Juramos con gloria: por qué Maradona es el protagonista perfecto de la historia reciente argentina

Infobae Cultura publica el ensayo que cierra el libro “Todo Diego es político”, ebook editado recientemente por Síncopa, donde diez autoras mujeres reflexionan sobre las pasiones y odios que despierta el mejor jugador de fútbol de toda la historia

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Portada de "Todo Diego es
Portada de "Todo Diego es político", libro editado por Síncopa

“Diego Armando Maradona es el hecho maldito de la revista Gente”. Parafraseando sin titubear y basándonos en que no hay mejor deporte que caminar a través de su vida mediática los vaivenes socioculturales y económicos de este país, Diego es el protagonista perfecto en esta telenovela que es la historia reciente argentina. Su vida engarza a la perfección con el devenir de fines del siglo XX y los albores del XXI. Módico y hasta caprichoso, este pantallazo quizás sirva para develar los matices de un país y de un ídolo condenados al subibaja del éxito. Acá nada, ni lo trágico, es definitivo. Juramos con gloria.

La flecha del azar

Hacia fines de los 60 nacía el concepto de programa ómnibus gracias a Nicolás “Pipo” Mancera, un animador televisivo que los sábados pasaba horas frente a las cámaras manteniendo en vilo a millones de espectadores con shows musicales, entrevistas y cámaras ocultas. El padre televisivo de Tinelli.

Sábados circulares, tal el nombre del envío, puede ubicarse dentro de un país con pleno empleo, acostumbrado a los golpes militares y con el sueño de mantener sus costumbres lejos de los jipis, mayofrancesistas y movimientos guerrilleros. Ni yanquis ni marxistas, televidentes.

En ese programa —donde se vivió en directo la boda de Palito Ortega y Evangelina Salazar con récord de audiencia y en el cual exhibía sus caderas frenéticas Sandro— una tarde hizo su debut un nene de diez años llamado Diego Maradona.

Un productor de Mancera lo había visto jugar en la cancha de Argentinos Juniors con el equipo infantil Los Cebollitas y fascinado con la habilidad del pequeño le sugirió a Pipo que lo invitase (como uno más entre los variopintos personajes que solían desfilar en el ciclo y que calmaban la ansiedad del público mientras aguardaba a las figuras de renombre).

Acompañado de su entrenador Francisco Cornejo y luciendo unas modestas zapatillas Flecha que le había comprado su madre para la gran ocasión, el pequeño estuvo cinco minutos al aire y fue despedido gentilmente. Pero el azar, que une los amores verdaderos, hizo su trabajo. Al no presentarse a tiempo un integrante del exitoso grupo musical Los Cinco Latinos, que precedía al chico, Mancera pidió entonces que vuelva al estudio para hacer tiempo con sus gracias. Fue así que durante 40 minutos hubo un mágico despliegue de arte futbolístico. Ese día, quizás, el pequeño Pelusa pudo percibir que además del balón, las cámaras también lo iban a amar.

Estaba destinado.

El debut

Su primer reportaje gráfico fue en 1973 y en él se presentaba así: “Soy correntino pero vivo en Villa Fiorito”. Aunque había nacido en Lanús, sentía como propio el terruño de sus padres. Con ese orgullo sellaría para siempre su relación con el mundo periodístico. Él, también, sería su pasado familiar.

Pasaron pocos años y gracias a su destreza y talento inusual (que lo hicieron debutar a los 15 años en la primera división de Argentinos Juniors) llegó el salto a la revista que marcaba el pulso de la vida social argentina, la revista Gente. La primera tapa de Diego en la publicación —perteneciente a Editorial Atlántida— data de 1979, aunque ya era un viejo habitué de los medios deportivos, estrenaba portada socialité. El frenesí futbolístico posmundial del 78 había cambiado el lugar de ese deporte en la vida sociocultural de la Argentina. Los futbolistas se habían transformado en parte de la élite mediática, ya sea por estar entrelazados con modelos —como el caso del jugador Alberto Tarantini con Pata Villanueva— o por la curiosidad que despertaban después de convertirse en héroes nacionales. El fútbol, a su vez, le estaba dando un poco de respiro a una dictadura militar que agregaba más azotes a la cotidianidad. Los latigazos también se empezaban a sentir en el bolsillo.

