Todos los géneros musicales tienen a su chico malo, una figura rebelde y transgresora que patea el tablero y cuestiona sus cánones. Serge Gainsbourg fue el enfant terrible de la chanson, un compositor que traspasó los límites de la corrección política y que, tal como dijo el presidente de Francia François Mitterrand cuando el músico falleció un día como hoy hace 30 años, “elevó la canción a la categoría de arte”. Innovador y provocador en partes iguales, tal vez su mayor legado fue el creer que no había temas prohibidos: ya sea el sexo o el nacionalismo, todo podía ser tratado con humor y un original uso del lenguaje.
Gainsbourg conoció el estrellato a los 40 años, una edad avanzada para un artista popular, con “Je t’aime... moi non plus”, un dueto con la actriz británica Jane Birkin, quien fue su pareja durante poco más de una década. La canción probablemente sea la más eróticamente explícita de la historia del pop. Sobre la base de una melodía de teclado muy similar a “A whiter shade of pale” de Procol Harum (que en realidad está tomada del “Aria para la cuerda de sol” de Johann Sebastian Bach), los amantes susurran, entre gemidos -que según la leyenda fueron reales-, frases como “Tú eres la ola, yo la isla desnuda” y “El amor físico es un callejón sin salida”.
El título proviene de una famosa frase de Salvador Dalí sobre otro pintor español: “[Pablo] Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco”. Serge lo conoció a través de su primera esposa, la artista plástica Élisabeth “Lise” Levitsky, que fue secretaria del poeta surrealista Georges Hugnet.
El simple fue un éxito en muchos países de Europa a pesar de (o gracias a) su prohibición luego de que el Vaticano lo calificó de obsceno. En el Reino Unido fue la primera vez que un tema cantado en otro idioma llegaba al primer puesto de su ranking y que, a su vez, sufría censura.
La verdadera musa inspiradora de Gainsbourg fue Brigitte Bardot, con quien tuvo un breve romance en 1967. Ambos grabaron juntos una serie de dúos, como la clásica “Bonnie & Clyde” y la versión original de “Je t’aime... moi non plus”, que permaneció inédita hasta 1986. En su momento, la actriz le pidió a Serge que no saliera a la luz para no complicar aún más las cosas con su marido, el fotógrafo Gunter Sachs. Su historia de amor fue breve, pero intensa y pública.
El éxito de esa canción y su relación con Jane Birkin lo puso en las páginas de todos los medios. Antes, solo había conocido el éxito a través de otros, como compositor de artistas como Françoise Hardy, Juliette Gréco (para quien escribió “La Javanaise”), Claude François y, fundamentalmente, France Gall, a quien le hizo ganar el concurso de Eurovisión con “Poupée de cire, poupée de son” en 1965.
Al año siguiente la avergonzó con “Les Sucettes”, que con un evidente doble sentido habla de una joven que disfruta comer chupetines. Cuando la cantante de 18 años descubrió el verdadero significado de la letra, el sencillo ya estaba en la calle.
Como David Bowie, Gainsbourg fue mutando musicalmente con el transcurso del tiempo, siempre adelantado y llevando a su Francia natal la música que sonaba en otros países.
Empezó tocando en los clubes y cabarets de París. Su intención era dedicarse a la pintura, pero la falta de empleo lo llevó a seguir la profesión de su padre, que era pianista. La cantante Michèle Arnaúd, a quien el músico acompañaba en guitarra, y Francis Claude, dueño del cabaret Milord l’Arsouille, descubrieron sus composiciones cuando fueron a su casa a mirar sus cuadros. Impresionados por su prosa tan particular, llena de humor y observaciones cínicas, lo empujaron al escenario y lo ayudaron a obtener su primer contrato de grabación.
En Du chant à la une!, su álbum debut de 1958, hay una novedosa fusión de la chanson con el jazz de la época, que combinado con la mordacidad de sus letras fue comparado con su ídolo, el artista Boris Vian, que a su vez, antes de morir en 1959, lo puso a la altura del compositor norteamericano Cole Porter. De allí se desprende “Le Poinçonneur des Lilas”, que relata la historia de un trabajador del metro que se dedica a marcar los tickets de los pasajeros, una tarea tan monótona que lo empuja al suicidio.
