogan obras de 40 artistas y colectivos de arte contemporáneos y 70 piezas del acervo de ese museo, entre las que figuran creaciones de Luis Felipe Noé, León Ferrari, Magdalena Jitrik y Liliana Porter.
Atravesada por temáticas como la cuestión de género, el feminismo, la protección del medio ambiente, la sociopolítica y el rol de internet en la sociedad actual, la exposición Transformación. La gráfica en desborde se nutre de xilografías, litografías, serigrafías, afiches, publicaciones, sellos, stickers y proyecciones, en obras que van del papel a la tela.
Con la curaduría de Silvia Dolinko y Cristina Blanco, la muestra ilustra el recorrido y transformación de la escena gráfica en las últimas décadas, desde un presente atravesado por una pandemia que en 2020 llevó a la humanidad a replantearse el transcurrir del tiempo y la ocupación del espacio.
Desplegada en gran parte de la Casa del Bicentenario donde el Museo del Grabado ocupa el cuarto piso, la exposición se inicia en la planta baja con la exhibición del colectivo editorial platense boba, y afiches que exhortan: “Trabajo digno es más derechos”, “Mientras se grita fuego, muchos miran hacia otro lado” y otros que hacen eje en la libertad de los cuerpos femeninos y la soberanía alimentaria, realizados con técnicas contemporáneas de impresión como serigrafía e impresión industrial offset.
Fanzines y dispositivos objetuales también forman parte de las obras del colectivo platense que “metafóricamente quería trabajar la pandemia como cápsula del tiempo, y pensar qué podíamos encontrar una vez que esa cápsula fuera abierta”, explicó Blanco a Télam durante la recorrida por la exposición.
El taller de grabado “Fabrica de estampas”, de Buenos Aires, que trabaja la micropolítica en el territorio, produjo “banderas” para visibilizar cuestiones sociales que surgieron durante la pandemia relacionadas a la presencia de ollas populares, libros en los barrios, cuidado hacia las travestis, o reclamar territorios libres de agrotóxicos, explica Blanco.
Un mural de papel de fondo rosa, en el que Pablo Rosales, trabaja con superposición de técnicas de impresión no artesanal, y en el que plasma sellos que tematizan el trabajo que fue desarrollando en las redes, integran esta parte de la muestra.
Sala de espera es el trabajo de Ivana Vollaro, un audiovisual que remite al tiempo circular, como una especie de tiempo de espera infinito asociado a lo digital y series que remiten a la idea del círculo fragmentado con el que construye un sello y postales en las que aparecen frases extraídas como “Los tiempos de espera podrían ser superiores a los previstos”, que se asocia a la reconfiguración del tiempo, en pandemia.
En el primer piso, la muestra continúa con la zona “Transmutar”, que pone en diálogo la colección contemporánea con las obras del museo, que incluye 12 mil piezas, de las cuales 8 mil son estampas, de un acervo que comenzó a formarse en los años 60.
La obra del artista platense Edgardo Antonio Vigo, pionero de las vanguardias artísticas de Argentina y América Latina, que aparece en este tramo, es un eje conductor de la exposición, explica Dolinko quien recuerda que la obra del artista estuvo marcada por “una fuerte experimentación”.
Vigo concebía “la obra gráfica como un dispositivo privilegiado para pensar la comunicación”, explica Dolinko al precisar que el artista “hablaba de un arte tocable, en el sentido de desacralizar el acceso al arte.
Obras de Liliana Porter y Luis Felipe Noé de grabado en metal con técnicas mixtas que remiten a experiencias muy experimentales de los 60, se exhiben en este segmento de la muestra, así como obras de Mabel Rubio y de Fernando López Olaya, representantes de una expansión en el espacio y en las poéticas.
Junto a estos trabajos, se destaca el de la tucumana Lulú Lobo, “una instalación hecha en xilografía, en papel molde, de textura muy liviana, para representar lo etéreo, lo liviano, y la expansión en el espacio”, explica Dolinko.