Y ahí estaba Diego con su descomunal talento transformado en la promesa de un nuevo campeonato mundial. Esta vez en Tokyo, de la mano de la selección juvenil SUB-19. Pero la tapa de mayo del 79 es una pintura sobria del bautizado “niño prodigio”. Un Maradona retratado con el pelo más corto de lo habitual y vestido de sport era apenas un fresco de la época. La foto que va a presagiar el futuro es de unos meses después.

El regreso a Ezeiza con la copa, en septiembre del 79, lo muestra de traje idéntico al de sus compañeros y del brazo de su madre, vestida con un sencillo conjunto negro pero envuelta con un tapado de piel marrón. El Diez se acercaba al estrellato y le estaba dando una señal al mundo. Su entorno iba a ascender con él. Pocos símbolos tan elocuentes en esos años como un tapado de piel. El estatus muchas veces es un nimio detalle y este lo era. Ese día, la madre abnegada, que se quedaba sin ración de comida para que sus hijos se alimentasen, estaba ahí frente a todos, con su abrigo de señora pituca. Atrás quedaba, según cuenta una vieja leyenda, el destrato de la reina de los almuerzos hacia Dalma Salvadora Franco. Doña Tota, del brazo de su hijo, ante las cámaras, era ahora la nueva monarca.

Curiosidades del destino, ese mismo día, otras Madres —que también entraron a la historia— esperaban a unos pocos kilómetros para testimoniar frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos enviada por el presidente Jimmy Carter. La Argentina Derecha y Humana, como pedía que se gritase por las calles el relator deportivo José María Muñoz, tótem periodístico de la época, se empezaba a resquebrajar.

Plata dulce

La carrera meteórica de Diego, su talento dentro de la cancha y la fiebre por los billetes con la cara de Washington se vuelven a entrelazar en 1981. Su pase millonario a Boca Juniors era tema de todos los días junto al precio de los televisores color en Uruguayana o el valor de las remeras en Miami. El “deme dos” que hundía la economía vernácula se mezclaba con los “verdes” que estaba dispuesto a poner el club de la Ribera por ver esas piernas brillar en su césped. El “niño prodigio” se había convertido en “el pibe de oro”.

Dos semanas antes de firmar el pase millonario, Diego vuelve a ser tapa de Gente, pero esta vez junto a Susana Giménez. Su novia de la adolescencia, Claudia Villafañe, brillaba por su ausencia. Quizás un guiño para vender más ejemplares, ya que Susana venía de ser pareja de otro campeón, Carlos Monzón. Para más, dentro de ese mismo número de febrero del 81, las fotos mostraban al Diez exultante en una fiesta de la farándula en el corazón del verano, Mar del Plata. Y una resaltaba más que todas: dos monumentos nacionales como Moria Casan y Susana están rodeándolo, y él, entre ellas, posa como un futuro prócer. Indisoluble comunión grabada a flashes. El mundo del espectáculo también lo amaba.

Tiempo antes ya había hecho su primer cameo cinematográfico junto a Jorge Porcel en una película llamada Te rompo el rating, un film de Hugo Sofovich donde los chistes de doble sentido y las actrices pulposas abundaban. La escena en la que actúa él fue, tal vez, el ensayo del gol contra los ingleses. Aunque en la pantalla grande el final no es feliz, porque la pelota no entra. Es que a veces la realidad supera a la ficción.

La otra primavera alfonsinista

La guerra de Malvinas, el fiasco del Mundial de España 82 y su noviazgo con la eterna Claudia mantienen a Diego fuera del radar. El pase al Barcelona y su estadía conflictiva en el equipo atrae a todo el periodismo deportivo. Dimes y diretes para los suplementos especializados.

