La belleza del día: “Miss Auras. El cuaderno rojo”, de John Lavery

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

"Miss Auras. The Read Book" pertenece a una colección privada

Miss Auras, El cuaderno rojo representa la suma de los talentos de John Lavery como retratista. A comienzos del siglo XX el pintor irlandés (1856-1941) conoció a Mary, joven alemana de dieciséis años e hija de una familia amiga, en Berlín, e inmediatamente se embarcó en una serie de retratos completos con ella como modelo, entre ellos Mary with Roses (1902; Galería de Arte de Johannesburgo). La serie culminó en Printemps (1904; Museo de Orsay), que muestra a Mary vestida de blanco vaporoso y armada con abundantes flores de manzano.

La exploración de Lavery de aquellos temas tradicionalmente asociados con la belleza femenina - plenitud y plenitud - coloca estas imágenes dentro de una trayectoria artística que se remonta a los siglos. Lavery puso en marcha una serie de exposiciones consecutivas, titulada Fair Women, organizadas en la Sociedad Internacional de Artes a principios del siglo XX.

Nuestra belleza del día se expuso por primera vez en 1908 y la reacción de la crítica fue unánimemente positiva, aunque con miradas muy diferentes. Mientras algunos veían a Mary como la personificación de la inocencia otros interpretaron que la muchacha era la representación perfecta de la belleza anglosajona. Se cuenta que el propio Lavery era consciente de la naturaleza potencialmente incendiaria de la presencia de Mary, por lo que contó siempre durante su trabajo con la compañía de su asistente de estudio o de su hija, cuando viajaba con ella, para mantener el decoro.

El pintor británico nació en Belfast y estudió en Glasgow, Londres y París. Trabajó primero como ayudante en el estudio de un fotógrafo, retocando negativos y coloreando fotografías. Entre 1881 y 1883 estuvo en Francia, en donde estudió con diversos artistas; en 1885 volvió a Glasgow, donde se convertiría en la figura principal de los renovadores Glasgow Boys, con David Young Cameron y Ernest Atkinson Hornel; después, se trasladó a Londres, donde abrió estudio y empezó a exponer con éxito en 1886 en la ­Royal Academy.

Cuenta la página del Museo del Prado que John Lavery triunfó como cronista de la alta sociedad tanto en Inglaterra como en Irlanda y Escocia, en parte gracias al aire mundano, elegante y sofisticado que lograba imprimir a sus personajes; un aire que lo relaciona con otro retratista de éxito, John Singer Sargent.

Fue un encargo de la reina Victoria para que hiciera un cuadro de gran tamaño sobre la visita de la familia real a la exposición de Glasgow de 1888, que pintó en 1913, lo que lo puso de moda como retratista, aunque siguió pintando paisajes, entre otros lugares en Tánger, donde tuvo una casa.

Miss Auras, The Red Book se considera el más importante de los retratos de medio cuerpo que Lavery realizó de Mary. Su gesto al inclinar el libro es una imagen vivaz, completamente alejada de la languidez que tan a menudo caracteriza las imágenes de mujeres en reposo. La portada roja del libro contrasta con el vestido blanco de la joven, posiblemente una evocación de la serie Sinfonía en blanco de Whistler, quien se había hecho amigo de Lavery en 1887, en particular de la Sinfonía en blanco número 2 que se encuentra en la Tate Britain, y que muestra a la modelo de perfil, apoyada en una repisa de la chimenea y sosteniendo un abanico japonés. La elegancia de esta imagen se refleja en Miss Auras, sin embargo, su etérea melancolía se ve desplazada por la vitalidad y el aplomo de Mary.

Así como se reconoce la influencia del estadounidense James McNeill Whistler, a través de él también pueden observarse las de Édouard Manet y Diego Velázquez. Lavery fue un pintor exitoso, que se movió cómodamente entre los grandes de Europa, a los que trató y retrató, además de hacer la crónica de hechos históricos. Ese papel como artista y como miembro triunfante de la sociedad le hacía sentirse cercano a Velázquez. Su posición social y sus buenas relaciones le permitieron colaborar en las negociaciones para el tratado de 1921 entre Ingla­terra e Irlanda ejerciendo como diplomático. En agradecimiento, un retrato de Hazel, su mujer, figuró en los billetes irlandeses.

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