“Caja Negra surge en el año 2005 como el resultado del encuentro de dos amigos que compartían un montón de lecturas y música”. El que habla, del otro lado del teléfono, es Ezequiel Fanego, editor junto a Diego Esteras del sello que hoy está cumpliendo 15 años, una cifra enorme para los proyectos editoriales independientes de estos tiempos donde todo es más fugaz que nunca. Sin embargo, el catálogo de Caja Negra -Malena Rey es la responsable de producción de los libros- va en el sentido opuesto. Autores como Franco “Bifo” Berardi, Martha Rosler, Mark Fisher, Nick Srnicek, Éric Sadin, Boris Groys o Byung-Chul Han son activistas de una pausa reflexiva necesaria para el trajín de la época.
“Ambos estábamos buscando en ese momento algún tipo de actividad que nuclee nuestros intereses y que al mismo tiempo nos funcione como una forma de vida”, continúa en entrevista con Infobae Cultura. “En un momento apareció el sello como un horizonte de acción posible, pese a que ninguno tenía experiencia en el mundo editorial, pero esa falta de experiencia la fuimos supliendo con el intercambio con muchas editoriales independientes que surgieron en la misma época y que fueron fuente de inspiración y de saberes para dar los primeros pasos”, agrega Fanego.
Pero, ¿qué es Caja Negra? En aeronáutica, la caja negra es el lugar donde se guarda toda la información de cada vuelo; en psicología, un concepto para dar cuenta de lo que está entre el estímulo y la respuesta; Es también el título de una película de Luis Ortega, de una novela de Álvaro Bisama y de un disco de Virus. “Caja Negra ha cimentado su identidad como un espacio en donde se abordan problemáticas modernas y la contracultura contemporánea”, escribió Miguel Ángel Morales. Lo interesante de esta editorial es cómo trae a los lectores de este rincón del mundo corrientes de pensamiento radicales y vanguardistas.
“Jamás pensamos que iba a durar tanto. Tampoco teníamos una idea muy clara sobre nuestro futuro. En los inicios los objetivos eran muy acotados y tenían que ver con ir construyendo un modo de comunicar el mensaje que queríamos comunicar y lograr que llegue a la mayor cantidad de lectores posibles y generar también un producto que nos satisfaga conceptual y estéticamente”, dice Ezequiel Fanego, y mira hacia atrás: “Retrospectivamente hacemos un balance bastante positivo. Nos pudimos dar el gusto de publicar un montón de libros que soñábamos con publicar, pero al mismo tiempo también gracias al trabajo editorial y a cómo funciona Caja Negra pudimos conocer un montón de libros y a descubrir autores que, al traducirlos y publicarlos, forman parte de nuestro aporte a la discusión cultural”.
“Creo que nos satisface bastante sentir que en torno a la editorial hemos podido construir una comunidad de lectores y un entramado de intercambios de pensamiento que hoy por hoy nos hace pensar que la editorial no sólo publica libros sino que también genera discusiones y debates que de alguna manera constituyen el aporte que creemos que es el que vale la pena que una editorial haga. En cuanto al ahora, este es un momento bastante estimulante para nosotros. No sólo porque el catálogo está año a año más sólido y va extendiendo cada vez más su capacidad de alcance y las zonas de exploración, sino que además estamos en un momento de mucha reflexión respecto de lo que significa hacer una editorial”, agrega.
Así, esta editorial argentino publicó libros como Pospunk: romper todo y empezar de nuevo de Simon Reynolds, Generación Hip-Hop.: de la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap de Jeff Chang, Del infinito al bife: una biografía coral de Federico Manuel Peralta Ramos de Esteban Feune de Colombi, Objeto Satie de María Negroni, Fragmentar el futuro: ensayos sobre tecnodiversidad de Yuk Hui, Xenofeminismo: tecnologías de género y políticas de reproducción de Helen Hester, Desconfiar de las imágenes de Harun Farocki o Alternativas de lo posthumano de Oscar del Barco.
Para Fanego, Caja negra no es solamente “un espacio de producción, publicación y difusión de libros”; también es “una plataforma de diálogo, de generación de pensamiento y de encuentro entre lectores y autores”. “Esta es una dimensión que venimos explorando hace bastante tiempo tanto con las actividades en torno a los libros que programamos como también con la utilización de nuestros espacios digitales, pero que en los últimos años se ha ido identificando al punto que hoy constituyen una parte fundamental de nuestro proyecto. No sólo complementa la publicación de libros, también extiende su alcance. Imagino para los próximos años una profundización de estas líneas de indagación que son también un campo de experimentación y de programación cultural”, concluye.
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