Para la “nueva normalidad” la respuesta, por ahora, está en la literatura

El Covid modificó nuestra vida cotidiana. Un cronista recorre los escenarios y las nuevas perspectivas que genera la pandemia. Aunque sigue sin haber certezas por parte de las ciencias tradicionales, los libros parecen dar algunas claves

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(Reuters)
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De repente un libro ocupa toda la pantalla. “¿Lo leyeron?”, pregunta Julia. No se le ve la cara: por unos segundos ella es tan sólo una voz detrás de la tapa de un libro. No se trata de una entrevista de un programa de televisión, ni de una reunión de trabajo por videoconferencia, ni de una entrevista. Es una situación mucho más formal: todas las personas conectadas participamos de una audiencia ante el Tribunal Federal 4. La audiencia es por la causa Vesubio III, el primer juicio de lesa de humanidad que se reinició por zoom después de la suspensión que implicó la cuarentena. Julia Coria es hija de desaparecidos. Esperó durante 43 años esta situación: conjeturó muchas veces sobre ese momento en el que finalmente estaría cara a cara frente a los responsables del centro clandestino de detención donde estuvieron secuestrados sus padres. El momento finalmente llegó pero por zoom, desde su casa y lejos de un Tribunal. Para explicarse mejor, Julia no muestra fotos, documentos, ni archivos de la etapa de instrucción. Julia muestra un libro.

Para intentar comprender este tiempo, la sociedad busca herramientas en la medicina, la sociología, la filosofía, la psicología y una larga lista de etcéteras. El testimonio de Julia Coria nos indica otro camino posible: solapada, sin levantar la voz, está la literatura, que tal vez sea una orientación mucho más certera para transitar este tiempo tan incierto. Como Sarmiento ante la sombra terrible, la literatura nos permite develar algunos secretos de este nuevo mundo. En mi mochila de cronista suelo llevar algún libro. En general no llego a leer ni un párrafo, pero me tranquiliza que esa compañía este ahí.

Edgardo Cozarinsky
Edgardo Cozarinsky

Durante los primeros días de la pandemia, allá por el prehistórico mes de marzo, recibimos al corona a cara lavada. En Ezeiza esperamos los vuelos que venían de Italia sin barbijo, ni máscaras. En una crónica anterior, publicada por este mismo diario, comenté cómo las lecturas pueden ser una suerte de autoayuda para enfrentar al virus. En aquel entonces, andaba con Los libros y la calle. “En un percance sentimental he reconocido la sombra del Flaubert, interpreté una conducta inexplicable según un relato de James… Y una letra de tango, inesperadamente, evocó a Proust”, dice Edgardo Cozarinsky. Hacemos tal o cual cosa guiados por tal o cual lectura.

"La historia del amor", de Nicole Krauss
"La historia del amor", de Nicole Krauss

Juicio. Las partes del juicio Vesubio III -acusados, jueces, fiscal, querella, abogados defensores, familiares de víctimas, los testigos y los periodistas acreditados- seguimos la audiencia por zoom. Las cámaras dejan ver parte de la intimidad de cada uno de los conectados: la tentación de hacer foco en las plantas, las fotos familiares, los libros. La imagen de una Virgen es lo único colgado sobre la pared blanca que se ve a espaldas del abogado de los acusados. Llega el turno de la testimonial de Julia Coria. Julia –socióloga, escritora, Todo nos sale bien es su libro más reciente- narra cómo secuestraron a sus padres, cómo ella –que tenía apenas dos meses- zafó de ser una niña apropiada. La criaron sus abuelos maternos. Su abuelo murió de tristeza con las Leyes de Impunidad y hasta último momento soñó con volver a ver a su hija desaparecida. Durante años Julia se inventó a sí misma que sus papás eran astronautas, cumplían grandes misiones o seguían por el mundo a los Beatles. Porque a ella, se repetía para darse fuerzas, no la habían abandonado. Después vino HIJOS. En 1999, y tras una larga búsqueda que incluyó un viaje a Europa, Julia pudo dar con Juan Vazquez Rosano, un sobreviviente que le confirmó que había estado detenido en El Vesubio junto a sus papás. Recién a los 22 años Julia pudo tener alguna certeza.

El testimonio de Julia es tan preciso que el Tribunal determina Cuarto Intermedio (como el texto de Félix Bruzzone). Le preguntan a Julia si quiere comentar algo más. Ella muestra a cámara La historia del amor, de Nicole Krauss. “¿Lo leyeron? A mí me ayudó mucho”. La protagonista cuenta que la verdad es un elefante enorme y sórdido que se mete en la habitación y te aplasta contra la cama. Lo peor de nuestra Dictadura Cívico Militar, agrega Julia, es que nos pasamos más de veinte años buscando a ese elefante para saber qué pasó. Julia también hace una meta reflexión sobre su testimonial por Zoom. “Me hubiera gustado verle la cara a los viejos”, dice en relación a los militares, policías y funcionarios del servicio penitenciario que son juzgados. Pensar que en tantas audiencias de juicios tradicionales, continúa Julia, nadie llevó no digo un arma, ni siquiera un tomate para arrojarles. Lo único que pedimos es justicia y no nos cansamos. La presidenta del Tribunal agradece a Julia y le dice: “puede continuar con su día”. La pantalla dividida en un sinfín de cuadraditos. Somos muchos, las partes del juicio, periodistas, amigos, etc., que quedamos en silencio ante un testimonio contundente y a su vez luminoso: “Al fin, lo único que queda es agrandar la casa con mucho amor para aprender a convivir con ése elefante”.

