De Bowie a Troilo: ¿por qué escuchamos a quienes escuchamos?

Con seis libros publicados, Gourmet Musical se presenta como una colección ecléctica que reúne una mirada personal de escritores y ensayistas sobre artista disímiles de distintas partes del mundo, géneros y épocas. Infobae Cultura dialogó con los autores

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Los seis títulos de Gourmet
Los seis títulos de Gourmet Musical

Escuchar música es un placer certero. No necesita intermediarios ni explicaciones. Habrá quienes la disfruten en soledad, como una ceremonia íntima. Habrá quienes la compartan con amigos entre risas cómplices. O quienes la bailan sintiéndola correr por todo el cuerpo. Habrá quienes prefieran un género sobre otro. Un artista por encima del resto. O quienes no necesiten de biografías o listados para sentir cada canción como propia. ¿Pero todos ellos, es decir nosotros, nos preguntamos alguna vez por qué nos gusta lo que nos gusta? En definitiva: ¿Por qué escuchamos a quienes escuchamos?

La pregunta compartida es también la premisa que toma como punto de partida una colección de la editorial Gourmet Musical, que hasta aquí se completa con seis títulos, pero que admitirá muchos más. En cada uno de ellos un autor distinto, por lo general un escritor, novelista o ensayista, que no tiene por oficio la crítica musical; intenta responder la consigna a través de su propia historia, sus gustos y sus pasiones, sin atender cifras de ventas o rankings de popularidad. “Son libros escritos desde el placer”, admite su editor Leandro Donozo.

“Por qué escuchamos a…” comenzó a editarse en 2017 con la mirada de Eduardo Berti sobre Aníbal Troilo y continuó con el análisis de Led Zeppelin por el novelista Luis Sagasti; al que le siguieron Tupac Shapur de la artista visual Bárbara Pistoia; Lou Reed en el trazo personal del correntino Walter Lezcano; Stevie Wonder, a través del bonaerense radicado en Francia Edgardo Scott y cerró el 2020 con la visita al universo David Bowie a cargo del poeta Juan Rapacioli. Próximamente un nuevo título se sumará a la colección. Será el del músico Pablo Dacal, quien traerá a Ignacio Corsini, el cantante que a comienzos del siglo XX dividió pasiones con Carlos Gardel.

Donozo explica que se trata de colección distinta al habitual esquema de la editorial. “No son libros de investigación, con datos, entrevistas y archivo. Son textos que cuentan lo que uno ya conoce. El autor es alguien que gusta de ese músico, escuchó sus discos, leyó e investigó sin saber que lo estaba haciendo. Y ahora busca responder una pregunta que quizás nunca se había hecho: ¿por qué le gusta?”

“Se pueden dar mil razones por las cuales artistas como los Beatles o Miles Davis fueron importantes en la historia de la música -dice-. Se puede hacer un análisis técnico, con datos y testimonios, ver qué cambios produjeron y mucho más. Pero eso no explica nuestros gustos, que atienden otras cuestiones. Y hacia allí apuntan estos textos. Son libros de ideas”.

El escritor Eduardo Berti, actualmente radicado en Francia, fue el primer convocado para indagar en sus pasiones musicales. “Escribí sobre Troilo sin los parámetros o la referencia general que me habría dado el tener otros libros ya publicados -le dijo a Infobae Cultura- Lo bueno es que tuve libertad y eso me permitió añadir pizcas de ficción y probar formas que van un poco más allá del ensayo argumentativo. Pero la base del libro sigue siendo la de un texto reflexivo, que trata de explicar lo inexplicable: por qué nos gusta un artista. Por qué pensamos que es singular, importante, talentoso e influyente”.

