En el afán de rastrear la historia de su abuelo (y de dos conceptos que cambiaron la historia de los derechos humanos en el mundo: “genocidio” y “crímenes contra la humanidad”), el abogado y escritor Philippe Sands (Londres, 1960), reconstruyó parte de la historia del Holocausto y del Juicio de Núremberg. El libro Calle Este-Oeste se convirtió en un fenómeno y en un referente casi obligatorio para quien quiera entender los terribles hechos de la II Guerra Mundial desde el punto de vista de los seres humanos.
La investigación para este libro le dio a Sands, no solo la oportunidad de acercase de una manera íntima al trágico pasado de su familia (casi todos los allegados a su abuelo fueron asesinados en las cámaras de gas y los campos de concentración), sino la posibilidad de encontrarse con otros descendientes de la guerra, los hijos de dos criminales de guerra nazis con visiones completamente opuestas sobre su pasado, y la responsabilidad que sus antepasados tuvieron en el genocidio.
“Hans Frank tenía bajo sus órdenes a Otto von Wächter, que era el gobernador de Galitzia, basado en Lemberg, que era la ciudad de origen de mi abuelo; en algún momento, me encontré con los hijos de Frank y de Wächter en Lviv, la ciudad donde se desarrolla el libro Calle Este-Oeste, en Ucrania occidental. Volvimos allí para filmar un documental y tuve una entrevista con Niklas Frank, el hijo de Hans Frank, que fue sentenciado a muerte por el homicidio de miles y miles de personas. En algún momento estaba hablando con él y con Horst, el hijo de Wätcher, que pensaba que su padre era una persona maravillosa y en un punto Niklas dijo que él creía que Horst podía ser un nuevo nazi, y que estaba en negación sobre su padre. A Horst no le gustó que Niklas lo considerara un nazi y me dice: Philippe, ¿qué puedo hacer para demostrarles que no soy un nazi?”.
La respuesta a esa pregunta marcó el inicio de una nueva excursión histórica y literaria a la época de la barbarie, que se convirtió en Ruta de escape, el más reciente libro de Sands, sobre el cual el británico habló, desde su casa y de manera virtual, con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (El ruido de las cosas al caer), como parte de la programación del Hay Festival 2021, que se desarrolla hasta este 31 de enero en Colombia. Ambos libros fueron publicados en español por Anagrama.
Sands le pidió a Wächter que le facilitara parte de las 10.000 páginas, entre diarios, cartas y fotografías de sus padres, con el fin de que el mundo se diera una idea de lo que realmente había pasado. El material, que hoy forma parte de la colección del United States Holocaust Memorial Museum, en Washington, revela 20 años de la vida de los padres de Horst, desde 1929, cuando se conocen, hasta 1949, cuando Otto von Wächter muere en lo que Sands llama “circunstancias extrañas” en el Vaticano.
Los pecados de los padres
A pesar de haber sido acusado por crímenes contra la humanidad y genocidio, Wächter logró escapar, por lo que nunca fue juzgado, lo que le daba a Horst bases para asegurar que su progenitor era inocente. Su tarea, afirmaba, era encontrar lo bueno de su padre. Aceptaba que había sido un nazi, gobernador de un territorio donde se llevaron a cabo miles de homicidios, pero, insistía en que era un hombre bueno, que no quería que esas cosas sucedieran.
“Incluso cuando le mostré un papel, que encontramos en unos archivos en Varsovia, donde se decía que, en 1946, Otto von Wächter había sido culpado del asesinato de miles de judíos, Horst, que es una persona inteligente, me dijo que es un invento, que en 1946 los soviéticos estaban controlando Polonia, y que todo se trataba de un complot comunista contra su padre”.
Muy diferente a la actitud de Niklas Frank. “La primera vez que me reuní con él, en el 2011, en la terraza de un hotel, cerca al río Elba, mientras nos tomábamos una cervezas, lo primero que me dijo fue que él estaba en contra de la pena de muerte en todos los casos, excepto en el caso de su padre”.
