Una sala de un museo en penumbras y nueve obras, algunas en gran escala, que se iluminan con su propia luz. Memoria colectiva, la exposición de la tucumana Carlota Beltrame en MUNTREF Centro de Arte Contemporáneo está llena de sutileza. Su mirada es poética, la carga es política.
Desde la entrada, avanza sobre el espectador como una nube pesada, un enorme textil que ella nombró El calor de la Barbarie. Una instalación de 30 metros cuadrados que parte de una manta, tejida en la profundidad rural de Santiago del Estero y que en la muestra se convierte en metáfora de cómo se desprecia el saber popular sin tener en cuenta su sabiduría y belleza.
Autonomizada y desprovista de figuras humanas la exposición pretende causar en quien la contempla una doble sensación de nostalgia y vértigo pues, en cada una de las obras, la artista trabaja a partir de las huellas que ha ido dejando su experiencia de vivir en provincia. Se trata de una exposición muy “norteña” y por eso muy autorreferencial, al decir de la artista. En un mismo espacio coexisten los horizontes culturales de su entorno, traducidos en objetos exquisitos y aguerridos.
“Las nociones de arte, artista y espectador se transmutan constantemente en estas obras. El potencial crítico –desnaturalizador en muchos casos–, así como las diferencias y conflictos que evidencian estos trabajos, ponen de manifiesto que la imagen poética no está contrapuesta con la memoria, leiv motiv de Beltrame”, señala la Historiadora del arte, Diana Wechsler, directora artística de MUNTREF, a propósito de la segunda muestra personal y la más importante que hace la artista tucumana en Buenos Aires.
Entre las piezas que forman parte de la exposición, se destaca, Tránsito pesado, una vereda de baldosas de vidrio modelo “vainilla” alienadas sobre una plataforma de fibrofácil de ocho metros. Es un camino y puede ser el que recorremos en nuestra vida pero también es un ejercicio crítico respecto a la construcción de la subjetividad social, cultural o políticamente impuesta; a veces, incluso autoimpuesta.
En Los años de plomo, una representación inusual del dolor, utiliza diez pañuelos de randa, un encaje tradicional usado por las mujeres y una artesanía muy común de encontrar en Tucumán, hechos por una de sus colaboradoras, la randera Claudia Aybar que vive en los territorios donde combatió la guerrilla y que se convirtieron en lugares de tortura de la dictadura. Beltrame los trabaja, los cubre del metal con las que están elaboradas las balas y estos por sí solos conducen al llanto, las víctimas, las mujeres y la historia.
Pan de oro, plata, estaño y cobre impresos sobre trapo de piso, rejilla, pañuelo masculino y repasador de cocina, enmarcados, son los usados en Cuatro bocetos para el orden del mundo, un políptico que recuerda el extraccionismo europeo de metales preciados en estas tierras.
El Olvido, llamó a la traducción, también en textil randa, de una chaqueta que perteneció a un prisionero del campo de concentración Mauthausen (Austria). La pieza tiene las medidas corporales de Beltrame y lo hizo para ponerla en diálogo con su historia como tucumana y de haber vivido y conocido lo que fue la dictadura. Se exhibe como una prenda preciosa, colocada dentro de una caja de acrílico semitranslúcido para camisas.
La sal de la vida, placa de sal rosa grabada con el texto “Hilda Guerrero de Molina. Mártir. MCMLXVII”, corporiza el dolor de una de las víctimas de la dictadura del 68, Voz interior, que consiste en resmas de papel sulfito con la palabra “Murmullo” calado a láser sobre plataforma de fibrofácil y leds remite al barrio, a la siesta, a las vecinas y Los tiempos idos una traducción de los Muñequito de Astroboy en rodocrosita, crisocola peruana y granito del Brasil sobre estante de acrílico que hablan del nido vacío y del recuerdo de sus hijos y alumnos, son otras de las obras hasta llegar a Memoria colectiva donde los sonidos de un pueblo (desde el bombo peronista en una marcha, perros que ladran, risas infantiles, hasta la cumbia La burrita)se hacen presentes en la instalación sonoro-lumínica que da nombre a toda la exposición y que utiliza sensores de movimiento y proximidad, LED, pistas de audio, para convertirse en una de las representaciones más interesantes de su creación.
Carlota transmuta temas locales en universales, y para ello utiliza todos los medios expresivos a su alcance, desde la artesanía popular hasta la tecnología. ¿Cómo caracterizar una producción que incluye talla de piedras, grabado láser, textiles, sonido y luz, entre otros tantos medios?, se pregunta el curador de la muestra Julio Sánchez.
Temas como la muerte, la vida, la verdad y el recuerdo son llevados a lugares que se convierten en espacios de reflexión en los que también hay una invitación al espectador para vivir experiencias sensoriales. Beltrame plantea en esta exposición un inteligente ejercicio de recuperación de la memoria colectiva.
*Carlota Beltrame Tucumán, 1960. Es artista, docente e investigadora. Obtuvo numerosas becas entre las que se destacan la de la Fundación Antorchas para trabajar en el Taller de Barracas (1994-1995) y la de la DAAD para estudiar en la Kunstakademie Düsseldorf, Alemania (1996-1997). En 2018 obtuvo el primer premio del Salón Nacional de Artes Visuales. Sus obras pueden verse en colecciones públicas y privadas.
La exposición, se podrá visitar durante noviembre y diciembre tanto de manera virtual o reservando en: visitasmuntref@untref.edu.ar. Museo de la Inmigración- Centro de Arte Contemporáneo, Sede Hotel de Inmigrantes. Av.Antártida Argentina (entre Dirección Nacional de Migraciones y Buquebus), entrada por Apostadero Naval. Martes a Domingos de 12 a 20 hs. Puerto Madero. CABA.
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