Para 1983, la Argentina encara la salida democrática después de siete años funestos de gobierno militar. Raúl Alfonsín triunfa inesperadamente y empieza una primavera democrática que promete comer, curar y educar. Mientras tanto, Diego no se adapta a su vida en el club español, pero el pase al Napoli lo vuelve a encender.

Los primos pobres de Italia reciben al Diez con los brazos abiertos y ese amor de pares lo vuelve a hacer descollar. Los paparazzi italianos lo aman y sus fotos se multiplican por Europa. Enfundado en pieles blancas, paseando con Claudia o de viaje por lugares paradisíacos, da señales de luminaria. La llegada de un nuevo y pintoresco representante atrae aún más las miradas. El ex-empleado bancario devenido en mánager de jugadores de fútbol, Guillermo Coppola, entra a su elenco inestable. Una sociedad amistosa y comercial que en pocos años conseguirá gastar ríos de tinta mientras que en Argentina llegan los tiempos del destape, de la revista Humor, el cine de denuncia y los recitales al aire libre fomentados por la Secretaría de Cultura.

Sin embargo, esos años en los que la historia oficial solo enmarca como fenómenos a Mercedes Sosa o Silvio Rodríguez también parieron otros artistas. El Canal 9 de Romay y sus figuras estelares parecieron hechos a medida para acompañar el momento de celebridad de Maradona. Pimpinela, Leonardo Favio, Dyango o Valeria Lynch encendían la pantalla como él las tribunas.

A través de estas imágenes, y de lo que cada una fue construyendo, fuimos quedando más cerca de la revancha maradoniana. El Mundial de México era la posibilidad tras el fracaso del 82 de demostrar toda su genialidad para llevarnos a la gloria. A su vez, en Latinoamérica, donde el Día de la Madre es en mayo, los Pimpinela —el dúo de los hermanos Galán—, que eran un éxito en toda la región, invitan al Diez a grabar un tema para su nuevo disco. El convite era una canción dedicada a las madres. Así pues, un mes antes de comenzar el Mundial, Lucia y Joaquín lanzan el clip de la canción “Querida amiga” junto a Diego.

El video en cuestión hoy podría ser visto de otra forma, ya que la complicidad entre Diego y Lucia Galán, con las confesiones posteriores, dejan en claro la tensión de dos ex. Habían flirteado allá lejos en el 82 durante un impasse entre Claudia y el futbolista. No quedaba fuego, pero las cenizas, en el video, se pueden percibir hoy al igual que la devoción por sus respectivas madres.

Un mes más tarde y en plena fiebre mundialista, Gente lo retrata junto a otra artista popular que en Argentina rompía todos los récords. Valeria Lynch, la feminista menos pensada pero más eficiente. Sus gritos en “Como una loba”, cantando “Fuera de mi vida” o al “Señor amante”, se habían transformado en el grito de guerra de las muchachas de clase popular que los sábados, entre franelas y Blem, cuestionaban seguir aguantando maridos. Podríamos decir que Valeria preparó el terreno para que un año después se promulgara la Ley de Divorcio. Ella y sus canciones de protesta afectiva habían convencido a una buena parte de las mujeres de que no siguieran siendo “Muñecas rotas”.

En Gente se los puede ver a ambos sonriendo en México. Él a un paso de convertirse en La Mano de Dios, en el autor del gol más bello de todos los mundiales, en el barrilete cósmico, y ella de visita en tierra azteca como espectadora, saboreando el éxito de sus recitales, que congregaban tanta gente que hasta Los Redonditos de Ricota debieron postergar una fecha en el Astros por la demanda para escucharla. Con Valeria, el pogo más grande del mundo podía esperar.

Esa tapa también anticipó la dupla emotiva de las próximas décadas. A la película Héroes, basada en ese Mundial épico para los argentinos, se la musicalizó con un hit de la cantante, “Me das cada día más”. El Diego del 86 tenía himno y como buen prócer también mereció una mítica tapa de Gente en la Casa Rosada. Él, sus compañeros y la copa.

