La Fundación Proa reabrió sus puertas al público con la muestra Crear Mundos, tras varios meses de espera, con un repaso de los 24 años de su archivo sobre artistas que estuvieron presentes en su espacio como Marta Minujín, Liliana Porter, Alicia Herrera, Liliana Maresca y Louise Bourgeois, entre otras, en una nueva narrativa temática sobre materialidad, espacio, lenguaje y cuerpo.
Crear Mundos se presenta como un legado que retoma la emergencia de los movimientos de mujeres, cuestionamientos políticos, prácticas, micropolíticas, denuncias, incomodidades, saberes disímiles visibilizados en nuestro país en la emergencia del Ni Una Menos en el 2015 y la irrupción del feminismo como fuerza avasallante en la agenda pública de Occidente con el MeToo (2017), que desemboca en una variedad de apropiaciones en la esfera de los espacios de exhibición.
La Fundación Proa no es ajena a ese universo y luego de una larga pausa de casi ocho meses reabrió sus puertas al público con esta exposición que traza un despliegue en el que se entrecruzan artistas y materialidades diversas.
Con el asesoramiento académico y guion curatorial de la investigadora María Laura Rosa y curaduría de Cecilia Jaime y Manuela Otero, Crear Mundos puede visitarse de manera gratuita del 14 al 31 de noviembre, con reserva previa.
La pausa de estos meses incentivó la presencia virtual de Proa con cursos, conferencias y adelantos de la muestra programada desde el año pasado para ser estrenada a fines de marzo, después de la de Anish Kapoor, y que el 24 de octubre fue estrenada virtualmente en Instagram el marco de la acción Los Museos Iluminan y acompañada por videodanza.
“Estamos muy contentos. Esta muestra está compuesta por más de 50 artistas nacionales e internacionales y de diversas generaciones, se dividió en varias salas y en cada una se mezclan técnicas, hay fotografía, video, pintura y obras. Es una muestra muy universal, muy contemporánea que brinda un panorama muy actual de lo que está pasando en el arte en este momento”, expresa Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación Proa.
En ese sentido, indica que la idea de la exposición, que iba a inaugurarse el 20 de marzo, “surge por todo el debate de recuperar la historia de la mujer” y señala: “Como a lo largo de Proa tuvimos más de 200 mujeres, esta muestra es una selección de alguna de las obras, y un homenaje a nuestra historia, a las mujeres, al archivo”.
Crear Mundos retoma la frase de Donna Haraway “qué materiales usamos para pensar otros materiales, qué cuentos contamos para contar otros cuentos y qué historias hacen mundos” a partir de los 24 años del archivo de Proa y a través de las artistas que pasaron por sus exposiciones, y de las 250 se seleccionaron 64.
De esta manera las artistas seleccionadas reflexionan sobre problemáticas asociadas a los materiales y elementos de la vida cotidiana, la relación con el espacio, las sutilezas del lenguaje y el lugar del cuerpo como soporte, material y metáfora.
La exposición se organiza en cuatro núcleos temáticos bien definidos: la materialidad, el espacio, el lenguaje y cuerpos (que tendrá una restricción de edad para su acceso). En los descansos de la escalera, como acompañamiento, está la frase de Haraway y un ploteo de Chick on Comics, un colectivo de historietas que expuso a fines de 2016, conectando públicos desconocidos entre sí.
El recorrido inicia en la sala dedicada a la materialidad con Globe (2007), de la artista palestino-británica Mona Hatoum, en la que se amplían las categorías de arte y se muestran “las relaciones que históricamente han desarrollado a lo largo del siglo XX y XXI las artistas con los materiales, saltando fronteras y generando esta desjerarquización de las artes entre artes mayores, menores, diseño, artesanías, artes populares y diferentes lenguajes, textiles”, explica Rosa.
La investigadora señala que se evidencia el modo en que “las mujeres han saltado jerarquías, han roto compartimentos estancos entre alta cultura y baja, textiles, arte de la aguja, pintura, diseño” y así se exhiben las obras de Mónica Millán, Mónica Giron, Mariela Scafati, Mini Zuccheri, Delia Cancela, Dalila Puzzovio y Nicola Costantino que abren el juego sobre consumo e indumentaria, y se suma la mirada sobre el mercado del arte de Alicia Herrero.
La siguiente sala es “una interpretación de espacio en sentido amplio”, que según indica Rosa implica “un espacio público, privado, íntimo, emotivo, de denuncia” en el que se puede ir pasando “por diferentes interpretaciones de la naturaleza y el paisaje”, e incluye obras de Ana Gallardo e instalaciones de la artista húngara Agnes Denes (pionera del arte ambiental) o fotografías sobre la Antártida de Adriana Lestido.
Entre las salas del espacio y el lenguaje, la transición casi imperceptible -si no se está atento a los detalles-, propone siluetas dibujadas y trae conceptualizaciones de Liliana Porter con la reconstrucción de una experiencia del 69 del Di Tella, donde reflexionaba sobre la realidad, y cómo opera el tiempo y el espacio para que el espectador termine completando la obra.
La sala dedicada al lenguaje trata sobre su interpretación “a través de las artes visuales como un elemento político más allá de su valor simbólico y semiótico”, señala Rosa. Allí la argentina Sarah Grilo -primera artista que gana la Beca Guggenheim, 1962- en Nueva York comienza a trabajar con un sentido artístico, visual las palabras en los graffitis callejeros y los integra en su obra.
También está Marta Minujín con su performance Leyendo las noticias (1965), que toma el concepto “el medio es el mensaje” de Marshall MacLuhan, y vestida con un traje de periódico se introduce en el agua y las palabras se disuelven. Para Rosa se trata de “un acto poético fabuloso” donde Minujín pone “la corporalidad del mensaje en el cuerpo” con “la idea de que las noticias están construyendo nuestra realidad y subjetividad”.
La sala se despliega como si fuera un libro, con obras de Inés Drangosch, Mirtha Dermisache y Julia Masvernant y Leticia Obeid muestra cómo el cuerpo va dejando marcas en los libros.
Margarita Paksa con su obra con tubos fluorescentes quiso trasladar el código matemático de Fibonacci a la luz. Alejandra Seeber con Burbujas de diálogo (2010), -para Rosa- este silencio dialoga con el video de Shirin Neshat The Last Word (La última palabra, 2003), donde el silencio es resistencia.
Otras artistas presentes son Gachi Hasper, Leonora de Barros, Cecilia Szalkowicz, Inés Drangosch con sus mapas conceptuales, Julia Mavernat con Gestos Textiles (selección de frases encontradas que se resignifican en un contexto específico) y Lenora de Barros, y como una continuación de lo gráfico, pero en línea de cómic, el colectivo Chick on Comics.
En el primer piso, la muestra cierra con el núcleo cuerpo, relacionado con las interpretaciones sobre políticas del cuerpo realizadas por las artistas y se muestran performatividades de género, construcciones de ideales de belleza, críticas a los roles establecidos como el de maternidad, el modo en que las identidades se construyen, “especialmente en la obra de Ana Mendieta y Flavia del Rin”, cuenta Rosa.
Otras artistas también presentes son Liliana Maresca, Louise Bourgeois y el cierre es con un video de Nathalie Djurberg, una obra sobre la trata, las violaciones y un determinado tipo de racialización y objetualización de las mujeres.
Fuente: Télam
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