Jorge Abelardo Ramos, “el Colorado” fue el único hombre de izquierda que al decir de Arturo Jauretche, tenía un gran sentido del humor para hablar de política, que se completaba con un fino sarcasmo y en ocasiones una hiriente acidez hacia sus adversarios y/o enemigos lo que probablemente había heredado de sus raíces hispanojudías.
Nació un 23 de enero de 1921 en el tradicional barrio de Flores de la Capital Federal. A los nueve o diez años visitó, según se sabe, con su madre Rosa Gurtmann y su tía Elisa, a don Hipólito Yrigoyen en la isla Martín García, donde los golpistas de 1930 lo habían detenido. Rosa admiraba al expresidente que le había conseguido trabajo en el Ministerio de Agricultura. Allí como empleada había conocido a quien sería su esposo y luego el padre de Abelardo: Nicolás Ramos Bauman.
La militancia política en la izquierda trotskista y sus simpatías con el anarquismo comienzan en la adolescencia del “Colorado”, cuando concurría al Colegio Nacional Buenos Aires. Allí, a raíz de un volante y una revista en la que se burlaban del ministro de educación del gobierno conservador, es detenido y luego expulsado del colegio junto a Luis Alberto Murray (c.1937). Ambos recibieron en aquella oportunidad unos cuantos golpes por parte de la tristemente célebre y recientemente creada Sección Especial que comandaba con mano dura un tal Cipriano Lombilla que luego sería comisario. Respecto del hecho cuenta Abelardo sonriendo: “Considerando que no teníamos entonces vinculación con grupos de izquierda (éramos de una izquierda no definida todavía), nos trató con mucha consideración: a mí me arrojó una silla de escritorio a la cabeza”.
Nunca dejó de admirar intelectualmente a León Trotsky, compartiendo con este que la revolución socialista no se podía circunscribir a un solo país y en el caso del continente latinoamericano era necesario construir una Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina.
Su trotskismo militante no llegó más allá de los años 1940, momento en que, manteniendo algunos conceptos teóricos del revolucionario ruso, comienza a pensar en América Latina y muy particularmente en la Argentina. Fue un autodidacta dispuesto siempre a pensar y repensar la política que transformara América Latina. No dejó de lado el marxismo y los clásicos socialistas o anarquistas, pero comenzó a mezclar dichas lecturas europeas, con los aportes de la intelectualidad americana: Alberdi, Sarmiento, José E. Rodó, Manuel Ugarte, Manuel Gálvez, Jauretche, Scalabrini Ortiz, Wilde y tantos otros que aportaron a un pensamiento que perdura junto al suyo.
El surgimiento el 4 de junio de 1943 de un movimiento militar heterogéneo en el que se entremezclaban liberales, nacionalistas y profesionalistas fue el momento en que comienza a destacarse el entonces coronel Juan D. Perón, quien habiendo ya participado activamente en el golpe de 1930 contra Yrigoyen, junto a José María Sarobe y Agustín P. Justo -que fallece en enero del 43-, se transforma rápidamente en líder del movimiento juniano.
Los cambios que surgen en aquella época: el crecimiento y fortalecimiento de los sindicatos, el apoyo a los empresarios nacionales, la neutralidad durante casi toda la Segunda Guerra, el avance técnico de las fábricas militares y la obra pública, en favor esta de los más necesitados, llama la atención de Ramos y su grupo de amigos políticos. Aquel mundo de trotskistas heterodoxos comienza a simpatizar con las medidas que adopta el gobierno militar, en el que Perón desarrolla una vertiginosa actividad para acercarse al poder. Aurelio Narvaja y Abelardo resuelven luego del 17 de octubre de 1945 apoyar críticamente al “peronismo”, no sin algunos matices propios del internismo de los grupos de izquierda.
