Trini Vergara: “La pandemia les dio un gran empujón a los formatos digitales”

La editora, que acaba de lanzar su nuevo sello, habló con Infobae Cultura del presente y el futuro del libro: el efecto de la pandemia en la industria, el rol de los libros digitales, la búsqueda de los lectores y las medidas para bajar el riesgo ante los vaivenes económicos de la región

Entrevista a Trini Vergara - #Entrevista

Con más de treinta y cinco años en la industria editorial, todo lo que hace Trini Vergara merece ser tenido en cuenta. Formada en los años 80 junto a su padre, Javier Vergara —fundador del sello que llevaba su nombre y que hoy, tras una historia de fusiones y adquisiciones pertenece al grupo Penguin—, Trini pasó por casi todas las áreas y casi todos los roles de un editor.

En su trayectoria, además de haber sido presidenta de la CAP (Cámara Argentina de Publicaciones) y de haber creado la consultora Entre Editores, aparece como hito el sello V&R Editoras que fundó junto a María Riba y que dirigió hasta 2018. Hay muchas historias y anécdotas alrededor de esta editorial, pero tal vez la más emblemática sea el sismo que provocaron en la Feria del Libro de 2017, cuando publicaron Por trece razones, de Jay Asher, en la colección VRYA (“V&R Young Adults”). Habían adquirido los derechos mucho antes de la serie de Netflix —de hecho, el éxito en la plataforma de streaming los forzó a cambiar la portada para la segunda edición—. Ese año, los vendedores de los stands más grandes de la feria se convirtieron en guías involuntarios de todos los adolescentes que, con desesperación, preguntaban dónde podían encontrar la novela.

Después de la experiencia de V&R, Trini Vergara empezó a desarrollar un nuevo proyecto en silencio —ayudó, sin dudas, el 2020 y la pandemia— y este mes, tras una larga dedicación al estudio y al trabajo, presentó su nuevo emprendimiento editorial: Trini Vergara Ediciones. El nombre propio habla del compromiso de la apuesta.

Sale con dos colecciones, una de thriller (“Motus”) y otra de fantasy (“Gamon”). Los primeros títulos son El juicio de Miracle Creek, de Angie Kim, y La chica que se llevaron, de Charlie Donlea, en thriller; Los reyes de la Tierra Salvaje, de Nicholas Eames, y La última sonrisa en Sunder City, de Luke Arnold, en fantasy.

“Para publicar latinoamericanos necesito un año más”, dice Vergara en diálogo con Infobae Cultura. “En realidad, cuando uno hace una traducción, el editor original hizo ya todo el trabajo. Gran respeto y gran agradecimiento, y por eso uno lo paga. En español, necesito tiempo para buscar y para estar tranquila, porque hay que hacerlo bien. Me interesa enormemente encontrar autores en nuestro idioma. Me encanta la idea. Y me gustaría que fueran primeros autores”.

Los nuevos libros de Trini Vergara Ediciones

El editor argentino y la tradición

Hablar con Trini Vergara es hacerlo acerca de sus proyectos, pero, sobre todo, de la industria. Y ella se presta sin guardarse nada.

La editorial va a tener administración en tres países: Argentina, México y España. Con una situación económica tan diferente en cada uno, ¿cómo se arma el rompecabezas? Hoy, la Argentina no tiene el poder adquisitivo de los otros dos países.

—Pero tiene más lectores.

El mercado español es diez veces el nuestro.

—Argentina tiene más lectores por habitantes. Por eso —y estamos cuidando mucho la inversión— la primera tirada es exactamente igual en España, en México y en esta Argentina. Este tipo de libro es de público general, es como el Big Mac, y apostamos con 2.500 ejemplares de thriller y 2.000 de fantasy en cada país.

¿En términos absolutos tienen el mismo precio?

—No, claro. Como se imprimen localmente, tengo la misma estructura de costos que cualquier otro y, por lo tanto, llego al precio al público de cualquier editor. Lo que no debo hacer en Argentina es importar un libro. No resiste la economía. Pero es que estamos en otro mundo; no es que sólo pase en la Argentina. El comercio exterior está trabado en el mundo entero. Vamos hacia un mundo de autosuficiencia en las regiones. Lo que vemos de la pandemia va a pasar en la economía. Nos tenemos que cuidar y autoabastecer. Por eso, quizá el futuro de los libros va a estar donde haya industria gráfica. En lugar de mandar un barco, un avión, las fronteras, las aduanas, hay que imprimir localmente.

