Si Hollywood es la Meca del cine (como un lugar de peregrinación de actores, actrices, directores y toda la troupe del séptimo arte) habría que señalar que Buenos Aires una vez se convirtió en un sucedáneo de esa Meca para los peregrinos negros y comunistas, perseguidos y censurados del sistema. Esta afirmación que podría parecer fantasiosa es posible de realizar al revisar la historia del film Native son, cuya versión completa y restaurada acaba de ser estrenada en los Estados Unidos, donde hace 70 años se prohibió.
Native son (Hijo nativo) había sido un éxito mundial cuando fue publicada como novela por su autor, el escritor negro Richard Wright en 1940. Según consigna el historiador Ernesto Semán, el libro vendía al momento de su lanzamiento 2000 ejemplares por día y su primera edición se agotó a las 8 horas. Era todo un acontecimiento literario y de mercado cuyas razones podían buscarse en el argumento escrito por Wright, entonces miembro del Partido Comunista, que contaba la historia de Bigger Thomas, un joven de los barrios bajos de Chicago que, contratado por una familia millonaria como chofer, termina asesinando a la hija de sus patrones y luego a su propia novia negra.
“Wright no describe al negro ‘bueno’ que había poblado la literatura del país desde el siglo XIX, ni al negro como simple víctima inocente -escribe Semán-. Thomas es un joven enojado, iletrado, incapaz de pensar con claridad y de meditar sobre las consecuencias de sus acciones”. Esa disrupción con la tradición de la figura del Tío Tom como el negro bueno o las miradas paternalistas sobre los negros en general y el señalamiento de la sociedad racista como portadora de la culpable de los males que ella misma condenaba -y que se podían confrontar en las escenas del juicio al que era sometido Bigger Thomas por sus crímenes- había sido la intención literaria del autor, que había decidido trasladar su novela al cine y además protagonizarla interpretando a Bigger Thomas.
Sin embargo, Wright encontró muchas dificultades para filmar en Estados Unidos, por lo que decidió enfilar hacia Buenos Aires. “No sólo era difícil de filmar en los Estados Unidos sino que tampoco le era posible hacerlo en Europa, donde Roberto Rossellini había manifestado su intención de hacerlo”, dice a Infobae Cultura Edgardo Krebs, antropólogo e investigador del Smithsonian Institute en Washington DC, impulsor junto al crítico Fernando Martín Peña de la restauración y estreno en el sistema de exhibición estadounidense del film.
La película, por primera vez en el país, se filmaría en 1949 en los estudios de Argentina Sono Film -donde se construyeron con maestría los barrios del bajo fondo de Chicago, a tal punto que luego algunos especialistas norteamericanos dirían que las escenas filmadas en la ciudad estadounidense eran lo mejor del film, cuando en realidad las locaciones se encontraban en la zona norte bonaerense- y sin injerencia del gobierno peronista. Sin embargo, los teléfonos de Richard Wright estaban pinchados tanto por la Embajada estadounidense como por la inteligencia argentina, al punto que el escritor (y actor del film) se trasladaba a Uruguay para realizar las comunicaciones importantes.
El filme fue dirigido por el francés Pierre Chenal, que filmaba en la Argentina, y tenía el antecedente del éxito de su versión teatral, protagonizada por Narciso Ibáñez Menta. Un dato curioso es que el asistente de Chenal era el boliviano Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, quien luego sería presidente de su país y que actualmente se encuentra prófugo de la Justicia boliviana, acusado por la sangrienta masacre que derivó de sus órdenes para reprimir las manifestaciones que finalmente acabaron con su gobierno en 2003.
