Sin conflictos bélicos o cruzadas épicas como las que definen ese campo de escritura que a lo largo de veinte años la convirtieron en referente de la novela histórico romántica y en la autora más vendida de la Argentina, Florencia Bonelli vuelve a explorar la pasión amorosa en su novela La tía Cósima a través de una trama contemporánea situada en la geografía porteña sobre la mutación de una relación que comienza con un episodio de buylling y pone a prueba la resiliencia de los personajes.
Hace más de dos décadas que Bonelli decidió abandonar su profesión de contadora pública para explorar, curiosamente, otra acepción de ese mismo dúo de palabras, ya no vinculado a los números o al estado patrimonial de las empresas sino al registro de historias que hasta entonces escribía durante la madrugada, contrabandeando algunas horas al sueño porque el resto del tiempo se lo llevaba su cargo ejecutivo en un organismo público.
Con la publicación en 1999 de la primera parte de Indias blancas -la trilogía en torno a la joven que a fines del siglo XIX viaja a Córdoba y se enamora de un indio ranquel-, llegó el envión que estaba buscando para resignificar su oficio de “contadora pública”, esta vez proyectado sobre palabras y ya no sobre números. Fue el comienzo de una compulsión que dejó títulos como Caballos de Fuego –otra saga consagratoria-, Marlene, Me llaman Artemio Furia y Lo que dicen tus ojos, entre otros.
En su nueva novela, Bonelli parece dispuesta a consumar varias transgresiones al mismo tiempo, desde la utilización de la primera persona –en sus dos variantes de narradores simultáneos, uno femenino y otro masculino- hasta la presentación de una historia que transcurre en el aquí y ahora de la Argentina: sin guerras y sin conflictos de clases pero con una historia que arranca con el buylling de un adolescente hacia una compañera de escuela, un hostigamiento que años después se explicará como una maniobra defensiva frente a un deseo que va en contra de los mandatos.
Es que Ignacio Lanz Reuter tiene la perfección corpórea de las estatuas renacentistas y fue criado para venerar la belleza canónica, un requisito que ha pasado de largo en la vida de Cósima Facchinetti, una niña de mirada estrábica y cuerpo con redondeces que genera la desaprobación de la madre del chico. Esa encrucijada entre seguir su instinto y complacer el deseo materno se traduce en un buylling sobre la joven que será persistente durante toda la escuela secundaria.
En la actualidad de la novela, Cósima ha domesticado en parte su “imperfecciones” y todo ese pasado de sometimiento quedó atrás a fuerza de años de estudio y especializaciones que la convirtieron en una eminencia en trastornos del espectro autista, casualmente la patología que afecta al hijo menor de Lanz Reuter. Cómo ha procesado cada uno de ellos esa relación del pasado y en qué condiciones están para afrontar una atracción que parece inevitable es el gran núcleo de esta novela de casi 600 páginas.
La autora que lleva vendidos más de tres millones de ejemplares de sus libros está instalada desde hace meses en una localidad próxima a Basilea (Suiza). Desde allí, en una charla vía Zoom, explica la génesis de su novela y asegura que no se siente interpelada por el cuestionamiento que hacen los feminismos del amor romántico. “Lo que critican las chicas feministas no es amor: es una relación humana enferma, patológica y psicópata. Tratemos de salvar al amor. Las feministas padecen a hombres totalmente ridículos y machistas y ya están como desgastadas”, dice a Télam.
- La tía Cósima es la novela más urbana y contemporánea que has escrito hasta el momento ¿Qué cambió parra que decidas dar un giro tan inesperado en tu escritura?
