Probablemente, uno de los hechos que marcarán este periodo del siglo XXI para la historia por venir será la irrupción masiva de la mujer como sujeto central de la política. Una historia futura que deberá dar cuenta de una ola mundial que llenó, y llena, las calles de color verde; que denuncia el abuso y la violencia machista; que reclama por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
En la Argentina, la movilización de 2015 contra los femicidios comenzó todo un proceso en el que las reivindicaciones de género conmovieron a la sociedad con marchas multitudinarias y concentraciones de mujeres por millones. Tal transformación en la esfera social tuvo y tiene su correlato en la cultura, desde el uso del genérico inclusivo que se incorporó al habla política como la creación literaria y, luego, la lectura crítica feminista. De esto último trata En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta, el último tomo –y más contemporáneo– de Historia feminista de la literatura argentina, la colección que, desde la academia, le pone nombre al fenómeno más significativo de estos tiempos. Nora Domínguez, Laura Arnés y María José Punte dirigen este proyecto que, como toda iniciativa renovadora, comienza por el final y cuenta con un epígrafe de un poema de Fernanda Laguna que tal vez dé cuenta de estos tiempos:
Estoy pensando en la revolución. / Sé que voy a
ser partícipe de una muy grande / no creo que con
violencia / porque la violencia me da miedo y / no
me gusta / pero no le temo a los grandes sueños /
ni al deseo de ser feliz, / ni al amor
El período que abarca este volumen incluye el presente más inmediato desde los años noventa, momento en que la democracia ya está instalada y dejado atrás uno de los capítulos más dolorosos de la historia del siglo XX en el país. Infobae Cultura conversó con Nora Domínguez, una de las impulsoras de esta historia.
–¿Cuál es el plan de publicación?
–Esta historia tiene 5 tomos y el primero que sale es el último de la colección. Es un proyecto ambicioso, grande, que recorre la literatura desde algunas cosas de la conquista y de la colonia y llega hasta ahora, pero salimos con el último, con el del siglo XXI.
–¿Se seleccionó a escritoras de impronta política?
– No, no necesariamente. No quiere decir que todas las escritoras piensen la literatura así, para nada. Hay diferentes posturas, no hay una militancia en todas las escritoras. En todo caso lo político está en la lectura que se hace, en reunir determinados libros a través de un eje y leer lo político en la ficción. También hay escritoras que piensan la literatura en clave política. Por ejemplo, hay capítulos donde se analiza la aparición de los femicidios en la literatura entonces la persona que escribe eso tiene una postura política de leer así. Ahora, hay una literatura más de intervención, como la de Gabriela Cabezón Cámara con sus textos, pero la intervención al mismo tiempo hace una literatura súper elaborada con citas a la cultura clásica, a la literatura clásica española. Y Gabriela hace una reescritura del Martin Fierro, pero en esa reescritura que hace en La China Iron hay una mirada de género y eso ya es una intervención política.
–Hay un capítulo muy interesante en el que, entre otras cosas, se rescata una novela en idish de los años sesenta en la que su autora retrata el festejo de la Revolución Rusa en su conventillo.
– Claro, ese capítulo hace una especie de mosaico, una especie de cartografía, de diferentes temas de este siglo XXI, que responderían a esa intemperie y a esa dicotomía entre la fragilidad y revuelta. Esa cartografía de los diferentes temas rescata las experiencias de lo que fueron los grupos que se reunían a leer poesía en los noventa o comienzos de siglo, otro habla sobre una reformulación del campo, cómo aparece el campo y la pampa en las novelas. Y también aquel que mencionás porque ese capítulo justamente lo que trata de mostrar cómo se da la relación con otras lenguas, muchas escritoras que por diferentes motivos han tenido o tienen relación con otras lenguas, o porque se han exiliado y escriben en la lengua del país donde están y después son traducidas como Laura Alcoba o porque se ponen a escribir en otra lengua, como Mimí Pinsón que había escrito en idish. Alguien había escrito en idish y por supuesto fue totalmente olvidada. Entonces el capítulo se pregunta qué pasa con muchas mujeres en relación con otra lengua.
