Humor, literatura y ensayo: tres miradas originales sobre la pandemia

Infobae Cultura dialogó con el autor Guillermo Saccomanno, el historietista Ernán Cirianni y el filósofo Daniel Loewe sobre las obras que escribieron durante el encierro y que aportan enfoques diferentes para transitar los tiempos que vivimos

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Humor, literatura y ensayo: tres
Humor, literatura y ensayo: tres miradas originales sobre la pandemia

La pandemia que asoló el año 2020 en todo el mundo y llenó de dudas y temor a los habitantes del planeta hoy se debate entre el rebrote a nivel global y la aplicación de vacunas para combatirla. Así las cosas, encerrados en sus viviendas y escritorios, con el espíritu oscilante entre las preguntas que la pandemia les ofrecía y el oficio que les brotaba para intervenir en una época única; varios autores realizaron obras sobre la pandemia durante la pandemia misma. Y publicaron. Y dieron a conocer.

Infobae Cultura conversó con tres de ellos cuyas obras responden a distintas ramas del pensamiento o la creación: la novela, la historieta y la filosofía. Guillermo Saccomanno escribió la novela Soy la peste (Planeta), el historietista Ernán Cirianni dibujó La pandemia de mi vida (Loco Rabia) y el filósofo chileno Daniel Loewe publicó Ética y coronavirus (Fondo de Cultura Económica). Tres maneras de pensar al virus Covid-19, y vivir para contarlo.

Soy la peste es una novela de ritmo trepidante que retrata un mundo desolador que sufre de la peor manera las consecuencias de una pandemia y que está atravesado por la violencia, la decadencia, la muerte. El lenguaje del texto exhibe una potencia feroz, fruto del extrañamiento que produce el uso de palabras de un lunfardo del pasado en el marco de un mundo de futuro incierto. Guillermo Saccomanno cuenta cómo sus paseos matutinos por barrios completamente desiertos durante la cuarentena formaron parte de la inspiración para escribirla.

-Su novela hace uso de formas literarias inusuales que marcan una época de la pandemia atravesada por el temor. ¿Fue su manera de combatir el temor a esa peste que le da título a su texto?

– Yo creo que escribí la novela un poco por contrafobia. Me senté y arranqué, tenía miedo del bloqueo no del virus. Tenía bronca contra el miedo. Yo siempre me levanté a las cinco de la mañana y salía a caminar. Iba hacia Munro y veía las calles desoladas, un montón de negocios cerrados, edificios monstruosos y playones que han levantado empresas vacíos, inclusive había un templo japonés enorme que tiene un jardín muy muy amplio y todos eran territorios desolados. Sentía estar en otro lugar, en un planeta deshabitado y yo escribía contra lo que me inspiraba esto. Hoy pienso a la novela como un texto político más que como un texto sobre la cosa concreta de la peste. Tiene que ver con mi enojo, si la tuviera que escribir hoy creo que sería una novela todavía más radical.

"Soy la peste (Planeta)", de
"Soy la peste (Planeta)", de Guillermo Saccomanno

– Pero ya la radicalidad tiene que ver con una trama tremenda y una lengua que refuerza la distopía.

– No existe el mundo tal cual lo conocimos pero el mundo tal cual conocimos no nos gustaba. Me interesaba que la distopía funcionara con un lenguaje que conviviera con una lengua como de ayer o de antes de ayer, que no habla de alternancia entre lo plebeyo y lo culto. Para mi la distopía pasa por el lenguaje. Por momentos la novela me resulta desagradable y por momentos me parece tibia con respecto a lo que es la sensación del miedo, porque es una novela de rabia. Tal vez yo hubiera trabajado más el miedo que la rabia.

–Usted dice que hubiera incrementado la radicalidad política en la novela. ¿Cómo lo hubiera hecho?