Algunos artistas -cuenta Blanco- desarrollaron proyectos específicamente para la exposición como Esteban Álvarez, quien basado en memes decidió plasmar imágenes en placas de bronce, que juega con la idea de “llevar al bronce” imágenes etéreas, efímeras relacionadas con lo inmaterial que aparece en las redes.
Como parte de la colección del Museo del Grabado, se exponen obras de León Ferrari, que pertenecen a la época de su exilio paulista y obras de Juan Carlos Romero y Roberto Jacoby, cedidas para la muestra por el Museo de Bellas Artes.
La obra del artista rosarino Marcelo Kopp, Ciudad de Humo, que alude a los incendios y la problemática de los humedales, impresa en stickers, a partir de técnica de xilografías, y puesto a circular en el espacio público resultó un caso interesante para trabajar las técnicas tradicionales y las formas más contemporáneas de intervención, así como los vínculos con obras de Víctor Rebuffo, Adolfo Belo, señala Blanco.
Aguatintas de Elisa O’Farrel aparecen bajo el nombre de Un desastre manifiesto donde la artista imagina y recrea escenarios algo apocalípticos como inundaciones, incendios, problemáticas urbanas y rurales, a partir de problemáticas reales tomadas de los medios.
En el caso de Julia Mensch, a partir de fotografías tomadas a la tapas de libros de la biblioteca personal de su abuelo -que fue obrero gráfico- construye “La vida en rojo”, en la que como artista contemporánea trabaja, con una organización cromática muy cuidada, problemáticas de la gráfica y el comunismo.
En el segundo piso y con el nombre de “Irradiar”, la muestra se nutre de los vínculos de artistas y sus redes a partir de la gráfica y la intervención en el espacio público urbano.
Aparece nuevamente la obra de Edgardo Vigo que arma redes desde la publicación de la revista Diagonal Cero, editada en La Plata en los 60, con una puesta en los cambios en la gráfica y la incorporación de la poesía visual, al tiempo que organiza el proyecto de un museo en valija con materiales que edita en esos años.
Sobre un fondo verde intenso, la exposición continúa con la obra de artistas contemporáneos platenses, que participaron de la muestra de serigrafistas queer, desplegando distintas acciones realizadas en el espacio público, como la evocación de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y de la activista trans Diana Sacayán, y a favor del aborto legal.
El dúo Iconoclasistas hace foco en la cuestión agraria, con una obra denominada A quién pertenece la tierra, un impreso en vinilo de un mapamundi a gran escala, que surgió de una investigación en el territorio y da cuenta de la explotación en zonas agrarias, sobre todo de la mujer, señala Blanco.
A poco del 8M, el colectivo tucumano La Lola Mora, exhibe la intervención Hechar por tierra realizada con delantales de trabajadoras que en uno de los extremos recortaron la palabra Mandato, que han dejado impresa en las paredes de Tafí Viejo usando tierras locales, para mostrar diferentes problemáticas y luchas, y discutir los mandatos heredados.
Trabajos de estudiantes, tanto presas como guardias, del centro universitario de la Universidad de San Martín del penal de José León Suárez, forman parte de la exposición, que incluye además una proyección de imágenes de incendios en el Delta del Paraná sobre paredes de edificios, realizada por artistas de Rosario que reclaman la ley de humedales, y entran en diálogo con obras de Ricardo Carpani y Victor Rebuffo.
La muestra incluye también piezas gráficas de la campaña “Vivas nos queremos”, y en el cuarto piso, con la idea de repensar la figura de artistas históricos, los cordobeses Leticia Obeid y Lucas Di Pascuale, quienes trabajaron sobre la figura de Aída Carballo, y del archivo del Club de la Estampa de Buenos Aires. La muestra, que permanecerá hasta el 26 de junio de 2021, podrá visitarse los jueves, viernes y sábados de 17 a 20 (con reserva previa en la web) en Riobamba 985, CABA.
Fuente: Télam
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