Consolidado en el poder el gobierno de Perón, luego de las elecciones del 24 de febrero de 1946, Abelardo busca el acercamiento al nuevo gobierno y comienza a escribir en los periódicos y diarios afines al oficialismo: Democracia, El Laborista, La Prensa, expropiada y puesta en manos de la CGT, y algunos más que fueron apareciendo con el objeto de sostener la política oficial. Esta actitud tan proclive al peronismo le valió fuertes ataques de ex compañeros de izquierda nacional, quienes juzgaron que dicho acercamiento constituía un renunciamiento a la lucha por el socialismo.
Esto no intimidó a Ramos, quien no solo siguió, sino que aumentó sus contactos políticos dentro del peronismo. Ex radicales y/o socialistas que se habían integrado al nuevo movimiento. Entre sus “amigos” mencionaremos a Manuel Gálvez y Ernesto Palacio provenientes del nacionalismo católico, Manuel Ugarte, del partido socialista, nombrado embajador por Perón, John W. Cooke de origen radical, Raúl Bustos Fierro -apodado “pico de oro”, debido a su excelente oratoria, Francisco Muñoz Azpiri con quien se encontró en Europa, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, J. J. Hernández Arregui, José María Rosa, los uruguayos Methol Ferré, Vivian Trías y el mismísimo caudillo Blanco, Luis Alberto de Herrera, y muchos otros.
En la postura de izquierda nacional conducida por Ramos se sumaron importantes militantes-intelectuales como Jorge Enea Spilimbergo, sobrino del pintor Lino Enea, Alfredo Terzaga, cordobés, y autor de una excelente Historia de Roca quién cultivó una estrecha amistad con Abelardo y que colaborara en fundar el diario Orientación que se redactaba en San Francisco y se trasladaba a Córdoba en transporte automotor. Desde esta tribuna defendieron al gobierno peronista que pronto sería derrocado por la Libertadora. Alberto Methol Ferré (Tucho), católico y latinoamericanista llegó a ser asesor del CELAM y en 1979 un importante ideólogo y redactor del Documento de Puebla. Antes de la caída de Perón en 1955, fue Tucho quien puso en contacto a Ramos con Real de Azúa, Vivian Trías y el caudillo Blanco, Luis Alberto de Herrera, bisabuelo del actual presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou.
Entre 1948/49 Abelardo escribe su primer libro: América Latina un País, en el que deja claramente expuesta su ideología de nacionalizar el marxismo y conformar un movimiento que trascendiera al peronismo abrazando un socialismo latinoamericano, aunque sin dejar de apoyar los avances que se iban concretando desde el movimiento peronista.
América Latina un País es un texto de juventud en el que expresó con limitaciones propias de sus 28 años las principales ideas que guiarían su pensamiento. Apoyar al peronismo en forma crítica. Luchar por un socialismo nacional y latinoamericano. Revisar la historia desde una perspectiva nacional y popular. El texto fue enviado a pensadores importantes de Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil e incluso España entre otros. Alfredo Palacios, Manuel Ugarte (no sabemos si llegó a recibirlo dado que este gran pensador fallece en 1951), Manuel Gálvez, y muchos otros que acusan recibo y envían elogios. Sus amigos orientales le llaman la atención sobre la necesidad de otorgar mayor importancia a la política de José Gervasio de Artigas el caudillo federal que luchó permanentemente para que el Uruguay se sumara a la Argentina.
La siguiente obra fue Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, un texto que impactará en las juventudes de los años 60 y 70. La primera edición es de 1957 y a partir de ella, fueron muchas más las que hicieron crecer la obra al mismo tiempo que la prosa se “nacionalizaba” al decir del “Colorado”. Tal vez el cambio más importante se produce cuando Ramos abandona la caracterización del peronismo como “bonapartismo” término ligado a Marx y también a Trotsky y comienza a mencionar al movimiento nacido en 1943/45 como un nacionalismo popular.