– No lo sé, pero cuando yo siento el disgusto cotidiano, porque todos los días uno tiene un desencanto ¿no? Este gobierno que nosotros votamos para expulsar a Macri ha cometido Guernica (Ndr: un desalojo violento), este gobierno ha pasado lo de Vicentin, es un gobierno trémulo ante la Corte Suprema… Creo que debería haber tomado medidas más profundas. Es cierto que al gobierno lo tomó la pandemia, fue un viento fuerte muy de frente. Y a la vez hay un grado de derechización de la sociedad muy fuerte, me parece, y no pasa por culpabilizar a los jóvenes porque tienen el frenesí de la juventud, el frenesí del deseo o tienen una pulsión vital que los lleva a posicionarse contra el encierro. No va por ahí. Pero si la consigna pasada fue “la patria es el otro” hoy el otro es el enemigo.

Guillermo Saccomanno
Guillermo Saccomanno

–Hay pocas producciones realizadas en el marco de la pandemia que hayan sido publicadas durante la pandemia.

– Me parece que todo, inclusive las columnas periodísticas, dan cuenta del bloqueo. “Ay estoy encerrado en mi casa, no se me ocurre nada”. Bueno sos escritor, estas en tu casa, dejate de joder, ¿estás llorando? ¿Qué sos? ¿Un caniche? No me jodas, escribí.

Ernán Cirianni (así, sin hache) es un historietista que pertenece a la generación conocida como “argenmex”, por haber pasado sus infancias en el exilio mexicano durante la dictadura. La pandemia de mi vida es su quinto libro, a la vez que es editor de la revista de historieta latinoamericana Cábula y forma parte del grupo de historieta de humor político llamado Alegría. El libro se publicaba -y aún se publica- en redes sociales a razón de una historieta por día y la historia del encierro del alter ego de Cirianni, su gato y eventualmente su hijo Jerónimo, de 15 años, durante las visitas semanales generaron una cantidad desbordante de seguidores que, también, hacían comentarios sobre las vicisitudes de la pandemia en lo que se convirtió, a la vez, en un experimento social.

–¿Cómo comenzó a realizar sus historietas diarias que concluyeron en un libro?

La pandemia de mi vida empezó el día uno del confinamiento. La idea era colgar en las redes sociales en forma de tiras diarias las sensaciones del coronavirus y, claro, comenzó con el deseo de despejar los miedos y sacarme el cagazo que me producía y nos producía a todos el nuevo virus. En la primera tira el personaje, que soy yo o alguien muy parecido a mí, se maravillaba ante el hecho de que era la primera vez en su vida en el que estaba frente a un acontecimiento histórico a nivel mundial. El primer mes estuve solo en casa, no salía, había acumulado alimento en latas, papel higiénico y todo lo que fuera necesario para no salir. Me fui acostumbrando a que lo peor era lo que me rodeaba. Al principio la única relación que tenía era con mi gato, Guadalajara, a quien le hablaba con mucha frecuencia.

Pasó algo gracioso que fue que a los cinco días de la cuarentena se rompió una cañería del baño y, como no quería que entrara el plomero, abría y cerraba la canilla de la ducha rápido para bañarme.

" La pandemia de mi
" La pandemia de mi vida (Loco Rabia)", de Ernán Cirianni

– ¿Su aislamiento era total?

– Mi primera comunicación vía zoom fue con mi hijo Jerónimo. En un momento le dije que lo extrañaba y él me respondió que ya estaba suficientemente grande para tener sentimientos. Una verdad universal, como se sabe, a los quince años. Jerónimo llegó a visitarme después del primer mes y también se incorporó a la historieta. Él estaba a favor de la cuarentena porque no quería salir y creo que sigue estando a favor. No estoy seguro de si no quiere que se desarrolle una nueva cepa.

– ¿Sus historietas tienen un formato común?

– Las tiras no tenían una composición igual, a veces eran varias viñetas, a veces una sola. Un día la cuarentena terminó y pensé que terminaba la historieta, pero la seguí ya con un formato establecido. Es que en las redes sociales me pedían que la siguiera. Además, se ve que llegó afuera, porque un diario suizo me pidió una historieta sobre la pandemia. Ahora el protagonista ya abandonó la pandemia total. Sale al supermercado chino, a veces. Su dueño se incorporó a la historieta.

– ¿Y usted volvió a la nueva normalidad?