Deja de brillar diamante loco

De la felicidad por el Mundial al escándalo: en Italia, Cristiana Sinagra le mostraba al mundo el nacimiento de Diego Junior, mientras Claudia, su compañera de años, estaba embarazada. Negación, alboroto y olvido mientras acá el país entraba en una espiral enloquecida. La economía sin rumbo y el debate por el Punto Final y Obediencia Debida hicieron que para finales del 86 el gusto triunfal por el campeonato mundial se fuera tornando amargo.

Ni la felicidad por el nacimiento de Dalma Nerea el 2 de abril de 1987 duró mucho, el 16 de abril comenzaba un levantamiento militar que desordenaba la casa. Igual, los felices padres posaron con la bebé para Gente. Había nacido la princesa Dalma. Ni Aldo Rico y sus carapintadas podían a opacarla.

La boda del año

Si el final de la década del 80 fue marcado por trágico verano del 88, cuando Carlos Monzón asesina a Alicia Muñiz y Alberto Olmedo muere trágicamente cayendo de un balcón, bien podríamos agregar que los 90 nacieron en 1989. El año comenzó con la última aventura de una patrulla perdida setentista que tomó el regimiento de La Tablada un día de enero caluroso e interminable. Balas y fuego. Y con la hiperinflación, los saqueos y el descontento general, llegó el adelantamiento de las elecciones.

El 14 de mayo de 1989 ganaba Carlos Saúl Menem, el presidente menos esperado. Justo dos días antes del nacimiento de Gianinna Dinorah, la segunda hija de Diego y Claudia. La niña, que seguro fue concebida en una paradisíaca playa, donde Gente retrató a sus padres meses antes disfrutando de una adelantada luna de miel con sungas, bikinis y coronas de flores, llegó al mundo entre análisis electorales e incertidumbre. La princesa Gianinna al menos nos distraía mientras todos pensaban qué nuevos tiempos vendrían. Pero debimos haberlo intuido, porque ya asomaban épocas de “tirar la casa por la ventana”.

La revista Gente vendía en ese momento sesenta y siete mil ejemplares y arrastraba una fuerte caída fruto de un año de billeteras flacas. Pero en noviembre de 1989, la tirada ascendió al astronómico número de doscientos ochenta mil ejemplares: un vestido de 8 kilos y 30.000 dólares envolviendo a Claudia y un frac negro engalanando a Diego fueron el motivo de la disparada de la venta, o bien, dicho de otra manera, La Boda del Año. Aunque, según Guillote, fue La Boda del Siglo.

La pareja, que había dado el sí en la Iglesia del Santísimo Sacramento, festejaba esa unión tan esperada en el Luna Park, vestidos por Elsa Serrano, la modista por excelencia de la época, junto a mil cuatrocientos invitados. La asistencia fue tan destacada que podría decirse que no hubo personaje de relevancia para el guion de este país que no concurriera.

Susana Giménez, el joven empresario Mauricio Macri, Amalia “Yuyito” González, que aún estaba casada con Coppola —y años más tarde terminaría sindicada por Paris Match como un affaire presidencial—, Carlos Calvo, que al año siguiente se convertiría en el protagonista de Amigos son los amigos, el primer gran éxito de Telefe —el viejo Canal 11 que Editorial Atlántida había comprado—, María Julia Alsogaray, antes de posar, siendo secretaria de Medio Ambiente, con el tapado de zorro que le había prestado Graciela Borges, otra invitada a este evento. También estuvo Fito Páez, quien todavía no había llegado al amor después del amor, y la pareja Claudio Caniggia y Mariana Nannis, que debutaban con los flashes a lo grande. La rubia todavía era una chica con un lindo flequillo armado y nosotros aún no sabíamos de su preferencia por el caviar y las duchas con champagne.

Faltó, quizás, el que hubiera danzado sin parar toda la noche, Carlos Menem, que no pudo asistir, según contaron, por un tema protocolar, la disposición de las mesas era muy democrática y al parecer el presidente no puede ser ubicado por debajo de nadie. Pero, en esta boda, los novios y sus familias tenían su mesa sobre un escenario. El mundo estaba a sus pies.

