Encuentro vital con la naturaleza: Abi Andrews, Thoreau y un safari por lo salvaje

Chai Editora acaba de publicar la novela “Tundra”, de la autora británica nacida en 1991, y Ediciones Godot el libro “La noche y la luz de la Luna " del filósofo estadounidense del siglo XIX . En esta nota, un recorrido por ambas obras y un diálogo con sus traductoras: Virginia Higa y María Paula Vasile

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"Tundra" de Abi Andrews y
"Tundra" de Abi Andrews y "La noche y la luz de la Luna" H. D. Thoreau

Hay un momento en que hay que decir basta. A todos nos pasa. En las ciudades, no sólo en las gigantescas metrópolis y sus cordones urbanos, también en los poblados populosos desperdigados por todo el mundo, gobierna una sensación de hastío. Como un bullicio permanente, como un zumbido social. Entonces alguien dice basta. Algunos arman la valija y se suben a un avión. Otros, en el auto, agarran la ruta en busca de tranquilidad. Otros, caña en mano, se van a pescar a un arroyito cercano. Otros se calzan la mochila y van tras la aventura. Lo que sea. De golpe, el “encuentro con la naturaleza” se vuelve una necesidad. Una llamado milenario en el corazón.

No es algo nuevo. Las ciudades existen desde las primeras civilizaciones. Luego, los comercios se internacionalizaron, devino la Revolución Industrial y el desarrollo del capitalismo completó el proceso. ¿Qué queda de naturaleza en un mundo superpoblado y con un horizonte de progreso destructivo y voraz? Los paisajes naturales aún abundan, pero quizás por primera vez la humanidad se empezó a preguntar al unísono por el futuro. Y más allá de la decisión política de los Estados —fundamental para abordar el tema—, está la convicción individual. Como la literatura de Henry David Thoreau en el siglo XIX o la de Abi Andrews en la actualidad. Salir a ese encuentro y narrarlo.

Abi Andrews (Foto: Amanda Jackson)
Abi Andrews (Foto: Amanda Jackson)

“Quiero que el viaje me recuerde que soy pequeña y que me estoy achicando”, dice Erin, protagonista de Tundra, mientras describe lo enorme y longevo que es el universo. El libro de la británica Abi Andrews (1991) acaba de ser publicado por la editorial argentina Chai con traducción de Virginia Higa. Todo comenzó, cuenta, cuando miraba la famosa película Hacia rutas salvajes de Sean Penn, basada en el libro de Jon Krakauer, y se preguntó qué pasaría si el viaje a Alaska lo hacía una mujer. “Pero si irse a la naturaleza es un retiro de las limitaciones y opresiones de la sociedad, entonces ¿no deberían hacerlo todos excepto los hombres blancos heterosexuales?”, dice Andrews.

Con varios registros que incluyen, por ejemplo, el guión cinematográfico, pero también con ilustraciones y fotos, el libro avanza narrativamente sin abandonar la reflexión: “Lo que dijo Thoreau: lo salvaje es lo que preserva el mundo. Se lo suele citar mal, como si hubiese dicho la tierra salvaje, sin embargo él hablaba de lo puramente salvaje. No de la tierra salvaje como se la concibe normalmente, como un espacio alejado, de caos, ferocidad o biodiversidad. Él se refería al sentido de lo ‘salvaje’, algo parecido a mirar el océano, o el espacio, un lugar vacío y sin seres humanos, y sentirse minúsculo. A eso se refería Thoreau. El opuesto exacto de la cultura o la civilización”.

Ediciones Godot acaba de publicar un nuevo libro de Henry David Thoreau (1817-1862). Se llama La noche y la luz de la Luna y contiene seis ensayos. En el primero, del cual el libro toma el título, confiesa que el objetivo es “mostrarles a los hombres que existe una belleza que se queda despierta mientras ellos duermen”. Con esta poética escribe: “Las cosas nuevas y antiguas se confunden. No sé si estoy sentado en las ruinas de un muro o sobre el material que compondrá uno nuevo. La naturaleza es una maestra instruida e imparcial, que no difunde opiniones crudas ni halaga a nadie: no será radical ni conservadora. Pensemos en la luz de la Luna, tan civilizada, ¡y tan salvaje a la vez!”

Henry David Thoreau
Henry David Thoreau

“Su trabajo de agrimensor llevó a Thoreau a recorrer la naturaleza de manera minuciosa”, cuenta María Paula Vasile en diálogo con Infobae Cultura. “Sin embargo, consideraba que más allá de la precisión de sus elementos de medición, una mente bien entrenada en la observación del mundo natural siempre sería capaz de descubrir lo desconocido, lo fantástico y encantado. Así, caminaba durante horas todos los días, actividad que consideraba una forma de arte. Thoreau es un gran observador del mundo que lo rodea y lo detalla con tal habilidad que los lectores nos transportamos a los bosques, los pantanos y las playas que describe”, agrega.