Sus siguientes discos, Nº 2 (1959) y L’Étonnant Serge Gainsbourg (1961) siguen la misma senda, tanto en lo estético como en su nulo éxito comercial. Su tercer LP era un homenaje a la poesía con citas a Jacques Prévert, Gérard de Nerval, Victor Hugo y Félix Alvers.
Entre ambos trabajos obtuvo su primer éxito importante, “L’Eau à la bouche”, tema principal de la película homónima. A lo largo de su carrera, Gainsbourg compuso la banda sonora de diversas películas, desde dramas como Les Loups dans la bergerie (1960) hasta eróticas como Goodbye Emmanuelle (1977). También tuvo una prominente participación como actor en diferentes producciones. Fue en los sets de filmación donde conoció a Bardot y a Birkin, a quienes conquistó a pesar de que la crítica dedicó varias líneas a su aspecto físico, algo que él rebatió con una frase que quedó en la historia. “Puede que sea feo –admitía-, pero la fealdad es más fuerte que la belleza: al menos, dura para siempre”.
Cualquier otro artista hubiera intentado replicar la fórmula que lo hizo vender más de cien mil copias, pero Serge retomó el estilo de sus primeros discos, esta vez experimentando con otros estilos musicales. En Nº4 (1962) incorporó influencias de la música latina y el rock, en Gainsbourg Confidentiel (1963) exploró el jazz de vanguardia más minimalista y en Gainsbourg Percussions (1964) incursionó en los ritmos afrocubanos y brasileros.
Mientras sus propios discos eran un fracaso (Confidentiel apenas vendió 1500 copias), como compositor estuvo detrás de decenas de éxitos de la nueva generación de artistas del pop francés, conocido en esa época como yé-yé, que combinó la chanson con la música anglófona del momento, el beat inglés y el R&B de los grupos vocales femeninos de los Estados Unidos. Recién en la segunda parte de los ’60, motivado por los duetos que grabó con Bardot –a quien le dedicó el álbum Initials B.B.-, se acercó más a este sonido moderno, pero siempre con un estilo irreverente y seductor que llegó a su punto más alto con “Je t’aime... moi non plus”.
El éxito y la exposición mediática no hicieron la música de Gainsbourg más accesible. Por el contrario, se volvió más controversial y compleja. En 1971 editó su obra maestra, Histoire de Melody Nelson, un álbum de rock progresivo con todos los encantos de la chanson y que hoy es considerado una obra fundamental de la música popular francesa. Tomando el concepto de la novela Lolita de Vladimir Nabokov, pero también su relación con Jane Birkin, a quien casi doblaba en edad, Serge desarrolla el relato de un hombre mayor que se enamora de una chica de 15 años que termina perdiendo su vida en un accidente aéreo. Se trata de su trabajo más ambicioso, en donde prioriza la narración por sobre el canto. El álbum está ensamblado a la perfección para que gire en torno al siete, el número de mala suerte de la joven: de las siete canciones que lo componen, las dos que relatan sus desgracias alcanzan los siete minutos. Además, la duración total del LP es de veintiocho minutos, que es múltiplo del número maldito.
Hizo Vu de l’extérieur en 1973 tras sufrir un infarto. Tenía 45 años y en lugar de cuidar su salud siguió con su ingesta diaria de alcohol y cigarrillos. Tampoco dejó a un lado la polémica. Llevaba una vida tranquila con Birkin y su hija Charlotte, por lo que la provocación en esta ocasión pasó por el humor infantil y escatológico (el título “Pamela Popo” deja poco margen para la interpretación). ainsbourg es el único artista que pudo cantar sobre flatulencias sin perder la sensualidad. Volvería a hablar de ventosidades en 1980 en su novela Evguénie Sokolov, sobre un pintor avant-garde que hacía arte con sus gases. La historia tiene elementos autobiográficos y guiños a Diario de un genio de Dalí, que incluye como anexo un ensayo titulado “El arte de tirarse pedos”. El autor la adaptó en formato canción un año más tarde, en el álbum Mauvaises nouvelles des étoiles, y la transformó en un reggae instrumental con sonidos de flatos.
Gainsbourg vivió su infancia en la Francia ocupada por el ejército alemán y fue obligado a llevar la estrella amarilla que distinguía a los judíos de los demás. Sus padres habían escapado de Rusia después de la revolución y luego abandonaron su hogar en París hacia la Zona Libre gobernada por la administración de Vichy.
