La belleza del día: “El festival alegre", de Gaston La Touche

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“El festival alegre" (1906), de
“El festival alegre" (1906), de Gaston La Touche. Oleo sobre lienzo (208 x 287 cm), en la Dixon Gallery & Gardens, de Memphis EE.UU.

La obra del francés Gaston La Touche (1854-1913) está marcada por la transición del realismo al idealismo. Un cambio filosófico o comercial, elije tu propia aventura, sobre que es lo importante de ser representado.

Autodidacta, las relaciones que fue forjando con otros artistas a lo largo de su desarrollo fueron influyendo en su trabajo. De su primera época, esa en que buscó reflejar lo social, pocas sobreviven ya que destruyó la mayoría cuando su carrea dio un vuelco. En aquellos tiempos, compartía largas cenas en el Café de la Nouvelle Athènes con Edgar Degas y Édouard Manet, mientras debatían las obras de Émile Zola.

Luego, ingresó en la estética de los maestros de la pintura barroca holandesa, pero bajo la recomendación de un amigo comenzó a iluminar su paleta, siguiendo el estilo de Antoine Watteau y François Boucher como modelos. Y allí comenzó el éxito, empezaron las ventas y se transformó en uno de los más destacados coloristas de la belle époque de Francia, especialmente en la tradición rococó de la fête galante que había inaugurado Watteau.

Así La Touche pasó de la mirada sincera, íntegra, que buscaba la verdad en el arte, que había aprendido de Manet, a través de trabajos con escenas austeras de la vida diaria de los mineros y obreros e incluso bailarinas, a mostrar escenas cortesanas ambientadas en paisajes bucólicos, en la que el placer y la ostentación eran el corazón.

El idealismo de La Touche, sin embargo, no es el de Watteau, sino que imprimió un sello propio, tomando lo que había aprendido de su etapa impresionista. Se caracterizó por una armonía luminosa, con parques y jardines, ninfas y fuentes. Fiestas, muchas de ellas, campestres o no, como es el caso de El festival alegre, donde se aprecia otro de sus toques: la pirotecnia.

En la obra, que se encuentra en la Dixon Gallery & Gardens, de Memphis EE.UU., el goce de la nocturnidad refulge gracias a los fuegos artificiales y una serie de linternas dispersadas, que ayudan a generar el encuadre. En las bailarinas para revelar más el detalle de la danza, mientras que en la góndola del costado para apreciar a los músicos. Sobre el fondo, se aprecia el Palacio de Versalles también iluminado.

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