Sobre Tundra, su traductora, Virginia Higa, le dice a Infobae Cultura: “La narradora está todo el tiempo cuestionando el rol que tenemos con la naturaleza en la cultura occidental, sobre todo desde la mirada masculina. Hay una admiración por Thoreau, por su obra y su vida, pero a la vez Erin se pelea todo el tiempo con él y con sus seguidores, porque de algún modo romantizaron la imagen del hombre que va en busca de algo esencial en la naturaleza desde una concepción puramente masculina y machista de esa otredad incomprensible. ‘Lo salvaje’ es una gran categoría que engloba a la tierra y a otros sujetos subalternos: las mujeres, los niños, los débiles, los pueblos indígenas”.

“La novela —continúa— es una gran exploración de ese concepto que llamamos ‘naturaleza’ (de hecho, el título original incluye la palabra ‘wilderness’, que es compleja de traducir y hace referencia también a lo salvaje, lo silvestre, lo no civilizado) y también de la idea de que la destrucción del mundo natural que estamos viviendo es paralela al desarrollo del patriarcado”. Ambos libros hacen de la mirada crítica un método inteligente y bello. Dice Vasile: “Lo que más me conmueve de Thoreau es que narra cada cambio que percibe, por más minúsculo que sea, como el acontecimiento más deslumbrante. Además, invita a mirar con otros ojos el mundo, lo que hoy se vuelve más relevante que nunca”.

Virginia Higa, traductora de "Tundra"
Virginia Higa, traductora de "Tundra" de Abi Andrews

Traducir La noche y la luz de la Luna, cuenta María Paula Vasile, “por momentos se convirtió en una tarea arqueológica”. “Thoreau hace referencia permanentemente a lugares, hechos históricos, a la mitología nórdica. Eso implica una búsqueda exhaustiva, ya que los lugares muchas veces cambian de nombre con los años, las celebraciones típicas de un pueblo se pierden con el paso del tiempo y se dificulta el hallazgo de referencias. Traducir también implica trasladarse en el espacio y el tiempo para acercar dos culturas. Pero, sin duda alguna, el mayor desafío radicó en investigar todas y cada una de las especies de animales y plantas que mencionan”.

Por su parte, Virginia Higa, traductora de Tundra, sostiene que “lo más interesante y desafiante de traducirlo es que es un libro que tiene dos tonos muy marcados y bastante distintos. Por un lado, la narradora es una voz muy fresca y joven que aborda cuestiones de su propia biografía y reflexiona a la vez sobre el lugar de las mujeres en la historia del mundo. Esa voz recorre temas de ecología, feminismo, ambientalismo, la carrera espacial, la necesidad humana de trascendencia, entre otros, y los va tejiendo en un relato de aventuras. Este tono está atravesado por lo político, y de a ratos roza incluso lo panfletario, pero lo hace con frescura y sentido del humor”.

“Y por otro lado —continúa—, la novela tiene pasajes descriptivos de la naturaleza que son de un lirismo precioso, donde el relato se detiene y se vuelve rico en detalles y en observación. El desafío fue mantener esos dos tonos tan diferentes y que a la vez la novela mantuviera una cohesión estilística, que es algo que funciona muy bien en el original”. Así como Andrews escribe que “todo está en paz, el bosque canta, las cosas aprovechan el tiempo antes de que vuelva a llover”, también se burla de los “chicos rotos con fantasías tontas sobre cómo la naturaleza los completará” y asegura que “sigue sin haber suficiente espacio para evitar al resto de la humanidad”.

María Paula Vasile, traductora de
María Paula Vasile, traductora de "La noche y la luz de la Luna"

¿Adónde escapar cuando todo esto explote? Si hace siglos la naturaleza era un lugar a explorar, a descubrir, hoy se nos presenta como refugio. El cambio conceptual es gigantesco. “Lo salvaje como frontera estática separa a los humanos de la naturaleza, como si fuéramos dos lados de una dicotomía, lo cual no es así”, sostiene Abi Andrews en su novela Tundra que, además de ser un texto ficcional y narrativo, es un manifiesto sobre la necesidad de dejar, al menos por un rato, el cómodo sillón de nuestra casa, frente al televisor encendido en mute, la notebook abierta a un costado, el celular en la mano y la mente en un bullicio permanente.

“La mayor parte de los fenómenos de la naturaleza permanecen ocultos a nuestros ojos durante toda la vida (...) En el paisaje solo vemos la belleza que estamos preparados para apreciar, ni una pizca más”, escribe Thoreau en La noche y la luz de la Luna como si estuviera elaborando un mensaje para el futuro, que atraviesa el tiempo y llega hasta hoy en forma de propuesta, la de relacionarnos de otro modo con eso que estuvo mucho antes que nosotros y que permanecerá cuando ya no estemos más: la naturaleza. Un lugar conflictivo, cruel, violento, pero también revelador e inmensamente poético, donde permanece guardado el origen del mundo.

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