Hans Frank fue colgado el 16 de octubre de 1946, tras ser encontrado culpable de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad por el tribunal de Núremberg. “Luego -recuerda Sands de su reunión con Niklas- puso su mano en un bolsillo y sacó una fotografía, una imagen de su padre muerto, colgado en Núremberg. Yo quedé en shock, le dije: ¿Por qué me muestras esto? Y me dijo: Philippe porque todos los días, cuando me despierto, lo primero que hago es confirmar que mi padre está muerto, fue un hombre terrible”.
Del otro lado, en la historia y en el libro, se encuentra Charlotte Bleckmann, la hija de un empresario del acero, con quien Wätcher contrajo matrimonio en 1932. “Lo maravilloso de Charlotte, y lo que más me interesa es cómo una persona atractiva, con habilidades sociales, se metió en estas cosas tan horrendas. Esa es la complejidad. Podemos sentarnos alrededor de una mesa y tener una noche maravillosa con ciertas personas sin saber lo que hacen”.
Para Sands, uno de los aspectos más polémicos de fenómenos como el colonialismo británico o la violencia en Colombia es definir el papel que han jugado las parejas de los más sanguinarios perpetradores. “Charlotte es atractiva, inteligente, culta, una diseñadora de telas, fotógrafa de clase mundial, pero le gusta ir al gueto y tomar fotografías de personas en situaciones difíciles, se emociona de estar cerca de Hitler”.
El escritor revela que, el 15 marzo de 1938, cuando el líder nazi pronunció un discurso desde el balcón del Palacio Imperial, en Viena, tras la invasión alemana a Austria, Charlotte estaba allí. “Se encontró con Otto mientras bajaba las escaleras y él le dijo: querida, ¿qué hago? Tengo dos alternativas, seguir con mi carrera como abogado, me van a pagar bien, vamos a tener una buena vida, o puedo participar en el gobierno; y Charlotte le dice: acepta el trabajo con el gobierno”.
Para Sands esta una demostración de que ella quiere el reconocimiento, la casa, el Mercedes Benz, el trato social “sentarse al lado de Hitler, es una persona horrenda en ese sentido, una nazi hasta el día en que murió”.
En el nombre de la madre
El escritor asegura que Horst, el hijo de esta pareja, no es realmente un nazi, un racista, un nacionalista o un antisemita, sino, simplemente, un hombre cuya familia se derrumbó y el nunca se recuperó.
“El amor por su madre, la complejidad moral, el deseo de ese chico de proteger el amor que sentía la madre por su padre, esa es la parte central de la historia. Él me dijo: yo no conocía a mi padre, c{omo podría amarlo, pero amaba a mi madre y amaba el amor que mi madre sentía por mi padre”.
A lo largo de la investigación que dio como resultado Ruta de escape, Sands desarrolló con Wätcher lo que define como un vals, un intercambio en el cual, durante 10 años, cada uno trató de demostrarle al otro, sin éxito, que estaba equivocado. “No pude convencerlo de que su padre era un criminal, por el contrario, sus puntos de vista se volvían más fuertes”.
Hace unos 8 años, Sands escribió un artículo en el Financial Times sobre su investigación, y Horst, molesto por la imagen que el investigador había dado de su padre, le escribió una carta donde le anunciaba que no quería tener nada que ver con él en el futuro. “Después de unos meses me escribe de nuevo y me dice que va a tratar de cambiar la opinión que tengo de su padre, y cuando sale el libro me dice que es fatal. Creo que está como atascado en un punto en que quiere dejarme de lado, pero también quiere buscar mi aprobación para su padre”.
Para este abogado y escritor, seguir profundizando en esta historia tuvo momentos realmente difíciles. “Hubo momentos de muchas complejidades. Estaba con el hijo del hombre que mató a toda la familia de mi abuelo, con Horst, mirando las fotografías, la felicidad, las montañas, la ciudad de Viena, sitios maravillosos y yo me imaginaba cuando deportaron a mi abuela; es una especie de proceso dual, una parte de mi cerebro estaba con Horst o con Niklas, y otra parte de mi cerebro estaba en 1942, en una plaza, en Viena, donde una vieja, con su pequeña maleta, fue obligada a subir a un tren que la llevó a la muerte”.
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