- Surgió en un momento en que necesité hacer una pausa de mi investigación para La historia de La Diana. Había hecho un trabajo muy intenso que significó meterme en la guerra de Bosnia y una de sus consecuencias que fue el tráfico de mujeres en los Balcanes con fines sexuales. La cuestión es que necesité hacer una pausa de eso y empecé a escribir cuentos como para hacer catarsis. Y me pasa que cuando escribo cuentos siempre lo hago en primera persona y tomo como personajes chicas de mi edad… mujeres de alrededor de 50 años. El tercero de esos cuentos que escribí en esa pausa fue La tía Cósima. Cuando lo retomé me enganché tanto que llegué a las 400 páginas y supe que ya no había vuelta atrás
- En la novela Cósima relata el buylling al que la somete Ignacio pero aclara que para la época en que eso ocurrió no existía esa noción. ¿Por que si bien es una práctica que existió siempre se ha vuelto cada vez es más reiterado y masivo?
- En un mundo en el que desde hace aproximadamente 8.000 años no ha habido ningún día en la faz de la tierra sobre el que no haya existido una guerra, no nos debería sorprender. ¿Por qué nos escandaliza el buylling si la guerra está totalmente aceptada: se viola, se mata y se arrasan ciudades enteras en distintas regiones del mundo y nos sorprendemos porque unos chicos segregan a otros? Vivimos en una sociedad extremadamente enferma. Ya ni siquiera soportamos al que piensa distinto.
- Lanz se define como un “machista de mierda”. ¿Cómo se posiciona la novela con el signo de los tiempos que lleva a revisar conductas y roles para generar vínculos más igualitarios?
- Es un tipo al que le cuesta adaptarse a un mundo donde el patriarcado va perdiendo fuerza. Estamos viviendo las reacciones violentas que provoca la emancipación de las mujeres. En algunos de mis libros se ve cómo la mujer siempre se convierte en parte fundamental del campo de batalla porque los que crean las guerras saben que si a la mujer la dañás –violándola o mutilándola- lo que desmembrás es el tejido social. Por eso en las guerras a los hombres se los mata y a las mujeres se las daña.
- Ignacio vendría a ser un varón deconstruido entonces...
- ¿Se dice así? Me gusta la palabra: desconstruir para construir algo nuevo. Sí, me gusta esa palabra. Y se ajusta al recorrido que hace el personaje, que hacia el final del libro ya tiene bases sólidas y sanas, de respeto a la mujer. Lo más importante es que esa transformación lo vuelve más feliz. No se puede vivir toda la vida queriendo siempre someter al otro.
- El feminismo impugna la figura del amor romántico bajo la consigna de que “si te hace sufrir no es amor” ¿Estás de acuerdo con esa formulación?
- El amor no debería generar ninguna zozobra. Debería generar paz, serenidad. Pero otra vez nos enfrentamos a lo mismo: el amor está inserto en esta realidad enferma que tenemos. ¿Cómo hace el pobre amor para no mancharse con tanta porquería, con tanta violencia que aparece naturalizada? Cuando escribo del amor romántico trato de volver a la idea de ese amor puro. Lo que las chicas feministas están planteando con toda razón yo no lo llamaría amor… No me atrevería a usar esa palabra. Insisto: lo que critican no es amor sino una relación enferma, patológica y psicópata. Las feministas padecen a hombres ridículos y machistas y ya están como desgastadas. Yo las entiendo… ¿quién quiere arriesgarse de nuevo?
- ¿No te sentís interpelada desde tu lugar de referente del género romántico?
- Al contrario, las entiendo perfectamente a las chicas feministas. Han sufrido muchísimo. Pero al mismo tiempo me gustaría que escucharan lo que yo tengo para decir acerca del amor. Que el amor romántico no tiene por qué ser eso siempre. Cada una tiene su lugar. Ellas tuvieron sus experiencias y cuestionan cierta clase de amor. Yo tuve las mías y celebro el amor romántico. Si ellas hubiesen vivido el amor como yo te aseguro que no las hubiera hecho sufrir: al contrario, uno en el amor florece, crece, se eleva…Si te lastiman no es amor… Me dijiste que eso lo dicen ellas no?… Al fin estamos de acuerdo.
Fuente: Télam
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