Un hombre desciende a las tinieblas. No sabe por qué pero lo intuye. Es un viaje metafísico, casi espiritual, aunque profundamente vívido, del cual regresa. Y al regresar, lo cuenta, lo narra. Eso es la Divina Comedia: primero el infierno, luego el purgatorio y finalmente el paraíso. El género es la poesía; el idioma, el italiano. Fue escrita entre 1304 y 1321, año en que su autor, Dante Alighieri, muere. Es una obra intensa, llena de referencias, de imágenes visuales, de metáforas, de nombres, de sensaciones. Es, también, un minucioso edificio matemático: cada uno de sus tres cánticos —Infierno, Purgatorio y Paraíso—, que hoy podríamos definir como capítulos, está compuesto por 33 cantos —el Infierno tiene uno más, 34, la introducción— y cada canto contiene estrofas de tres versos endecasílabos, es decir de once sílabas, que se encadenan en una lógica que el mismo Dante inventó. Se llama terceto encadenado porque el segundo verso de cada estrofa rima con el primero y tercero de la siguiente. Para graficarlo: ABA, BCB, CDC, DED, etcétera. No se trata solo de una construcción formal sino de una narrativa alucinante.
La editorial Audisea acaba de publicar el primer cántico, Infierno, en una edición de 359 páginas que contiene una excelente serie de ilustraciones de Julián de la Mota que funcionan como postales hermosas y a la vez horrendas del viaje por las tinieblas y por muchos de los personajes —Carón, el can Cerbero, los adivinos y Lucifer, entre tantos otros— que allí se hacen presentes. El libro es una edición bilingüe a cargo de Alejandro Crotto, el traductor, que escribe el prólogo y una largwa serie de notas donde explica, casi verso por verso, todo tipo de referencias que a cualquier lector se le puedan pasar por alto, así como también precisos comentarios en cuanto a cómo traducir tal o cual palabra. El trabajo es verdaderamente minucioso ya que resulta imposible lograr que en la traducción todos los versos sigan teniendo once silabas y que se mantenga a la perfección el terceto encadenado. En el prólogo explica los caminos que tomó en ese sentido, como usar rimas asonantes y oblicuas. Una vez leída la breve introducción, el lector se lanza con algunas herramientas sencillas y necesarias a leer este libro emblemático.
“A mitad del camino de la vida / vi que me hallaba en una selva oscura, / la buena senda ya perdida”. Así comienza este viaje oscuro y tremendo. El protagonista y narrador, el propio Dante —que está “a la mitad de la vida” porque en ese momento tiene 35 años—, se encuentra de pronto frente a tres bestias, alegorías de la soberbia, la lujuria y la codicia, pero lo rescata el poeta romano Virgilio (70 a. C. - 19 a. C.) y desde entonces será su guía para transitar los diferentes círculos del infierno. Y si bien sabe que ahora tiene un protector que, además, le contará qué es todo lo que ocurre y todo lo que ve, no será un camino fácil de transitar. “Allí suspiros, alaridos, llantos, / cruzaban por el aire sin estrellas, / y comencé a llorar al escucharlos”, se lee y más adelante: “No los consuela nunca la esperanza / de una pausa en lo intenso de la pena”. Son almas perdidas que sufren por un error cometido en vida. Dante no puede dejar apiadarse.
“El Infierno está en mí desde chico —cuenta Alejandro Crotto en diálogo con Infobae Cultura—, desde que me contaron que había un libro sobre el viaje de dos poetas por el infierno, y que los pecadores estaban allí sufriendo según el pecado cometido, etc... Recuerdo las ilustraciones de Doré de una edición que había en casa... Después en la adolescencia, con Borges y con el modernismo norteamericano (Eliot, Pound), que ponían a Dante en el corazón del canon; después mis primeras lecturas del libro en sí (en la traducción de Battistessa); después cuando aprendí italiano, me acuerdo de aprenderme algunas partes de memoria (el Canto V del Inferno, el final del Paraíso), y después más acá la Lectura Dantis a cargo de Claudia Fernández en el Instituto Italiano de Cultura... Y siempre es un descubrimiento: no hay una vez que relea un canto sin volver a sorprenderme, sin que siga siendo nuevo”.
El libro “tiene un final muy claro”, dice Crotto, lo cual hace que “como texto autónomo funciona perfectamente”. “De hecho, por ser el Infierno el más topográficamente claro, el más inmediatamente imaginable, digamos, es el más fácil de leer y el más leído. No es raro quedarse muchas lecturas y relecturas en el Infierno antes de aventurarse por el Purgatorio. Lo que sí es importante destacar es que la Comedia es una totalidad, cada parte cobra su sentido pleno cuando se recorta contra el conjunto de las tres cánticas”, agrega y la llama así, sin el “Divina” adelante, porque, como explicó Jorge Aulicino aquí, el título original es Comedia “responde al criterio aristotélico clásico. Es decir: el héroe sobrevive, tiene lo que hoy llamaríamos un final feliz, por lo tanto, es una comedia y no es una tragedia ni un drama (...) Las obras literarias circulaban en un espacio muy pequeño y Dante pretendía, con el uso del toscano y no del latín, que la leyera más gente. Fue Bocaccio quien lamentablemente le agregó el término Divina y contribuyó a esta especie de sacralización profana, perteneciente a la divinidad” .