Lo que no debo hacer en Argentina es importar un libro. No resiste la economía

¿Cómo es la escala de impresión? En los tres países van con la misma tirada, pero ¿cuántos van a imprimir en Chile?

—En Chile son 1.000 de thriller y 700 de fantasy. Esta es una primera tirada, habiendo hecho mucha investigación. Luego, nuestra tarea con los distribuidores y los libreros es monitorear muy cercanamente qué está pasando. Si un libro empieza a despertar el interés, hay que estar súper atentos para la reimpresión. Que empiece en 2.500 no quiere decir que sea la única vida. Ojalá sea solo la primera edición. Pero, aún siendo una primera edición y que nos dure un año y medio, deberíamos andar bien.

¿Cómo ves al mercado argentino respecto de España y América latina?

—El primer mercado es España. Argentina es el segundo junto con México. Argentina tiene más lectores per cápita, pero España tiene el doble de ingreso. Son doblemente ricos que nosotros. Eso hace que sea el primer mercado, porque tampoco son tantos más habitantes que nosotros. En índice de lectura estamos ahí y según el nicho que recortes, Argentina está arriba. México parece mucho más grande que la Argentina, pero la mitad del mercado es editado y comprado por el Gobierno. Si vas a la otra mitad, que es la que está en manos de las editoriales que le venden al público como aquí, son países comparables. Por eso están en el segundo lugar junto con la Argentina. Y la Argentina se queda atrás cuando hay recesión.

Quiénes vienen después: ¿Chile y Colombia?

—Chile y Colombia también tienen un mano a mano, son muy parecidos en tamaño. Pero después viene Perú. Hace treinta o cuarenta años, Venezuela era un gran mercado. Se hablaba de México y Argentina, de Venezuela y Colombia, de Chile. De Perú ni se hablaba. Pasa el tiempo, pasan las realidades, pasan las economías y las políticas y las cosas cambian. Perú es un tercer mercado fantástico porque se ha ido radicando una industria gráfica, eso es muy importante. Yo apuesto por los formatos digitales, pero todavía y por mucho tiempo, la mayor parte del mundo del libro sigue siendo el mundo papel. Publicamos, vendemos y leemos mayoritariamente en papel.

Trini Vergara (EFE)

Libros con acento propio

Habitualmente decís que es muy difícil vender ficción, pero ¿por qué apostás de nuevo a la ficción?

—¡Estoy un poco loca! [Se ríe] Es un desafío. Yo he hecho muchas cosas. En mi proyecto anterior hice libros de cocina preciosos, libros infantiles, libros regalos. Hay algo personal en tomar una decisión para que pueda probarme todavía. Eso: probarme todavía. La ficción es lo más difícil, te recibís con la ficción. Tiene adrenalina.

Es un desafío, sí, pero es uno en el que se arriesga plata.

—Sí, es plata y es mía. En mi familia me miran como diciendo: “Cuándo empieza a dar la vuelta”. Para bajar el riesgo, la primera decisión fue abrir en tres países. Y la segunda fue hacer tres formatos. Porque si publicás una edición impresa en Argentina, tenés que recuperar sólo con eso. Pero, si con el mismo contrato publico en la Argentina, en México, en España y salgo en libro impreso, en e-book y en audio, abrís todas las posibilidades para ese mismo contenido.

Es llamativo que el mismo libro se publique en traducción español peninsular para España y en español neutro para Latinoamérica. ¿Cómo es el trabajo de traducción en ese sentido?

—Primero te digo por qué: para tratar mejor a nuestros lectores. Desde los años 90, casi todos los editores de América hemos perdimos el control de los contenidos y nos transformamos en receptores. Hablo de traducciones, no de originales en español que es otro mundo. Leemos, por ejemplo, a Lucia Berlin, que es una autora estupenda, traducida en España y enviada a América con lo que para ellos es una buena traducción, sin segundo pensamiento. Pero de este lado, los que editores —y también los lectores— sabemos que hay una deuda enorme.

