Keith Jarrett nunca pensó que aquella noche que no hubiera querido vivir marcaría a fuego la historia del jazz moderno. Transcurría el frío invierno alemán de 1975 y el pianista, de sólo 29 años y en pleno camino al Olimpo jazzero, ya presagiaba el desastre ni bien entró al Opera House de Colonia, de la entonces Alemania occidental.
El show del 24 de enero era el quinto compromiso para el músico estadounidense de una gira que incluía tres países y once ciudades, organizada por Manfred Eicher, el creador del pujante sello ECM (Editions of Contemporary Music). Eicher, quien conducía a Jarrett de ciudad en ciudad manejando su pequeño R4, había editado a finales de 1971 Facing you, el primer disco de solo piano del norteamericano, cuya repercusión había impulsado la aventura europea.
Agotados y sin dormir, Jarrett y Eicher llegaron a Colonia horas antes del show procedentes de Lausana, para encontrarse cara a cara con la peor noticia. El piano que según contrato debía estar en el escenario, un Bösendorfer 290 Imperial, aún continuaba en el sótano. En su lugar los operarios habían subido por error un piano de un cuarto de cola de la misma marca. “Era un instrumento sufrido, que solo se usaba para ensayos de coros, mal afinado, con agudos inservibles, un pedal derecho inutilizable y varias teclas de dudoso funcionamiento”, detalla el crítico Wolfgang Sandner, biógrafo del músico.
La primera reacción de Jarrett fue la de suspender el concierto. Sin dormir, con el persistente dolor de espalda que lo perseguiría a lo largo de los años siguientes y con un instrumento que no le ofrecía las mínimas garantías, el pianista intentó cancelar la función. Pero las entradas estaban agotadas y la persistencia de los organizadores y del propio Eicher, terminaron por forzar su decisión.
Lo que siguió es hoy parte sustancial de la historia del jazz. Solo, frente a un instrumento que no lo merecía, Jarrett se adentró en un océano de improvisación. Limitado a las pobres posibilidades que le brindaba el piano, fue construyendo la forma al andar. Componiendo en tiempo real, con armonías simples y melodías memorables. Sacando arte de su inagotable galera de mago musical con una pasión que excedía las 88 teclas. Y los silencios, claro. Los silencios que toca como pocos.
Unas 1400 personas vivieron aquel acontecimiento único pagando apenas cuatro marcos de entrada. Una primera parte de 26 minutos. Luego otros 45 divididos en tres segmentos. Poco más de una hora de improvisación y vuelo, que ECM editaría poco después en un vinilo doble de tapas blancas con un escueto título: The Köln Concert. Keith Jarrett.
¿Pero cómo decantó esa magia? ¿Cómo logró sacar oro del barro e improvisar música de calidad con un instrumento que era un descarte? Manfred Eicher, detrás de las consolas un testigo privilegiado del milagro, busca una explicación. “Probablemente Jarrett tocó como lo hizo porque no era un buen piano. Porque no podía enamorarse del sonido; encontró otra forma de sacarle lo mejor”.
Y aquí surge un segundo milagro. El disco, que ECM editó meses después con la grabación de aquel concierto malnacido, inició una inédita escalada de ventas. El boca a boca de los aficionados impulsaba al disco maldito de Jarrett a niveles nunca antes alcanzados por el género. Unos 45 años después y con más de cuatro millones de copias vendidas, es el título más exitoso del sustancial catálogo de ECM, hoy superior a los 1500 registros. Es también el disco de solo piano más vendido en la historia del jazz. Miles de aficionados atesoran el vinilo doble, incluso quienes no tienen al jazz entre sus prioridades; mientras que otros tantos acunan el CD como una reliquia en tiempos de streaming.
Uno de ellos es José “Pepe” Angelillo, platense por adopción, quien en 2019 editó Geometría, su disco de piano solo inspirado en la clínica que tomó en España con el mallorquí Agustí Fernández, uno de los emblemas de la libre improvisación europea. Angelillo no tiene dudas en señalarle a Infobae Cultura que con este registro “Jarrett hace de una piedra una gema sin darse cuenta y sin gustarle”.
“La adversidad lo puso en un punto de máxima concentración dando ese plus que él ya concebía como natural: su entrega", dice Angelillo. El Köln Concert pasa a la historia porque, más allá de las condiciones, Jarrett hace del problema la solución. Se introduce en lo más profundo del sonido, donde su trance durante la improvisación es de una simpleza complejísima, valga el oxímoron. Descarta cualquier atisbo de virtuosismo per se. El virtuosismo es ir construyendo desde ese lugar incómodo hasta olvidar que ese lugar existe y transformarlo en otro lugar. Creo que pocos artistas pueden llegar a esa transformación en tiempo real”.
