14 de agosto de 1945. Las personas se agolpan en la calles, hay que celebrar. Japón acaba de rendirse en la Segunda Guerra, después de los bombardeos nucleares a Hiroshima y Nagasaki. El fotógrafo germano-estadounidense Alfred Eisenstaedt (1898 –1995) toma su cámara y sale al encuentro de la gente en Times Square. Y allí un instante, un click, que se transformaría en una de las imágenes más icónicas de la época.
V-J Day in Times Square (también conocida como V-Day y El beso) fue tapa de la revista Life, y formó parte de un especial junto a otras muchas de las celebraciones en el país, presentadas en una sección de doce páginas llamada Victory.
A diferencia de otro beso icónico en la historia fotográfica, como fue El beso del ayuntamiento, de Robert Doisneau, ésta fue instantánea, no preparada, por lo que por décadas se desconoció quiénes fueron los protagonistas de la emblemática captura.
“En Times Square durante el día de la victoria, vi a un marinero a lo largo de la calle que agarraba a todas y cada una de las chicas que se ponían a su alcance. Tanto si pudieran ser su abuela, fueran altas, delgadas o viejas, no hacía distinción”, aseguró Eisenstaedt años después.
“Fui corriendo atrás mirando por encima del hombro con mi Leica pero ninguna de las tomas que hacía me agradaba. De repente, como un destello, vi algo que se me grabó. Me di la vuelta y capturé el momento justo en que el marinero besó a una enfermera. Si ella hubiera llevado un vestido oscuro jamás me habría dado cuenta. Nunca habría disparado la toma, o si el marinero hubiera llevado uniforme blanco, lo mismo. Realicé cuatro tomas. Fue en apenas unos segundos”, detalló el fotógrafo.
En esa época, la temática “beso” era una de las más comunes, por lo que los mismos fotógrafos le pedían a personas que lo hicieran para la cámara, pero no fue el caso. Este instante tiene otra versión, sacada por Victor Jorgensen, sacada desde otro ángulo, que se publicó en The New York Times.
Y aquí la diferencia del encuadre hace una gran diferencia. En la de Eisenstaedt tiene una conformación estética más equilibrada, con las figuras formando un triángulo, una clásica composición de la pintura y con un paisaje abierto, donde se puede ver la multitud y el punto de fuga hacia el cielo, con los edificios dándole un encuadre que destaca y centra la acción de manera perfecta.
En la de Jorgensen es una captura lateral y fraccionada de los cuerpos. El arco del movimiento que posee la de Eisenstaedt aquí es limitado y si bien también se ven a personas en el fondo no da esa sensación de multitud, de acompañamiento de la situación. Al ser una captura con menos distancia, los edificios también salen recortados, por lo que el encuadre, si bien clásico, limita el espectro.
Y el encuadre, como la distancia, lo es todo. La foto de Eisenstaedt posee una dramatismo estético excepcional. Solo hay que mirar el pie de la enfermera, contorsionándose de manera idílica o las manos de los protagonistas para notar la diferencia. En una, la pasión del marinero al tomarla de la cintura puede verse con claridad en los pliegues de la ropa y en cómo el brazo de ella queda colgando. Ese efecto se pierde en la de Jorgensen, donde además la otra mano del marinero tapa un poco la escena, ocultando parcialmente la cara de la joven y no dejando ver lo más importante: el beso.
Tiempo después de haber capturado aquel momento casual, el fotógrafo quiso saber más sobre los protagonistas de aquella imagen y se puso a buscarlos. Sin embargo, aparecieron muchas personas que aseguraban ser los protagonistas, al menos 3 hombres y 11 mujeres. Eisenstaedt se encontró con algunos de ellos.
Una de ellas era Edith Shain, quien en aquella época estaba trabajaba en un hospital de Nueva York como enfermera, y que fue considerada como la protagonista por mucho tiempo e incluso participó de desfiles. Aunque, con el tiempo Life dictaminó que era Greta Zimmer Friedman, nacida en Austria y que emigró a Estados Unidos con dos hermanas en 1938, quien entonces trabajaba como ayudante de un dentista.
Casi veinte años después de la foto, Zimmer Friedman vio por primera vez la imagen V-J Day en el libro El ojo de Eisenstaedt. Se contactó con el medio para comunicarles que era ella, pero desde la revista le dijeron que era Shain. En 1980 Life reinició la búsqueda de la anónima mujer de blanco y acabó dando con Friedman y el origen de la historia. Ella no era enfermera, si no asistente dental, y tampoco era la novia de ese marinero. “Él era solo alguien que estaba de celebración. No fue algo romántico, sino una forma de decir: ‘Gracias a Dios, la guerra ha terminado”, explicó a los medios. Friedman falleció a los 92 años el 2016.
Por su parte, luego de pasar por pruebas de tecnología de reconocimiento facial se confirmó que el marinero era George Mendonsa, un pescador hijo de pescador, entonces en la marina, que estaba de permiso en NY y que iba camino a una cinta-
Al enterarse de la noticia se metió en un bar y se emborrachó un poco para salir a celebrar con la multitud. Allí besó a una desconocida y siguió su camino. Cuando Mendonsa fue honrado en la Casa del Estado de Rhode Island en 2015, dijo que le había recordado a las enfermeras que vio curando a los marineros heridos en un barco del hospital.
La cita de Mendonsa de aquel día salió bien. La pareja se casó y convivieron durante 70 años en Middletown, Rhode Island. El falleció en 2019, tras caerse en una residencia de mayores donde vivía.
Zimmer Friedman y Mendonsa volvieron a verse una vez más. Fue en 2012 y, lógicamente, en Times Square. Pero esta vez no hubo beso, aunque sí una gran cantidad de fotógrafos que los inmortalizaron como los protagonistas de aquel imborrable instante.
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