Roberto Coria y María Esther Donza, padres de Julia Coria
Roberto Coria y María Esther Donza, padres de Julia Coria

Fuera de sistema. Operativo Detectar en Villa Jardín, Lanús, a metros del Riachuelo. ¿Cuántos viven acá? Le pregunto a Lidia. “Diez”, dice. “Diez chicos y siete adultos”, agrega de inmediato. A todos los censan, los más grandes aprovechan para darse la vacuna antigripal. La jubilación de Lidia es el único sostén de la casa. Los hombres perdieron sus changas de albañilería; las mujeres trabajaban como empleadas domésticas. En el Barrio Puerta de Hierro, en tantos destinos en los que estuve, se repite lo mismo: los que van a buscar comida a las cocinas de campaña del Ejército son los que se quedaron sin aportes y sin sueldo porque sus empleadores los tienen en negro. Termino el día en avenida San Martin y General Paz. Nueva disposición: el transporte público queda sólo habilitado para “esenciales”. La policía controla con códigos QR. Los efectivos detienen a los colectivos con unas espadas lumínicas. Escanean a los pasajeros con sus dispositivos al estilo Blade Runner, aquellos cazadores de robots díscolos de ¿Sueñan los robots con ovejas eléctricas? En el libro de Philip K. Dick, el mayor temor es confundir a un humano con una máquina o viceversa. Las pruebas para distinguir entre hombres y rebeldes son sofisticadas. Se le pregunta a un robot por su infancia, cómo era la comida de la abuela. Al fin, lo que permite desambiguar sobre la humanidad o no es la empatía. El robot sólo puede simular recuerdos y afectos. Me pregunto qué dirían los medidores de empatía por estos días, sobre la cantidad de trabajadores a quienes sus empleadores dejaron a la intemperie en los márgenes del sistema.

Rutger Hauer en la película "Blade Runner", de Ridley Scott, basada en la novela de Philip K. Dick
Rutger Hauer en la película "Blade Runner", de Ridley Scott, basada en la novela de Philip K. Dick

La otra epidemia. Convocatoria urgente. Anuncios de último momento en Gobierno. El ingreso a Casa Rosada es más estricto y se hace por el Salón de los Bustos. La escultura de Julio A. Roca quedó justo detrás de una de las cámaras que miden la temperatura. La lente está en el lugar de uno de los ojos y le da a el Zorro una nueva identidad cyborg. Los barrios populares son, por estos días, el nuevo foco de la pandemia. La villa Azul, en Quilmes, está aislada. Hace más de cien años, Eduardo Wilde, ministro de Julio A. Roca, advirtió que la solución a la epidemia no era tanto una vacuna. Wilde no era precisamente socialista pero pronto entendió que el problema era la pobreza y que la cura a la fiebre amarilla que tanto se buscaba vendría más bien con agua potable, viviendas dignas y cloacas. Wilde sale del centro hacia la zona de las quintas -algo así como el conurbano del siglo XIX. El médico y político mira cara a cara a la miseria y su perspectiva cambia para siempre. “Pensé en el hospital, en la política, en los conflictos sociales, tanto más desesperantes cuanto más íntimos, y con el corazón apretado, volví a marearme en la ciudad, como quien vuelve a bordo de un buque combatido por las olas y en el cual todo cruje, desde las maderas del casco hasta el alma de los tripulantes”.

Eduardo Wilde, médico sanitarista, escritor, político y legislador.
Eduardo Wilde, médico sanitarista, escritor, político y legislador.

Infonemia. Henry James dejó constancia en su notebook sobre algo que lo sorprendió: había “agencias de recortes” que se dedicaban a promover o instalar personas; a convertir a un don nadie en una personalidad de su tiempo. Con esa observación, se iniciaban los apuntes de su gran novela Los Diarios. James anticipa, en 1901, una marca del siglo XX: no importa tanto lo que pasa, importa más bien cómo contamos lo que pasa. Matadero Cinco de Kurt Vonnegut narra a su manera cómo los aliados bombardearon Dresde hasta convertirla en escombros. La guerra ya había terminado hacía rato. ¿Por qué siguieron tirando bombas hasta dejar tierra arrasada?, se pregunta el narrador.

"Maradero cinco" , de Kurt Vonnegut
"Maradero cinco" , de Kurt Vonnegut

Hacían falta aún varios días de titulares triunfantes para la primera plana de los diarios. En estas semanas discutí bastante a causa de la difusión de noticias falsas en ese pequeño infierno contemporáneo que son los grupos de Wapp. Una pavada, si lo comparo con lo que se escucha en la marcha anticuarentena. “La OMS inventó el covid y oculta la cura del cáncer”, “Secuestran a gente de las villas y les hacen test compulsivos”, “¿Qué va a tener esa vacuna? Niños abortados. Yo no me la doy”, “5G arma electromagnética genocida”. Una clave del cronista es no enojarse con la realidad. Pero me siento superado: cómo dar cobertura a este nuevo ejército anarco ciberpunk de adolescentes y jubilados. Cómo no censurar sus testimonios sin a su vez dar eco a delirios conspirativos e información imposible de chequear. Tanta noticia falsa pone en relieve la necesidad de los medios tradicionales. Periodismo vs. fake news.

Pienso en Los duelistas, de Conrad, sobre la competencia entre dos generales de Napoleón. La búsqueda de superar al otro es el motor de cada uno de ellos: se necesitan de manera inexorable para ascender. No los une el amor sino la necesidad de llegar más arriba que su adversario. Ante tal epidemia de fake news y campañas por whatsapp, los medios tradicionales se volvieron un rápido test para chequear información. Paradoja de estos días: la infonemia le da una nueva oportunidad al periodismo.

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