Su verdadero nombre era Lucien Ginsburg, pero decidió cambiarlo cuando se inscribió en la sociedad francesa de autores. Modificó su apellido en homenaje al pintor inglés Thomas Gainsborough, mientras que reemplazó Lucien, que siempre le sonó a nombre de estilista, por Serge, que lo vinculaba a sus raíces rusas. Si bien siempre llevó una vida laica, nunca olvidó su origen judío, ni que en la década del ’40 pudo haber sido asesinado.
Rock Around The Bunker, editado en 1975, fue su forma de somatizar el pasado. Se trata de una sátira contra los nazis hecha a base de rock and roll de los ’50 y muchísimo humor negro. Hay referencias a Adolf Hitler, a Eva Braun, a la Noche de los Cuchillos Largos (“Nazi Rock”), al refugio que Latinoamérica le dio a los jerarcas nazis (“SS In Uruguay”) y los campos de exterminio (“Est-ce est-ce si bon?”, que literalmente se puede traducir como “¿SS tan bueno?”). En “Yellow Star” recuerda con ironía lo duro que fue llevar la estrella amarilla. Quizás por eso aceptó en 1967 el pedido de la Embajada de Israel de escribir una canción que animara a las tropas durante la Guerra de los Seis Días a la que llamó “Le sable et le soldat” (“La arena y el soldado”).
L’Homme à tête de chou de 1976 marcó el fin de su etapa de discos conceptuales. Esta vez Gainsbourg cuenta la historia de un periodista que se obsesiona con una asistente de peluquería llamada Marilou, a quien asesina al descubrir que se acuesta con dos rockeros. Luego de su crimen, el hombre se vuelve loco, cree que su cabeza se vuelve un repollo, y es internado en un manicomio. En este álbum incursiona por primera vez en el reggae, género en el que se metió de lleno en su siguiente trabajo.
A casi diez años de “Je t’aime... moi non plus”, Serge buscaba nuevamente el éxito. Musicalmente hablando, había hecho todo lo que quería. Seguía cosechando hits a través de otros artistas, pero en su carrera solista asumía riesgos que, como era de esperar, no redituaban comercialmente. Quería volver a estar en lo más alto otra vez, a la par de su esposa. En realidad, fuera de su sombra. Lo logró con el simple “Sea, sex and sun”, su sensual lectura de la música disco, que fue incluida en la película Les Bronzés.
En 1979 hizo otro giro de 180 grados y viajó a Jamaica para grabar un álbum de reggae. Mientras Europa seguía recogiendo las esquirlas que había dejado el punk, el productor Philippe Lerichomme se ocupó de conseguir a los músicos más prestigiosos de la isla, que incluyó en la sección rítmica a Sly Dunbar y Robbie Shakespeare –que al poco tiempo se convirtieron en dos de los más importantes productores del género- y a las I Trees, el grupo de coristas de Bob Marley, que integraba su esposa Rita.
Fue uno de los primeros intentos de un francés en interpretar la música del país caribeño y fue un suceso absoluto. “No fue Bob Marley el que inició a Francia en el reggae. Fui yo”, dijo en aquel entonces. Por primera vez, Serge fue tapa de las revistas por un álbum propio, que llegó a ser de platino. Él hizo que la fusión del reggae con la chanson sonara natural, pero fiel a su estilo, también hizo enojar a muchos. Al parecer, el compositor de “No woman, no cry” se puso furioso cuando se enteró que le hizo cantar a su mujer letras pervertidas y controversiales acerca del Ku Kux Klan (“Relax, baby be cool”), de una chica rastafari menor de edad (“Lola Rastaquouere”) y de un hombre exhibicionista que se orina y pedorrea mientras sube una escalera (“Eau et gaz à tous les étages”).
Pero la mayor provocación, que generó el rechazo de los sectores más reaccionarios de la sociedad francesa, fue su versión reggae de “La Marsellesa”, que es la que le da nombre al álbum: “Aux armes et cætera” (“A las armas, etcétera”). La periodista e historiadora musical Sylvie Simmons, que escribió una completa biografía del músico, afirma que, para los franceses, escuchar a un judío acompañado por grupo de rastafaris entonando el himno nacional tuvo el mismo impacto que “God Save The Queen” de los Sex Pistols en Inglaterra y Jimi Hendrix tocando “Star Spangled Banner” solo con su guitarra en Woodstock como protesta contra de la Guerra de Vietnam.
