María Guerrero es la actriz dramática más importante de su tiempo. También fue una destacada empresaria del teatro que tuvo una fuerte influencia en América Latina. Pero la historia de esta mujer empieza antes. Y el cuadro que aquí presentamos podría ser un origen: María Ana de Jesús Guerrero Torija, ese es su nombre completo, posa con apenas diez años en 1878, sin imaginar qué futuro le espera.
El pintor es Emilio Sala, un destacado retratista español que al momento de representar a esta niña, tenía 28 años. Es, podría decirse, una mera casualidad: María pertenecía a una familia importante de Madrid y Sala simplemente se dedicaba a pintar retratos a cambio de dinero mientras construía una sólida obra que, no sólo en su época, también en la nuestra, sería aclamada por la crítica.
María Guerrero, el cuadro, es un óleo sobre lienzo que mide 89 x 61 centímetros y se encuentra en una de las salas del Museo del Prado, en Madrid, España. Según José Luis Díez García, Doctor en Historia del Arte, Sala “consolidó una faceta muy importante de su personalidad en su trabajo como retratista; género en el que se sintió especialmente cómodo gracias a la fluida facilidad de su técnica”.
El retrato a Guerrero, cuenta Díez García en el texto de sala de esta obra en el Museo del Prado, fue “realizado como regalo para su padre, a quien está dedicado. A pesar de su corta edad, su rostro refleja ya los rasgos característicos de su peculiar fisonomía, que se acentuarían con los años y serían uno de los recursos interpretativos fundamentales de la expresividad dramática de la actriz”.
Luego de estudiar en el Colegio de San Luis de los Franceses de Madrid, Guerrero se dedicó a su vocación, el arte dramático. En 1885 comenzó a tomar clases con Teodora Lamadrid. Ese mismo año, 1885, debutó en el Teatro de la Comedia de Madrid con la obra Sin familia de Miguel Echegaray. Cinco años después sería primera actriz del Teatro Español interpretando obras clásicas.
En Madrid ya la adoraban, pero necesitaba extender su experiencia, mejorar su trabajo, pulir los detalles, entonces se instaló en París para estudiar con el actor y director Benoît-Constant Coquelin. Al regresar a España siguió actuando pero en 1894 decidió crear su propia compañía. De esta forma la gran actriz del momento se convertía, además, en empresaria, formando un cóctel explosivo.
Cuando se casó con el aristocrático actor Fernando Díaz de Mendoza en enero de 1896 la compañía se volvió competitiva: para ellos trabajaron los grandes nombres de la escena española como María Fernanda Ladrón de Guevara, Catalina Bárcena, María Cancio, Emilio Thuillier, Elena Salvador, Josefina Blanco, Emilio Mesejo, Felipe Carsi, Alfredo Cirera, Hortensia Gelabert, Pedro Codina y Luis Medrano.
María Guerrero tuvo dos hijos —Luis Fernando en 1897 y Carlos Fernando en 1898— a los cuales acercó al mundo artístico desde pequeños llevándolos con ella a todos lados. Por ejemplo, cuando viajaron en 1899 a América Latina, así como también en las sucesivas giras por el continente que siempre miraron, maravillados, desde el otro lado del Atlántico.
Fue Guerrero y su esposo, por ejemplo, quienes inauguraron el Teatro Nacional Cervantes y el Teatro Avenida, ambos en Buenos Aires. También inauguró en la ciudad argentina de Córdoba el Teatro del Libertador San Martín, llamado en su época Teatro Rivera Indarte. Pero su carrera como actriz no la descuidaba, al contrario: en 1925 actuó en la Manhattan Opera House de Nueva York.
Hoy es una leyenda del teatro español: en Madrid hay un teatro que lleva su nombre. Murió de un ataque de uremia en Madrid el 23 de enero de 1928. Siete días antes, tras sentirse mal, decidió suspender los ensayos de Doña Diabla, obra de Luis Fernández Ardavín que pronto estrenaría y sería un éxito. Pero no llegó a hacerlo. Está enterrada en el cementerio de la Almudena de Madrid.
Por su parte, Emilio Sala, el pintor de este cuadro, nuestra belleza del día, murió mucho antes, en 1910, también en Madrid. Dejó obras fascinantes: Expulsión de los judíos, Joven en una puerta, Muñeca abandonada, Florista, Retrato de joven, Retrato del rey Alfonso XIII, Retrato de dama, María Semprún y Polmbo, Retrato de caballero, La prisión del príncipe de Viana y Mujer dormida, entre tantas otras.
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