–¿Se puede pensar en un predominio de lo íntimo en la literatura femenina?
–Mirá, eso es un lugar común. Eso se le ha dicho a las escritoras del siglo XIX, que eran las que escribían la intimidad, era lo que se les permitían hacer, escribir la intimidad. Entonces es cierto, las escritoras siempre han escrito la intimidad, en un momento porque se les permitía hacerlo, porque eso era lo que tenían que hacer, pero ahora escriben hombres y mujeres sobre lo íntimo, las autoficciones, la narrativa del yo. Hay un capítulo dedicado a la narración de la vida cotidiana, pero es uno de los modos de escribir actuales. Hay que ver qué es lo íntimo que ahora se narra.
–También está la cuestión del aborto como un capítulo aparte...
–Es una cuestión de agenda, pero no porque nosotras no nos dediquemos a hacer temas de agenda, sino que nos parece que la literatura también se ocupa de temas de agenda. Las historias de la literatura jamás se pusieron a mirar cuáles eran los cuerpos que habían muerto, los femicidios, nunca se puso a mirar la cantidad de abortos que hay en la literatura argentina, es una mirada que no se hizo sobre la literatura argentina y eso es lo que queremos hacer también.
–En el prólogo señalan que usan el plural inclusivo con la letra “e”. Beatriz Sarlo estaría en contra, por ejemplo. ¿A qué se debe su elección?
– Mirá, las lenguas cambian y está bien que cambien, las lenguas no son fijas y cambian porque los grupos sociales se van apropiando y van instalando cambios, algunos se van asentando otros no, tendríamos que ver qué pasa con esto, yo no hablo mucho con “e” porque ya soy una persona grande, me parece que está muy instalado en los jóvenes eso que se llama lenguaje inclusivo. Tiene que ver con una postura política de poder incorporar en esas formas que tenemos de los masculinos y los femeninos alguna forma que involucre, que incluya a otra sexualidades que no están marcadas solamente por la “a” o la “o”, entonces nosotros dejamos a que cada autor que participó utilizara la forma que ellos quisieran. Estamos de acuerdo con que se use el lenguaje inclusivo, no en todos los casos, hay muchas cosas que a mí no me gustan, yo no creo que haya que utilizarlo de cualquier manera. Se cometen muchas cosas que son feas. Pero en algunos casos sí me parece, cuando se trata de personas, pero la palabra “cuerpo” no es una palabra que indique persona, entonces que se diga “cuerpas” a mí me molesta. Entonces yo no creo que haya que cambiar toda “o” por una “a” o por una “e”, de ninguna manera, pero hay determinados momentos y determinados sujetos que hay que incluir.
–Esa inclusión también se percibe al existir un capítulo sobre la literatura hecha por personas trans.
– No sé si vos leíste a Camila Sosa Villada que ha sacado un premio muy importante y tiene una literatura muy potente. Me parece que en las sociedades hay un momento que aparecen otras voces, aparecen otros sujetos que antes no hablaban y aparecen también otros relatos, aparecen otras ficciones, aparecen otras palabras, y está muy bien que todo el espectro literario histórico se conmueva con eso. A mí la literatura de Camila Sosa Villada me gusta muchísimo, y hay otras novelistas en cuyos textos hay buena literatura, que son buenas ficciones. Es decir, hago también un valor literario, no solamente valoro quién está escribiendo y lo que está contando, sino que hay una literatura que me parece que está muy bien narrada.
Se dice que la literatura narra las sociedades y sus épocas. Estos tomos muestran, entonces, este siglo a través de sus ficciones que realizan las mujeres, entre otras Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Matilde Sánchez, Vera Giaconi, Ariana Harwicz, Gabriela Massuh, Eugenia Almeida, Samantha Schweblin, María Moreno, Effy Breth, Mariana Docampo, Leila Guerriero, Alicia Genovese, Cecilia Pavon, Dalia Rosetti, Tamara Tenenbaum, Silvina Giaganti, Angela Urondo Raboy, Laura Alcoba, María Eva Pérez, Susy Shock, Diana Bellessi, Claudia Masin, los ciclos Zapatos Rojos y la experiencia Belleza y Felicidad.
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