Lo círculos del infierno son nueve. En el primero, el Limbo, están los que no fueron bautizados, los que por este error burocrático, no pueden ingresar al cielo. Allí Dante se cruza con Homero, Ovidio, Lucano y Horacio que, sumado a Virgilio, el guía, forman una suerte de canon. “Y aún más honor me hicieron / cuando después me sumaron al grupo, / y entre tanto talento fui yo el sexto”, escribe con la idea, ya anticipatoria, de formar parte de la historia. Luego sigue el círculo de la Lujuria —la puerta del verdadero infierno, allí están Aquiles, Tristán, Cleopatra, Helena, entre otros—, el de la Gula —un mundo de barro donde llueve sin parar—, el de la Avaricia, el de la Ira y la Pereza, el de la Herejía —aquí reinan los espíritus de la venganza—, el de la Violencia —el Minotauro custodia la entrada: hay homicidas, violadores, suicidas, usureros y un río de sangre hirviente y una lluvia de fuego—, el del Fraude —demonios azotando proxenetas, corruptos y embaucadores— y el último, el noveno, un lugar helado dedicado a los traidores, donde vive Lucifer y ni llorar se puede: se congelan las lágrimas para que no exista ni siquiera el desahogo.
“Mi opinión coincide con la opinión de la humanidad de los últimos siete siglos: Dante es un poeta extraordinario. Nadie que ame la poesía dejará de maravillarse leyéndolo: en él hay tantas cosas específicamente poéticas: la entonación como valor fundamental del verso, la plasticidad, la inteligencia compositiva, la inteligencia verbal”, dice Crotto, y agrega: “Diría que es como cualquier clásico, el Quijote o Hamlet, supongamos: son textos que nos dan felicidad y que están siempre como delante de nosotros, invitándonos a que nos enfrentemos con nuestra propia vida, recreándonos”. La crítica literaria ubica este libro —en palabras de Harold Bloom, “uno de los cimientos más sólidos del canon occidental”— como la obra fundamental en la transición del pensamiento medieval teocentrista al renacentista antropocentrista, es decir, en el momento en que el mundo de girar alrededor de Dios para centrarse en la humanidad.
Bautizado como Durante di Alighiero degli Alighieri, este poeta italiano nació en Florencia en 1265, aunque no hay una certeza unánime, y murió en Rávena en 1321. Participó de las guerras de su época y esos conflictos militares lo convirtieron en un héroe pero también en un paria: fue desterrado de su ciudad natal. Abogaba por la unidad italiana y pretendía que la Iglesia y el Estado sean, como decimos ahora, asuntos separados. Además de la Divina Comedia, tiene varias obras: la Vita nuova —poesía y prosa para describir el amor platónico que sentía por Beatriz, que acaba de morir—, De vulgari eloquentia —ensayo escrito en latín sobre el habla popular— y El Convivio —una exposición bien aristotélica sobre la filosofía, la sabiduría y “la verdadera nobleza” que no llegó a terminar—, además obras menores como tratados políticos, canciones, sextinas, églogas y cartas.
En la Divina Comedia, la pluma de Dante sintetiza el problema de la forma y del contenido, donde estudiar por separado la historia narrada y la forma en que se narran los sucesos es una necesidad para abstraerse en el trabajo de análisis, pero es imposible concebir un escrito literario, y puntualmente a esta obra, sin uno de estos dos elementos ya que, juntos, forman eso que llamamos literatura. “Es como si la progresión narrativa estuviera inscripta en la forma y sucediera desde allí”, escribe Alejandro Crotto en el prólogo y ahora, en esta conversación, explica: “En Dante, el terceto encadenado hace que uno sienta que la progresión narrativa está articulada formalmente. Yo quería que en la traducción, como en mi lectura de Dante, la materia narrada fluyera con naturalidad y al mismo tiempo se sintiera a la forma desvaneciéndose en su cumplimiento”.
“Había entonces —continúa el traductor, profesor, poeta y director de la revista Hablar de Poesía— que intentar tensar al mismo tiempo los dos polos: el de la obligación formal y el de la claridad narrativa. Y sabía que para eso tenía que inventar una forma nueva, distinta a las ya ensayadas. Lo que sí, no hablaría de un proceso arduo, porque ese adjetivo hace pensar en un esfuerzo algo penoso, y yo lo viví como un desafío y una alegría; era difícil, sí, pero con la suficiente atención iba apareciendo la manera de decir esa poesía en castellano. Fueron varios años de eso, y me gusta la naturalidad y la inmediatez del resultado”. Además, el libro tiene la pretensión de universalidad, eso que Borges destacó como “texto capaz de múltiples lecturas”, algo “característico de la Edad Media, esa Edad Media tan calumniada y compleja que nos dio, sobre todo, la Comedia, que seguimos leyendo y que nos sigue asombrando, que durará más allá de nuestra vida, mucho más allá de nuestras vigilias y que será enriquecida por cada generación de lectores”.
¿Qué particularidades tiene esta época respecto a la lectura del Infierno? ¿Cómo se lee hoy a Dante? ¿Qué sentidos tiene para aportarle al presente? “Como dije, los clásicos no son algo del pasado, sino que nos enfrentan con nuestra propia vida. Por poner un ejemplo, en el primer canto aparece una loba, que es una imagen de la avaricia y de la ambición y Dante dice que ‘más hambre siente luego de comer’. Ahí Dante vio algo de la naturaleza de la ambición avariciosa, esto de crecer a pesar de estar cumpliéndose, y eso siempre va a seguir siendo verdad y nuevo. Todo el libro es así, el recorrido por el corazón del hombre siempre va a ser actual. Pero el primer sentido que el Infierno puede aportarnos (y a Dante le encantaría este final para la entrevista) es que recordemos que habrá un juicio infinitamente justo al final de nuestra vida”, concluye Alejandro Crotto.
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