Para Mayra Dómine, quien en 2019 publicó Inmersa, su primer disco de piano solo, considerado por la crítica como uno de los mejores trabajos de ese calendario, el Köln Concert “capta un Jarret joven, con ganas de mostrar su tremendo universo, tan vital, expresivo, temperamental, profundo. En cada nota hay energía, los sonidos se mueven colmados de intención, de riesgo, emoción. Tanto años después sabemos que ese piano no estaba en las condiciones adecuadas para una grabación, y aun así eso no logró opacar el nivel expresivo de lo que se propuso. Quizás ese inconveniente lo movilizó a dar todavía más, logrando una conexión muy profunda con su vibra musical. Siento que esa poderosa conexión es lo que transmite este disco, que logra conmoverme tanto al escucharlo”.
Con similares sentimientos se expresa el pianista cordobés Eduardo Elía, con siete discos a su nombre, el último de ellos Lejos del torbellino, publicado por el sello rosarino BlueArt el pasado septiembre. “Escucho a Jarrett desde finales de la secundaria, dice. Lo primero fue Concerts, sus improvisaciones en Bregenz y Munich. A medida que me interesaba más en el estudio del piano y en particular del jazz, me daba cuenta de que lo escuchaba pero no lo analizaba, no lo transcribía como a otros referentes. Trataba…pero terminaba disfrutándolo, ganándole a la deformación profesional de tratar de entender qué está haciendo. Con el tiempo entendí que lo que me enseñaba era otra cosa, no la técnica, ni los acordes que usaba, ni las progresiones armónicas que transitaba. Era su expresividad, su profundidad, su capacidad para emocionar”.
“Creo que lo que hizo del Köln Concert un éxito entre tantos y tan diversos oyentes", le dijo Elía a Infobae Cultura; "es justamente la capacidad de Jarrett de encontrar dentro de sí, y a pesar de las condiciones adversas, esa emoción, ese estado de ánimo que se puede transmitir a cualquier persona sensible”.
La pianista rosarina Rocío Giménez López, es otra de las artistas de la joven generación que tiene al Köln Concert como referencia y quizás parte de eso pueda rastrearse en Deseos múltiples, su primer disco editado por BlueArt en 2018. “Lo escuché por primera vez cuando recién empezaba en el mundo del jazz y la improvisación. Un amigo me lo regaló junto con una copia de Solo, de Egberto Gismonti. Son esos momentos en que se abren las puertas de un mundo que vas a seguir habitando por mucho tiempo. El mundo de ‘las cosas posibles’. Escucharlo y entender lo que hizo Jarrett me llenó de virtuosismo, espiritualidad y espontaneidad. Creo que es ese el gran valor del Köln Concert: haber llegado a la juventud de cientos de pianistas en todos los rincones del mundo para abrir puertas del mundo imaginario musical”.
Muchos años han pasado desde aquel enero del 75. Las páginas que Jarrett escribió a lo largo de los años posteriores lo mantienen en lo más alto de la consideración mundial y siguen influenciado a miles de músicos en todo el planeta. Su cuarteto europeo de los 70s, con Jan Garbarek, Palle Danielson y Jon Christensen; los imprescindibles dúos con el bajista Charlie Haden y los tantos discos en los que revisitó standards con singular maestría al frente del trío que completaban Jack DeJohnette y el recientemente fallecido Gary Peacock; son una prueba irrefutable de esa incidencia. En Tocando el horizonte, el libro que testimonia las primeras décadas en el camino de ECM, su creador, Manfred Eicher, entrega una mirada que bien podría tener a cualquiera de esos trabajos de Jarrett como protagonista. “Estoy convencido de que, solamente cuando nace de la autenticidad y la pasión, el arte es capaz de conmovernos y de poseernos. Y admito con más rotundidad si cabe: todo cuanto de verdad cala hondo está llamado a triunfar”.
Y el registro de Colonia sigue ahí. Soportando inoxidable el paso del tiempo que a tantos condenó al olvido. Erigido una bendición para los aficionados, es a un tiempo una condena para Jarrett, que todavía hoy lo vive como un traspié que hubiera preferido evitar. Alguna vez incluso, dijo que debería ofrecer a su público “curas de desintoxicación” del Köln Concert.
Wolfgang Sandner da testimonio personal de ese pesar. “Mi proyecto para biografiarlo suscitó su interés y recibió su beneplácito'', recuerda. Hasta que, inesperadamente, después de una celebración pública tras uno de sus conciertos en solitario, hubo entre nosotros una curiosa disputa acerca de The Köln Concert. Que yo me permitiera calificar este recital como uno de sus mayores éxitos, fue motivo de ostensible incomodidad por su parte y por cuanto se me alcanza, causa a su vez de la interrupción de nuestras conversaciones”.
Es probable, como dice Sandner, que un perfeccionista tan extremadamente cuidadoso como Jarrett no haya podido nunca aceptar que aquel show accidental alcanzara semejante éxito comercial. Pero ya se sabe. Las obras de arte tienen una vida que excede la de sus propios autores. Así el concierto del piano imperfecto sigue su camino y gana nuevos adeptos. Por y a pesar de Jarrett.
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