– Yo trabajo en la administración pública y no volvimos al trabajo. Yo si salgo. Me sigue causando un poco de risa que mi mamá siga hablándome a la una de la mañana sobre el coronavirus. Me inquieta pensar qué va a pasar luego, cuando ya estemos acostumbrados a tener tres siestas por día, o a tener una siesta después del almuerzo, o que Netflix esté completamente incorporado a nuestras vidas. El otro día me suscribí a Amazon y vi series aunque son malas. Releo libros, busco libros. En realidad parece el mejor momento de mi vida adulta: puedo leer libros, hacer lo que quiera, salvo ir una plaza. Ahora no voy ni loco a una plaza.

– ¿Tenía una intención previa al comenzar su historieta?

– El ojo del historietista depende de la historieta. Yo me rio de lo absurdo y dramático de la situación. Quería construir un personaje que es un maniático, que está obsesionado y que quiere que termine la pandemia, pero también quiere que siga porque así está solo con su gato. Un personaje sufrido y amargado al que la pandemia le da un golpe de horno para justificar todo lo que está mal de su vida. Guadalajara es otro personaje, pero es un personaje abusador, yo vivo para ella. Mi hijo me tiene un poco de lástima, me intenta explicar el sentido de la vida, pero se da cuenta de que soy un tipo amargado. Creo que lo metí en la historieta para hacer más divertida mi depresión.

–¿Y ahora que es un libro?

–Fue una idea del editor porque un montón de gente sigue la historieta por Twitter, que tiene más megusteos cuando el personaje está más deprimido. En Facebook estalla cuando la tira es más divertida. ¡En instagram cuando aparece el gatito! Los lectores me dan consejos sobre cómo mejorar mi relación con el gato. El libro tiene unos bonus track acerca de cómo comenzó la pandemia a nivel mundial y un final que muestra qué va a pasar cuando la pandemia termine de verdad. Cuando empezó era un experimento historietístico para sacar los miedos, ese estado de que nos íbamos todos a morir. La historieta me sirvió para relajarme, para sacarme esos temores. Si al principio le echaba principio le echaba cloro a la lechuga, después me relajé. Se podría decir que me relajé un poco con la muerte.

Ernan Cirianni y Guadalajara
Ernan Cirianni y Guadalajara

Por su parte, Daniel Loewe es un filósofo y profesor de filosofía chileno, quien fue investigador del Centro de Investigación en Filosofía Política de la Universidad Eberhard Karls de Tübingen, Alemania. Sus áreas de especialización son filosofía política, filosofía moral y ética. Su libro Ética y coronavirus es una rigurosa indagación sobre los alcances de la pandemia desde el punto de vista de la filosofía. Es, por lo tanto, una invitación a pensar el virus y sus consecuencias.

–Usted escribió Ética y coronavirus. ¿Qué lo motivó a escribir sobre un fenómeno mundial al ritmo de su propia existencia?

–Mientras la entonces llamada “enfermedad china” se iba expandiendo por el mundo, yo volvía de mis vacaciones y comenzaba a dictar mis cursos en la universidad en la que trabajo. Pero la pandemia nos comenzó a alcanzar y empezó a cambiar todo. Mis clases presenciales se transformaron en telemáticas, se restringieron las salidas y los viajes, el colegio de mi hijo cerró preventivamente, se declaró cuarentena, y de pronto me encontré, parafraseando a Charly García, yendo de la cama al living.

El encierro, la falta de contacto con los otros son difíciles de soportar para los humanos. Somos una especie eminentemente social que ha logrado su tremendo éxito evolutivo mediante estrategias de cooperación. Estar separados de los otros atenta contra esa herencia evolutiva y se nos hace difícil de soportar. Escribir este libro fue un modo de enfrentar estas circunstancias. Los estoicos siempre apuntaron a la distinción entre lo que podemos cambiar y lo que no, y a que con respecto a esto último no nos debemos apesadumbrar. Las restricciones a la libertad son todas imposiciones externas que como simples individuos no podemos cambiar. Escribir el libro fue parcialmente un proceso de asumir responsablemente el confinamiento, como una circunstancia que no se puede cambiar, pero de la cual, sin embargo, se puede hacer sentido. De acuerdo al existencialismo somos responsables por nuestra vida y por el sentido que podamos construir. Y es algo que podemos hacer mejor y peor. Por cierto, hay restricciones externas, que nos angustian, como en este caso la pandemia. Pero eso no nos quita responsabilidad por lo que nosotros hagamos con nuestra vida en esas circunstancias, aunque sean impuestas. Así considerado, escribir el libro tuvo algo terapéutico. Pero no fue una simple estrategia de autoayuda. Las cosas que me llamaron la atención y sobre las que escribí en el libro no son solo importantes para las personas y sus vidas, sino también para las decisiones sobre la vida en común y las políticas públicas. Se trata de asuntos de la mayor relevancia, como la docilidad con que en un comienzo se aceptaron las restricciones a la libertad, como se asumió, de un modo irreflexivo, un valor superior de la vida que supera cualquier otra consideración y consecuencia, etcétera. Desde esta perspectiva, fue también un intento de elaborar una reflexión que pudiese ser un aporte al entendimiento del fenómeno y a los procesos de toma de decisión.

