Susan Orlean y los secretos para saber contar una buena historia

En el Festival Basado en Hechos Reales, la autora de “El ladrón de orquídeas” y “La biblioteca en llamas” reveló las pautas que la hacen elegir trabajar en una historia determinada y contó cómo la pandemia cambió su forma de encarar el trabajo

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(Noah Fecks)
(Noah Fecks)

En el marco de la cuarta edición del Festival Basado en Hechos Reales (BHR), Susan Orlean, autora de El ladrón de orquídeas y La biblioteca en llamas y una de las referentes más importantes de la no ficción estadounidense, contó cómo la pandemia cambió su forma de encarar el trabajo porque la enfrentó a nuevas limitaciones periodísticas, confesó que en Twitter encuentra la distracción y el enriquecimiento de un intercambio laboral que añora y que, en definitiva, la curiosidad es el motor que la lleva a encontrar y contar grandes historias.

Orlean escribe con regularidad en la mítica revista The New Yorker desde hace cuarenta años. Hace pocos meses, durante el pico más grave de la pandemia, publicó un artículo sobre un virus mortal que, en lugar de afectar a los murciélagos, se contagiaba entre conejos.

Entrevistada por su colega del New Yorker, D. T. Max durante la primera jornada virtual del BHR, Orlean ventiló los secretos que la llevaron a escribir esa historia lateral para, en definitiva, hablar del momento que conmueve al mundo. “Muchos escritores tienen esta necesidad de referirse a lo que está sucediendo en el mundo cuando hay un evento tan épico como éste. Es difícil no sentir cierto impulso a responder o reaccionar ante él”, aceptó sobre cierta urgencia por narrar el presente y confesó que le gusta encontrar otra óptica para encarar sus trabajos: “Intento mirar a las cosas desde un punto de vista oblicuo con respecto a la historia principal”.

¿Cómo se enteró de la existencia de un virus que mata a casi todos los conejos que lo contraen? El hijo de su marido le contó que no podía llevar a la veterinaria a su mascota porque podía infectarse.

“La historia me hubiese interesado más allá del Covid, pero la palabra ´virus´ estaba vibrando y pensé que se trataba de una historia divertida, graciosa, una especie de equilibrio gracioso con respecto a este horrible virus humanos. Pero no era divertido. Había muchos paralelismos con la Covid. La manera en la que fue manejado este virus y la resistencia del gobierno de Estados Unidos para admitir que estaba aquí”, contó Orlean sobre los elementos que le permitieron trazar un paralelismo entre su historia y el trasfondo de la pandemia.

En los últimos meses, como muchos otros profesionales, fue testigo de cómo la pandemia modificó su rutina: “Trabajo desde mi casa y es extraño. Todavía es muy temprano para volver. Tengo un artículo que escribí por la mitad para The New Yorker y realmente necesito hacerlo en persona. Voy a esperar. Con la historia de los conejos tuve suerte porque pude hacerla desde mi escritorio: conversaciones, llamadas telefónicas e investigación”.

Susan Orlean
Susan Orlean

Más allá de su recorrido en The New Yorker, las notas de Orlean fueron publicadas en las revistas Outside, Rolling Stone, Vogue y Esquire. Sin embargo, su nombre cobró notoriedad con la publicación del libro “El ladrón de orquídeas” (1998), que fue adaptado al cine en una película dirigida por Spike Jonze y protagonizada por Meryl Streep. “Vi una historia pequeña en una página del Miami Herald y pensé que era una gran historia para contar. Y una vez que comencé a trabajar en ella y hacer las entrevistas, supe que quería escribir el libro”, recordó sobre el proceso que convirtió unas pocas líneas en un diario en un libro memorable que después sería filmado.

Al ser consultada por D. T. Max con auténtica curiosidad de colega sobre cómo reconoce cuando está frente a una historia que merece ser contada, Orlean explicó que generalmente es algo muy intuitivo y un llamado a conocer más: “En el momento, aparece un sentimiento, algo que resuena en mi interior y que me hace sentir que quiero saber más sobre eso, no importa lo que sea. Y generalmente, es algo sobre lo que no conozco nada. No sabía nada sobre conejos, ni siquiera me gustan los conejos. El impulso más poderoso es que quiero aprender sobre ese tema”.

Acepta que escribe poesía, pero que la asusta escribir ficción y, a la hora de abordar los eternos debates sobre el criterio de verdad y verosimilitud que requiere una historia periodística, se muestra partidaria de no recurrir a artificios. “Me resulta incómodo saber que alguien hace trampa. Prefiero no saber que David Foster Wallace hacía trampa. Siento que es un rompecabezas, que estas son las piezas que tenemos y que, si no te gustan, hacé otro rompecabezas. Nunca, de manera consciente, haría trampa. Sé que he escrito citas que no eran completamente correctas antes de la era de la grabación, pero solo eso”.

Orlean confía en su esposo la primera lectura de sus notas y también hace una defensa a ultranza del rol del editor. “Es un privilegio tener un buen editor. Alguien que te va a dar una respuesta objetiva ante un artículo, que supuestamente comprende tu voz como escritora. Y que intenta mejorar lo que le presentás, en lugar de poner una voz extraña”, sostuvo.

Con comentarios sobre la vida cotidiana, links a notas que le interesan o breves análisis sobre la coyuntura en 280 caracteres, la autora se volvió muy activa en Twitter, donde la siguen 380 mil usuarios; a ella le gusta destacar que es el equivalente a la población de una ciudad mediana. “Twitter me dio sociabilidad, el entorno de una oficina. Leo lo que escriben las personas, publico algunas cosas y me hace sentir que no estoy completamente sola. A veces simplemente hablo sin sentido”, contó sobre el uso que le da a la red social y reconoció que para evitar la distracción constante instaló en su computadora un programa que interrumpe internet para trabajar offline, lejos del bullicio de las redes y del último momento que rige el mundo de las noticias.

Fuente: Télam

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