Desde los años 90, casi todos los editores de América hemos perdimos el control de los contenidos y nos transformamos en receptores

Siempre recuerdo una traducción de El cónsul honorario, de Graham Greene, donde los personajes toman “hierba mate”.

—Pecado mortal. Y hay otro pecado peor en el que los editores de los grupos grandes le dan una lavadita de cara a la traducción. Entonces sacan nuestra palabra que empieza con C y termina con “ger”, se la sacan, pero dejan otras. Es una lavadita de cara un poquito descuidada, por decirlo diplomáticamente. Lo nuestro es distinto. No hacemos dos traducciones porque es muy caro; hacemos una, a veces en España, a veces en la Argentina. Pero luego hacemos un trabajo mucho más profundo que una corrección de estilo. Es un trabajo intenso de meses.

"El audiolibro no despega porque están grabados en un acento que te rechaza", dice Vergara

¿El audiolibro también se hace en dos acentos?

—El del thriller. En el fantasy no me dio el cuerpo. Ahí aceptamos que la comunidad más grande se lleve el audiolibro en su acento, que es el español castizo. Pero en el thriller sí son dos. Estoy convencida de que el audiolibro no despega porque están grabados en un acento que te rechaza. Nosotros en Latinoamérica, desde chicos estamos acostumbrados al doblaje en un español extraño, pero que, aunque sepamos que nadie habla así nos resulta cómodo, comprensible.

¿Qué porcentaje calculás de retorno en los formatos?

—Para dar esa respuesta y no hacer una simple evaluación en el viento, hay que estudiar qué pasa en el mercado. La pandemia les dio un gran empujón a los formatos digitales. Para muchos editores, el e-book pasó de ser el uno o dos porciento de su facturación a ser el 10%. Entonces, yo aspiro al 10%. Para adelante, no lo sabemos, pero creo que va a crecer y debería llegar al 20%, que es el porcentaje en el que se instala el e-book en países donde hace más años que está, como Alemania, Inglaterra y, desde luego, en Estados Unidos. El audio es una gran pregunta; pero yo hago la pregunta al revés: en cuánto tiempo quisiera recuperar la inversión. Los más pesimistas dicen que en cinco años, yo creo que la recupero en un par de años la recupero por abrir los acentos.

La pandemia les dio un gran empujón a los formatos digitales. Para muchos editores, el e-book pasó de ser el uno o dos porciento de su facturación a ser el 10%

Un audiolibro es muy caro de producir.

—Igual que un libro impreso. La primera tirada de un libro es la misma plata que ponés para hacer una grabación del audio. Lo que pasa que uno conoce tan bien el mercado del libro impreso que podés preverlo; sabés lo hay que hacer.

Feria del Libro de Buenos Aires (Télam)

La industria y el manejo de la incertidumbre

Hablamos de previsiones y, en realidad, los últimos gobiernos cambiaron las reglas del juego en cuanto a la exportación, la importación, el precio del papel. En una industria, que necesita tiempo, te cambian las reglas cada cuatro o cinco años.

—Sí, pero cambian para toda la economía, no solo para la industria del libro. Mi respuesta ahí es nada original: los argentinos estamos adaptados al vaivén y la inestabilidad. Cuando uno emprende un proyecto que está destinado a mediano plazo —mis planes están hechos para cinco años—, por lo menos, es más del tiempo de un gobierno. Entonces, sabemos que vamos y volvemos. Hay que hacer algunas cosas para protegerte, como imprimir localmente y que el negocio no dependa de traer libros de afuera. Con respecto a la inflación, en la suba del papel aplica eso del mal de muchos. Pierde el lector, por supuesto, pierde el que consume. Hasta que los sueldos se acomodan. Bueno, conocemos nuestra triste historia inflacionaria.

¿Cómo es el pago de derechos? En la Argentina hoy resulta muy costoso pagarle a un extranjero.

—La pregunta es perfecta porque es un dolor de cabeza tremendo. Cómo sacar royalties de la Argentina.