En esto coincide Sagasti, autor del segundo libro de la colección. A partir de su preferencia por la banda de Robert Plant y Jimmy Page, el bahiense encontró en la consigna “un buen vehículo para desarrollar algunas ideas respecto a los modos en que se narra el rock, en especial los aspectos mitopoyéticos. Y si bien la biografía de Zeppelin no tiene los perfiles literarios, casi fílmicos, como tiene The Who o los Stones, si presenta un recorrido artístico y performático muy rico y sugerente”, dice.

Eduardo Berti sobre Troilo (Foto:
Eduardo Berti sobre Troilo (Foto: Lihue Althabe)

Por eso aquí el director de la colección, Oscar Finkelstein, marca otro dato relevante. “Nosotros no generamos el canon. Todo surge de lo que proponen los autores. El proceso es diferente al habitual. Convocamos a los autores y les preguntamos sobre qué les gustaría escribir. Por afinidad, cercanía o historia personal”.

“Eso -recuerda Finkelstein- nos hizo incluso cambiar la primera consigna que era la de producir solo textos de artistas internacionales. Pero cuando convocamos a Berti él nos propuso Troilo. Y finalmente fue el primer título de la colección. Tampoco hubiéramos pensado en Tupac Shakur para editar entre los primeros títulos. Pero lo propuso Bárbara Pistoia y salió”.

Juan Rapacioli sobre Bowie
Juan Rapacioli sobre Bowie

Pasiones por escrito

Quizás el abordaje sobre Tupac Shapur, uno de los 100 mejores artistas de la historia musical según la revista Rolling Stone, y quien apenas sumó seis años de carrera y solo 25 de vida antes de ser asesinado por un desconocido en septiembre de 1996 en Las Vegas; sea el menos previsible de una colección que suma nombres más cercanos al gusto local. Pero eso no lo hace menos interesante.

Como remarca su autora, más allá de haber sido uno de los máximos exponentes del hip hop, Shapur tuvo “una influencia cultural, política y social que lejos de apagarse o apenas mantenerse viva, fue creciendo a través del tiempo”. Su madre, una dirigente del partido Pantera Negra, lo bautizó Tupac en honor al histórico activista indígena; marcando quizás a partir de allí el futuro derrotero del artista, considerado hoy un símbolo de resistencia y activismo contra la desigualdad.

En Tupac Shapur “se concentra un conjunto de entramados en el que conviven sus raíces, pensamientos y fantasmas, ideas, aspiraciones e influencias puestos a disposición de un mismo fin: la justicia social”, por eso, dice Bárbara Pistoia en el prólogo de su libro: “mientras descubrimos por qué escuchamos a Tupac, también podríamos aventurar que estamos haciendo una lectura del presente desde otros medios posibles”.

Bárbara Pistoia sobre Tupac Shakur
Bárbara Pistoia sobre Tupac Shakur

Como el camaleónico Duque Blanco a quien Juan Rapacioli buscó atrapar en un centenar de páginas. “Las fantasías que Bowie desplegó a lo largo de 50 años de carrera son síntomas de una era en decadencia, que sirven para indagar el caos que rige nuestros días”, asegura en su texto. Para Rapacioli su obra se constituye de soledad, fama, alienación, muerte y el anhelo por una forma sensible de conexión. “Bowie consiguió, como pocos artistas, transformar sus fascinaciones en un sonido del futuro. Por eso también nos dejamos deslumbrar por él. Por eso lo escuchamos”, concluye.

Por similares caminos transitó Edgardo Scott, quien desde París confiesa a Infobae Cultura que eligió a Stevie Wonder por puro afecto. “Es un viejo amor de infancia que resistió al tiempo. Es curioso, pero en cierto modo la etapa final de Stevie, los años 80, coincide con mi infancia. Entonces se daba ese cruce que volvía todo más personal. Por otro lado, la admiración nunca decayó y me gusta esa cosa de doble agente que tiene Stevie con la industria. En sus mejores momentos, que son muchos, logra inventar y pasar buena música, entre el amasijo mainstream”.

