Carlos Gardel, a través de Felipe Pigna: más de dos años de investigación, vuelos internacionales y un regreso a la propia infancia

El historiador, confeso gardeliano “desde la cuna”, contó a Infobae Cultura el recorrido que realizó para escribir “Gardel”, una biografía que recorre la vida de El Zorzal y que presenta al cumplirse 130 años del nacimiento del cantor, en Toulouse. En esta charla, además, un paralelo entre dos leyendas: Gardel y Maradona

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Felipe Pigna frente al monumento a Carlos Gardel en Toulouse.
Felipe Pigna frente al monumento a Carlos Gardel en Toulouse.

Este libro me deja mucha emoción, mucha emotividad que, creo, la pude transmitir en sus páginas... Este libro es un gran homenaje a mis viejos, a mis abuelos porque me deja muchas sensaciones. Quedé realmente muy contento por haberlo escrito”, admite el reconocido historiador argentino Felipe Pigna sobre los lugares más profundos que atravesó al encontrarse frente a la vida de un personaje de la cultura que, como pocos, atravesó su tiempo. Al punto de, sin ser prócer, tener también esculturas de bronce levantadas en su honor en gran parte del mundo.

Gardel, el recién salido libro de Pigna, es una biografía de más de 500 páginas que implicó dos años de búsquedas e investigación. Un trabajo minucioso en el que relata la vida de un artista único con una vida fascinante. La gloria y la tragedia. El talento y las historias inolvidables. La música del alma.

Tenía muchas ganas de escribir esta historia, quizás una historia argentina entre 1890 y 1935, desde Gardel, desde su vida y su obra, hablando necesariamente de la historia del tango, pero también de todo lo que nos pasó y lo que le pasó al mundo en esos años fundamentales. Me parece mucho más interesante hablar del hombre que cambió la historia del tango, del que fue, como bien él decía, su primer «intérprete»; es decir, el primero en entenderlo plenamente, en traducir claramente lo que cada poeta quiso decir, viviéndolo intensamente”, explica el autor en la introducción del libro sobre quien dirá durante la entrevista con Infobae: “Su apellido es un adjetivo calificativo”.

Gardel y Pigna: cómo Carlitos se unió a la vida de Felipe

El joven Carlos Gardel en 1906, en su primer viaje documentado a Montevideo.
El joven Carlos Gardel en 1906, en su primer viaje documentado a Montevideo.

El primer argentino del siglo XX en trascender a niveles poco comunes en España, Francia, los Estados Unidos y casi toda Latinoamérica fue Carlos Gardel, cuenta Pigna y explica que el libro que le dedica incluye los misterios de la vida del hombre que cambió al tango para siempre, al artista que trascendió a niveles desconocidos en un tiempo de largas distancias. También al Gardel actor, filmando en París y en Nueva York, atento a los guiones y creando melodías para sus películas, dando lo mejor de sí para su público que se extendía cada día”.

Y lo reconoce como lo que es, un mito popular “que provocó una psicosis con su muerte accidentada” y cuenta el triste el periplo de su cuerpo que pasó por la selva colombiana, tuvo un velorio en Nueva York y también en el Luna Park.

En total, 544 páginas son dedicadas a un contenido detallado, minucioso, prudente que refleja la esencia (y ayuda a comprender a quienes lo conocerán a través de estas paginas) del paso del hombre al mito. Otras decenas de páginas fueron detallar las fuentes consultadas. La tapa, exquisita: a todo color, muestra a Carlos Gardel ocupando la escena, sonriente, claro; sentado sobre un mueble de la casa de Jean Jaures y saludando mano en alto con un sombrero.

“Fueron a más de dos años y medio de trabajo, viajes, lecturas de lo mucho que hay, de muchísima bibliografía, de mucho texto y mucho material periodístico además de haber pasado horas viendo todas las películas y los discos que grabó. Todo eso lo estudié para entender el personaje, que es un personaje maravilloso y completamente histórico, porque reúnen las condiciones para serlo”, le dice Felipe Pigna a Infobae.

