Estupefacción: Maradona, un homenaje merecido, pero una justificación polémica

La mirada del crítico de arte sobre la decisión de la UNSAM de imponer el nombre del ex futbolista a la cancha de fútbol de su campus por considerarlo “el símbolo cultural más importante de la historia argentina del último medio siglo”

(Shutterstock)

El 30 de noviembre de este año, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de San Martín impuso el nombre de Diego Armando Maradona a la cancha de fútbol de su campus en la ciudad de San Martín. Merecido homenaje. Lástima que… en los considerandos de la resolución, se ha escrito y aprobado que “es el deseo de esta Universidad rendir homenaje a quien es considerado el símbolo cultural más importante de la historia argentina del último medio siglo.” Caramba, no solo símbolo cultural sino el mayor en la Argentina de 1970-2020. Podríamos realizar un debate prolongado y muy rico acerca de qué significa que a una sociedad se le proponga una figura simbólica de su cultura, vale decir, de las formas actuantes y reales del significado compartido de su vida colectiva y también de los desiderata que la inspiran para la búsqueda de una existencia próspera, abierta, solidaria y supongamos que hecha también de personas libres y generosas.

Me temo que convertir a Maradona en algo semejante es no solo una exageración sino un error garrafal. Como antiguo profesor de la UNSAM, tengo el honor de haber conocido allí a grandes científicos, intelectuales, dirigentes sociales, dedicados a la educación popular y masiva, con altas miras y fidelidad al estudio de la realidad y al descubrimiento de las verdades que la atraviesan. Me cuesta creer que sus representantes hayan acompañado con su voto una resolución que contenía el considerando de marras. Por eso, me atrevo a preguntar a mis colegas y a otros miembros del Consejo Superior: Si bien cualquiera de nosotros se sentiría feliz de tener una hija o un hijo crack del deporte tal cual lo fue Maradona, ¿aceptaríamos como modelo para nuestra prole la figura de un adicto pertinaz, de un personaje permanentemente desbocado en el ejercicio de su existencia individual, familiar y cívica? Por mi parte, no.

Pero pregunto además a las/los feministas que seguramente tienen portavoces importantes en el Consejo, ¿les parece ejemplar que un varón haya declarado, sin ningún paso atrás para disculparse por su desborde y grosería, que ya “había vacunado” a su esposa? Pregunto a los miembros del colectivo LGBT, ¿consideran constructivo el exabrupto “ya la tenés adentro”, que dijo nuestro personaje y fue celebrado por ello en las barras del fútbol o visto así como un irreverente simpático y rebelde, capaz de pronunciar a los gritos semejante expresión de machismo y homofobia? Supongo que la respuesta a ambas preguntas también es “no”.

La UNSAM dispone de varias figuras entre quienes han sido sus maestros en los últimos 50 años que podrían ser vistas como sus “símbolos culturales”. Mencionaré solo tres de entre los fallecidos: Juan Gelman, uno de los mayores poetas de la lengua española, galardonado con el Premio Cervantes; Rodolfo Ugalde, virólogo y autoridad mundial en el campo de la genética molecular; Ernesto Laclau, uno de los filósofos de mayor impacto en el pensamiento y en la praxis de la política de nuestro tiempo. Celebro no disponer de ejemplos entre mis colegas mujeres, muchas de las cuales muy bien se merecerían el ser distinguidas como nuestro “símbolo cultural” en primer término. Y lo celebro porque ellas siguen vivas. Dios ha dado a esa mitad de sus criaturas humanas el bello don de la longevidad creativa.

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