En Fort Worth, Texas, Estados Unidos, el 19 de enero de 1921, hace exactamente cien años, nació la primera y única hija de Jay Bernard Plangman y María Coates, una pareja de artistas que, diez días antes del nacimiento, decidió divorciarse. Así que podría decirse que Mary Patricia Plangman —ese es el nombre de Patricia Highsmith— no fue deseada. De hecho, ella misma contó que su madre le dijo una vez que había intentado abortarla bebiendo trementina, también conocida como aguarrás. Se crió con su madre y con su padrastro, también artista, Stanley Highsmith, que se casaron cuando ella tenía apenas tres años. Esa difícil relación con su madre la narra, al menos ficcionalizada, en el cuento “La tortuga gigante”, donde un niño maltratado apuñala a su mamá hasta matarla.
Su abuela fue la que la introdujo en la lectura. Uno de los libros de esa biblioteca que la marcaron fue La mente humana de Karl Menninger, una divulgación de la psiquiatría y de Sigmund Freud. Ella tenía nueve años y sentía que un mundo nuevo e infinito se abría ante sus ojos. En 1942 se graduó de Barnard College donde estudió escritura y dramaturgia. Intentó ingresar en revistas como Vogue, Mademoiselle, Time y The New Yorker pero no la aceptaron. Fue gracias a la recomendación de su entonces amigo Truman Capote, que entró a Yaddo, una comunidad de artistas en una enorme finca de Saratoga Springs, Nueva York. Fue en el verano de 1948. Allí comenzó a trabajar en su primera novela, Extraños en un tren, que se publicaría en 1950 y Alfred Hitchcock la adaptaría al cine en 1951.
Según su biógrafo Andrew Wilson, Highsmith tuvo una “vida turbulenta”. Tenía grandes problemas con el alcohol y sufrió varios ciclos depresivos, además de lo que causó su muerte en 1995, a los 74 años: una combinación de anemia aplásica y cáncer de pulmón. “Soy ahora cínica, bastante rica, sola, deprimida y totalmente pesimista”, escribió en su diario en enero de 1970. Pese a todos esos conflictos, la escritura, de alguna manera, la salvaba. Tuvo muchos romances, tanto con hombres como con mujeres, y si bien se definía como lesbiana, le gustaban “más los hombres que las mujeres, pero no en la cama”. Amante de los gatos y criadora de caracoles —crió unos trescientos en el jardín de su casa en Suffolk, Inglaterra— y carpintera amateur. Y escritora, por supuesto.
“Elijo vivir sola porque mi imaginación funciona mejor cuando no tengo que hablar con la gente”, confesó en una entrevista de 1991. Una mujer solitaria, taciturna, noctámbula que no siempre caía bien en sociedad. Otto Penzler, su editor estadounidense, dijo después de su muerte: “Highsmith era un ser humano mezquino, cruel, duro, indigno de amor. Nunca pude comprender cómo un ser humano podía ser tan implacablemente feo. ¿Pero sus libros? ¡Brillantes!” En cuanto a su personalidad, no todos pensaban lo mismo: La guionista Phyllis Nagy, que adaptó al cine su novela El precio de la sal dijo que Highsmith, de quien se hizo muy amiga, era “muy dulce, alentadora y maravillosamente divertida”. Sobre sus libros, en cambio, todos están de acuerdo: son buenísimos.
“Uno no se cansa de releerla”, dijo el escritor Graham Greene, porque “ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde lo penetramos con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío”. Su género era el suspenso y sus temáticas podían ir desde la culpa y la mentira hasta el desamor y el crimen. Muchos de sus personajes son psicópatas y caminan en la línea que separa el bien del mal. La crítica siempre le halagaba la penetración psicológica que lograba y la definía como una de las mejores escritoras de su generación. Sin más preámbulos, a continuación, una lista de cinco novelas imprescindibles de Patricia Highsmith para introducirse en su obra y no salir jamás.
Extraños en un tren
En el verano de 1948 durante su estadía en la finca de Yaddo, Highsmith empezó a escribir su primera novela. Se publicaría dos años después recibiendo el visto bueno de la crítica y de los lectores. Extraños en un tren narra la historia de un joven deportista de tenis que se topa en un viaje en tren con un hombre que le ofrece un pacto. El tenista odia a su esposa pero no puede pedirle el divorcio. El hombre odia a su padre, que le hace la vida imposible. El pacto consta en que cada cual mate al “verdugo” del otro. La historia fue llevada en 1951 por Alfred Hitchcock al cine. Raymond Chandler fue uno de los guionistas. Los dos protagonistas del film son Farley Granger y Robert Walker. La novela, luego de la película, fue un éxito en ventas.