"Gardel", el último libro de Felipe Pigna, recorre la historia del gran mito argentino.
"Gardel", el último libro de Felipe Pigna, recorre la historia del gran mito argentino.

El historiador, uno de los más (sino el más) consultado y seguidos por jóvenes —su página oficial tiene más de 830.000 seguidores y 399.000 en Twitter— pensaba publicar Gardel en marzo, pero “vino la pandemia y me dije que es una oportunidad para seguir agregando, redondeando, mejorándolo; y, la verdad, ¡me vino bárbaro este período de poca actividad y dedicarme full time al libro!”, admite sobre el material que, finalmente, terminó de escribir en septiembre.

Este tiempo extra lo usó también para incorporar detalles novedosos que cerca del punto final habían sido publicados en Francia “como la convocatoria a la Guerra que salió aproximadamente el 20 de septiembre”, avisa.

—En la introducción del libro cuenta su relación personal con Gardel y recuerda cuando, con apenas dos años, lo escuchaba. ¿Cómo fue para usted realizar el recorrido por la vida de un personaje que se liga directamente a la suya?

—Fue un recorrido muy lindo porque fue confirmar cosas y conocer otras. En mi casa se escuchaba mucho a Gardel, particularmente en la casa de mis abuelos porque mamá ponía la radio cuando se iba a trabajar, la dejaba en la cuna para que me sintiera acompañado con Radio Rivadavia, que era en la que más hablaban y pasaban mucho tango; por eso, a los dos años ya cantaba tangos arrabaleros y mi abuela me llevaba con sus amigos para que el nene cantara tangos... Así que volver a Carlitos me pareció muy lindo. Era algo esperado y que tenía ganas de hacer hace tiempo. Fue un recorrido muy lindo volver a escuchar sus canciones, ponerlas en contexto, ir a los lugares gardelianos donde él había dejado huellas como a los teatros en los que se presentó que aún quedan, a los que ya no y hay otra cosa, ir a los lugares a los iba a comer en Colombia, en París, en Barcelona... Fue recorren un poco todo lo que hizo durante su vida, que fue muy corta pero muy intensa porque era un tipo que no paraba, siempre estaba pensando en innovar, estuvo siempre atento a lo que venía, a la novedad. Fíjate que apenas aparece el cine sonoro él ya quiere estar haciéndolo y hace los primeros cortos sonoros argentinos, donde interactúa con Celedonio Flores y Francisco Canaro y hacen esos diálogos increíbles antes de cada canción que se podría pensar que fueron los primeros videoclips de la historia.

—Fue un gran innovador pero no solo para su época sino que se adelantó por décadas a la tecnología y marcó el rumbo de lo que luego fue la industria cinematográfica y de la canción en Argentina...

—¡Sí, absolutamente! Y siempre lo hizo pensando en la calidad. Era un tipo muy profesional. Hay una imagen de él como un tipo de farra, pero se imponía una disciplina muy rígida en cuanto a tener su maestro de canto, de hacer gimnasia todos los días porque estar en forma era parte de él y de su pinta, que era parte de su presencia. Hacía footing todos los días... Una cosa destacable, hablando de su innovación permanente, fue que hizo los primeros dúplex en la historia de la radio, en 1933, cuando hace una transmisión desde Nueva York con sus guitarristas en Buenos Aires y, como una genialidad, él canta a capela mientras los guitarrista lo acompañan a lo lejos y termina saliendo en una tercera radio el sonido fusionado. Todas esas cosas hacía y las hubiera hecho, pero lamentablemente todo terminó cuando su carrera estaba comenzando a explotar. Y pensaba en seguir expandiéndose porque estaba estudiando inglés cuando muere. En la última gira lleva a su profesor de inglés porque quería tener su propio programa en inglés en la NBC, ya tenía un programa latino, pero buscaba entrar de lleno en el mercado inglés.

Carlos Gardel con Blanca Vischer en la escena final de "El tango en Broadway" (1934).
Carlos Gardel con Blanca Vischer en la escena final de "El tango en Broadway" (1934).

