La belleza del día: “Clarice Lispector”, de Giorgio de Chirico

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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Clarise Lispector por Giorgio de
Clarise Lispector por Giorgio de Chirico

Cuando los destinos de Clarice Lispector y Giorgio de Chirico se cruzaron ella era una autora en ascenso, mientras que él toda una figura del arte europeo.

Fue en 1945, y Clarice, de quien hoy se cumple un centenario de nacimiento, solo había publicado Cerca del corazón salvaje, una obra que había escrito a los 19 años y por la que recibió el premio Graça Aranha a la mejor novela publicada en 1943. El, en cambio, antes de que ella viniera el mundo en Ucrania en 1920, ya había sorprendido con su pintura metafísica e incluso se reconocía su influencia para los surrealistas.

Lispector se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, a quien conoció mientras estudiaba en la universidad, y comenzó una vida familiar que la llevó a compartir destinos internacionales sin dejar nunca de lado su vínculo con la escritura.

En uno de sus viajes, escribe a sus hermanas Elisa y Tania: “Estaba en Roma y un amigo mío dijo que a De Chirico seguramente le gustaría pintarme. Y le preguntó. Y dijo que primero tendría que verme. Y me vio y dijo: Pintaré tu retrato“.

La autora brasileña fue hasta su estudio en la Piazza di Spagna, a unos pasos de la casa donde murió Keats, para posar para el pequeño retrato. “Sus cuadros están en casi todos los museos”, les dijo a sus hermanas.

“Definitivamente han visto reproducciones de ellos. La mía es pequeña, excelente, hermosa, con expresión y todo. Cobra mucho, naturalmente, pero a mí me cobra menos. Y mientras pintaba apareció un comprador. Por supuesto que no lo vendió... El mío es solo de mi cabeza, cuello y un poco de mis hombros. Todo más pequeño. Posé con ese vestido de terciopelo azul del Mayflower, ¿lo recuerdas Tania?”

La historia fue recuperada por el escritor e historiador estadounidense Benjamin Moser, para la biografía Por qué este mundo.

La imagen muestra la cabeza de la autora un poco inclinada hacia la derecha. La mirada tan característica de Lispector está allí: ojos profundos, desafiantes. Sus labios pintados a rojos son el destello de color más notable en una obra de por sí bastante oscura.

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