Edgardo Scott sobre Stevie Wonder
Edgardo Scott sobre Stevie Wonder (Foto: Thomas Khazki)

También es de larga data la pasión de Walter Lezcano por Lou Reed. “Siempre fue una de mis obsesiones desde la adolescencia -asegura. No sólo por su sonido, sus letras, su voz, sino también por su aura, su espíritu y su actitud de poner el rock como una cuestión vital que excedía el marco musical y sonoro para ser una suerte de estilo de vida. Con una carrera tan extensa no me parecía atractivo tratar de hacer una biografía sobre él porque ya había suficiente material dando vuelta. Pero sí me resultaba una idea seductora poner en tensión y ensayar algunas ideas que fui generando alrededor de su figura, su pasado y su legado. La colección de Gourmet Musical era el territorio ideal para que algo así tenga lugar, porque permite este tipo de riesgos y libertades. Y estoy agradecido por eso”.

Pero no siempre esa pasión tiene bases tan prolongadas. Los gustos musicales mutan con la vida misma. Evolucionan, incorporan lo nuevo o revalorizan lo que antes desechamos, buscando su lugar en la memoria emotiva. Parte de ese camino transitó Eduardo Berti, cuando se dispuso a escribir sobre Pichuco. “Dudé bastante, al principio’', admite. Pensé muchas opciones: desde Caetano Veloso o Chico Buarque hasta algunos grupos o solistas de rock. Pero lo que más me tentaba era escribir algo en torno al tango. Yo trabajé el género haciendo documentales televisivos. La opción era grande, pero me incliné por Troilo por varias razones. Entre ellas porque me parece uno de los máximos compositores del siglo XX en Argentina y es algo que a menudo se olvida, de igual modo que se tiende a poner en un segundo plano la faceta de Gardel como compositor”.

Entre abordajes y estilos

Pero más allá de esta variedad y de mantener una sólida brevedad (ninguno de los textos supera las 150 páginas), cada uno de estos títulos aborda al músico desde un enfoque estilístico distinto y personal, el que marca el oficio y la pasión de cada uno de los autores.

Walter Lezcano sobre Lou Reed
Walter Lezcano sobre Lou Reed (Telam/Carlos Aletto)

“Siempre es un desafío literario escribir sobre música”, admite Sagasti en referencia a su libro sobre Zeppelin. Y agrega: “Y más sin prácticamente elementos técnicos (mi arsenal no puede presentar batalla, apenas si alguna escaramuza). La idea era, además, no era escribir un libro para fans, por supuesto. Por eso me interesó mucho hacer analogías con otras artes (las pinturas de Matisse, por ejemplo), o detenerme en qué significaba escuchar esa música durante la dictadura, amén de explicitar la riqueza de una propuesta que no contaba con muchos materiales”.

Por ese mismo camino de libertad transitó Scott para reseñar las razones de su preferencia por Stevie Wonder. “El libro lo encaré como un random en mi cabeza, dice, sin cronología lineal ni ningún otro criterio en particular. Y a través de esa asociación libre inicial, después venía otra que era aquello que el tema me hacía sentir y pensar. La colección, el editor, me dieron toda la libertad, así que eso hizo todo más placentero. Y a su vez yo pude escribir sobre música sin entrar en el academicismo o el dato periodístico sino desde el ensayo literario”, explica.

La mirada de Berti sobre Troilo también tiene sus razones. “Para mí su figura era una especie de resumen o de ‘centro’ perfecto para hablar no solamente de Troilo, sino del tango en general. Me permitía hablar del bandoneón, de la orquesta, de la crisis de la orquesta, de la radio, del baile y la crisis del tango bailable, de Gardel y de Piazzolla, de los grandes cantores (Rivero, Goyeneche y otros), de los grandes poetas (Manzi, Cadícamo, Contursi , etc) y de muchas cosas más. Y sin forzar nada, porque Troilo tiene profundamente que ver con cada una de estas cuestiones”.

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