Mi consejo para cualquier editor es que abra una pequeña sucursal fuera de la Argentina

Sé de editores que tuvieron que pagar a través de PayPal, porque no se puede enviar dólares afuera.

—Ahí también tengo un truquito. Mi consejo para cualquier editor es que abra una pequeña sucursal fuera de la Argentina. Tiene muchísimo sentido. España y México tienen economías mucho más estables, sobre todo la española. En este momento, todos nuestros contratos se radican en España y los pagos se hacen desde España. Después tengo una contabilidad interna y se encargan los contadores de encontrarle la vuelta para hacer las cosas bien. Pero el contrato lo firmo en España para no tener este problema. Si hay una dificultad para cobrar, después dudan mucho en darle los derechos de un libro importante a un argentino. Por eso mi consejo: tener una patita en otro país un poco más abierto en lo financiero, por lo menos.

¿Cómo se compite con Planeta y Penguin?

—Yo no doy las batallas que no se pueden ganar. Pero hay que leer bien la realidad. Una editorial más chica tiene menos problemas de estructura. La pandemia exacerbó algo que iba terminar por darse. Si yo, que no soy una luz pero tengo las antenas paradas, sabía un año antes de la pandemia que mi editorial no iba a necesitar oficina, eso lo sabe cualquiera. Los editores que empiezan saben que no hace falta oficina. En cambio, los que vienen con estructuras grandes tienen que dar ese paso de adaptación. Ahí estamos en mejores condiciones los más pequeños. Y luego, lo digital democratiza. Cuanto más digital sea el mundo, más democrático: con una excelente campaña digital podés terminar vendiendo igual o más que una editorial grande. Una de las peleas más difíciles de dar contra los grupos grandes era el espacio en el mesón, que estaba —o está— copado. Los grupos grandes pueden darle ventajas al librero que los más chicos no. Pero si además de vender en la librería, vendés en las librerías virtuales, se acabaron las desventajas. No hay restricción física. Es cuestión de que la leas bien la realidad.

Trini Vergara

¿Cuánto impacta que no haya Feria del Libro?

—Para los editores de editoriales grandes y medianas, la feria era una instancia de promoción en la cual lo máximo que pedías era recuperar tu inversión. Para las editoriales independientes nuevas, al tener tanta desventaja en la librería, la instancia de la feria era muy importante comercialmente, pero para el resto no. Eso dependía del resto del año. Yo creo que las ferias que están en vías de extinción son las ferias profesionales. No las de público. Es como si me dijeras que no va a volver el fútbol con gente en los estadios: ¡ni a palos! O un concierto con público: todo eso va a volver. Pero las ferias profesionales como Frankfurt, Guadalajara o las jornadas profesionales de la Feria de Buenos Aires, en mi opinión, no tienen más sentido. No hace falta. Se reemplaza fantásticamente por una reunión virtual y te ahorrás un montón de plata. Ahora, las de público, como la de Buenos Aires o la de Retiro en Madrid, que son ferias que están en el corazón de la gente, van a volver. Y para los editores volverá a ser una instancia de promoción. Hay que apuntar a eso, no hay que apuntar a salvarse con lo que vendés en esa feria.

Está la percepción de que los libros que vos publicás siempre generan impacto y ventas. ¿Cuál es tu criterio para elegir un título?

—Es difícil de responder porque el criterio se va armando. Te cambio un poco la pregunta: cuál es la condición para saber si un libro va a vender o no. Y la condición es leer muchísimo. Hay criterios objetivos en base a la corrección del idioma, al género, el catálogo. Ahí hay un filtro clarísimo. Pero después viene el territorio subjetivo y ese solo lo dan las horas de vuelo. Cuando uno lee biografías de editores, lo que tienen en común es que son grandes lectores: eso te forma el criterio y te hace darte cuenta cuándo estás ante algo distinto. En el thriller, por ejemplo, no sabés cuántas “otra más” hay. Hay mucho adocenado, mucha fórmula, mucho serial killer. Pero yo digo que los nuestros son thrillers con alma, porque tienen “algo más” que te lleva del principio al final. Ahí ponemos en el ojo.

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