"Ética y coronavirus" (Fondo de
"Ética y coronavirus" (Fondo de Cultura Económica), de Daniel Loewe

– El escribir durante la pandemia misma, ¿no le quita una distancia crítica para analizar los problemas que plantea el libro?

– Es usual sostener que para entender un fenómeno a cabalidad se requiere distancia. El símil usual es visual: para ver el bosque hay que alejarse. Si no lo hacemos, solo vemos árboles. Por tantas singularidades perdemos el fenómeno en su completitud. Y por cierto hay disciplinas para las que esta distancia es necesaria, por ejemplo, en el entendimiento de los procesos históricos. Pero la filosofía no es historia. La distancia que hace posible la reflexión filosófica no es la distancia temporal, como en la historia, ni la geográfica, como lo es para el topógrafo. Aquí el símil visual lleva a engaños. La “distancia” propia de la reflexión filosófica es la abstracción, es decir un proceso de generación de modelos. Y esto se puede hacer en medio de una tempestad o de una pandemia, si solo se realiza de un modo correcto. Es decir, el error en la reflexión filosófica no se retrotrae a que le faltó “distancia” temporal o espacial, sino a su estructura. Evidentemente entran siempre elementos empíricos en la reflexión, y en este sentido, estar en medio del fenómeno que se estudia puede implicar asumir elementos empíricos inapropiados. Pero la reflexión filosófica en cuanto tan no se juega en la exactitud o no de esos elementos, sino de las reflexiones con que nos referimos a ellos. Hay una rama filosófica bastante nueva y de moda que se denomina filosofía experimental. La idea es empíricamente poner a prueba supuestos usuales de la reflexión filosófica. Todo esto es sin duda muy interesante. Pero para la reflexión conceptual y normativa, es bastante, aunque no completamente, irrelevante. Es por eso que pienso que una reflexión filosófica crítica es completamente posible, aunque se esté en medio de la pandemia. Solo hay que hacerla bien. Pero ciertamente los lectores tendrán en esto la última palabra.

– Usted analiza problemas que van desde la economía y la salud al concepto del fin del mundo, pasando por la teodicea, ¿cuál fue el criterio para elegir los temas desarrollados?

– La verdad es que el libro se fue construyendo casi por sí mismo. Me gustaría decir que el libro mismo escogió los temas y no yo, pero eso es cursilería artística y un error por un uso descuidado del lenguaje. El libro no escoge nada. Es más bien, que el proceso creativo lleva, casi naturalmente, como una exigencia que se desprende de las ideas y reflexiones, de un tema a otro. Y en este libro están tratados probablemente la mayoría de los temas relevantes desde una perspectiva ética en el caso de una pandemia: libertad y sus límites, creación y destrucción de valor en la vida y en la sociedad, el valor de la vida y los distintos modos de considerarlo, deberes y derechos, el miedo a la enfermedad y la muerte, etcétera. El tema de la teodicea, que es el primer capítulo del libro, y que puede parecer, y quizás es algo esotérico, cumple una doble función. Por una parte, es importante para enfrentar a todos aquellos que aún creen, piensan o sostienen que la ética tiene que ver con algún Dios. Por otra parte, es importante porque deja en claro que los absolutos no son alcanzables, tampoco en ética, y que de este modo el mejor mundo es siempre un compromiso, a veces, por ejemplo en el caso de la pandemia, es incluso solo el menos malo. En todo caso, me sorprendió también el papel preponderante que tomaron las reflexiones en torno al valor de la vida en toda la estructura del libro.