El talento de Mr. Ripley
Con la plata que obtuvo por los derechos de la película, Highsmith realizó un largo viaje por Europa. Fue entonces cuando empezó a escribir El talento de Mr. Ripley, una novela publicada en 1955 que se enmarca dentro del género negro-thriller psicológico y transcurre en gran parte de los lugares que la autora iba visitando. Cuarenta años después la Mystery Writers of America la incluyó en su lista de las cien mejores novelas de misterio de todos los tiempos. El protagonista es Tom Ripley, uno hombre que sobrevive en Nueva York gracias a su talento en adaptarse a las situaciones más adversas. Un magnate le hace una propuesta: ir a Italia y convencer a su hijo de que regrese a Estados Unidos y así continuar con el negocio familiar. Entonces Ripley se hace pasar por su amigo, pero se enamora de la vida en Europa.
La historia se convirtió en una saga de cinco novelas. Además de El talento de Mr. Ripley, están La máscara de Ripley (1970), El juego de Ripley (1974), Tras los pasos de Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991). Fue adaptada al cine en varias ocasiones: A pleno sol (1960), película francesa dirigida por René Clément y protagonizada por Alain Delon; El talento de Mr. Ripley (1999), película estadounidense dirigida por Anthony Minghella y protagonizada por Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett y Philip Seymour Hoffman. Esta última obtuvo cinco nominaciones a los Premios Óscar en el año 2000. Con esta primera novela de la serie de Ripley obtuvo el Gran Premio de Literatura Policíaca y estuvo nominada al Premio Edgar a la mejor novela.
Catástrofes
Patricia Highsmith no sólo era novelista, también se destacada en los relatos. Catástrofes es uno de sus más celebrados libros. Su título irignal era Cuentos de catástrofes naturales y no naturales y se publicó en 1987. Son diez cuentos: “El cementerio misterioso”,“Operación Bálsamo, o no me toques”, “Nabuti: Calurosa bienvenida a un comité de la ONU”, “¡Dulce libertad! y una merienda en el jardín de la Casa Blanca”, “Complicaciones en las Torres de Jade”, “Úteros de alquiler contra la derecha poderosa”, “Moby Dick II; o la ballena misil”, Nadie ve el final”, “Sixto VI, Papa de la zapatilla roja” y “El presidente Buck Jones defiende la patria”. Mucho humor negro, panoramas góticos y oscuros. Según sus palabras, el libro que más se divirtió al escribirlo.
El precio de la sal (Carol)
La segunda novela a nivel cronológico es El precio de la sal. Como narra el amor entre dos mujeres, fue rechazada por sus editores. Se publicó en 1951 con el título bajo el pseudónimo de Claire Morgan. En 1989 se reimprimió con el título de Carol y con el verdadero nombre de su autora. Vendió cerca de un millón de ejemplares. Para la época, narrar una relación lésbica con final feliz significaba avalarlo y eso no era para nada habitual. La escribió a los 17 años y es probable que a ella le estuviera pasando lo mismo que a la protagonista: el extraño proceso de entender y aceptar su propia homosexualidad. Para los crítico, la novela es un clásico de la literatura lésbica junto a otras obras de Ann-Marie MacDonald, Marijane Meaker, Jane Rule y Jeanette Winterson.
Los cadáveres exquisitos
Otro libro de cuentos: Los cadáveres exquisitos. No se trata de un libro pensada en conjunto sino que cada relato fue escrito de forma independiente. Son doce en total: “Cuentos incluidos”, “A lo hecho, pecho”, “El buscador inquietante”, “Tener ancianos en casa”, “Despacio, despacio, a merced del viento”, “Acabar con todo”, “El día del ajuste de cuentas”, “Sustancia de locura”, “Un suicidio curioso”, “Los pájaros a punto de emprender el vuelo, “Donde las dan...”, “Bajo la mirada de un ángel sombrío” y “Lo que trajo el gato”. Predomina el contexto cotidiano de las clases medias, los vecinos, los amigos, pero también la sensación inminente del peligro, el asesino que habita dentro de nosotros y el crimen como un problema cultural.
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