I
En la mitología griega, los dioses Nereo y Doris tuvieron un hijo varón, Nerites, y cincuenta mujeres, a quienes se las conoce como las Nereidas. Son las ninfas del Mar Mediterráneo, viven en las profundidades y emergen a la superficie para ayudar a los marineros que intentan surcar las difíciles aguas yendo de una orilla a la otra. Simbolizan lo hermoso del mar.
Cuando nació Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad de la mitología romana —según la mitología griega, es Afrodita—, las Nereidas asistieron. Fue un momento único, glorioso, bellísimo y esperanzador. Cientos de artistas de la historia han representado este momento, desde el italiano Sandro Botticelli hasta los franceses François Boucher y Alexandre Cabanel.
Y en Argentina, una artista que cristalizó ese épico momento desde la escultura fue Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández, más conocida como Lola Mora. La fuente monumental Las Nereidas es una obra realizada en mármol blanco de Carrara que actualmente está en la Costanera Sur de la Ciudad de Buenos Aires.
Es una escultura preciosa de filiación renacentista y formas barrocas. Su base representa una gran valva de molusco rodeada de tres grupos formados, cada uno de ellos, por un corcel sumergido en el agua. En el centro, Venus, nacida de la espuma de mar.
II
Lola Mora nació en Tucumán el 17 de noviembre de 1866. Por ella, el 17 de noviembre se festeja el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas. Tercera de siete hermanos, hija de un catalán y una salteña, al cumplir 18 quedó huérfana: su madre murió de neumonía y su padre, de un infarto, dos días después.
Su ingreso formal al arte fue a los 21, cuando llegó a Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci a dictar clases. Ella, por supuesto, asistió y desde entonces nunca dudó de su pasión: el arte. Luego de unas cuantas clases intensivas, comenzó a pintar retratos de las personalidades de la sociedad tucumana. Todos decían lo mismo: su trabajo era excelente.
Y cuando la carrera de un artista de esa época resultaba prometedora, debía continuarla en Europa. Llegó a Roma en 1897 y continuó sus estudios con el pintor Francesco Paolo Michetti. Allí conoció la escultura, su materialidad, sus técnicas, disciplina que profundizó con los maestros escultores Constantino Barbella y Giulio Monteverde. Desde entonces, se dedicó a esculpir.
Su trabajo llamó la atención de los círculos artísticos europeos —un autorretrato hecho en mármol de Carrara se exhibió en la Exposición Universal de París de 1900 y ganó una medalla de oro— pero también de la prensa argentina. Cumplida su tarea en el viejo continente, decidió volver.
¿La habrán acompañado las hermosas nereidas en su viaje en barco por el Océano Atlántico?
III
En Argentina realizó varias esculturas como una estatua de Juan Bautista Alberdi por encargo de la gobernación de Tucumán. Pero sin dudas la más importante es Las Nereidas, un pedido de Adolfo J. Bullrich, entonces intendente de la Ciudad de Buenos Aires, que finalmente fue una donación. Lola Mora sabía que podría ser la gran obra de su vida, así que volvió a su taller de Roma para realizarla.
El lugar pensado para ser emplazada era la Plaza de Mayo, pero como la Iglesia catalogó de ofensivos los desnudos de la obra, comenzó un largo debate sobre dónde instalarla. Finalmente el 21 de mayo de 1903 se inauguró en el Parque Colón (en la actualidad: Avenida Leandro N. Alem y Juan Domingo Perón). De todos modos era un lugar céntrico.
Al acto no asistió ninguna mujer. Sólo ella, Lola Mora, en representación de todas, con su obra heroica y femenina, celebrando el nacimiento de una mujer, Venus, rodeada de más mujeres, las Nereidas. La sociedad de entonces no sólo criticó los cuerpos “licenciosos” y “libidinosos” esculpidos, también decía que el trabajo no era de ella, sino de sus ayudantes varones.
La presión de los moralistas fue tal que en 1918 se decidió trasladar la obra a un lugar más alejado, donde hoy está, en la Costanera Sur, que en aquel momento recién se estaba empezando a urbanizar. El tiempo pasó, Lola Mora siguió apostando al arte pero el Estado dejó de pedirle obras y hasta dejó sin efecto muchas que ya había comenzado a hacer.
Sobre el final de su vida, empobrecida y con la salud frágil, sufrió un ataque cerebral que la dejó postrada. Al año siguiente, en 1936, a los 69 años, murió rodeada de sus tres sobrinas. Su gran talento fue reconocido... tarde. En 1997 la obra Las nereidas fue declarada Bien de Interés Histórico Nacional.
Es una escultura preciosa que brilla delante del Río de la Plata, no importa si hay sol, está nublado o llueve. Siempre brilla, imponente, imbatible.
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