El Mundial que predijo la década de lágrimas

1990 había iniciado con la misma perturbadora asfixia económica de los últimos años. Pero la esperanza de alegría estaba puesta en la segunda mitad. Junio y el Mundial podían devolver algo de cierta quietud a un país que aún se manejaba con australes, que seguían congelando las finanzas familiares.

Pero cuando finalmente llegó, el Mundial de Italia comenzó con la pata izquierda. Primero una derrota. Y en el segundo partido la salida del arquero titular por una lesión. Aun así, y como si fuera una película de acción, la selección fue avanzando y sintiendo que el sueño mundialista era nuevamente posible.

Llegar a las semifinales y enfrentarse con el favorito, el local, era la prueba más difícil. Italia no se iba a dejar arrebatar el sueño. Diego, tampoco. El himno antes de comenzar el partido es insultado por el estadio completo y nuestro Diez, furioso, devuelve los improperios mientras canta. La nafta que necesitaba para salir como una tromba.

El encuentro termina en penales y el triunfo es para una Argentina que lo vivió primero paralizada, ninguna escuela turno tarde pudo dar clases, y luego, extasiada, ya con el resultado en la mano, salió a las calles a festejarlo. Tanto que se podría decir que fue como ganar el campeonato. Las lágrimas de furia de Diego habían valido la pena. No sabíamos que todavía faltaban otras.

En la final nos chocamos con un árbitro que hizo todo para complicar el resultado y con el triunfo de Alemania volvió el llanto de Diego. El llanto a moco tendido de todos. Tiempos de injusticias. Debíamos empezar a acostumbrarnos. Igual, terminado el Mundial y de vuelta a casa, fueron recibidos como ídolos. Una tapa de Gente los muestra a Diego, Sergio Goycochea y la eterna Susana bailando. La selección había dejado todo y la gratitud se había convertido en fiesta. Y la fiesta continuaría, aunque más no sea a través de un tiempo de impiedad y nuevas formas.

El 26 de abril de 1991, Diego Armando Maradona es detenido en un departamento en el barrio porteño de Caballito. Un allanamiento, posesión de drogas y el mundo estallando ante la noticia. Todos los flashes en el momento de la detención. Y otra vez Gente retratándolo, en esta oportunidad, a la hora de la caída. El país que veía derrumbarse la ilusión de esa vida mágica estaba cerca de encumbrar una nueva fantasía. Tropezaba Diego, pero en poco tiempo emergería la ilusión de “1 peso igual a 1 dólar”: entrar al mundo, vender las joyas de la abuela y bailar, bailar y bailar. Toda la Argentina iba a ser una fiesta. Una fiesta privada.

Volver a empezar

El país todavía vivía la locura de la compra de electrodomésticos en cuotas, la fiebre del perfume importado y la algarabía de viajar al exterior por monedas cuando todos bramaban porque Diego volviera al seleccionado nacional, ahora dirigido por Alfio “Coco” Basile.

Entre recuperaciones, tapas de Gente contando cómo había dejado las drogas y cierto sobrepeso, parecía un imposible que fuera a ponerse en estado físico para el Mundial que se avecinaba. Pero Diego decidió que iba a lograrlo y empezó un duro desafío: llegar perfecto en tiempo récord a Estados Unidos 94. Una cinta, él corriendo y su cuerpo con las formas de su época de campeón es la tapa de Gente con la que el Diez le decía al mundo que iba a llegar. Y llegó.

En el partido contra Nigeria rompe el arco. Un gol que le grita a la cámara desaforado. De esa euforia a la sonrisa con la que se va de la cancha, cuando una enfermera rubia —en una situación inédita en la historia— entra a buscarlo para llevarlo de la mano hacia el doping. De esa euforia a otro final trágico: doping positivo, expulsión del Mundial, una derrota posterior sin él en la cancha y todos afuera de la Copa.