En 1968 escribe la primera edición de Historia de la Nación Latinoamericana que también tendría una gran acogida en las juventudes y la intelectualidad de ideas nacionales. No había salida para la Argentina sin la unidad con el resto de las repúblicas latinoamericanas. Ya en los años 1982/83 el realismo político de Ramos lo llevó a hablar intensamente de “la unidad suramericana”. Percibió que Centroamérica y México por razones geopolíticas y estratégicas serían muy difícil de incorporar al proyecto de unión. Cuba, al adherir a la Unión Soviética y exportar la guerrilla a Latinoamérica, consiguió no unir sino dividir al continente. Fidel Castro y Ernesto Guevara, “el Che”, junto al izquierdista francés Regis Debray, serán los ideólogos del denominado “foquismo” guerrillero que llevará a una generación latinoamericana no solo al fracaso sino también a una muerte sin sentido.
Ramos nunca apoyó la lucha armada. Previo al error político del “Che” Guevara (y Debray) de crear un foco armado en Bolivia donde el argentino encuentra la muerte denunciado por los propios campesinos a los que pretendía liberar, Abelardo escribió un famoso artículo en el que demolía las tesis de ambos personajes (1963). El texto se denominaba “Los peligros del empirismo en la revolución Latinoamericana”. El mismo serviría para el Frente e Izquierda Popular (FIP), fundado por Ramos, enfrentara ideológica y políticamente a la guerrilla argentina peronista o de izquierda durante el período democrático de 1973/76. El golpe del 24 de marzo de 1976 logrará derrotar cruentamente a la guerrilla sin excluir los tremendos efectos de la represión estatal.
En 1982, la recuperación por parte de Argentina de las islas Malvinas fue la última esperanza heredada de aquellos años 60/70 para que ocurriera en Argentina un cambio como el que Ramos imaginaba. Argentina fue derrotada, aunque Ramos valientemente sostuvo la defensa de la heroica lucha llevada adelante por las Fuerzas Armadas argentinas con apoyo peruano y brasileño. El efecto de la capitulación de junio paradójicamente sirvió para el retorno de la democracia en 1983.
Raúl Alfonsín triunfó en las primeras elecciones, pero su gobierno entró en una crisis profunda al final de su mandato que permitiría un nuevo triunfo del peronismo encabezado por Carlos Saúl Menem en 1989.
Con el triunfo de Menem, Ramos apoyó y participó del nuevo gobierno, primero como embajador en México y luego en la delegación cultural del Mercosur, aunque ya en esta etapa lo sorprendería la muerte el 2 de octubre de 1994.
Ramos, como Methol Ferré, basó el apoyo a Menem en la firme decisión de éste de impulsar la creación del Mercosur, en la cual tuvo también influencia la Fundación Mediterránea que nuclea a empresarios de Córdoba y el propio ministro de aquel momento, Domingo Cavallo. Al mismo tiempo Abelardo supo ver la necesidad de reestructurar las empresas del Estado que desde los años 60 y 70 habían entrado en una decadencia imparable debido a la falta de políticas para modernizarlas técnica y administrativamente, como habían hecho Brasil y algunos países de Europa occidental, al permitir la convivencia de capitales privados y aportes estatales que controlaran el desarrollo des estos sectores estratégicos.
En 1994, poco antes que lo sorprendiera la muerte, Jorge Abelardo Ramos resolvió impulsar la disolución del MPL (Movimiento Patriótico de Liberación, que sucedió al FIP) e instar a sus militantes a afiliarse al peronismo. Su deteriorada salud no le permitió en lo personal cumplir con la decisión tomada. Había concluido su largo itinerario político. El mundo había cambiado y pocas de las ideas pensadas desde 1945 en adelante, por este político-intelectual mantendrían vigencia. América del Sur sigue siendo una nación inconclusa. La nueva dirigencia solo es capaz de mostrar decadencia y vanidad fortalecidas ambas por un relato que tan solo es palimpsesto que oculta la verdadera historia de la segunda mitad del siglo XX. Haría falta el fresco aire de polemistas como Abelardo Ramos para intentar nuevos rumbos.
El autor es Lic. en Historia y autor de “Abelardo Ramos. De la izquierda Nacional a la Nación Latinoamericana”
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