—Y lo extraordinario que también fue cómo supo usar las películas para cantar y que grababa las escenas cantadas en una toma cuando no existían las mezcladoras de sonidos que tanto se usan hoy. Por algo le decían El Mudo, ¿verdad?

—¡S! ¡El Mudo!—se ríe y cuenta lo que pasaba en los cines de Barcelona, París o Nueva York cuando pasaban sus películasLa gente pataleaba y aplaudía, era una especie de clave para el proyectorista que tenía que rebobinar la parte en la que cantaba y lo hacía dos, tres y hasta cuatro veces con la misma canción y era maravilloso porque lo querían escuchar una y otra vez; y eso sucedía en todos los cines del mundo que pasaban sus películas. Además era un tipo que cuidaba mucho su voz: tenía trucos de cantante de ópera como cambiarla por la letra r por la n, que alguno decía que era un defecto, pero es un truco vocal que usan los cantantes líricos. Lo mismo hacía cuando en las películas aparecen exagerados algunos gestos, eso es para colocar mejor la voz. Y lo explica bien en el libro una profesora del Colón.

—Gardel también se caracterizó por grabar películas en tiempo récord, ¿es así?

—¡Totalmente! Y por componer a tiempo veloz. Hay una anécdota maravillosa sobre cuando compuso un tema en media hora y por teléfono. Como Carlos no sabía escribir música en pentagrama, cuando le venía la melodía llamaba por teléfono a Terig Tucci, que era arreglador, y le decía: ¡Anotá, Beethoven!—Pigna imita la voz de Gardel y se ríe— Y le silba un tango. Eran la 3 de la mañana, y Tucci que estaba muy dormido le dice: “¡Pero eso no es gran cosa!”, a lo que Carlitos le responde: “¡Bueno, mañana me contás!”. Y cuando Tucci se levanta se pone al piano, toca lo que anotó y solo pudo decir: “¡Qué maravilla!”. Después Le Pera le puso la letra y ahí salió el tango Por una cabeza. Escrita prácticamente por teléfono, apurado porque tenía los ritmos de la filmación que en 3 ó 4 semanas, como mucho, grababa una película.

—Cuenta la historia que cuando arribó a Nueva York conoció a un pequeño músico que, alentado por su padre le llevó un regalo al set de filmación, y que luego Gardel lo adoptó como amigo y hasta traductor...

—¡Si! Ese fue un encuentro maravilloso con el que tuvo que ver Tucci, ese arreglador que antes mencioné, que le fue presentando a la colonia argentina en Nueva York y así llega a conocer a la familia Piazzolla, que tenía el niño que tocaba el bandoneón. Un día Carlos va a comer a su casa donde cantó mientras el nene tocaba el bandoneón... Existió la dupla Gardel-Piazzolla... Se hace amigo del niño Astor que le hace de intérprete y Carlos lo incorpora al elenco de la película El día que me quieras donde el nene interpreta a un canillita. Luego lo invita a la última gira por Latinoamérica, la que fue lamentablemente la última, pero los padres no lo dejaron. En 1978, Astor le escribió a Gardel una hermosa carta cuando se cumplió el aniversario de su muerte que decía: “Menos mal que no te acompañé porque en lugar de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa...”se ríe— Y esto es lo lindo de su historia: los cruces de su vida con Piazzolla, con García Lorca, con quien tuvo un hermoso encuentro en Buenos Aires.

Astor Piazzolla, de niño, en una escena de "El día que me quieras" junto a Carlos Gardel.
Astor Piazzolla, de niño, en una escena de "El día que me quieras" junto a Carlos Gardel.

—¿Cómo fue ese encuentro con Federico García Lorca?

—Lo invita a la casa de Jean Jaures, con amigos, donde Federico toca el piano y recita poemas; Gardel canta y hablan de la posibilidad de que Carlitos le ponga música a nada menos que al Romancero gitano. Hay un diálogo en el que aseguran que en ese encuentro Federico le dice a Carlos: “¡Pero qué triste es el tango!”, y Gardel le responde: “¡Claro, porque el cante jondo es un cascabel, ¿no?...”. Después tiene otro encuentro extraordinario con el dramaturgo Luigi Pirandello, también en Buenos Aires; otro con el escritor Jacinto Benavente, con quien tiene una muy linda conversación sobre el lunfardo y el encuentro maravilloso con Charles Chaplin en Niza, donde el cómico lo aconseja sobre el mercado cinematográfico y lo contacta con quienes tenía que hablar. Y Carlos hace un mini recital para Chaplin quien le regaló una carta muy linda cuando muere diciendo que falleció el artista americano más grande.

