140 años sin Dostoievski: el genial autor ruso que nunca perderá vigencia

El autor de “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamázov”, entre otras grandes obras, capturó los conflictos de la humanindad con una pluma y capacidad narrativa sin igual. En esta nota, editores y traducores recorren los ejes de su literatura

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Fiodor Dostoievski
Fiodor Dostoievski

Hace 140 años, a las ocho y media de la noche del 9 de febrero moría a los 59 años a causa de una hemorragia pulmonar asociada a un enfisema y un ataque epiléptico, Fiodor Dostoievski, el autor de obras cruciales como Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov, que según traductores y críticos argentinos fueron “víctimas” de traducciones distorsionadas o incompletas que obturaron el contacto con el humor y la potencia de la narrativa dostoievskiana.

Dostoievski fue el último gran genio en términos de grandeza literaria y filosófica. Después cuesta encontrar escritores de ese calado. Está a la altura de Dante, Shakespeare, Goethe”, señala el eslavista Alejandro González, presidente de la Sociedad Argentina Dostoievski.

Para este año de doble conmemoración “redonda” -el bicentenario de su nacimiento y los 140 años de su muerte- habrá muchas actividades alrededor de la figura del escritor, quien nació en Moscú el 11 de noviembre de 1821. “Todas las mesas redondas, conferencias, encuentros y exposiciones serán virtuales, ya que el país organizador, Rusia, es uno de los más golpeados por la pandemia”, señala el investigador, quien está a la expectativa de que la situación sanitaria mejore para organizar en Argentina los homenajes locales al autor de Humillados y ofendidos.

González realizó estudios de posgrado en la Facultad de Filología de la Universidad de Petrozavodsk, Rusia. Vivió en San Petersburgo entre 2006 y 2014, tradujo una treintena de títulos y ganó el prestigioso Premio Lee Rusia / Read Russia por la traducción de El doble de Dostoievski para la editorial Eterna Cadencia.

Respecto a la influencia del escritor en la literatura argentina, el traductor, marca dos referencias claras: la de Roberto Arlt en la primera mitad del siglo XX y la de Ernesto Sábato en la segunda mitad.

(Shutterstock)
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Por su parte el crítico José Amícola, quien se doctoró en 1982 en Alemania con una tesis sobre Arlt y publicó en 1995 el libro Dostoievski, polifonía y disonancia, coincide en señalar a los mismos escritores. Y aclara: “Hay tres puntos en Dostoievski. La polifonía por una parte y, relacionado con este aspecto formal, la cuestión de la escucha de los discursos sociales y un tercero, el más fabulosamente difundido en todo el mundo: la versión del alma torturada del individuo”, resume

“Arlt que asumió todos los lineamientos de Dostoievski: la polifonía que es esa capacidad de hacer escuchar las diferentes voces y percibir diferentes escuchas, por ejemplo, los anarquistas, la derecha y los fascistas. En el alma torturada uno puede pensar en Remo Erdosain, el protagonista de Los siete locos”, destaca.

Sabato, especialmente con su primera novela El túnel y luego, también con Sobre héroes y tumbas, especifica Amícola, “tiene una línea con el escritor ruso. Luego aparece filtrado a través de otros escritores que recibieron la primera influencia del autor de Los hermanos Karamázov. El crítico argentino señala a Samuel Beckett, “que en los autores y las autoras jóvenes aparece siempre, en su complejidad, el personaje muy intrincado, el que se da mucha manija”.

Eugenio López Arriazu es traductor de ruso, inglés, francés, latín, búlgaro y serbio, y además director de la cátedra de Literaturas eslavas en la UBA. Traductor de El jugador, señala que “la obra de Dostoievski sigue conmoviendo a quienes lo leen por sus temáticas” y asegura que “cada momento histórico relee su obra en una clave particular”. “Por su novela Los demonios, para citar una de sus grandes obras, ha sido leído como antinihilista en el siglo XIX y como profeta de la revolución rusa en un sentido negativo por el filósofo N. Berdiáev, pero en otro positivo por el revolucionario A. Lunacharski”, detalla.

