I
La dadásofa. Así se la conocía a Hannah Höch en el mundo del arte. Era la amante de Raoul Hausmann, el dadásofo, de ahí su apodo. Él estaba casado pero en el ambiente dadaísta de Berlín la libertad era lo primero. Se conocieron en 1915, cuando ella llegó a la ciudad alemana para estudiar en la clase de gráficos de Emil Orlik en el Instituto Nacional del Museo de Artes y Oficios. En el movimiento dadaísta no había mujeres, ella fue la primera.
Los artistas veían en Höch una mujer inédita: talentosa, autosuficiente, inteligente y con una imaginación sin límites. Trabajaba haciendo artesanías, también diseñando vestidos y bordados, mientras en los ratos libres se dedicaba a la explorar la técnica del collage. Era bisexual y muy progresista: pensaba en términos de “mujer nueva”, alejada de los patrones burgueses, machistas y misóginos de la época.
Si bien el romance con Hausmann fue muy productivo para su obra y para el movimiento, la historiadora Maria Makela lo calificó de “tormentoso”. Hausmann no quería dejar a su esposa y Höch se lo reclamaba. Hay un cuento de Höch, “un cuento cáustico”, titulado “El pintor” de 1920, cuyo tema protagonista es “un artista que se ve inmerso en una intensa crisis espiritual cuando su esposa le pide que lave los platos”.
Ella quería tener hijos con él, y él decía que esa era una buena forma de que Höch alcance su máximo potencial. La historia Makela lo cuenta en su libro. Dos veces quedó embarazada de Hausmann, una en mayo de 1916 y otra enero de 1918. En ambos casos decidió abortar. Fueron años intensos, no sólo en lo personal, también en el arte. De esa época es Corte con cuchillo de cocina a través de la barriga cervecera de la República de Weimar.
II
Este collage de papeles de 90 x 144 centímetros, realizado en 1919, está en los Museos Estatales de Berlín. En aquel momento, el de la producción de este collage político, Alemania vivía bajo el régimen llamado República Weimar. Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, desde 1918 a 1933, se produjo un período democrático pero de gran inestabilidad política y social, en el que se produjeron golpes de Estado derechistas e intentos revolucionarios izquierdistas.
“Muchos de los fotomontajes abiertamente políticos de Höch caricaturizaron el pretendido socialismo de la nueva república y vincularon la liberación femenina con la revolución política de izquierda”, escribió la historiadora estadounidense Maud Lavin. Esta obra tiene fragmentos de fotografías de máquinas, animales, utensilios industriales y personajes, muchos anónimos, otros son miembros del grupo dadá, también hay políticos y militares. Además, movilizaciones de obreros.
En palabras de la arquitecta e investigadora Blanca Espigares Rooney: “Su título, largo y complejo para un collage, contiene un juego de palabras ya que utiliza Schnitt que significa recorte, pero también incisión o incisivo, refiriéndose al juego de recortes propios del collage, pero también a la mirada incisiva y penetrante que hace la obra sobre la realidad de su momento. Este collage refleja la inestable situación política, pero sobre todo, el ánimo de la sociedad de 1920″.
Las palabras que aparecen son importantes: “anti” en la esquina superior derecha y también “dada” que irrumpe unas cuatro veces. Es una conceptualización de lo contemporáneo. “Con este corte metafórico”, explica el crítico de arte Miguel Vega Manrique, Höch se define “por la dialéctica negativa de los ideales vanguardistas: reacción contra la tradición, contra la sociedad burguesa, contra lo políticamente institucionalizado”.
III
Terminó su conflictiva relación con Raoul Hausmann en 1922 y, cuatro años más tarde, entabló un romance con la escritora y lingüista holandesa Mathilda “Til” Brugman. Se mudó a La Haya para vivir con ella. Estuvieron juntas nueve años, hasta que en 1935 comenzó a salir con Kurt Matthies, empresario y pianista. Se casaron pero se separaron en 1944. No se exilió: pasó los años del Tercer Reich en las afueras de Berlín cultivando un perfil bajo, sobreviviendo en silencio.
Los nazis la censuraron y formó parte de la muestra infame “arte degenerado“. Continuó produciendo sus fotomontajes y, caído el régimen, pudo exhibirlos internacionalmente. Murió en 1978, en su casa de Berlín. Miles de personas asisten a su jardín para conocer de cerca el escenario donde vivió y produjo sus obras la dadósofa Hannah Höch, una de las mujeres centrales en esa franja histórica del arte que suele llamarse vanguardias del siglo XX.
Höch, que siempre se pensó a sí misma como “mujer nueva” y que coqueteaba con la idea de la androginia y con las posibilidades concretas de la revolución en el arte, se lanzó, furiosa, a construir su propio discurso político. Combinó imágenes, fragmentos de postales urbanas, de actores sociales, la lucha de clases y se enfocó en lo estrictamente dadaísta como crítica social: la razón, como tal, es una construcción burguersa y hay que derribarla. ¿Cómo? Con arte.
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