Daniel Loewe
Daniel Loewe

– Un problema actual es el de la “libertad”: de ir a la escuela, de ir a fiestas, de viajar, y se aduce frente a las restricciones el problema del “totalitarismo”. Usted desarrolla la cuestión de las prerrogativas del Estado frente a los ciudadanos. ¿Cómo se plantea la cuestión en medio de una pandemia?

–En sociedades liberales democráticas estamos tan acostumbrados a gozar y hacer uso de libertades y derechos fundamentales, que corrientemente no notamos cuán importantes son. Son, en definitiva, los que nos permiten vivir una vida que podemos llamar nuestra. Y es por eso que las restricciones deben estar especialmente bien justificadas. Probablemente la mejor justificación es que, cuando el uso de la libertad daña a los otros y viola así sus derechos y libertades, tenemos en principio una razón para restringirlas y regularlas, pero lo importante es que se lo hace en razón de las libertades mismas. Es decir, las restricciones a la libertad se pueden justificar por la libertad misma. Por cierto, en el caso de la pandemia esto vale bajo una serie de condiciones. Entre otras, que las restricciones tienen un límite temporal. No es un secreto que regímenes de corte autoritario aprovecharon estas circunstancias para restringir libertades. Pero también en las sociedades liberales y democráticas hay mucha gente dispuesta a aceptar restricciones a la libertad en pos de seguridad. La paradoja aparente es que nunca nuestras sociedades han sido tan seguras como hoy, en el sentido de haber controlado las amenazas corrientes a la vida. Nunca antes en la historia de la humanidad hemos vivido vidas tan largas, hemos tenido tales tasas de sobrevida, hemos sido más educados y hemos tenido menos hambre que hoy. Pero mientras más seguridades tenemos, más seguridades queremos y, sobre todo, más nos cuesta renunciar a ellas. Y si bien esta es una buena noticia que da cuenta de las buenas condiciones de nuestra existencia, implica también un riesgo. Los seres temerosos en que nos hemos convertido podemos estar dispuestos a renunciar a nuestras libertades en pos de mayor seguridad. Esto no es solo teoría. Después del atentado a las Torres Gemelas se restringieron las libertades civiles con el apoyo de la población, y estas restricciones se quedaron. No estoy diciendo que esto es algo que vaya a suceder, pero es algo que podría suceder y, por tanto, una posibilidad a la que debemos atender seriamente, sobre todo, en mi opinión, en relación a la disposición social a aceptar sistemas de vigilancia tecnológica directa e indirecta.

– ¿Qué le aportó personalmente la condición “coronavirus” a su mirada global?

– Pienso que, entre otras cosas, haber notado la fuerza movilizadora del miedo en los fenómenos sociales, y haber notado cuán poco nos enfrentamos, miramos directamente, a la muerte. Esto es curioso. La muerte está ahí, es un elemento de nuestra vida, pero corrientemente no atendemos a ella. Soñamos con una especie de inmortalidad, y corrientemente nos auto engañamos con estos sueños, o al menos actuamos como si lo hiciéramos. La pandemia nos sitúa frente a nuestra contingencia, y siempre es recomendable hacerlo de un modo consciente. Después de todo, como el reverso de una medalla, la muerte nos ofrece un límite que puede ser una condición de sentido para nuestra existencia, para vivir cada uno de sus destellos maravillosos e irrepetibles, así como también sus horrores. Después de la gripe española, que por lo demás acabo según algunos con un cinco por ciento de la población mundial, es decir fue mucho más mortífera que nuestro más bien modesto coronavirus, llegaron los locos años veinte. Quizás va a suceder algo similar ahora.

Como se puede observar, la pandemia también fue productiva en distintas ramas de la cultura, no sólo fue (es) miedo y frustración. Como muestra, los tres libros que se rescatan en esta nota. Como suelen decir en latín: Quod erat demonstrandum. Que no es otra cosa que: “Así queda demostrado”.

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