Músico, compositor, cantante. César Isella, quien murió hoy a los 82 años, perteneció orgullosamente a una generación de folcloristas que emocionó a todo un país. Formó parte del Nuevo Cancionero, ese movimiento musical-literario que sacudió, no sólo Argentina, también a toda América Latina, durante los sesenta y setenta. Allí estaban, además de Isella, Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez, Manuel Oscar Matus, Eduardo Aragón, Tito Francia y Juan Carlos Sedero.
“No hicimos una fábrica de canciones, sino canciones con el corazón, pensando en nosotros y en la gente”, dijo en una entrevista con Cadena 3 el año pasado. Así concebía la música popular. Y así la sentía.
Pero el 2020 fue un año difícil para este folclorista: fue internado tres veces en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA) por una cardiopatía severa que surgió de la quimioterapia a la que fue sometido en 2012. El primero de julio, cuando le dieron el alta de una de las internaciones, su hijo Fernando dijo: “No va a quedar internado pese a que la situación coronaria que atraviesa mi padre es jodidísima”.
Nacido en Salta el 20 de octubre de 1938, Isella es uno de los cantantes y compositores de folclore más respetado de la Argentina. Pero su carrera empezó cuando tenía siete años al ser contratado para integrar el elenco de Hollywood Park, en una gira de diez días por Salta. Envalentonado por aquella experiencia, a los nueve se anotó en un concurso de canto y ganó siete semanas consecutivas. Obtuvo el primer premio, una pelota de fútbol. Ya más adulto, a los 17 (corría el año 1954) integró el grupo Los Sin Nombre junto a Tomás “Tutú” Campos, Javier E. Pantaleón, Luis Gualter Menú y “El Japonés” Higa.
Y en 1956 llegó su estrellato, o la banda que lo catapultaría a la masividad: Los Fronterizos. “Fue un tiempo hermoso que me alimentó muchísimo. La mayoría teníamos veintipico y ninguno sabía que esto se iba a convertir en nuestro oficio de toda la vida. Salíamos por los caminos y recorríamos todos los pueblos. Como no había televisión, tocábamos mucho en la radio. Pero también en carnavales, fiestas populares. Así formé toda una familia de tíos, primos, hermanos que no era sanguínea, sino del canto”, contó en una entrevista con Tiempo Argentino.
Ingresó reemplazando a Carlos Barbarán y le aportó el último toque para que se vuelva un éxito. La banda formada por Isella, Gerardo López, junto a Eduardo Madeo y Juan Carlos Moreno se convirtió en una de las más destacadas de la historia del folklore argentino. Grabó trece discos con el grupo y un centenar de canciones que ya son clásicos. En 1964, participaron en la histórica grabación original de la Misa criolla de Ariel Ramírez. A partir de entonces llegó al pico de éxito, pero decidió, para sorpresa de todos, dar un paso al costado.
En 1966 inició su carrera solista. ¿Por qué el volantazo? Así lo explicó él mismo: “En 1963, con Los Fronterizos, habíamos ido a Mendoza y habíamos conocido en un mismo día a Atahualpa Yupanqui y a Armando Tejada Gómez, Oscar Matus, el pintor Carlos Alonso, Tito Francia, y a una flaquita tucumana, la mujer de Matus, llamada Mercedes Sosa. Me sorprendió mucho el repertorio que ellos cantaban, era diferente a lo que conocía, tanto melódica como poéticamente. Le agregaban contenido a una música que hasta entonces era solo descriptiva. Ese sonido nuevo me maravilló, y me agarré un metejón con ellos”. Empezaba, así, el Nuevo Cancionero.
Su primer álbum solista salió en 1968 y se tituló Estoy de vuelta, que incluye temas como “Zamba para no morir” de Hamlet Lima Quintana y “Milonga triste” de Homero Manzi y Sebastián Piana. En 1969 compuso la música de “Canción con todos”, a la que el poeta Armando Tejada Gómez le puso letra. Ese tema que ha sido designado por la Unesco como Himno de América Latina y traducido a treinta idiomas.
Uno de sus grandes álbumes es Juanito Laguna (1976), sobre el personaje niño del pintor Antonio Berni, con música y poesías de Astor Piazzolla, Horacio Ferrer, Atahualpa Yupanqui, Gustavo Cuchi Leguizamón, Manuel J. Castilla, Armando Tejada Gómez, Eduardo Falú, Jaime Dávalos y él mismo. Censurado por la dictadura, tuvo que exiliarse.
A la Argentina volvió en 1983, con la democracia reestablecida, en un recordado recital en el Estadio Obras. Participó también en recitales históricos, como el que hizo junto a Horacio Guaraní en el Luna Park, el Festival de Cosquín del verano de 1984, y los recitales masivos en Obras de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
También hizo radio y gano incontables premios. Además fue impulsor de muchos artistas, entre ellos Soledad Pastorutti cuando ésta era una niña (la relación terminó en malos términos y llegaron a la instancia judicial). En 2007, coincidiendo con los 50 años de su carrera profesional, lanzó el álbum 50 años de simples cosas y un libro autobiográfico. Fue director general del Teatro General San Martín, y vicepresidente de SADAIC. En 2012 fue nombrado Embajador de la Música Popular Latinoamericana.
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