Por su parte, el traductor pampeano Omar Lobos, quien ha realizado las primeras traducciones argentinas directamente del ruso de Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov, destaca que “Dostoievski es un autor siempre inquietante y actual para el público lector. A menudo se lo descubre ya en la adolescencia y es una suerte de aguijón fatal. ¿Y por qué subyuga?” se pregunta. Responde: “En principio, hay una maestría novelística superlativa en él, para utilizar todos los recursos del suspenso (aun los más baratos) y sostener la trama con intrigas permanentes, elementos que provienen del folletín, de la dinámica comercial de la novela folletinesca”.

“Otro elemento es el trazado fuerte de sus personajes, cualquiera sea el rango (principal, secundario, circunstancial), que los vuelve particularísimos y ‘extravagantes’ a pesar de su sujeción a los preceptos realistas, que aspiran a la configuración de ‘tipos’, es decir, personajes que expresan una generalidad antes que una particularidad. Es el caso de Raskólnikov, por ejemplo, un estudiante del común, que se decidió a hacer lo que en su época podía decidirse a hacer ‘cualquiera’”, remarca el autor de F. M. Dostoievski durante la Rusia soviética, La edición de Dostoievski en Brasil, y La poderosa música (una traducción de ‘Crimen y castigo’) .

“Sin embargo, es uno de esos personajes de la literatura universal que trascienden el marco de la novela, y tiene fama y entidad pareja con las de Don Quijote, Hamlet, Fausto. Y otros componentes sin duda potentes en la narrativa dostoievskiana son el humor (a menudo en una combinación grotesca) y la poesía”, resalta Lobos estos aspectos literarios.

En esa línea González agrega: “Recién en los últimos veinte años en el mundo hispanohablante los traductores y críticos estamos intentando recuperar al Dostoievski escritor con un fino sentido del humor, mucha sensibilidad, con la recuperación del habla cotidiana de los rusos, incluso de cierta jerga -destaca-. La crítica occidental fue responsable de convertir a Dostoievski en un gran filósofo, un existencialista. El propio Sábato lo lee así a través del existencialismo francés, y algunos hasta lo ven como un psicólogo y pierden de vista al escritor que trabaja con el lenguaje, retuerce el idioma ruso, como lo fuerza para llevarlo a donde él quiere”.

López Arriazu cuenta que su experiencia con la traducción de El jugador le “implicó captar, con el detenimiento que requiere una tarea que avanza palabra a palabra, leyendo y releyendo, precisamente las sutilezas psicológicas de uno de esos personajes incómodos y desacomodados”.

“Traducir a Dostoievski implica captar esta psicología deteniendo el vértigo de un torrente de oralidad, para restituir luego ese torrente”, concuerda con el resto de los traductores argentinos.

González resalta que todos los escritores argentinos leyeron a Dostoievski en traducciones: “Borges lo leyó a través de Constance Garnett, la primera traductora de literatura rusa en el mundo inglés. Sus traducciones eran muy imperfectas, no estaban completas ni tenían un trabajo filológico académico”, puntualiza. Garnett recibió varias críticas de rusos que conocían el inglés, por ejemplo de Joseph Brodsky, de Vladimir Nabokov y Serguéi Dovlátov”.

Borges leía en esas “traducciones viejas, del inglés victoriano, que no reflejaban las cuestiones de estilo de Dostoievski quien ‘sonaba’ como León Tolstói, Nikolái Gógol, Aleksandr Pushkin, Iván Turgénev y Antón Chéjov. Garnett pasaba el rodillo de la lengua inglesa y se perdían todas las particularidades específicas”, señala González y agrega otro detalle: “Las traducciones al castellano eran de ediciones en inglés o en francés: una doble mediación que jugó bastante en contra de conocer al verdadero Dostoievski escritor”.

Desde el año 2004, y gracias a la apuesta de Ediciones Colihue, los traductores están trasladando a Dostoievski en Argentina directamente del ruso. Así se han publicado Crimen y castigo, Memorias del subsuelo, Los hermanos Karamázov, El jugador, y está en proceso para ser editada este año tan especial otra de sus más célebres novelas: El idiota.

Fuente: Télam

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