Diego llora y nos dice que le habían cortado las piernas. Rumores de complot, efedrina dentro de un compuesto para adelgazar, la venganza del Imperio, cocaína, la FIFA. Todo entretejido en horas de discusión televisiva que se interrumpirían pronto. Porque ese derrumbe antecedió a la tragedia. Menos de un mes después, el 18 de julio de 1994, estallaba una bomba en la AMIA y morían ochenta y cinco personas. Era tiempo de lágrimas.

Los satélites de Diego

En 1995 Menem ganaba la reelección y Diego retornaba a su amado Boca Jrs. Las segundas partes, dicen, no suelen ser tan exitosas y Menem lo empezaba a experimentar: el aumento de la desocupación, la exclusión post privatizaciones y un descontento ante denuncias continuadas de corrupción dieron la bienvenida a los años barranca abajo de su gobierno. Nacen los piquetes, los que fueron rechazados a la hora de entrar a la fiesta mostraban el rostro. No solo se vive de fantasías.

Diego estaba, a su vez, despidiéndose del fútbol en Boca, el equipo de sus amores. En breve la tormenta sacudiría esa calma. Otro allanamiento, esta vez en la casa de Guillermo Coppola, y la cocaína adentro de un jarrón fueron el puntapié para uno de los momentos mediáticos más inolvidables de la década del 90. Esta vez, el hecho maldito de la televisión. Maradona volvía a estar en el ojo de la tormenta, pero como actor de reparto. Es que este era un desprendimiento del mundo Maradona. El caso Coppola fue un capítulo aparte y el rol del Diez consistía en sufrir por su amigo-hermano preso.

Hasta ese momento, a pesar de los cambios estéticos y de la flexibilización en el lenguaje, ciertas normas televisivas se mantenían. Pero 1997 fue el punto de quiebre. Mauro Viale a la cabeza de un programa al mediodía comenzó a seguir y detallar el entramado del affaire Guillote. En vivo y al piso empezaron a concurrir chicas involucradas en el caso, abogados que opinaban de todo, la ex novia de un empresario asesinado tiempo antes, su madre y cualquiera que, atado con alambre, tuviera algo para decir. Aunque no tuviera nada para aportar.

Nacían los mediáticos, una desprolija troupe de personajes dispuestos a todo por dos minutos de fama (y a veces cachet) en pos de aumentar el rating. Ambulancias, golpes o agarradas de los pelos empezaron a ser la habitualidad a la hora del almuerzo. Las chicas terminaron cobrando por sus raides en discos, grabando una canción y convirtiéndose en invitadas de otros programas. Coppola, al poco tiempo, quedó libre, pero la tele de ahí en más se mantuvo presa de ese modo de discutir. A los gritos, sin ton ni son.

Explota, explora, explota mi corazón

El 4 de enero de 2000, en Punta del Este, todos creían que llegaba el final para Diego. Los excesos de la década habían hecho mella en su cuerpo y todo había estallado post fiestas de Fin de Año. Se iba el siglo problemático y febril, pero él iba a recibir el 2000 con hipertensión arterial y arritmia ventricular que lo mantuvieron casi dos días en coma. La fiesta empezaba a pagarse. Y en el país también. La Alianza con la fórmula De La Rúa-Chacho Alvarez había triunfado y empezaba a gobernar. El menemismo dorado devenido en andrajos se despedía. Solo electoralmente. Ya nada fue igual después de esa década.

La revista Gente, mientras Diego está internado, lo muestra en tapa, fotos de cómo se lo veía previo a la internación. Su rostro, con muchos kilos de más, mirando a la cámara con unos lentes de sol que no ocultan el cansancio, marcaba que era hora de barajar y dar de nuevo. Ese renacimiento empieza con la rehabilitación en Cuba y un nuevo himno, “La mano de Dios”. El último legado del cantante Rodrigo, que al poco tiempo de visitarlo en Cuba fallece en un trágico accidente. El club de los 27 inaugura, esta vez, el Panteón para un cuartetero.

