La propuesta para leer el libro previene que para entender esta historia es necesario imaginarse a una mujer con un trabajo que no le agrada, en proceso de duelo por una reciente separación y que vive con dos gatos. “De repente, y por las razones más inesperadas, su existencia da un giro copernicano. Una veterinaria la llama para ofrecerle un tercer gato, le dice que es para ella (...) Y no es un gato cualquiera: fue abandonado por sus dueños, es ciego, su esperanza de supervivencia está en el punto medio entre baja y bajísima”, anticipa la contratapa del libro publicado por primera vez en agosto de 2009.
Aquel sentimiento de desazón que agobiaba a Gwen Cooper pasó a segundo plano apenas vio al desvalido gato que, sin verla, se dejó abrazar y buscó su cara para olfatearla y mostrarle que le agradaba la idea de irse con ella. La escritora estadounidense no solo leyó entrelineas el mensaje de aquel ronroneo sino que, como conocedora del mundo felino, entendió lo que estaba pasando: a los gatos no se los eligen, ellos adoptan a la persona con la que compartirán su vida. Son descendencia de los dioses y ningún gato olvida su sangre noble.
Y así fue como Homero —entonces sin nombre— llegó y la vida de Cooper cambió para siempre: el gato la cautivó y decidió que, pese a quedarse sin ojos, iba a sobrevivir. En los siguientes años de convivencia, la protegerá de un ladrón que ingresó al departamento y más tarde, salvará heroicamente su propia vida durante el terrible ataque a las Torres Gemelas en Nueva York.
“El primer recuerdo que tengo de Homero es la primera vez que lo vi cuando era un gatito bebé. Todavía tenía puntos de sutura de la cirugía que le salvó la vida”, confió la autora en diálogo con Infobae Cultura.
La odisea de Homero es un pequeño fenómeno. Todas las editoriales se resistían a publicarlo aún cuando la literatura estadounidense comenzaba a editar libros felinos, pero después entró en la lista de bestsellers del diario The New York Times, se tradujo a quince idiomas, se editó en veintidós países y confirmó un furor de la época: la fascinación por la literatura gatuna.
Otro libro más sobre gatos, pero uno sobre un valiente gato ciego
Corría 1997 cuando la pequeña bola de pelos negra fue sacada de la calle, lo que pronosticaba el inicio de una vida ideal a sus dos semanas de nacida, pero la visita a la veterinaria desechó toda ilusión: el gato padecía una infección severa que, además de dejarlo ciego, podía matarlo y la única solución era extirparle los ojos.
“La pareja que lo había encontrado, supongo que con buenas intenciones, prácticamente me rogó que le aplicara la eutanasia. Sin prestarle atención a la súplica, le realicé un cuidadoso examen físico mientras se resistía, sacudía las patas y maullaba vigorosamente sobre la camilla de acero. Finalmente anuncié que gozaba de buena salud; excepto por una enfermedad ocular. ¿Considerarían adoptarlo si me ocupo de tratar la infección?”, les preguntó la veterinaria Patricia Khuli. Una seguidillas de excusas los dejó fuera de la clínica y al pequeño abandonado.
Pensando en quién podría darle a ese felino ya sin ojos el hogar y los cuidados que merecía, la veterinaria llamó a Gwen Cooper que, sin pensar en nada más, se enamoró del pequeño y lo bautizó como Homero en honor al autor de los principales poemas épicos griegos: la Ilíada y la Odisea, que tampoco veía.
“Nadie ha sido nunca tan afortunado como tú, ni lo será jamás, porque todos te hemos amado”. Homero, “La Odisea”.
—¿Cuál es el primer recuerdo de Homero que llega a su mente?
—El primer recuerdo que tengo de Homero es la primera vez que lo vi cuando era un gatito bebé. ¡Era tan pequeño! Todavía tenía puntos de sutura de la cirugía que le salvó la vida y llevaba este cono de plástico gigante alrededor de la cabeza para evitar que se rascara los puntos. ¡Era muy pequeño y muy adorable! ¡Fue amor a primera vista!
—¿En qué momento supo que escribiría un libro sobre él?
—En 2007, leí un artículo en un periódico sobre un libro de memorias sobre un gato llamado Dewey, que había vivido en una biblioteca en Iowa. Ni siquiera se me había ocurrido hasta entonces que era posible escribir un libro sobre tu gato, que era algo en lo que otros podrían estar interesados. Pero tan pronto como tuve la idea, supe que era buena. Homero era un gatito tan asombroso, y había vivido una vida tan extraordinaria; había superado tantos obstáculos y dificultades y, sin embargo, ¡estaba tan feliz, saludable y confiado! Comencé a escribir la propuesta que eventualmente se convertiría en La Odisea de Homero esa noche.
“No dejo de sorprenderme —aunque quizás ya debería haberme acostumbrado— ante la generosidad de espíritu que todo el tiempo manifiestan los humanos que aman a los animales”, Gwen Cooper, “La odisea de Homero” (Ed. 2010)
—¿Qué impresión tuvo al momento de presentar el texto, primero rechazado y que luego llegó a encabezar la lista de bestsellers del New York Times y que hasta la fecha ha sido traducido a 15 idiomas?
—Siempre que haces por primera vez una propuesta para un libro ¡es un momento de nervios! Es muy difícil saber si los editores querrán publicarlo o cómo reaccionarán los lectores. Y, sin embargo, siempre tuve la certeza (¡me sentí segura!) de que la historia de Homero resonaría entre los amantes de los gatos en todas partes del mundo.
—Aquí en Argentina hay muchos refugios con animales abandonados y otros miles que viven en las calles ¿qué podría decirle a quienes dudan de adoptar un gatito ciego?
—Que un gato ciego es solo un gato, como cualquier otro; con tanto amor para dar como capaz de vivir una vida larga y feliz. Todo lo que vive tiene valor y merece una oportunidad.
La autora, nacida y criada en Miami creó grupos de voluntariados y participó de otros para promover el derecho de animales domesticados y la primera infancia, disfruta de la nueva edición de su libro traducida por primera vez al castellano. “Espero que a los amantes de los gatos hispanohablantes les guste este libro tanto como a mí me encantó escribirlo”, finaliza.
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