—Felipe, en el sonido de su voz hay tanta emoción al hablar de Gardel que imagino que en dos años y medio de investigación, tras horas y horas escuchándolo, viéndolo y leyendo sobre él, fue inevitable compenetrarse en esas historias y con el propio personaje... ¿Llegó a soñarlo?

— Sí, sí... ¡Lo soñé un par de veces! Realmente estaba tan metido con esas vivencias que sí lo soñé. Lo soñé lindo, no llegué a interactuar, pero lo veía muy de cerca, como espectador, sin un diálogo, lamentablemente. Pero estaba ahí. Lo vi con esa sonrisa suya... La verdad que uno se mete tanto en la vida de quien investiga que se engancha de esa manera. Y lo que no me pasó fue que me haya cansado sino todo lo contrario: cada vez me maravillaba más porque es un personaje que sorprende permanentemente porque era muy divertido, con una vida muy variada, que hacía cosas distintas, no olvidemos que fue un personaje de distintos ámbitos. Fíjate que su infancia transcurre en dos mundos muy diferentes. Por un lado, en el mundo oculto de la calle Corrientes donde él repartía las camisas que su mamá planchaba entre escritores, pintores, donde estaban las redacciones de las grandes revistas; y por otro lado, en el Abasto, en ese mundo donde estaban los tanos, los gallegos, los judíos y la gente que venía de las provincias. Ahí se arma una mezcla que también es un poco de tango, de lo folklórico, con las áreas líricas. Un mundo muy loco porque la gente se imagina al Abasto solo por la zona del mercado, pero era un lugar con mucha cultura y él la frecuentaba mucho.

—Hablemos sobre el accidente: me sorprendió mucho saber por su libro que Gardel intuía que algo podría pasar en ese vuelo porque, más allá del miedo, que es sabido que temía a volar, por los diálogos que usted pudo reproducir, ¿él intuía que podía pasar algo como lo que pasó?

—¡Si! Esos diálogos son completamente reales, provienen de los testimonios de los sobrevivientes José María Aguilar Porrás, guitarrista, y José Plaja. Hay una permanente cuestión sombría en ese viaje final y una negativa a viajar que no tenía que ver con alguien paranoico sino con un mundo donde estaba empezando la aviación aéreo comercial y eran muy frecuentes los accidentes aéreos y Carlos tenía la prevención lógica de no querer viajar en avión y, además, se lo había jurado a su madre; por eso cuando ella se entera del accidente no lo podía creer porque él le había dicho que nunca se iba a subir a un avión. Pero también se dieron una serie de sucesos desafortunados en ese vuelo. No pasó nada de lo que se dice sobre la leyenda del tiroteo, pero sí una cantidad de errores acumulados, la precariedad de un aeropuerto que no estaba en condiciones, la señalética era completamente humana con un banderillero como el de Fórmula 1 que marcaba la presencia de un avión y hubo una especie de discordia en marcar a destiempo la presencia del avión alemán de la pista. También había una cierta sobrecarga en el avión de Carlos y mal distribuida donde había mucho el peso en la parte de atrás de la aeronave que complicó el despegue. El piloto era excelente en aviones pequeños y no en uno de ese tamaño; y un copiloto que no sabía pilotear. Entonces se conjugan una cantidad de cosas en una situación trágica que dio como resultado la muerte de la mayor parte de los tripulantes, a causa de una serie de graves errores humanos.

Identificación del cuerpo de Carlos Gardel tras el accidente aéreo en Medellín. Entre sus pertenencias estaban la rastra y las espuelas que usaba de adornos.
Identificación del cuerpo de Carlos Gardel tras el accidente aéreo en Medellín. Entre sus pertenencias estaban la rastra y las espuelas que usaba de adornos.