Se viene el estallido

Para el 2001 la trampa del 1 a 1 llega a su fin. Deflación, pobreza, desocupación, denuncias de corrupción en el Senado y la renuncia del vicepresidente, entre otros malestares, aumentan el descontento. Un regreso sin gloria del ministro de Economía que se autodenominaba el padre de la convertibilidad, Domingo Cavallo, trae bajo el brazo el corralito y el dinero de los ahorristas en manos de los bancos sazonado con saqueos fueron el banquete previo a las fiestas. Estallido el 19 y 20 de diciembre. Renuncia De la Rúa con un tendal de muertos. Helicóptero. Se suceden cinco presidentes en una semana. Pero el último, Eduardo Duhalde, nos augura que “estamos condenados al éxito”.

Mientras tanto, Diego sigue en Cuba junto a Guillermo Coppola. Para ese momento totalmente confirmado como una especie de príncipe en esas islas, un príncipe que no pudo evitar que se empezara a hablar de su divorcio con Claudia. La pareja más famosa de estos lares parecía haberse quebrado para siempre. Aunque todavía nos regalarían un capítulo más bajo y Gente lo eternizaría: el cumpleaños de 15 de Dalma. La revista los muestra a los cuatro radiantes y sonrientes. Claudia, Diego, Gianinna y la quinceañera, nuestra monarquía intacta. Pero no por mucho tiempo más.

Tiempo de rupturas

En el 2003 continúa su recuperación en Cuba, pero algo quiebra la calma. Guillermo Coppola le dice que retorna a Buenos Aires porque está preocupado por la salud de sus padres, pero es fotografiado en un partido entre amigos con Nico Repetto, Adrián Suar y otros famosos más. Lo que hace encolerizar al Diez, que se siente abandonado justo cuando empieza el divorcio, con escándalo y pase de facturas.

Analia Franchín, por esos años notera del programa de espectáculos Intrusos, también es acusada de tercera en discordia. Novia de Coppola, es señalada por Diego como la mujer que convenció a Guillote a dejar las islas para retornar a Baires.

Ahora, además de Gente, la revista de chimentos Paparazzi empieza a adorarlo. Editada también por Atlántida, va a conjugar la estrella de Diego con todo lo que sea alboroto a su alrededor. Sus hijos no reconocidos, las peleas con Claudia, los enojos de “las nenas” y el reclamo de más hijos. Todo entre las nuevas luminarias que aterrizaron con el nuevo milenio: las chicas mediáticas, a medio camino entre modelos y vedetes, con lenguas karatecas y dispuestas a triunfar.

Argentina, mientras tanto, lentamente, va normalizando su economía. Lento pero seguro, con Néstor Kirchner al frente desde el 2003. El gobernador sureño que asumió con el 22 por ciento cuando Carlos Menem, que había ganado apenas por unos puntos más, decidió no ir al balotaje. El hombre que vino del frío tenía que empezar a entibiar la economía.

Y no solo la economía se entibiaba.

Tasas chinas

Cola en los restaurantes, locales nuevos sobre avenidas, repunte en la ocupación. Soja y consumo. Crecimiento a tasa china y el retorno de una alegría generalizada. Es en este contexto que llega a la televisión Diego Armando Maradona con un show a su nivel.

Salvo protagonizar una telenovela, el pibe de Fiorito ya había pasado por publicidades y cameos cinematográficos. Ahora, le tocaba el divismo televisivo como conductor de su propia nave.

La noche del 10 irrumpe en agosto del 2005 por Canal 13. Un programa de exportación con invitados de primer nivel. Desde Pelé a Roberto Gómez Bolaños, pasando por Mirtha Legrand, Ricardo Darín, Raffaella Carrà, Ricardo Arjona, la infaltable Su. Todos.

Elegante, en forma, feliz y resucitado; el programa se convirtió en su regreso con gloria. Y su familia completa estaba ahí acompañándolo. Doña Tota y el siempre bonachón Don Diego, sus hermanas, y claro, Dalma, Gianinna y Claudia, que oficiaba además de productora. Por lo que, sin quererlo, La noche del 10 también significó la última vez que hubo esperanza de acercamiento y reconciliación.