Además de Wright la película era protagonizada por Don Dean, un músico estadounidense de jazz que vivía en el país y que sería el padre del cantante Donald, que interpretaba al abogado comunista de Bigger Thomas. “Wright ya no era militante del Partido Comunista -explica Krebs-, que había querido modificar su novela para convertirla en un panfleto comunista, pero Wright se negó totalmente y los comunistas no aparecen demasiado bien en el libro si se lo lee con cuidado, porque los abogados son blancos y Wright lo que hizo fue transferir la experiencia que él tuvo cuando se hizo miembro del partido. Él sentía que querían a los negros para hacer propaganda, pero en cuanto se armaba una discusión, no tenían la palabra. La discriminación llegaba al Partido Comunista e hizo que Richard Wright se fuera y escribiera un ensayo explicando por qué se había ido, con un titulo muy elocuente The god who failed, el dios que fracasó”.
La película se estrenó en la Argentina en mayo de 1951 y rompió los récords de taquilla, mientras el estreno estadounidense se demoró por la acción de la censura, que quitó las escenas de “mestizaje”, de violencia y escenas eróticas entre razas, por lo que se cercenó media hora esencial del film. “Cortaron más de ochocientos metros de cinta. Flor de trabajo”, le escribió el director Chenal a Wright.
“La película estaba dirigida al publico norteamericano porque cuando Richard Wright escribió la novela lo hizo para pegarle un puñetazo en el plexo solar a la sociedad blanca norteamericana -dice Krebs- y hacerla consciente de lo que había provocado trescientos años de esclavitud. Lo hacía de una manera que no le diera la salida emocional a las hijas de los banqueros para que se pusieran a llorar y con eso desahogarse, tener una catarsis: no hay catarsis, no hay nada que alivie la conciencia, es todo un golpe, es un boxeador que desde el primer round te empieza a pegar en las costillas, el hígado y que en el último round pega más que en el primero”.
-Quizás tenga que ver con el carácter marginal de Bigger Thomas.
–Es un marginal absoluto y es un tipo irredimible, ese es el punto de Richard Wright. Este muchacho viene de una historia de traumas apilándose desde hace trescientos años. Escritores negros lo acusaron por dar una imagen muy negativa del negro, sin entender que eso era lo que el quería. Por supuesto que era posible otra vida, era posible ser Richard Wright pero Richard Wright se hizo entrando a una biblioteca pública con el pretexto de sacar libros para un patrón porque en las bibliotecas publicas los negros no podían sacar libros, se les estaba bloqueando el acceso a la cultura. Así empezó a leer Richard Wright y con esfuerzo se hizo quién fue, pero en esta novela lo que él quería era pegar un golpe en el plexo solar al público, y fue un éxito de ventas, fue el primer best seller escrito por un negro. Y eso que le sacó algunas escenas de tal modo que la versión original de la novela fue publicada en los noventa y Fernando Martín Peña y yo, con gran colaboración del fallecido Fabio Manes, restauramos la película, una restauración hecha en la Argentina.
-¿Cómo fue la recepción del film en el país?
-Fue un éxito total. Wright ya era, además, un autor reconocido, al punto que Victoria Ocampo lo quería conocer y lo invitó a Villa Ocampo y luego la revista Sur reseñó todos los libros de Wright.
El film restaurado fue estrenado hace dos semanas con una exhibición en el Lincoln Center Nueva York y mediante formato streaming en todos los Estados Unidos. Los parámetros para una película de 1951 indican que es un éxito. La novela tuvo dos versiones cinematográficas más: en 1986 y una producida por HBO en 2019 que, ambas, hacen aceptable el rol de Bigger Thomas. Incluso en la de 2019 Thomas es un lector refinado, todo lo contrario del personaje de Wright.
Sin embargo, el hecho de que se hayan realizado esas versiones (la de 1986, con Oprah Winfrey) indica la actualidad de la novela. Una actualidad que se puede refrendar por unos Estados Unidos estremecidos por las manifestaciones anti policiales debido a asesinatos racistas cometidos por esa fuerza, que fue respaldada por el presidente Donald Trump, quien no deja de realizar comentarios cuasi fascistas en la campaña electoral hacia las elecciones presidenciales de este año.
Native son es una muestra más del costado más oscuro de los Estados Unidos, y desde una copia restaurada pretende seguir gritándole a la sociedad blanca unas verdades que esta se ocupa en desconocer. Y, por una vez, ese grito parte desde la Argentina.
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