Serge recibió amenazas de muerte y el diario de ultraderecha Le Figaro publicó un editorial de tinte antisemita acusándolo de profanador. En Estrasburgo, un grupo de militares irrumpió en un concierto y el cantante, en vez de cancelarlo, salió a escena solo y cantó el himno a capella. Los soldados, desconcertados, no tuvieron otra alternativa más que ovacionarlo. Al poco tiempo, el cantautor adquirió en una subasta el manuscrito original de Claude-Joseph Rouget de Lisle y le demostró al pueblo francés que su versión de “La Marsellesa” era la más fiel al escrito original, ya que a partir del segundo estribillo, el autor prefirió escribir la línea “Aux armes et cætera” en vez de transcribirlo en su totalidad. “Casi voy a la quiebra, pero era una cuestión de honor”, afirmó.
Los ’80 representaron la decadencia de Serge Gainsbourg. Jane Birkin lo había dejado y la fama que tanto había añorado terminó de construir su imagen de bravucón. Comenzó a mostrarse públicamente bajo un personaje que denominó “Gainsbarre”, su costado más desagradable y gamberro. Se convirtió en una figura televisiva, siempre presente en algún programa, que se peleaba o le faltaba el respeto a los invitados. En una ocasión quemó un billete de 500 francos para expresarse contra los impuestos que imponía el gobierno y, en lo que fue su aparición más tristemente célebre, le dijo a Whitney Houston en la cara y sin tapujos que quería tener sexo con ella.
En cuanto a lo musical, siguió escribiendo canciones para otros artistas, en especial intérpretes femeninas, incluida su ex mujer, con quien mantuvo una gran amistad hasta el final. Respecto de su carrera en solitario, tras fracasar con su segundo álbum de reggae, Mauvaises nouvelles des étoiles, su siguiente paso fue experimentar con la música electrónica, la new wave y el hip-hop con un tratamiento similar al que les dio Malcolm McClaren, antiguo manager de Sex Pistols, en sus discos solistas.
Love On The Beat y You’re Under Arrest fueron sus últimos intentos de no quedarse atrás y sonar moderno. Otra vez, la mayor parte de las canciones tenían temáticas sexuales. El tema “Love On The Beat”, por ejemplo, consta de ocho minutos de un estribillo pegadizo impregnado por los gemidos de Bambou, su última pareja. Pero lo que más conmoción generó fue “Lemon Incest”, grabada a dúo con su hija Charlotte, que en ese momento tenía 13 años. El videoclip, dirigido por el propio Gainsbourg, lo muestra con el torso desnudo acostado en la cama al lado de su hija adolescente.
Como cineasta, sus películas no se diferenciaron mucho de su música y fueron un fracaso. En 1976, adaptó a la pantalla grande la historia de “Je t’aime... moi non plus” con Jane Birkin como protagonista levantando la temperatura con una escena erótica con vegetales, diez años antes de que Kim Basinger y Mickey Rourke lo hicieran en Nueve semanas y media.
Serge nunca abandonó sus vicios. “Hay una trilogía en mi vida, un triángulo equilátero de [los cigarrillos] Gitanes, alcoholismo y mujeres”, decía. Su salud se fue deteriorando, al igual que su aspecto físico. El 2 de marzo de 1991 murió de un infarto solo en su casa. Francia entró en shock. Todos sabían que no le quedaba mucho tiempo, pero como suele suceder con las figuras mediáticas, costó asumir su ausencia.
El mayor vacío que dejó Gainsbourg fue el de su arte. Compositor inquieto, de haber nacido en un país angloparlante es probable que hoy ocupara un lugar de privilegio en la historia del pop mundial. A pesar de que en vida fue bastardeado, ignorado e incomprendido, a treinta años de su muerte es imposible entender la música francesa actual sin su obra, desde la nueva chanson de Benjamin Biolay, Yann Tiersen y Carla Bruni, hasta el pop de Zaz y la electrónica del dúo Air. Como David Bowie, Bob Dylan y The Beatles, su música es tan ecléctica que hay un Serge Gainsbourg para cada uno. Solo hay que escuchar sus discos y descubrirlo.
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