Una mujer frente al espejo. Se observa, se analiza, se prueba distintas prendas, busca la mejor combinación, elige la definitiva. Se peina, se maquilla, se pinta labios. Pasado el tiempo, ya está lista para salir: ¿va al trabajo, sale de paseo, tiene una cita o una fiesta? František Kupka pintó en varios ocasiones ese momento íntimo y delicado. Acá, en esta nota, presentamos una de ellas: Pintalabios N° 2.
Es un óleo sobre tela de 73 x 54 centímetros de 1908. Está en el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou de París, Francia, un lugar enorme diseñado por los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers que se inauguró en 1977. Allí, este pintor checo —que nació en 1871 en la ciudad Opočno, entonces perteneciente a Bohemia Oriental, hoy República Checa— tiene muchas de sus obras.
¿Cómo definirlo? ¿Cómo recorrer su obra hoy, a casi 65 años de su muerte, en su casa de Puteaux, París, Francia, el 24 de junio de 1957? No todos los artistas son eclécticos y versátiles como lo fue František Kupka: pionero del arte abstracto y del orfismo pero con una gran habilidad para las creaciones figurativas. En su manos convivían diferentes tendencias pero también distintas técnicas. Era un artista único.
Desde 1889 hasta 1892, estudió en la Academia de Arte de Praga. Por entonces sólo pintaba temas históricos y patrióticos, hasta que entró en la Akademie der Bildenden Künste de Viena, Austria, concentrándose en tópicos simbólicos y alegóricos. Expuso en el Kunstverein de Viena en 1894, con tan sólo 23 años. En esa exposición se ve la influencia de la teosofía y la filosofía oriental.
Pero su verdadero estilo, esa esencia que, aunque con diferentes máscaras, recorrerá toda su obra, empieza a originarse en la primavera de 1896, cuando se instala en París, capital cultural de Occidente, en plena Belle Époque. Estudió en la Académie Julian y en la École des Beaux-Arts, trabajó como ilustrador de libros y carteles, hizo dibujos satíricos para diarios y revistas. En 1906 se va a vivir a Puteaux, un suburbio parisino.
Para ese entonces, el color ya no es una preocupación, sino una obsesión. Kupka lo apuesta todo en el juego de tonalidades. Se ve en Pintalabios N° 2 —el notable trabajo en la piel de la mujer: los brazos, las manos y la cara—, pero más aún en una pintura realizada el año anterior, en 1907, que lleva por título La gama amarilla: es el propio Kukpa, sentado con un libro y un cigarrillo, poseído por un dorado fenomenal.
Son tiempos muy creativos para Kukpa. Influenciado por el primer Manifiesto futurista, publicado en 1909 en Le Figaro, acentúa su trabajo con las formas y los movimientos y su obra se vuelve progresivamente abstracta. Dos buenos ejemplos son Amorpha, fuga en dos colores (1912, Galería Nacional de Praga) y, muchos años después, Ordenanza sobre verticales (1920, Centro Pompidou).
En 1931 fundó Abstraction-Création y en 1936 su obra es incluida en la exposición Cubism and Abstract Art en el MoMA de Nueva York, nueva capital cultural de Occidente. Desde entonces, Kupka es un pintor completo, cuya obra contiene un universo múltiple y es aclamada en ambos lados del Océano Atlántico. También, se convirtió en un faro, en una guía, en una influencia para las generaciones que lo sucedieron.
Nunca dejó de pintar. Lo hacía en todo momento, todos los días. Su cabeza creaba formas y luego las trasladaba al lienzo. Cualquier internauta puede pasar horas mirando obras de Kukpa, pero también perderse en cada una de ellas, como si fueran pequeños universos autosustentables. Murió en 1957 en Puteaux, a los 85 años de edad.
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