—Luego de ese accidente, a Gardel se lo reconoce por la inscripción de la dirección de la casa de Jean Jaures que llevaba grabada en una pulsera y por su dentadura. Qué gran significado tuvo para él esa casa, ¿verdad?

—Fue muy significativo, sí. Y en esto que marcás hay muchas cosas interesantes: Jean Jaures era un dirigente socialista de Toulouse, su lugar natal, y cuando vas a esa ciudad, que tuve la suerte de visitar dos veces, en la Plaza Central hay una recova con techos muy lindos y el de Gardel y el de Jean Jaures están juntos. No sé si son casualidades, pero están así. Para Carlos esa casa significa el sueño de comprarle la casa a la vieja, él siempre le decía “la casa de la vieja”, no le decía “mi casa”. Sin dudas darle una casa a su madre fue un logro muy importante, él estaba muy orgullo de esa casa donde siempre recibía gente. Es muy sensitivo que esa casa sea el punto de identificación junto con la dentadura, tan particular y tan perfecta, la que marcó su sonrisa.

—También cuenta en el libro lo importante que fue su madre a la hora de seleccionar su repertorio

—Justamente en esa casa, a Carlos le gustaba probar los tangos con Berta. Celedonio Flores dice en un testimonio que cuando probaban los tangos, Bertha era la que aprobaba o no porque tenía muy buen gusto musical y él le consultaba mucho a ella.

—Felipe, hace unas semanas el país despidió al otro ídolo, Diego Maradona, y fue imposible que esas imágenes no lleven a aquellas de hace 85 años, cuando Gardel tuvo un velorio masivo, su féretro fue acompañado por una multitud desde el Puerto de Buenos Aires hasta su velorio en el Luna Park y desde allí hasta el Cementerio de la Chacarita. ¿Qué semejanza puede ver entre estos dos personaje tan representativos en Argentina?

No hay muchos apellidos que sean adjetivos calificativos como lo son Gardel y Maradona. Si te dicen que “sos Gardel” o “sos Maradona” quieren decir que sos mucho más que buen deportista y buen cantante. Es mucho más que eso. El origen humilde del que siempre hablaron los dos y los dos estuvieron siempre orgullosos por haber ascendido socialmente viniendo muy de abajo. Otra similitud es la fama mundial de ambos muy reconocidos mundialmente, cómo se ocupó la prensa de la muerte de los dos: los dos fueron tapas de la los diarios del mundo en momentos muy distintos. Y, como bien decís, el velorio que fue impresionante porque la gente quería llevar el cajón de Carlos a pulso como lo habían hecho dos años antes con Yrigoyen. El velatorio en el Luna Park fue más que impresionante: hay fotos de adentro donde se ve gente colgada del techo, literal, porque no entraba un alma más y toda la noche se cantó tango, fueron los mejores cantantes y bailarines, y las mejores orquestas. Todos cantaron, todas las entradas estaban bloqueadas por la cantidad de gente. Hubo desmayos e intentos de suicidios y la gente llorando, como en el caso de Diego, como si se tratara de un familiar muy cercano, y con un llanto tremendamente sentido por la pérdida de alguien muy querido.

Velorio de Carlos Gardel en el Luna Park. Una multitud acompañó los restos del cantor desde que llegó al Puerto de Buenos Aires, hasta su velorio en ese estadio y hasta su entierro en la Chacarita.
Velorio de Carlos Gardel en el Luna Park. Una multitud acompañó los restos del cantor desde que llegó al Puerto de Buenos Aires, hasta su velorio en ese estadio y hasta su entierro en la Chacarita.

—Y más allá de los tiempos que los separan ¿qué diferencias hay entre estos dos personajes?

