Los personajes de Los catorce cuadernos, la primera novela de Juan Sklar, son trabajadores de la industria cultural argentina, se debaten entre el proyecto que los hace pagar las cuentas y el que quieren construir sin jefes pero también se preguntan por los mandatos a la hora de establecer relaciones y muchos de ellos vuelven a estos interrogantes en Nunca llegamos a la India, su segundo libro.
El autor de las dos novelas, que se publicaron inicialmente por Beatriz Viterbo y ahora reedita Emecé, dialogó acerca de su vínculo con la escritura, que también incluye su trabajo en la revista Orsai, el taller “El cuaderno azul” y sus columnas de radio que dieron lugar a sus otros dos libros: Cartas al hijo e Ideologías animadas.
En las dos ficciones, el protagonista es Jano, un joven guionista que escribe y viaja: en Los catorce cuadernos al Tigre a pasar un verano en una casa que no ofrece las mejores condiciones pero se convierte en refugio para un grupo de amigos en busca de un respiro de la ciudad y de sus obligaciones laborales; y en la segunda, como su título lo adelanta, a la India para indagar en un país que descubre al mismo tiempo que se encuentra con sus pliegues, límites y proyecciones.
- ¿Cómo fue reencontrarte con libros que se habían publicado en 2014 y 2018?
- Se hizo una nueva colección pero no volví a leerlos. Pero, cada vez que me encuentro con fragmentos a leer de las dos novelas, me siento muy satisfecho con el paso del tiempo y por ahora creo que están envejeciendo bastante bien.
- ¿Cómo describirías a Jano, protagonista de las dos novelas?
- Es un egoísta o es un forro. Es un poco egoísta o un poco forro. La riqueza del personaje tiene que ver con que no es del todo choto, tiene cosas chotas. Y eso se manifiesta con mujeres, en la India con los indios. Es un personaje que ante todo es egoísta y ese egoísmo le genera dolor a seres humanos en general, más allá del género. Pero también es verdad que las narraciones no lo recompensan, no hay narraciones en las que digas “qué bueno que es ser Jano”. Me parece mal dar una clave de lectura y explicar el libro pero es el derrumbe de eso. Es despegar esa manera de ver el mundo en tanto que no funciona. No es una apología en ningún sentido.
-¿Qué pensás de estas lecturas que muchas veces cuestionan al autor de una obra por la moral de sus personajes?
- Creo que la literatura escrita en papel -después podemos hablar de las redes sociales- se entiende con las reglas de la ficción, se puede dar la confusión entre personaje y narrador pero enseguida queda obturado. Tengo bastante respeto por los lectores, creo que tienen bastante clara la diferencia entre personaje y autor. Cuando hubo críticas ideológicas a estas novelas, los mismos lectores dieron respuestas muy claras: una que es ficción, la moral de Jano no es mi moral y segundo que la moral de Jano no es la moral del libro. American History tiene un personaje racista, la película no lo es.
- En Los catorce cuadernos están las condiciones de laburo de la industria cultural muy lejos de estar idealizadas. Jano como guionista, sus amigas como productoras de una película en la que el director es muy demandante. ¿Cómo pensaste ese abordaje?
- No me interesaba contar eso, necesitaba contar eso. Escribo lo que me atraviesa, en ficción o no, siempre son temáticas que me atraviesan. No es que las productoras están explotadas, se autoexplotan porque el sujeto contemporáneo de la sociedad del rendimiento, para usar una expresión de Byung-Chul Han, se autoexplota. Ellas están contentas con estar en esa película y el director trabajaba más horas que ellas. No es que había un jefe maligno. El problema es cuando todos decidimos poner miles de horas en el trabajo y eso termina en soledad, malestar psiquiátrico, insomnio, problemas de salud. Los problemas que implican encerrarse a trabajar miles de horas; sobre todo el aislamiento afectivo que eso implica. Quería hablar de eso porque soy una persona que se encierra, ahora estoy en la oficina encerrado con llave para que mi hijo no abra. Estoy encerrado en este sucucho aislado de mi mundo afectivo. Tengo una tendencia al aislamiento y a la autoexplotación. Trabajo de escribir entonces no creo que esté trabajando, no lo siento como tal entonces al final del día trabajé 10 o 12 horas y son horas que no vi a mi hijo o no hice ejercicio. La problemática de la autoexplotación me atraviesa personal y profundamente. En la novela todos están trabajando en algún tipo de industria cultural: Palito está buscando su rumbo como director, Bruja trabajaba con él, las productoras trabajan en el que va a ser el filme animado más caro de la historia de la Argentina, Jano ya no quiere ser guionista de televisión y quiere ser escritor. El tema es que cuando sea escritor va a seguir explotándose. Todos están buscando un balance entre vida personal y trabajo. Quieren triunfar pero están descubriendo que eso se puede llevar puestas muchas cosas de su vida privada.
-Jano describe a Palito y a Bruja como protagonistas de una conversación a la que nadie puede entrar. ¿Coincidís con que, en su indagación, es la única pareja que respeta?
- En la búsqueda de Jano, en su orfandad simbólica -porque sus padres no pueden hacer de padres- empieza a buscar otros modelos de donde aprender o a imitar algo respecto del amor. En ese sentido, en su tendencia a idealizar encuentra en Bruja y Palito un buen ejemplo de una pareja que funciona, los observa con envidia, celos, idealización o exceso de crítica. Está constantemente buscando algún tipo de mapa para el amor. La envidia está colocada también en otra pareja: Bebota y Pintor. En el deseo y en un anhelo de poseer la mujer de otro o de poseer un amor como el de Bruja y Palito. Es el vínculo que él no tiene y tanto le cuesta concretar.
- El viaje a la India fue el disparador de Nunca llegamos a la India. ¿Cómo fue el proceso hasta llegar a a la novela?
- El primer borrador fue mi diario de viaje que fue reescrito y es una ficción, es una novela con un porcentaje importante de ficción. No voy a decir el componente de ficción porque en general el lector disfruta mucho de no saber esa diferencia. Cada imaginación elegirá creer qué pasó y qué no. Mi vínculo con la India se transforma en esa novela. Pero 5 años después volví invitado al Festival Internacional de Literatura del Valle de Brahmaputra, que es una ciudad en estados tribales de la India que están casi pegados a China, y fue hermoso. Volví con mi mujer y mi hijo. Volví con amor y con dinero porque me pagaron para viajar y fue otra experiencia, eran otras condiciones afectivas, materiales. El primer viaje lo hice ahorrando plata, alquilando mi departamento en Buenos Aires y con eso más dos mangos me compré un pasaje. Allá vivía con uno o dos dólares por día.
-¿Hay continuidad para Jano?
- Sí, me gusta escribir eso. A la manera de Philip Roth donde el personaje era Phillip Roth o Zuckerman o Bukowski con Chinaski. No me veo escribiendo un policial protagonizado por una mujer asiática que vive en Buenos Aires. La próxima entrega de Jano va a suceder en un mundo distópico. Acabo terminar un libro de relatos de la revista Orsai, que van a salir por esa editorial que será una forma de conocer otro modo de distribución y producción en Argentina. Trabajé con pequeña editorial independiente, ahora estoy en una multinacional como Planeta y voy a trabajar con Orsai que tiene además otras regalías y otro método de trabajo. Y si los jardines vuelven y vuelvo a tener una vida profesional y privada voy a intentar escribir sobre Bruja, Jano, Palito pero desde un punto de vista distópico.
Fuente: Télam
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