Quizás él mismo sabía que la telenovela era lo único pendiente que le quedaba, así que Diego se animó al papel de galán y protagonizó un video dedicado a su ex mujer cantando Voy a olvidarme de mi, tema de Carlos Vives, mientras se podían observar imágenes de su vida juntos. Tan emotivo que Gianinna no pudo evitar ser enfocada por las cámaras mientras lloraba, al igual que Nancy Duplaá, una de las invitadas de la noche. Y vaya a saber de cuántos más en los hogares televidentes.

Pero nada dio resultado. Claudia agradeció y puso la mejilla. No hubo beso reconciliatorio y tampoco volvimos a verlos tan juntos.

15 años no son nada

Desde el año 2005 al 2020, el país creció, se dividió, vivió muertes notables. Se fueron Néstor Kirchner, Mercedes Sosa, Sandro, Gustavo Cerati, Doña Tota y Don Diego. Lo impensado para muchos empezaba a derruirse. El mundo de las generaciones nacidas en el siglo pasado quedaba huérfano de símbolos. Sin embargo, nos quedaba D10s.

Diego no se detuvo. Pasó a dirigir equipos de fútbol, se vistió de DT de la selección argentina y también rehízo su vida afectiva. Primero con Verónica Ojeda, con quien tuvo un hijo, y luego con Rocío Oliva. Fue abuelo, reconoció a dos hijos más, Diego Junior, el siempre relegado, y Jana, una chica muy parecida a Gianinna y de perfil muy bajo. También se convirtió en comentarista deportivo en mundiales y se inmiscuyó en cuanto debate sobre la marcha del país hubo. Un Diego puro.

Paparazzi y Gente siguieron a sol y sombra todos sus zigzags emocionales. Entendieron que ya no era solo Diego Maradona, sino los innumerables personajes que fueron sumándose a su alrededor. Hermanas, sobrinos, familiares de tal o cual ex, todos con algo para decir acá, allá o donde sea que esté. Dubai, México o Villa Devoto. El Diez nunca deja de atraer. Y tampoco de encarnar argentinidades. Porque, si Argentina es un país acostumbrado a las grietas, todavía faltaba una más: la de Diego con Claudia.

Dicen las malas lenguas que fue una tapa de Paparazzi, en la que se ve al pequeño Benja, el hijo de Gianinna con el futbolista Sergio “Kun” Agüero, junto al nuevo novio de Claudia —aunque de nuevo no tenga nada porque para ese momento ya llevaban años juntos—, la mecha que encendió la ruptura irreparable y una sucesión de escándalos que parece interminable.

La peor imagen de este escenario dramático fue la que nos dejó la boda de Dalma con la negativa de Diego a participar. Sin el brazo de su padre, la madre y la hermana fueron las que acompañaron a la primera hija del matrimonio al altar. Las tres mujeres que durante gran parte de su vida protagonizaron todos los juramentos del Diez. Y sí, estuvo la revista Gente. Y ahí fue que probablemente la vio su progenitor, en tapa, una Dalma bella y espléndida con su novio, flamante marido.

Después de esa herida hubo reencuentro, pero también hubo más intermitencias y malentendidos. Otra forma de ser un Diego puro. Sentado en el banco de Gimnasia, recorriendo las canchas del país y recibiendo la adoración de las hinchadas, tomando partido siempre, desafiando con sus dichos, bailando cumbia o sonriendo para el público, Maradona no deja de ser el que sabemos que es. Incluso, cuando nos sorprende.

Hoy Gente quizás ya no le interese tanto a Diego, que encontró en su Instagram el medio de comunicación perfecto y directo para mantenerse cerca de sus devotos, quienes le responden con la misma fidelidad histórica cada publicación como cada movimiento. Publicaciones y movimientos que llevan la marca de su historia, la del correntino que vivía en Villa Fiorito y que ha recorrido un largo y espinoso camino alrededor del mundo. Un camino largo y espinoso como la historia moderna de este país, tan marcada por la presencia de Diego Maradona que con él se hace cuerpo.

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