—Tuvieron vidas distintas. Creo que la de Gardel estuvo más cuidada en personal y no tuvo problemas con las drogas, por ejemplo. Como bien dijo Diego “qué hubiera sido yo sin la droga...” Eso no lo tuvo Gardel, sí tuvo el vicio de las carreras de caballos que le llevó gran parte de su fortuna. Él decía esa famosa frase “a mí me perdieron las mujeres ligeras y los caballos lerdos”.... Creo que con eso dice bastante porque Gardel era una persona que podía manejar su vida y la hizo como quería, eligiendo todo el tiempo en su carrera con una clara convicción de qué hacer y autonomía de poder hacer lo que. Diego estuvo más limitado por los problemas de salud.

—¿Podemos sumar entre las semejanzas la importancia que para los dos tenían “la casa para la vieja”?

—¡Totalmente! La casa para la vieja es lo primero que hizo Pelusa y lo primero que hizo Carlitos, fue un gesto muy lindo de los dos. Y todo ese cariño popular, siguiendo con las semejanzas, que se ganaron a pulso fue también por ser muy solidarios, estaban cuando los llamaban para actividades benéficas, para ayudar. Se dice que Carlos ayudaba a todo el mundo, algunos decía que era exageradamente generoso, no tenía límites cuando había que ayudar a alguien, está en muchísimos testimonios. Y lo mismo cuentan de Diego. Por eso creo que el cariño de la gente también es en agradecimiento. Y otra coincidencia: en el entierro de Gardel lo que la gente más repetía era “Gracias” y a Diego le dijeron los mismo, ¡gracias!

—¿Cuál fue el tango de Gardel que necesitó escuchar mientras estaba adentrándose en su historia?

—Escuché casi todos sus tangos en los dos años y medio de investigación, que son más de 800, pero me encanta Soledad con letra de Le Pera. Es un tango extraordinario que ayer (por el jueves 3 de diciembre) durante la presentación de este libro junto con Alejandro Dolina coincidimos en que ese tango tiene una musicalidad y una calidad de sonido extraordinario, con mucha variación musical en el mismo tema y a distintos tiempos además de una letra extraordinaria que habla de una situación personal de Le Pera como fue la muerte de su novia y lo canta en la película El Tango en Broadway tiene que ver con eso. Volver también es una maravilla. Hace unos días escuché la versión de la chica Rosalía, que triunfa en todo el mundo, y hace una versión flamenca de Volver, muy buena. Otra versión fue la Penélope Cruz en la película de Almodóvar... Las menciono porque es una maravilla cómo sigue sonando Gardel. Rosalía lo cantó en Madison Square Garden como último tema y se vino abajo el estadio. Me maravilla que lo sigan interpretando.

—¿Se siente colaborador para que las nuevas generaciones lo sigan conociendo?

La verdad que ése el gran objetivo del libro. Tengo mucho público joven y me gustaría que la gente vuelva a escuchar a Gardel, que no crean que era alguien del pasado. Como le digo siempre los jóvenes: “Todos sus ídolos son admiradores de Gardel. El Flaco Spinetta, Charly García y todos los músicos tienen en él un referente, es inevitable.

Estampilla de Carlso Gardel en la República de Niger.
Estampilla de Carlso Gardel en la República de Niger.

En la última parte del libro, Felipe Pigna recopila las opiniones de músicos de distintas generaciones valorando la calidad musical como compositor y como cantante de Carlos Gardel, protagonista de su último libro, escrito desde sus emociones.

“Lo escribí con un tocadisco y un reproductor de CD al lado y auriculares porque por suerte hay muchos registros fílmicos y sonoros de Gardel. Y después de tanto leer y escucharlo, uno ya se lo imagina hablando con esa tonada gardeliana, con esos dichos, sus muecas y con esas frases tan maravillosas y la gracia que tenía al hablar. Todo lo que se ve claramente como en una película”, asegura el director de la revista Caras y Caretas.

Pigna, profesor de Historia nacido en Mercedes en 1959, finaliza la entrevista citando la última parte de aquella carta que le escribió Astor Piazzolla a Carlos Gardel cuando se cumplieron 43 años del accidente aéreo en el que murió: “Dicen que cada día cantás mejor y yo sé el secreto: tus discos se ensayan de noche”. “Por eso, sin dudas, Carlitos cada día canta mejor”, concluye con mucha emoción en su voz.

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